La guerra del
fin del mundo. La OTAN dispuesta a rebasar todos los límites
DIARIO OCTUBRE / julio 30, 2023
Kike Parra (UyL).— “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del
Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad,
entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer
encinta, y no escaparán” (Tesalonicenses 5:1-6)
La guerra de la
OTAN en Ucrania nos acerca a una pesadilla distópica que pocos podrían
aventurar, cuando tras la derrota del bloque socialista y el desmembramiento de
la URSS, los fervientes admiradores del Capital, proclamaron “el fin de la
historia” mientras se frotaban las manos y anunciaban un futuro de paz y
seguridad mundial bajo el triunfo monolítico del capitalismo hegemonizado por
el bloque anglosajón.
El capitalismo
del momento, con su miópica mirada, no contempló la posibilidad de que treinta
y algún años después, estuviera a las puertas del derrumbe civilizatorio al que
conduce su crisis estructural y sistémica.
El proceso de
degradación del imperialismo monopolista transcurre en paralelo a su necesidad
de autodestrucción, como salida “lógica” del fin de la racionalidad moderna. Y
en ese declive de la desdolarización, la deshegemonización del bloque
dominante, la implosión interna de los intereses faccionales de los distintos
capitales que presionan hacia la explosión más bélica y destructiva de la
historia de la humanidad.
La China del
“Becerro de Oro” perturba esa hegemonía del bloque anglosajón y aprieta las
heridas laceradas y supurantes de hedor decadente. Y la OTAN, como guardián de
la “fe”, “las normas y la democracia”, “la libertad y la seguridad”, anhela su
“destrucción creativa” y reparadora.
Rusia, a mitad
de paso, obstaculizando la marcha bélica del triunfo… y Ucrania, la excusa, el
tapete perfecto para un juego de guerra macabro, que a la vez que elimina a
Europa de la ecuación, debilita a la Bestia. Y el bálsamo de Fierabrás, la
energía barata allende los Urales, tan cerca y a la vez tan lejos…
En esa escalada
frenética y demencial, Occidente no puede permitirse una derrota que signifique
la victoria de la humanidad. Así, el gasto militar mundial no ha parado de
crecer desde finales de los años 90. En 2021 el total mundial superó por
primera vez los dos billones de dólares, un 0,7% más que en 2020 y un 12% más
que en 2012, según datos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación
de la Paz. Y desde el 2014, el compromiso de aumentar el gasto bélico por
encima del 2% del PIB por parte de los miembros del club otanero, enriqueciendo
a la próspera industria armamentística y relegando a la pobreza a millones de
seres humanos. La renovación del Holocausto ya estaba en la agenda.
La guerra en
Ucrania contra Rusia, a principios de año, ya se cobró la cifra de más 300.000
muertos entre militares y civiles, pero hijas e hijos todos de la clase obrera.
Y seguirá creciendo conforme la intervención de la OTAN se haga más explícita y
directa, salga de bambalinas y se sitúe en primera línea de fuego.
“Miré, y he
aquí, un caballo blanco; y el que estaba montado en él tenía un arco; se le dio
una corona, y salió conquistando y para conquistar. “ (Apocalipsis 6:2)
La voladura del
gasoducto Nordstream supuso una clara decisión de no vuelta atrás y la apuesta
de matar o morir como única alternativa. En esta dicotomía, no se contempla la
segunda opción, y las armas elegidas para confrontar, cada vez, por tanto, son
más destructivas y mortíferas. En esta guerra del desenfreno no hay
autocontrol. El atentado contra la Central Hidroeléctrica de Nueva Kajovka ha
dejado a las claras que la vida y el planeta entero no están en la agenda del
enemigo.
“Y habréis de
oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es
necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin. Porque se levantará
nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá
hambre y terremotos.” (Mateo 24:6-7)
En esa lógica,
la deseada Caja de Pandora anhelada por Zelenski, ya se encuentra en Ucrania:
misiles, tanques, uranio empobrecido, cazas… Y el reloj del fin del mundo va
marcando los cuartos de la medianoche.
El Pueblo, los
pueblos, bajo la adormidera del pacto social, del consenso trilero y traidor,
no pueden esperar a una prórroga porque no llegará. Debemos romper el hechizo
de la serpiente y organizar las bases que puedan ir construyendo el futuro.
Solidaridad internacionalista y antiimperialismo, como la Piedra Angular que
sustente la organización popular contra la guerra imperialista y la OTAN.
Denunciando los presupuestos militares y las políticas belicistas. Colocando la
lucha por la paz en el centro de nuestros debates. Creyendo en el futuro. En
ese futuro en que la clase obrera emancipada y libre dirigirá sus propios
designios. El único futuro posible.
FUENTE: unidadylucha.es
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