viernes, 24 de marzo de 2023

Hubiera preferido hablar de poesía

 

El texto que sigue fue publicado en la revista Quimera, en el número de noviembre de 1990 con motivo de la concesión del Primer Premio Internacional de los Editores a su libro Cien poemas apátridas. Los lectores jóvenes se asombrarán de la realidad alemana de aquellos años 70.


Hubiera preferido hablar de poesía

 

Erich Fried

El Viejo Topo

24 marzo, 2023 

 

ALEMANIA



Es este un documento representativo del grado alcanzado por la represión en el ámbito cultural, en un país supuestamente demócrata y defensor de la libertad pero en el que, a finales de los 70, se desató una histeria represiva que acabaría con el «suicidio» de los miembros más destacados de la Fracción Ejército Rojo, Ulrike Meinhof entre ellos.

Señoras y caballeros, estimados amigos:

Me encuentro aquí para expresar mi agradecimiento por ser el primer autor a quien se concede el recién creado Premio Internacional de los Editores, una de cuyas características consiste en que los textos premiados –en mi caso poemas– se publicarán simultáneamente en siete idiomas. Estoy agradecido por ello. Y ahora, posiblemente, debería decir algo sobre mis poemas o en torno a la forma de escribir poesía en general, y debería mostrarme contento.

Sin embargo, no resulta tan fácil alegrarse así, simplemente, o hablar de las ideas de uno. Las siete editoriales que me han concedido este premio han decidido, al mismo tiempo, publicar igualmente en estas siete lenguas un volumen de Breyten Breytenbach: poemas fuertes, gráficos, rabiosamente vivos, en los cuales se nota que Breytembach también es pintor y grafista. La publicación de estos poemas debería ser otro motivo más de alegría. Sin embargo, resulta que Breytenbach –a quien conocí durante unas jornadas poéticas en Rotterdam– no se encuentra hoy aquí entre nosotros, sino que está entre rejas, condenado a nueve años de cárcel en calidad de preso político en Africa del Sur, donde nació pocos días después de estallar la Segunda Guerra Mundial.

No resulta tan fácil alegrarse hoy en día, cuando uno es poeta, y especialmente si se es un poeta que odia el racismo y la represión. Mientras Breytenbach esté entre rejas, posiblemente no tengamos derecho a alegrarnos durante la lectura o en una ocasión como la presente.

¡Pero no sólo Breyten Breytenbach! En lugar de concederse a mí, el Premio Internacional de los Editores también se hubiera podido conceder a Peter-Paul Zahl, probablemente el poeta de más talento de la joven generación alemana (Zahl es cuatro años más joven que Breytenbach, y también en esta Feria del Libro podemos ver nuevos poemas suyos: el volumen titulado “Todas las puertas abiertas”. Pero tampoco Peter-Paul Zahl se encuentra hoy entre nosotros: está en la prisión de Werl. Fue detenido hace seis años y, por haberse resistido y herido a un policía, fue condenado a cuatro años acusado de resistencia activa contra la autoridad. En la prisión fue visitado por un agente del contraespionaje, que le dijo zalamero:

“Señor Zahl, sabemos muy bien que usted no es un terrorista, y si usted quisiera mostrar una comprensión activa de que también nosotros luchamos contra la escalada de la violencia, podría quedar usted amnistiado inmediatamente, sin que nadie haya de enterarse de ello. Al fin y al cabo, al ser detenido fue usted herido en el brazo, motivo suficiente para ser excarcelado por motivos de salud.”

Peter-Paul Zahl dio las gracias al visitante por los cigarrillos y la oferta, pero le expuso que sus principios le impedían convertirse en agente de un servicio secreto, fuese occidental u oriental. El otro aconsejó a Zahl que se lo pensara bien, pues en caso contrario quizá ya no saldría nunca más de la prisión.

Y, en efecto, al llegar a su término los cuatro años de condena, la fiscalía logró que la sentencia fuera invalidada. Zahl fue llevado a juicio por segunda vez y acusado del mismo delito. Ya en el primer juicio el fiscal había afirmado que Zahl había intentado asesinar a los policías que iban a detenerlo. El jurado, sin embargo, no se mostró de acuerdo con esta tesis. Pero en el segundo proceso ya no hubo jurado, y Zahl fue declarado culpable de intento de homicidio. El juez Mondchau le dijo que por este delito podía imponer una pena de tres a quince años, que en el caso de Zahl serían quince, ya que era necesario imponer un castigo ejemplar.

Un sinnúmero de protestas, incluso por parte de los escritores alemanes y del PEN-Club holandés, no lograron el menor efecto. Desde su nueva condena Zahl ha sido víctima de las más diversas represalias, y desde el reciente secuestro de Schleyer está completamente aislado, no pudiendo recibir a su abogado, visitas ni correo. Y todo ello, a pesar de que jamás tuvo nada que ver con la Fracción Ejército Rojo, ni con el Movimiento 2 de Junio, ni con Schleyer.

Y es que nuestras nuevas leyes especiales son muy elásticas y se aplican contra muchísimas personas.

Mientras Peter-Paul Zahl –e innumerables personas más– son encarcelados y tratados de esta forma en nombre de la justicia, no resulta tan fácil alegrarse como poeta. Por todo ello, veamos todavía algunas pruebas más de cómo uno, poeta en lengua alemana, se ve confrontado con unos hechos que a menudo le roban a uno el tiempo y la energía que tan necesarios son para las propias tareas poéticas, las cuestiones literarias de uno mismo, para no ser continuamente robado de toda la riqueza de la vida por culpa de las vilezas políticas. Como decía Brecht: “Así acabó el tiempo que tenía concedido en la Tierra.”

Hace unos años, poco después de que un tribunal de Hamburgo me absolviera de la acusación de haber imputado a la policía de Berlín “asesinato preventivo” por la muerte del estudiante Georg van Rauch, también mi editor –Klaus Wagenbach– fue llevado a los tribunales en Berlín por un motivo muy parecido. Yo declaré en su favor, tal como Heinrich Böll había hecho durante mi juicio. Y así Klaus Wagenbach fue absuelto. Pero he aquí que el jefe de la policía de Berlín protestó contra esta sentencia en la prensa del grupo Springer y en una circular policial, por lo que en segunda instancia Wagenbach fue inmediatamente condenado. Creo que mi caso fue la última absolución dictada en un juicio por protestas contra los disparos mortales realizados por la policía en territorio alemán. Desde entonces, los disparos de la policía con víctimas mortales se han hecho mucho más frecuentes y están a punto de quedar legalizados por la llamada “Ley unitaria de la policía”. No resulta tan fácil alegrarse cuando uno es poeta, escritor o editor alemán.



Ulrike Meinhof


Como yo, también el catedrático Peter Brückner es autor de la editorial Wagenbach, donde en 1974 publicó, entre otros, un libro contra el asesinato político cometido en la persona del estudiante Ulrich Schmucker. Este libro contiene también mi polémica contra una horrenda octavilla, supuestamente difundida por el Grupo 2 de Junio, en la cual se pretendía justificar el asesinato de Schmücker como un ajusticiamiento. En 1977 publicó Brückner en la editorial Wagenbach el libro Ulrike Meinhof y la situación alemana, que, como es sabido, también adopta una actitud contraria a la llamada “lucha armada”, por lo que fue objeto de ataques por parte de unos cuantos amargados y confundidos. Como es natural, Peter Brückner intenta exponer la trayectoria de Ulrike Meinhof de forma comprensible y coherente. (Sin rebajarse a malévolas tergiversaciones y deformaciones de los hechos, como hace otro libro sobre Ulrike Meinhof, Los hijos de Hitler, que acaba de publicar la editorial Fischer y que es una mezcla de semiverdades ingenuas, estupideces kitsch y total inversión de los hechos, obra de la autora sudafricana Gilian Becker, de tendencias ultraderechistas, y que ni siquiera entiende el alemán. Dicho sea de paso, este libro ha sido objeto de una crítica aniquiladora por parte de algunos críticos británicos.)

Peter Brückner, por lo tanto, quien en repetidas ocasiones –pero nunca de forma superficial u odiosa, pero sí decidida– ha escrito y hablado contra la vía sangrienta de la llamada “lucha armada”; quien, al hacerlo, tampoco silenció el grado de culpa que en toda esta situación tiene la violencia institucionalizada y la brutalidad de las autoridades, este mismo Peter Brückner ha escrito hace poco sobre la Necrológica de Buback de un tal Mescalero, de Göttingen. Brückner no se enfrenta a esta necrológica de forma acrítica, porque, aparte de innumerables ilusiones revolucionarias de un aire hoy casi ingenuo, la citada necrológica contiene también algunas expresiones nada buenas o elegidas sin demasiada habilidad. Mescalero ha intentado, por lo visto, hacerse comprensible a las personas que razonan de forma alienada, eligiendo para ello un uso alienado de la lengua.

A pesar de tales deficiencias, Peter Brücker –lo mismo que yo– considera que esta Necrológica de Buback tiene importancia por tomar una postura inequívoca contra el asesinato político, una postura adoptada desde la izquierda, y no solo debida a unas consideraciones de utilidad política, sino también a unas consideraciones morales, no solo contra el asesinato de Siegfried Buback, sino también contra el hecho de que fueran asesinados igualmente sus acompañantes.

Como es natural, un documento de este tipo escrito desde la izquierda es mucho más importante que todo este griterío de venganza desde la derecha, que exige más disparos mortales y la implantación de la pena de muerte, griterío que para nada impedirá que alguna cabeza loca se involucre en estas locuras sangrientas. Habría que suponer, por lo tanto, que un documento de la izquierda escrito por un hombre joven –que si bien condenaba las actividades de Siegfried Buback como hiciera también la mayor parte de la prensa en las democracias occidentales, condenaba todavía más el asesinato de Buback– fuera celebrado en la República Federal como una importante ayuda en la lucha contra el asesinato político en general.

Pero, por desgracia, ha sucedido lo contrario. Tanto los medios de comunicación como destacados publicistas –desde Gerhard Lowenthal de la televisión ZDF, hasta el primer ministro de Baja Sajonia, Albrecht, o el ministro federal de justicia, Vogel– compiten en denunciar que la Necrológica de Buback es una aprobación y defensa del asesinato político.

Si los medios de comunicación y los políticos de la República Federal pueden tratar hoy impunemente cualquier texto escrito de esta forma, ello resulta del máximo interés para todo escritor, puesto que tal como le ha sucedido a Mescalero, podrá ocurrir mañana con todos nosotros. Debo recordar que a mí ya me ha sucedido así: cuando escribí un poema sobre la muerte de Siegfried Buback, los insultos recibidos no fueron menos infames y burdos que en el caso de la Necrológica de Buback de Mescalero; solo que yo pude defenderme algo mejor en los medios de comunicación. Pues bien, Peter Brückner, quien profesionalmente se ocupa de las relaciones entre la sociología y la psicología, ha propuesto junto con otros muchos catedráticos (y como innumerables estudiantes, entre ellos las Juventudes Demócratas de Berlín) que el texto de la Necrológica de Buback fuera editado en versión íntegra, con el fin de que uno mismo pueda leerlo y juzgarlo, sin tener que limitarse a las citas arrancadas de su contexto con alteración de su sentido que la prensa ofrece ya premasticadas. Por otra parte, bajo el título de El caso Mescalero, Obra didáctica para la ilustración y cultura política, Brückner ha publicado una obrita que contiene la necrológica de Buback, algunos de los comentarios más importantes aparecidos, las propias observaciones de Brückner, pero igualmente la justa modélica y objetiva sentencia del tribunal de Dusseldorf, que el 10 de agosto de 1977 estableció que la necrológica de Buback no podía ser perseguida judicialmente, puesto que la acusación de que aprobaba el asesinato del fiscal general Buback era falsa, y con su publicación no se infringía ninguna ley penal.

La sentencia decía textualmente: “El autor del artículo no se identifica con el crimen, tampoco apoya moralmente a los asesinos, sino que, por el contrario, cree que el crimen fue un error.”

Esta sentencia judicial, al igual que la Necrológica de Buback, y como diversos ataques, críticas y defensas de dicha necrológica es lo que ha publicado Peter Brückner.

Pues bien, por haber publicado esto y por un minúsculo extracto que no ha publicado él, y perteneciente a una entrevista de varias horas de duración que Brückner concedió hace ya varios meses a un periodista holandés, donde intenta explicar la violencia política en la República Federal, pero mostrándose opuesto a ella, sólo por esto Peter Brückner es perseguido hoy en este Estado que se autodenomina libre y democrático. Y el primer ministro Albrecht está planeando su expulsión como catedrático, lo cual significa, de hecho, su aniquilación profesional.

En vista de ello, unos periodistas y abogados ingleses me han preguntado si el primer ministro Albrecht –quien en Inglaterra ya adquirió mala fama al afirmar que en casos de extrema necesidad pensaba reimplantar la tortura a los detenidos– era realmente tan infame y desvergonzado, o bien tan histérico y abandonado por todos los buenos espíritus. Otros conocedores de la situación en la República Federal, a su vez periodistas y abogados británicos, contestaron en mi lugar. Señalaron que desgraciadamente Albrecht no era el único, pues incluso el ministro federal de justicia Vogel había violado la sentencia del tribunal de Düsseldorf, y esto de forma tal que en Inglaterra una persona que se comportara de tal forma difícilmente podría continuar siendo ministro de justicia o primer ministro.

Incluso el tan moderado y paciente corresponsal en Alemania del gran periódico inglés The Guardian publicó el 3 de noviembre un artículo que comienza así: “McCarthy está vivo y se encuentra muy bien y está en la República Federal alemana”. Además califica la histérica caza de brujas contra los llamados “simpatizantes” (el Guardian publica este horrendo término entre comillas) de “envenenamiento del clima político”.

Todavía habría que discutir otras muchas cosas, como por ejemplo la Ley general de universidades; las tendencias para privar a los estudiantes de todos sus derechos; el control y espionaje a que se somete a los ciudadanos; la increíble afirmación del Tribunal Constitucional de que el derecho a la libertad de opinión proclamado por la Constitución se refiere sólo a tener una opinión, pero no a expresarla o difundirla; la persecución, amenaza y calumnia de abogados, como por ejemplo la lamentable prohibición de ejercicio profesional dictada contra el abogado haburgués Kurt Groenewold; las desvergonzadas calumnias contra Heinrich Böll, Helmut Gollwitzer y el antiguo alcalde de Berlín Albertz, al que precisamente la revista porno Praline advirtió que no se atreviera a introducirse en los hogares alemanes por medio de la pequeña pantalla. Podría citar igualmente la declaración de prensa del primer ministro Stoltenberg, quien, en relación con el artículo de Mescalero, acusa al destacado redactor de la cadena NDR Hanjo Kesting de “afirmar en contra de la verdad, y a diferencia de la versión de todos los periódicos, que el citado artículo no defiende ni glorifica el asesinato político”. Téngase en cuenta que esta declaración de prensa fue hecha el 16 de setiembre, es decir, más de un mes después de la sentencia del tribunal de Düsseldorf, que confirmó la opinión de Kesting y que también rechazó explícitamente las desorientadoras informaciones de casi todos los periódicos.

Mientras suceda este tipo de cosas, el presidente federal Walter Scheel y el canciller federal Helmut Schmidt podrán asegurar cuantas veces quieran que la democracia está completamente en orden en nuestro país. Los interlocutores extranjeros los escucharán con amabilidad, pues ¿quién iba a echar a perder las relaciones con la económicamente fuerte República Federal? Pero cuantas más veces repitan su afirmación, más escépticos se mostrarán los oyentes y cada cual sacará sus propias conclusiones.

En mi condición de escritor en lengua alemana, que siempre se ha mostrado contrario a la germanofobia, no me alegro de ello. En mi condición de persona desterrada ya en la juventud por el fascismo hitleriano, con la mitad de los miembros de la familia asesinados, y que hoy en día, cuando se atreve a criticar la situación que impera aquí, vuelve a verse en peligro de ser aniquilado en su existencia de escritor o bien de ser arrojado al exilio de una nueva forma, creo que ha sido mi obligación hablarles a ustedes acerca de estas cosas y advertirles con todas mis fuerzas. En realidad hubiera preferido hablar de poesía, pero es mi deseo reservar esto para tiempo mejores.

Muchas gracias.

 *++

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