La victoria en Ucrania coloca a Rusia como interlocutor
principal en Asia central
DIARIO OCTUBRE / febrero
27, 2024
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La victoria de Rusia en
la Guerra de Ucrania ha aumentado su credibilidad como proveedor de seguridad
para Asia central. A los países de la región no se les escapa que, por sí sola,
Rusia ha humillado a la OTAN.
Es un momento decisivo,
al que se debe sumar el compromiso diplomático que Rusia mantiene con los
talibanes.
Ya hemos expuesto que
Moscú ha quitado sus ojos de occidente y busca buenas relaciones con otros
vecinos que no son los europeos. Además, uno de los mantras de la propaganda
occidental ha desaparecido: el de que la influencia de Rusia en Asia central
está en declive y que los estados de Asia central están saliendo de la sombra
de Rusia y afirmando su independencia de una manera no vista desde el colapso
de la URSS en 1991, como dice el Financial Times.
El año pasado la región
creció a una tasa del 4,8 por cien y los gobiernos saben que Rusia contribuyó a
ello. La recuperación de la economía rusa y su crecimiento del 3,6 por cien el
año pasado crearon oportunidades de negocio para los países de Asia Central.
Pero el gran bocado
llegó con la Guerra de Ucrania y las sanciones económicas, que provocaron la
salida de empresas occidentales del mercado ruso, lo que creó nuevas oportunidades
para los estados regionales. Al mismo tiempo, las sanciones impulsaron a las
empresas rusas a trasladar sus negocios a la región.
Los estados regionales
adoptaron una postura oficial de neutralidad en la guerra, pero los empresarios
de Asia central han permitido a Rusia sortear las sanciones y se han lucrado
abasteciendo de bienes y tecnología occidentales al mercado ruso. El 9 de mayo
del año pasado se produjo en Moscú un acontecimiento ilustrador: todos los
presidentes de Asia central se unieron a Putin en las ceremonias de la Plaza
Roja por el Día de la Victoria. Fue un gesto masivo de apoyo.
A lo largo del año
pasado los diplomáticos de las potencias occidente viajaron a Asia central para
que los gobiernos locales sostuvieran las sanciones contra Rusia. Biden y
Scholz organizaron dos cumbres históricas en el formato C5+1 en Washington y
Berlín respectivamente. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken,
y el presidente Macron, estuvieron presionando en la región.
Fracasaron
estrepitosamente. Los países de Asia central no son como los bálticos, o
Polonia, o Alemania. No padecen el síndrome del Hermano Mayor. El homólogo kazajo
de Blinken le dijo que el gobierno de Astana “no siente ninguna amenaza ni
riesgo por parte de la Federación Rusa”. Las declaraciones conjuntas emitidas
después de las dos cumbres ni siquiera mencionaron a Ucrania.
El miércoles se celebró
en Kazán una cumbre de Tayikistán, Uzbekistán y Kazajistán con Rusia. El
presidente de Tayikistán, Emomali Rahmon, le deseó éxito a Putin “en todo lo
que haga” y le pidió “nervios de acero”. El presidente kazajo, Kassym Jomart
Tokayev, subrayó que “bajo su distinguida dirección [la de Putin], Rusia ha
logrado éxitos notables e impresionantes. De hecho, sus declaraciones y
acciones están dando forma a la agenda mundial”.
Fue una ducha de agua
fría, ya que los imperialistas tenían puestas todas sus esperanzas en que Tokayev
jugaría el papel de Zelensky en Asia central.
Los esfuerzos de Rusia
para forjar buenos vínculos con los talibanes han acabado por conquistar el
ánimo de los gobiernos de Asia central, al reducir la sensación de amenaza por
parte de Moscú.
En el Kremlin han
cambiado de táctica. Hasta ahora en Asia central la clave consistía en aislar a
los países de la región de Afganistán, lo cual iba seguido automáticamente del
rearme y la intimidación. La diplomacia rusa adoptó un enfoque diferente al
colaborar constructivamente con los talibanes, a pesar de que siguen siendo una
organización proscrita en Rusia.
Moscú estima que el
gobierno talibán ha estabilizado la situación en su país y que les conviene
contribuir a ello, logrando que los países de Asia central cierren las puertas
al Califato Islámico y otros grupos respaldados por occidente para que no
obtengan ningún tipo de refugio.
Por su parte, los
talibanes han agredecido el apoyo de Rusia destinado a fortalecer el Estado
afgano. Recientemente, boicotearon una conferencia patrocinada por la ONU sobre
Afganistán los días 18 y 19 de febrero en Qatar que, en realidad, era un
intento por parte de Estados Unidos de volver a involucrar a los talibanes en
un supuesto “diálogo interafgano” que, esencialmente, significaba el regreso a
Kabul de los lacayos afganos de occidente que viven en el exilio en Europa y
Estados Unidos. Dicho regreso favorecía los planes imperialistas para
reconstruir sus redes de inteligencia y sabotaje en Afganistán.
Los talibanes pusieron
como condición para participar en la conferencia de Doha el reconocimiento de
su estatuto como únicos representantes de Afganistán en la reunión. También se
opusieron al nombramiento de un enviado especial de la ONU, cuya principal
tarea sería la de promover el “diálogo interafgano”.
En un comunicado previo
a la reunión de Doha, el Ministerio de Asuntos Exteriores de los talibanes
acusó a las potencias occidentales de “imposiciones, acusaciones y presiones
unilaterales”. Lo más interesante de la pantomima que se desarrolló en Doha fue
que, a petición de los talibanes, la delegación rusa se negó a reunirse con los
llamados “representantes de la sociedad civil afgana”. Rusia había comenzado a
trabajar con los talibanes como gobernantes de facto de Afganistán.
Los Estados de Asia
central están entusiasmados por la iniciativa diplomática de Rusia para
fortalecer la estabilidad regional. El nivel de confianza de la región frente a
los gobernantes talibanes ha llegado a tal punto que en la reunión de Kazán, el
presidente uzbeko Mirziyoyev planteó la “importante cuestión” de si Uzbekistán
y Rusia seguirán adelante con la construcción de un nuevo ferrocarril a través
de Afganistán conectando Asia central con el mercado mundial.
—https://www.indianpunchline.com/russias-victory-in-ukraine-resonates-in-central-asia
FUENTE: mpr21.info
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