Alemania va mal, y
su crisis repercute en toda Europa. Resulta difícil entender por qué ha puesto
su cabeza en la picota, pero el caso es que incluso lo ha hecho sin rechistar,
aceptando sin protestar –al menos públicamente– que le vuelen un oleoducto.
Las dificultades de Alemania y las de la UE
EL VIEJO TOPO / septiembre, 2023
Vincenzo Comito
Salir de la
crisis alemana no es fácil. Hay que poner en el centro la cuestión del
automóvil, una industria estrechamente ligada a los componentes italianos. La
crisis es ciertamente europea, se refiere a la guerra en Ucrania, pero también
a la incapacidad demostrada hasta ahora por Europa para entender qué
camino tomar, atrapada entre China y Estados Unidos.
En los últimos
meses los periódicos han prestado especial atención a la reciente evolución
económica del país teutónico. Quizás los titulares más significativos a este
respecto sean los de un reciente número de The Economist: «La
economía alemana antes inspiraba envidia, pronto sólo inspirará preocupación» o
el publicado por Die Zeit, «El Made in Germany está acabado».
Ayer y hoy
Aproximadamente
desde principios del nuevo siglo y casi hasta finales de la segunda década del
mismo, el crecimiento del PIB alemán fue superior al de todos los demás grandes
países europeos.
Como muchos han
subrayado, el éxito del modelo económico del país se basó en al menos cuatro
ingredientes: Sobre el liderazgo tecnológico en la industria, en particular en
algunos de sus sectores, vehículos, química, mecánica entre otros; luego, en la
competitividad de costes de sus productos, resultado que se debe, entre otras
cosas, por un lado, a que en el momento del lanzamiento del euro el tipo de
cambio con el marco se fijaba en un nivel muy favorable para Alemania, por el
otro, a la gran disponibilidad de fuentes de energía rusas baratas;
nuevamente, este éxito se debió a la estabilidad geopolítica y al constante
desarrollo de la economía mundial liderada por Asia y en particular al
crecimiento del comercio internacional; finalmente, a una fuerte cohesión
social y política interna.
Entonces, en
cierto momento, algo parece haberse roto y sin duda las cifras recientes
indican que el país atraviesa un período de dificultades importantes. No está
claro si son temporales o indican problemas estructurales; pero la mayoría de
los comentaristas favorecen la segunda hipótesis.
Los datos de la crisis
La economía del
país teutónico será probablemente la única entre las del G7 que presente una
reducción del PIB para 2023, reducción que se estima en torno al 0,4%. También
se espera que en los próximos cinco años se desarrolle menos que el de todos
los grandes países occidentales, excepto obviamente el de Italia. El Fondo
Monetario Internacional prevé que crecerá un 8% global en el período 2019-2028,
menos que Francia y más o menos como Gran Bretaña, otro país aparentemente en problemas,
y finalmente mucho menos que Estados Unidos. En particular, la producción
industrial se encuentra actualmente en su punto más bajo y el nivel de pedidos
industriales está disminuyendo, mientras que el sector servicios no puede
compensar las dificultades del sector industrial.
Las causas de la crisis
El frente interno
En cuanto a las
explicaciones de las dificultades, se hace referencia a razones internas y
externas al país, aunque la distinción entre ambos fenómenos no siempre es muy
clara.
En cuanto a las
primeras, recordamos las estrictas políticas presupuestarias de los gobiernos
alemanes en las últimas décadas, que han impedido, entre otras cosas, renovar
adecuadamente el sistema de infraestructuras del país, que ahora está
parcialmente decrépito. En los últimos meses, para realizar algunas de las
inversiones necesarias superando el dogma del equilibrio presupuestario, el
Gobierno incluso ha recurrido a trucos contables, rápidamente destacados por el
Tribunal de Cuentas. Así, para 2024 las cifras oficiales del Gobierno hablaban
de un déficit equivalente a 16,6 mil millones de euros, el 0,4% del PIB,
mientras que las del Tribunal de Cuentas lo corrigieron a 85,7 mil millones,
cifra equivalente aproximadamente al 2,4% del PIB. Estas no serían cantidades
dramáticas si el dogma del equilibrio no flotara sobre la cuestión.
Entre muchos
otros problemas, todavía existe un aparato burocrático público, y en
parte también privado, extremadamente engorroso, que ralentiza
significativamente los tiempos de toma de decisiones y obstaculiza
especialmente las políticas de renovación; hay que señalar que es un país
«lento», como dicen algunos, sobre todo en lo que se refiere a novedades. Así,
hoy el peso de las TI (Tecnologías de la Información) sobre el PIB parece ser
aproximadamente la mitad que el de Estados Unidos y Francia. La transición a
fuentes renovables, cada vez más crucial, parece estar muy atrasada.
También falta
mano de obra cualificada, a pesar de que el país ha absorbido a muchos
refugiados sirios y ahora ucranianos. Se enfrenta a tasas de natalidad muy
bajas y un gran número de personas a las que no se sabe cómo sustituir están a
punto de jubilarse. Por último, debemos recordar una coalición de gobierno
débil e internamente dividida.
El frente exterior
La mayoría de
los mencionados son problemas que se conocen desde hace tiempo y que,
sin embargo, no impidieron que Alemania, hasta cierto punto, creciera
incluso más que otras economías occidentales, gracias a una serie de factores
externos favorables. Pero ahora una serie de condiciones externas se están
volviendo negativas, aunque no debemos olvidar que el país todavía tiene
algunos activos muy importantes, como la tasa de desempleo más baja de toda la
UE y, en cualquier caso, un nivel todavía bajo de deuda pública.
En materia
exterior, todo el mundo subraya los efectos de la crisis ucraniana, que ha
provocado un fuerte aumento de los precios de la energía, lo que tiene un
impacto importante en un país que tiene una base industrial muy fuerte; esta
evolución ha ralentizado la actividad en los sectores más intensivos en energía
y también ha empujado a muchas empresas a preferir inversiones en China y
Estados Unidos, países con mercados enormes y que tienen precios de la energía
mucho más bajos. Según un estudio reciente de la Cámara de Comercio alemana, el
32% de las empresas entrevistadas tenían previsto limitar la producción en
Alemania y trasladar la capacidad de producción al extranjero, cifra que ha
aumentado considerablemente en el último año.
En términos más
generales, los factores geopolíticos contribuyen a desestabilizar la situación,
con los EE.UU. presionando a los países aliados para que reduzcan sus vínculos
cruciales con China, así como con Rusia, ahora fuera de juego, así como con la
desaceleración de los procesos de globalización y la reciente tendencia a la
reducción de demanda global empezando por Estados Unidos y China. También se
destaca cómo el aumento de la inflación, que sigue siendo sorprendentemente
alta, con el correspondiente aumento de los tipos de interés, ha afectado
especialmente a Alemania. Por último, no debemos olvidar la creciente
competencia china en muchos sectores y las dificultades, en particular, del
sector del automóvil, motor de la economía alemana, para seguir el ritmo de la
competencia y de las innovaciones tecnológicas.
Por lo tanto,
en Alemania se viene desarrollando desde hace algún tiempo lo que algunos han
llamado la «angustia de la desindustrialización». Por un lado, pesaron los
anuncios de muchas grandes empresas de nuevas inversiones en EE.UU. y China, y
por otro, un hecho concreto que ha calentado los ánimos en los últimos meses:
fue el anuncio en abril de 2023, por parte de su propietario, de la intención
de ceder el control de Viessmann a los estadounidenses, empresa líder alemana y
europea en bombas de calor, uno de los mittelstands (tipo de empresa industrial
típica en países de habla alemana, ntd) más importantes del país y una
empresa crucial para el desarrollo en el sector medioambiental.
Los frentes chino y ruso
Entre las
principales razones de las dificultades de Alemania está el papel de China en
varios frentes.
El país
asiático parece estar perdiendo velocidad en estos momentos, aunque la prensa
occidental describe las cosas de forma mucho más negativa de lo que realmente
son. Las exportaciones alemanas a China, el principal mercado del país,
muestran desde hace tiempo un pobre dinamismo; el hecho es que los chinos están
reemplazando los productos alemanes por productos propios o importados de
países del Sudeste Asiático.
Un estudio del
Instituto Económico Alemán indica que la proporción de productos industriales
sofisticados en las importaciones de la UE procedentes de China sigue
aumentando. Esta proporción ha aumentado, según el estudio, del 51,4% en 2000
al 72,6% en 2022.
Es evidente que
los productos de exportación chinos se dirigen cada vez más a los
sectores industriales alemanes de excelencia. Consideremos, por ejemplo,
el sector de las grandes máquinas para excavar túneles, equipos enormes y
llenos de tecnología. En el sector, los alemanes dominaban indiscutiblemente y
representaban uno de los símbolos de la destreza mecánica teutónica; ahora los
fabricantes chinos están cada vez más a la vanguardia del sector.
Pero el meollo
del problema es el coche; en Alemania trabajan directa o indirectamente en ese
sector unos 15 millones de personas. En 2022, China superó a Alemania como
segundo exportador de automóviles del mundo y en 2023 también superará a Japón
para convertirse en el primero.
El caso del
automóvil también apunta a otro problema aún más crucial. Con el tiempo, los
alemanes habían desarrollado habilidades muy sofisticadas en tecnología
automovilística y parecían imbatibles en este frente. Ahora, en general, con el
progresivo proceso de electrificación y digitalización, la destreza mecánica
casi ya no es necesaria; entre otras cosas, alrededor del 40% del coste de un
coche lo representa actualmente la batería y otro 40% el software. Y así queda
poco para el resto.
Además, aunque
los costes energéticos se han reducido significativamente en los últimos meses
tras la explosión que siguió a la guerra en Ucrania, todavía se encuentran en
un nivel aproximadamente el doble que antes de la guerra y, en cualquier caso,
alcanzan costes mucho más altos que en China y Estados Unidos. Así, otro sector
en el que Alemania destacó, el químico, suele registrar un bloqueo de las
inversiones en casa y su progresiva transferencia a China y Estados Unidos.
Así, Estados Unidos ocupa un lugar preponderante en la relación entre Alemania
y China.
Biden ha
desatado desde hace algún tiempo una guerra económica, tecnológica, política,
militar y global de todo tipo contra el país asiático y está intentando
involucrar al mayor número posible de países en su cruzada. Ahora bien,
Alemania tiene fuertes vínculos económicos con China, por un lado, y, por otro,
es un estrecho aliado político de Estados Unidos. Las grandes empresas tienen
todo el interés en desarrollar las relaciones con el país asiático, pero también
en el frente político interno hay fuerzas poderosas, encabezadas por el Partido
Verde, que intentan obstaculizar el juego.
Y luego está la
relación con Rusia. La historia de los últimos siglos parece indicar una
tendencia hacia las relaciones de entendimiento y amistad entre los dos países
y se puede estimar que tras el fin de la guerra en Ucrania se restablecerán de
alguna manera. Pero por el momento todo está paralizado.
Para un país
con una alta intensidad industrial y además con una fuerte presencia en
sectores intensivos en energía, estas cifras muestran el nivel de dificultades
y justifican de alguna manera el deseo de muchas empresas de trasladar sus
planes de expansión al extranjero.
Sólo el fin de
la guerra en Ucrania y/o un rápido desarrollo de las energías renovables
permitirían al país mejorar la situación en este ámbito.
De te fabula etiam narratur: Italia y la
UE
Las
dificultades alemanas afectan también a toda el área de la Unión Europea, ya
que no sólo la alemana es con diferencia la economía más importante del Viejo
Continente, sino también porque varios otros países tienen una economía que
presenta fuertes niveles de integración con la teutónica. En cualquier caso,
las últimas cifras ya indican una desaceleración del PIB en toda la zona.
Alemania es en
particular el principal mercado para las exportaciones italianas, así como la
principal fuente de nuestras importaciones. Giovanni Baroni, presidente de
Small Business de Confindustria, llega incluso a afirmar que los dos sistemas
económicos están tan interconectados que representan un único «ecosistema»;
podemos aceptar esta idea, recordando sin embargo que entre los dos socios el
italiano está en una posición subordinada. En cualquier caso, se sabe que una
parte importante de la industria del norte de Italia trabaja como
subcontratista de la industria alemana gracias también al bajo nivel de
nuestros salarios en comparación con los de nuestro principal cliente. Entre
los sectores potencialmente afectados por la crisis teutónica se encuentran los
componentes de automóviles (después de las dificultades iniciales de Fiat, las
empresas ya habían encontrado hace muchos años una salida alternativa en el
mercado alemán), la maquinaria industrial, la metalurgia, la química y la
confección. Recordemos de paso que el modelo de subcontratación también está en
vigor en la industria del lujo francesa.
El tema de la
crisis parece aún más general y más amplio, y no concierne sólo a Italia. La
alemana es también una crisis del modelo de desarrollo de la UE; mientras
tanto, para Italia, como para Europa, el problema es en qué sectores
desarrollarse cuando la alta tecnología parece ahora estar dominada de una
manera difícil de socavar por China y los Estados Unidos, mientras los
esfuerzos tardíos de nuestro continente por seguir el tren parecen muy por
debajo de las necesidades y mientras incluso los sectores más tradicionales,
desde el automóvil hasta la mecánica y los electrodomésticos, también se ven
afectados por las nuevas tecnologías y la competencia asiática.
El plan de diez puntos del gobierno y el programa de la AFD
El mes de
agosto fue bastante frío en Berlín y el nuevo año escolar se abrió el 15 de
agosto entre un aguacero y otro. Poco después, los miembros del gobierno de
Scholz también volvieron a trabajar y decidieron antes de fin de mes un plan de
intervenciones de diez puntos para combatir la crisis, el llamado
Deutschland-Pakt.
Las medidas
lanzadas incluyen un plan de ayuda fiscal de 7.000 millones de euros anuales
hasta 2028 para incentivar las inversiones de las pequeñas y medianas empresas.
Se promete entonces un programa de reducción de la burocracia que debería
reducir los costes empresariales en 23.000 millones de euros al año. También
hay planes para acelerar el tiempo necesario para emitir autorizaciones
administrativas haciendo uso también de la IA; esta medida debería ir
acompañada de una iniciativa similar a nivel europeo. Además, el Canciller
Scholz reiteró que Alemania debe seguir siendo una economía orientada a la
exportación y reafirmó la importancia de un rápido desarrollo de las energías
renovables, prometiendo mayores inversiones en el sector también mediante la
creación de un fondo específico. Se siguen anunciando medidas para facilitar
los trámites de contratación de trabajadores cualificados procedentes del
extranjero.
Las empresas
han acogido como un hecho positivo el plan del Gobierno, aunque lo consideran
insuficiente, lo que plantea algunas dudas sobre la capacidad del Gobierno para
ejecutarlo en el tiempo necesario. Desde la izquierda se considera que algunas
de las medidas implementadas son socialmente injustas.
Conclusiones
Para quien
escribe, el plan elaborado por el gobierno de Berlín no parece capaz de atacar
la crisis desde su raíz; como mucho intenta redondear algunos bordes. Creemos
que se necesitaría mucho más.
Ciertamente,
desenredar el laberinto de la crisis alemana no parece fácil. Se puede plantear
la hipótesis, siguiendo en particular la pista del automóvil, que el problema
económico fundamental de Alemania, como del resto de Europa en su conjunto,
frente al evidente fracaso progresivo del modelo de desarrollo seguido hasta
ahora, es el de ser capaz de decidir en qué actividades económicas centrarse en
el futuro en una situación en la que Estados Unidos y China parecen ser
capaces de cubrir plenamente los nuevos sectores tecnológicos, mientras que la
propia China y también otros países en desarrollo están socavando las
posiciones europeas incluso en los sectores más tradicionales. El camino parece
estrecho, sobre todo porque, a nivel político, Europa no parece capaz de
mostrar ninguna autonomía de planificación respecto de los Estados Unidos,
mientras que el continente debería, en cualquier caso, intentar desarrollar
relaciones con todo el mundo emergente, empezando por China.
Una tarea muy
desafiante.
Fuente: Sbilanciamoci.
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