El texto que sigue fue publicado en la revista Quimera, en el número de noviembre de 1990 con motivo de la concesión del Primer Premio Internacional de los Editores a su libro Cien poemas apátridas. Los lectores jóvenes se asombrarán de la realidad alemana de aquellos años 70.
Hubiera preferido hablar de poesía
El Viejo Topo
24 marzo,
2023
ALEMANIA
Es este un documento representativo del grado alcanzado por la represión en
el ámbito cultural, en un país supuestamente demócrata y defensor de la
libertad pero en el que, a finales de los 70, se desató una histeria represiva
que acabaría con el «suicidio» de los miembros más destacados de la Fracción
Ejército Rojo, Ulrike Meinhof entre ellos.
Señoras y
caballeros, estimados amigos:
Me encuentro
aquí para expresar mi agradecimiento por ser el primer autor a quien se concede
el recién creado Premio
Internacional de los Editores, una de cuyas
características consiste en que los textos premiados –en mi caso poemas– se
publicarán simultáneamente en siete idiomas. Estoy agradecido por ello. Y
ahora, posiblemente, debería decir algo sobre mis poemas o en torno a la forma
de escribir poesía en general, y debería mostrarme contento.
Sin embargo, no
resulta tan fácil alegrarse así, simplemente, o hablar de las ideas de uno. Las
siete editoriales que me han concedido este premio han decidido, al mismo
tiempo, publicar igualmente en estas siete lenguas un volumen de Breyten
Breytenbach: poemas fuertes, gráficos, rabiosamente vivos, en los cuales se
nota que Breytembach también es pintor y grafista. La publicación de estos
poemas debería ser otro motivo más de alegría. Sin embargo, resulta que
Breytenbach –a quien conocí durante unas jornadas poéticas en Rotterdam– no se
encuentra hoy aquí entre nosotros, sino que está entre rejas, condenado a nueve
años de cárcel en calidad de preso político en Africa del Sur, donde nació
pocos días después de estallar la Segunda Guerra Mundial.
No resulta tan
fácil alegrarse hoy en día, cuando uno es poeta, y especialmente si se es un
poeta que odia el racismo y la represión. Mientras Breytenbach esté entre
rejas, posiblemente no tengamos derecho a alegrarnos durante la lectura o en
una ocasión como la presente.
¡Pero no sólo
Breyten Breytenbach! En lugar de concederse a mí, el Premio Internacional de los Editores también se hubiera podido conceder a Peter-Paul Zahl, probablemente
el poeta de más talento de la joven generación alemana (Zahl es cuatro años más
joven que Breytenbach, y también en esta Feria del Libro podemos ver nuevos
poemas suyos: el volumen titulado “Todas las puertas abiertas”. Pero tampoco
Peter-Paul Zahl se encuentra hoy entre nosotros: está en la prisión de Werl.
Fue detenido hace seis años y, por haberse resistido y herido a un policía, fue
condenado a cuatro años acusado de resistencia activa contra la autoridad. En
la prisión fue visitado por un agente del contraespionaje, que le dijo
zalamero:
“Señor Zahl,
sabemos muy bien que usted no es un terrorista, y si usted quisiera mostrar una
comprensión activa de que también nosotros luchamos contra la escalada de la
violencia, podría quedar usted amnistiado inmediatamente, sin que nadie haya de
enterarse de ello. Al fin y al cabo, al ser detenido fue usted herido en el
brazo, motivo suficiente para ser excarcelado por motivos de salud.”
Peter-Paul Zahl
dio las gracias al visitante por los cigarrillos y la oferta, pero le expuso
que sus principios le impedían convertirse en agente de un servicio secreto,
fuese occidental u oriental. El otro aconsejó a Zahl que se lo pensara bien,
pues en caso contrario quizá ya no saldría nunca más de la prisión.
Y, en efecto,
al llegar a su término los cuatro años de condena, la fiscalía logró que la
sentencia fuera invalidada. Zahl fue llevado a juicio por segunda vez y acusado del mismo delito. Ya en el
primer juicio el fiscal había afirmado que Zahl había intentado asesinar a los
policías que iban a detenerlo. El jurado, sin embargo, no se mostró de acuerdo
con esta tesis. Pero en el segundo proceso ya no hubo jurado, y Zahl fue
declarado culpable de intento de homicidio. El juez Mondchau le dijo que por
este delito podía imponer una pena de tres a quince años, que en el caso de Zahl serían
quince, ya que era necesario imponer un castigo ejemplar.
Un sinnúmero de
protestas, incluso por parte de los escritores alemanes y del PEN-Club
holandés, no lograron el menor efecto. Desde su nueva condena Zahl ha sido
víctima de las más diversas represalias, y desde el reciente secuestro de
Schleyer está completamente aislado, no pudiendo recibir a su abogado, visitas
ni correo. Y todo ello, a pesar de que jamás tuvo nada que ver con la Fracción
Ejército Rojo, ni con el Movimiento 2 de Junio, ni con Schleyer.
Y es que
nuestras nuevas leyes especiales son muy elásticas y se aplican contra muchísimas personas.
Mientras
Peter-Paul Zahl –e innumerables personas más– son encarcelados y tratados de
esta forma en nombre de la
justicia, no resulta tan fácil alegrarse como poeta. Por todo
ello, veamos todavía algunas pruebas más de cómo uno, poeta en lengua alemana,
se ve confrontado con unos hechos que a menudo le roban a uno el tiempo y la
energía que tan necesarios son para las propias tareas poéticas, las cuestiones
literarias de uno mismo, para no ser continuamente robado de toda la riqueza de
la vida por culpa de las vilezas políticas. Como decía Brecht: “Así acabó el
tiempo que tenía concedido en la Tierra.”
Hace unos años,
poco después de que un tribunal de Hamburgo me absolviera de la acusación de
haber imputado a la policía de Berlín “asesinato preventivo” por la muerte del
estudiante Georg van Rauch, también mi editor –Klaus Wagenbach– fue llevado a
los tribunales en Berlín por un motivo muy parecido. Yo declaré en su favor,
tal como Heinrich Böll había hecho durante mi juicio. Y así Klaus Wagenbach fue
absuelto. Pero he aquí que el jefe de la policía de Berlín protestó contra esta
sentencia en la prensa del grupo Springer y en una circular policial, por lo
que en segunda instancia Wagenbach fue inmediatamente condenado. Creo que mi
caso fue la última absolución dictada en un juicio por protestas contra los
disparos mortales realizados por la policía en territorio alemán. Desde
entonces, los disparos de la policía con víctimas mortales se han hecho mucho
más frecuentes y están a punto de quedar legalizados por la llamada “Ley
unitaria de la policía”. No resulta tan fácil alegrarse cuando uno es poeta,
escritor o editor alemán.
Ulrike Meinhof
Como yo,
también el catedrático Peter Brückner es autor de la editorial Wagenbach, donde
en 1974 publicó, entre otros, un libro contra el asesinato político cometido en
la persona del estudiante Ulrich Schmucker. Este libro contiene también mi
polémica contra una horrenda octavilla, supuestamente difundida por el Grupo 2
de Junio, en la cual se pretendía justificar el asesinato de Schmücker como
un ajusticiamiento. En 1977 publicó Brückner en la editorial Wagenbach el libro Ulrike Meinhof y la situación alemana, que, como es sabido, también adopta una actitud contraria a la llamada
“lucha armada”, por lo que fue objeto de ataques por parte de unos cuantos
amargados y confundidos. Como es natural, Peter Brückner intenta exponer la
trayectoria de Ulrike Meinhof de forma comprensible y coherente. (Sin rebajarse
a malévolas tergiversaciones y deformaciones de los hechos, como hace otro
libro sobre Ulrike Meinhof, Los hijos de Hitler, que acaba de publicar la editorial
Fischer y que es una mezcla de semiverdades ingenuas, estupideces kitsch y
total inversión de los hechos, obra de la autora sudafricana Gilian Becker, de
tendencias ultraderechistas, y que ni siquiera entiende el alemán. Dicho sea de
paso, este libro ha sido objeto de una crítica aniquiladora por parte de
algunos críticos británicos.)
Peter Brückner,
por lo tanto, quien en repetidas ocasiones –pero nunca de forma superficial u
odiosa, pero sí decidida– ha escrito y hablado contra la vía
sangrienta de la llamada “lucha armada”; quien, al hacerlo, tampoco silenció el
grado de culpa que en toda esta situación tiene la violencia institucionalizada
y la brutalidad de las autoridades, este mismo Peter Brückner ha escrito hace
poco sobre la Necrológica de
Buback de un tal Mescalero, de Göttingen. Brückner no se
enfrenta a esta necrológica de forma acrítica, porque, aparte de innumerables
ilusiones revolucionarias de un aire hoy casi ingenuo, la citada necrológica
contiene también algunas expresiones nada buenas o elegidas sin demasiada
habilidad. Mescalero ha intentado, por lo visto, hacerse comprensible a las
personas que razonan de forma alienada, eligiendo para ello un uso alienado de
la lengua.
A pesar de
tales deficiencias, Peter Brücker –lo mismo que yo– considera que esta Necrológica de Buback tiene importancia por tomar una postura inequívoca contra el
asesinato político, una postura adoptada desde la izquierda, y no solo
debida a unas consideraciones de utilidad política, sino también a unas
consideraciones morales, no solo contra el asesinato de Siegfried Buback, sino también contra el
hecho de que fueran asesinados igualmente sus acompañantes.
Como es
natural, un documento de este tipo escrito desde la izquierda es mucho
más importante que todo este griterío de venganza desde la derecha, que exige
más disparos mortales y la implantación de la pena de muerte, griterío que para
nada impedirá que alguna cabeza loca se involucre en estas locuras sangrientas.
Habría que suponer, por lo tanto, que un documento de la izquierda escrito por
un hombre joven –que si bien condenaba las actividades de Siegfried Buback como
hiciera también la mayor parte de la prensa en las democracias occidentales,
condenaba todavía más el asesinato de Buback– fuera celebrado en la República
Federal como una importante ayuda en la lucha contra el
asesinato político en general.
Pero, por
desgracia, ha sucedido lo contrario. Tanto los medios de comunicación como
destacados publicistas –desde Gerhard Lowenthal de la televisión ZDF, hasta el
primer ministro de Baja Sajonia, Albrecht, o el ministro federal de justicia,
Vogel– compiten en denunciar que la Necrológica de Buback es una aprobación y defensa del asesinato político.
Si los medios
de comunicación y los políticos de la República Federal pueden tratar hoy
impunemente cualquier texto escrito de esta forma, ello resulta del máximo
interés para todo escritor, puesto que tal como le ha sucedido a Mescalero,
podrá ocurrir mañana con todos nosotros. Debo recordar que a mí ya me ha
sucedido así: cuando escribí un poema sobre la muerte de Siegfried Buback, los
insultos recibidos no fueron menos infames y burdos que en el caso de la Necrológica de Buback de Mescalero; solo que yo pude defenderme algo mejor en los medios de
comunicación. Pues bien, Peter Brückner, quien profesionalmente se ocupa de las
relaciones entre la sociología y la psicología, ha propuesto junto con otros
muchos catedráticos (y como innumerables estudiantes, entre ellos las
Juventudes Demócratas de Berlín) que el texto de la Necrológica de Buback fuera
editado en versión íntegra, con el fin de que uno mismo pueda
leerlo y juzgarlo, sin tener que limitarse a las citas arrancadas de su
contexto con alteración de su sentido que la prensa ofrece ya premasticadas.
Por otra parte, bajo el título de El caso Mescalero, Obra didáctica para la ilustración y cultura política, Brückner ha publicado una obrita que contiene la necrológica de Buback,
algunos de los comentarios más importantes aparecidos, las propias
observaciones de Brückner, pero igualmente la justa modélica y objetiva
sentencia del tribunal de Dusseldorf, que el 10 de agosto de 1977 estableció
que la necrológica de Buback no podía ser perseguida judicialmente, puesto que
la acusación de que aprobaba el asesinato del fiscal general Buback era falsa,
y con su publicación no se infringía ninguna ley penal.
La sentencia
decía textualmente: “El autor del artículo no se identifica con el crimen,
tampoco apoya moralmente a los asesinos, sino que, por el contrario, cree que
el crimen fue un error.”
Esta sentencia
judicial, al igual que la Necrológica de Buback, y como diversos ataques, críticas
y defensas de dicha necrológica es lo que ha publicado Peter Brückner.
Pues bien, por
haber publicado esto y por un minúsculo extracto que no ha publicado él, y
perteneciente a una entrevista de varias horas de duración que Brückner
concedió hace ya varios meses a un periodista holandés, donde intenta explicar la
violencia política en la República Federal, pero mostrándose opuesto a ella,
sólo por esto Peter Brückner es perseguido hoy en este Estado que se
autodenomina libre y democrático. Y el primer ministro Albrecht está planeando
su expulsión como catedrático, lo cual significa, de hecho, su aniquilación
profesional.
En vista de
ello, unos periodistas y abogados ingleses me han preguntado si el primer
ministro Albrecht –quien en Inglaterra ya adquirió mala fama al afirmar que en
casos de extrema necesidad pensaba reimplantar la tortura a los detenidos– era realmente
tan infame y desvergonzado, o bien tan histérico y abandonado por todos los
buenos espíritus. Otros conocedores de la situación en la República Federal, a
su vez periodistas y abogados británicos, contestaron en mi lugar. Señalaron
que desgraciadamente Albrecht no era el único, pues incluso el ministro federal
de justicia Vogel había violado la sentencia del tribunal de Düsseldorf, y esto
de forma tal que en Inglaterra una persona que se comportara de tal forma
difícilmente podría continuar siendo ministro de justicia o primer ministro.
Incluso el tan
moderado y paciente corresponsal en Alemania del gran periódico inglés The Guardian publicó
el 3 de noviembre un artículo que comienza así: “McCarthy está vivo y se
encuentra muy bien y está en la República Federal alemana”. Además califica la
histérica caza de brujas contra los llamados “simpatizantes” (el Guardian publica
este horrendo término entre comillas) de “envenenamiento del clima político”.
Todavía habría
que discutir otras muchas cosas, como por ejemplo la Ley general de
universidades; las tendencias para privar a los estudiantes de todos sus
derechos; el control y espionaje a que se somete a los ciudadanos; la increíble
afirmación del Tribunal Constitucional de que el derecho a la libertad de
opinión proclamado por la Constitución se refiere sólo a tener una
opinión, pero no a expresarla o difundirla; la persecución, amenaza y calumnia
de abogados, como por ejemplo la lamentable prohibición de ejercicio
profesional dictada contra el abogado haburgués Kurt Groenewold; las
desvergonzadas calumnias contra Heinrich Böll, Helmut Gollwitzer y el antiguo
alcalde de Berlín Albertz, al que precisamente la revista porno Praline advirtió
que no se atreviera a introducirse en los hogares alemanes por medio
de la pequeña pantalla. Podría citar igualmente la declaración de prensa del
primer ministro Stoltenberg, quien, en relación con el artículo de Mescalero,
acusa al destacado redactor de la cadena NDR Hanjo Kesting de “afirmar en
contra de la verdad, y a diferencia de la versión de todos los periódicos, que
el citado artículo no defiende ni glorifica el asesinato político”. Téngase en
cuenta que esta declaración de prensa fue hecha el 16 de setiembre, es decir,
más de un mes después de la sentencia del tribunal de Düsseldorf, que confirmó
la opinión de Kesting y que también rechazó explícitamente las desorientadoras
informaciones de casi todos los periódicos.
Mientras
suceda este tipo de
cosas, el presidente federal Walter Scheel y el canciller
federal Helmut Schmidt podrán asegurar cuantas veces quieran que la democracia
está completamente en orden en nuestro país. Los interlocutores extranjeros los
escucharán con amabilidad, pues ¿quién iba a echar a perder las relaciones con
la económicamente fuerte República Federal? Pero cuantas más veces repitan su
afirmación, más escépticos se mostrarán los oyentes y cada cual sacará sus
propias conclusiones.
En mi condición
de escritor en lengua alemana, que siempre se ha mostrado contrario a la
germanofobia, no me alegro de ello. En mi condición de persona desterrada ya en
la juventud por el fascismo hitleriano, con la mitad de los miembros de la
familia asesinados, y que hoy en día, cuando se atreve a criticar la situación
que impera aquí, vuelve a verse en peligro de ser aniquilado en su existencia
de escritor o bien de ser arrojado al exilio de una nueva forma, creo que ha
sido mi obligación hablarles a ustedes acerca de estas cosas y advertirles con
todas mis fuerzas. En realidad hubiera preferido hablar de poesía, pero es mi
deseo reservar esto para tiempo mejores.
Muchas gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario