Las «cookies» y los socios de
los socios que acceden a nuestros datos
(y 3)
Por Alicia
Herrera
Rebelion.org
10/06/2024
Fuentes: La
Marea
Cuando aceptamos las ‘cookies’, podemos ceder el acceso a parte de nuestros
datos a la web en la que estamos. Pero también podrán recibirlos sus socios, y
los socios de estos, en una escalera casi infinita.
Los centenares
de socios que mencionábamos al inicio de este reportaje son solo la primera
parada en el viaje de nuestras cookies (y de parte de nuestros
datos). Muchos de ellos tienen sedes secundarias repartidas por
prácticamente todos los países del planeta, desde Arabia Saudí hasta El
Salvador, pasando por Catar o Líbano.
Además,
cada vendor trabaja a su vez con decenas de clientes que
contratan sus servicios para anunciarse en Internet o realizar estudios de
audiencia. Conocer todas estas compañías finales es prácticamente imposible.
En La Marea hemos analizado aquellos partners que
los propios socios mencionan en sus páginas web, pero son solo una pequeña
muestra, la que quieren destacar para promocionar su imagen.
Entre estos
clientes vuelve a figurar un gran número de empresas de marketing y
publicidad. Cabe preguntarse entonces si éstas también recopilan
esas cookies y hacen sus propios segmentos de audiencia que
llegan a otras terceras empresas… Y así van apareciendo más y más
paradas en un tren que nunca se detiene.
Uno de los principales problemas para Samuel Parra, abogado especializado en derecho tecnológico, es que la información que recaban las cookies «puede ser distinta cada día y puede ser compartida por otras empresas, según necesidades del mercado o en función de campañas concretas». Añade que «una vez entras en el circuito de empresas que comparten la información, pierdes el control de cómo va a circular esa información y hacia quién».
Clasificación de datos de Google Ads. La Marea 100.
Un partner habitual, Inmobi,
promociona su capacidad de mantener sus segmentos de audiencia constantemente
actualizados, según se desarrollan los «micromomentos» de la vida de los
clientes. Otro de ellos, Live Ramp, elabora su segmentación
colaborando con múltiples socios que recopilan datos de todo tipo, también de
salud.
Aparte de estas
empresas, abundan otras que nada tienen que ver con la publicidad. Se repiten
marcas conocidas de automóviles, alimentación o tecnología. Pero
también varios bancos y servicios financieros, empresas de seguros,
webs de apuestas, farmacéuticas, inmobiliarias, eléctricas y hasta unas cuantas
administraciones públicas, como el Gobierno de Canadá, la Generalitat de
Catalunya o la Fiduciaria Colombiana de Comercio Exterior.
Aunque estas
empresas no pudiesen acceder directamente a nuestros datos, que tengan la
posibilidad de lanzar una publicidad muy personalizada también conlleva riesgos.
Estos pueden venir «cuando con dicha segmentación sean capaces de
llegar a alterar la vida de las personas, por ejemplo, motivando o
incentivando al usuario final a comprar determinados productos que no necesita,
a utilizar servicios que puedan perjudicarle o a tener ideas en su cabeza que
pudieran dañarle», dice Parra.
Adelaide Metrics, por ejemplo, enumera sus colaboraciones como casos
de estudio donde no revela quién los ha contratado. Uno de ellos forma parte de
una campaña para una candidata o candidato a gobernador de un estado.
Preguntados al
respecto, desde Adelaide Metrics solo nos confirmaron que se ubicó en el
sureste de Estados Unidos. También aseguraron que ya no recopilan datos
de cookies. Sin embargo, en el momento de elaborar este reportaje,
Adelaide Metrics sigue presente en el listado de socios que cookies de
los 10 medios españoles más leídos.
«Si estos agentes externos saben que una persona es de derechas, le
mostrarán únicamente contenido que afiance esa posición, porque sabe que ese contenido lo va a consumir (porque le gusta) y, por
ende, se va a poder monetizar». Parra sugiere que, en unas elecciones, esto
puede implicar «dirigir el voto en una dirección».
Entre los
socios hay marcas conocidas de automóviles, alimentación o tecnología. También
varios bancos y servicios financieros, aseguradoras, webs de apuestas,
farmacéuticas…
Cuanto más
avanza este viaje, más son los destinos donde recalan nuestros datos. «Este
modelo supone una invasión en toda regla de nuestra vida privada por la que se
rastrean, monitorizan, analizan y monetizan todos y cada uno de nuestros actos.
Y lo que es peor, el modelo está diseñado no sólo para comprender
aquello que nos mueve, sino también para influir en nosotros y manipular nuestros
pensamientos y conductas. Y, por más que el sistema busque sobre todo
una mayor precisión en los contenidos publicitarios que nos ofrece Internet,
puede tener consecuencias nefastas que mermen gravemente los derechos humanos»,
señala Pat de Brún, director adjunto de la sección de tecnología de
Amnistía Internacional.
Más directo se
muestra Adrianus Warmenhoven, de NordVPN: «Las cookies pueden
usarse para construir perfiles ideológicos. Y estos perfiles, a su
vez, se usan en las campañas electorales para dirigir a los votantes mensajes
políticos específicos».
La Marea contactó con Warmehoven tras recibir un correo
electrónico de su compañía especializada en ciberseguridad con una nota de
prensa en la que aseguraban que «54.000 millones » de cookies robadas
estaban a la venta en la web oscura (dark web). El estudio,
explicaban, lo habían realizado «recopilando datos en colaboración con
investigadores independientes». Todo fueron buenas palabras y máxima
predisposición hasta que les preguntamos por la identidad de estos
investigadores. A partir de ahí, sólo obtuvimos una respuesta: «No podemos
nombrar a los investigadores, ya que hemos firmado un NDA (acuerdo de
confidencialidad) con ellos».
¿Podemos bajarnos del tren de las ‘cookies’?
La opacidad parece
inherente al sector. Para elaborar este reportaje, hemos hablado con
especialistas de distintos ámbitos, pero nos pedían no especificar sus nombres.
Hablar de cookies, y de lo que se puede hacer con ellas, es un tema
incómodo. Es evidente que, en las manos equivocadas, tienen un potencial de
explotación que va mucho más allá de ofrecerte el producto que necesitas. Sin
embargo, existe una sensación generalizada en el usuario, acostumbrado
a aceptar cookies de forma casi rutinaria, de que esa decisión
es inocua.
David Carroll, protagonista del documental El gran hackeo (Netflix) por ser el profesor de la Parsons School of Design que exigió a la
empresa Cambridge Analytica que le revelara el
origen de todos los datos personales que tenía de él, se pregunta si
«es posible consentir algo cuando no es comprensible ni revocable».
Al ser
preguntado por La Marea sobre la responsabilidad individual a
la hora de proteger nuestra privacidad, Carroll recomendaba quitarse peso de
encima: «Hazlo lo mejor que puedas, pero no seas duro contigo mismo si no
funciona» porque, explica, se trata de un problema «colectivo». «Nadie
debería sentirse culpable por estar siendo tratado injustamente por el sistema.
Todo el mundo está siendo engañado», añade. Aun así, el profesor no renuncia al
optimismo y cree que la recopilación masiva de datos a través de las cookies tiene
los días contados: «Es una situación temporal, esperemos, y un modelo mejor
sustituirá al actual».
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