Texto escrito para su
intervención en Catalunya Ràdio, en el programa de Adolf Tobeña del 23 de
febrero de 2001. Localizado (y editado) por Salvador López Arnal en el Arxiu
FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella).
Ciencia y religión
El Viejo Topo
24 julio, 2024
- El punto de partida para un diálogo fructífero entre ciencia y
religión en nuestros días debería ser este: La ciencia es lo mejor que
tenemos desde el punto de vista del conocimiento físico-biológico y lo más
peligroso que hemos creado desde el punto de vista ético[1].
- Esta ambivalencia, o doble valor contradictorio, de la ciencia se ha
hecho más aguda en nuestra época porque, en sus áreas más avanzadas, la
ciencia se ha fusionado con la tecnología hasta formar un complejo único,
lo que llamamos tecnociencia o complejo científico-técnico. La biotecnología
es el mejor ejemplo actual de esa fusión.
- Si se admite este punto de partida, entonces lo más sensato sería que
la ciencia institucionalizada admitiera modestamente su ambivalencia y
reconociera humildemente sus limitaciones. Por ejemplo, declarando que
ignoramos e ignoraremos[2] en muchos ámbitos esenciales del conocimiento y en
particular en aquellos ámbitos que más tienen que ver con los hábitos o
comportamientos humanos susceptibles de ser calificados de buenos o malos.
- Y por la misma razón, si se admite este punto de partida, las
religiones deberían renunciar a disputar con la ciencia en el plano del
conocimiento físico y biológico. Las religiones deberían admitir que esa
es una batalla perdida hace mucho tiempo y autolimitarse al ámbito de los
comportamientos humanos, al ámbito de la ética.
- Todos los conflictos históricos entre ciencia y religión se han debido
a la desmesura de las religiones institucionalizadas, a su pretensión de
meterse en camisa de once varas disputando con la ciencia en todos
los planos del conocimiento. Eso ocurrió ya en la Grecia clásica
cuando la religión de Asclepios disputaba con la medicina (tendencialmente
científica) hipocrática[3]. Y volvió a ocurrir, en la edad moderna, a propósito de
las teorías de Copérnico, Galileo y Darwin[4], que no eran, dicho sea de paso, personas
antirreligiosas, sino personas que querían separar los planos en
discusión, a pesar de lo cual fueron fueron denigrados por las religiones
institucionalizadas (la protestante, la católica y la anglicana).
Resulta
ridículo en este sentido el que el Vaticano haya mantenido durante décadas y
décadas un premio para el que demostrara que Galileo y Darwin estaban
equivocados. O que todavía hoy en día algunas religiones pretendan que hay que
enseñar en las escuelas, en plan de igualdad, el mito creacionista y la teoría
evolucionista[5].
Eso desacredita a cualquier religión a los ojos de la razón.
- Ahora bien, en todas las religiones (institucionalizadas en iglesias o
no) hay un saber, que podemos llamar sapiencial, sobre los
hábitos y comportamientos de los seres humanos en comunidad a partir del
cual se expresan mandamientos, consejos o normas éticas que tienen mucho
valor porque son resultado, por lo general, de observaciones largamente
repetidas y de reflexiones psico-sociológicas muy notables. Observaciones
y reflexiones así se pueden encontrar tanto en las tres religiones del
Libro (judaísmo, cristianismo, islamismo) como en otras que están a
caballo entre lo que llamamos religión y lo que llamamos filosofía.
Este saber
sapiencial merece ser conservado, conocido y enseñado, con total independencia de
que las personas que lo conservan o a las que se enseña, crean o no crean en
los dogmas o doctrinas básicas de esas religiones, por ejemplo, en la creación
divina, en la transmigración de las almas, en la resurrección de la carne o en
la existencia de la santísima trinidad.
Digo que
conviene conservar este saber no sólo por razones históricas, o sea, porque
esta o aquella religión haya sido en el pasado parte de nuestra tradición
cultural, sino también por una razón más decisiva y actual: porque en lo que
hace a las conductas, comportamientos y hábitos humanos, las ciencias, lo que
llamamos “ciencias humanas” o “ciencias sociales” no han avanzado lo suficiente
como para que se pueda afirmar sin duda que nuestro conocimiento, en este
ámbito, es definitivamente mejor que el sapiencial para la vida práctica de los
humanos.
- En este ámbito las religiones no tienen por qué entrar en conflicto
con la ciencia. O mejor dicho: no hay conflicto de importancia. La prueba
de ello es que muchos de los grandes científicos modernos y contemporáneos
han leído y apreciado mucho esos textos y hasta se han considerado
religiosos aceptándolos, sin percibir que hubiera contradicción entre
ellos y sus propias aportaciones al conocimiento del mundo físico o
biológico. Einstein es el caso más conocido en el siglo XX. Y Einstein
pasa por ser el gran científico del siglo[6]. Pero lo mismo se podría decir de una pléyade de
científicos actuales.
- En el ámbito de las conductas, hábitos o comportamientos humanos
susceptibles de valoración ética el conflicto no se da hoy entre religión
y ciencia, sino entre religión y filosofía. Lo que llamamos bioética es
precisamente el campo de batalla en ese sentido[7]. Se disputa entre una ética de base religiosa y una
ética de base filosófica agnóstica o atea[8]. Esto no quiere decir que los científicos permanezcan al
margen de esa batalla. Como seres humanos, igual que los demás, tienen
opinión al respecto, y no pueden sustraerse a la reflexión sobre las
consecuencias éticas de lo que descubren o inventan[9].
Pero lo
importante en este punto es que la ciencia no puede decidir en la disputa.
Puede, a lo sumo, sugerir que hay bioéticas que no se aguantan desde el estado
actual de los conocimientos en genética, en biología, en neurología, en
psicología, etc[10].
[1] Véase FFB, La ilusión del método. Ideas para un racionalismo
bien temperado, Barcelona: Crítica, 1991 (existe una reedición en
edición de bolsillo en 2004, con nuevo prólogo autor).
[2] Referencia al lema-consideración de Emil du Bois-Reymond.
De él se hablaba en el editorial del primero número de mientras tanto.
[3] Véase FFB, Para la tercera cultura, El Viejo Topo,
2012, pp. 395-401.
[4] Pueden verse textos de FFB sobre estos autores, preparados para sus
clases de Metodología e Historia de la ciencia de los años noventa, en el Arxiu
FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella)
[5] Sigue ocurriendo, salvo error por mi parte, en algunos estados
usamericanos.
[6] Uno de los científicos (y filósofos) más estudiados por el autor.
Etre sus aproximaciomes, FFB, Albert Einstein. Ciencia y conciencia,
Retratos de El Viejo Topo, 2005.
[7] Véase FFB “Sobre tecnociencia y bioética” (Partes I y II), Revista
de Bioética del Conselho Federal de Medicina de Brasil, vol. 8, nº 1,
Brasilia, 2001, pp. 13-27, y vol. 8, nº 2, Brasilia, 2001, pp. 187-204.
[8] La posición filosófica del autor.
[9] Véase FFB, “¿Hay que dejar la ciencia en manos de los científicos?”,
Conferencia UNED, Barbastro, 22 de noviembre de 2007, Biblioteca UPF.
[10] Véase FFB, Ética y filosofía política, Barcelona:
Edicions Bellaterra, 2000.
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