lunes, 26 de diciembre de 2022

Somos las manzanas podridas

 

La podredumbre lo invade todo: política, instituciones culturales y religiosas, el mundo de los negocios… fingimos creer que solo son hechos aislados, que no la corrupción no es sistémica… pero ¿de verdad creemos que se trata solo de manzanas podridas?


Somos las manzanas podridas


Massimo Mazzucco

El Viejo Topo

26 diciembre, 2022 

 


Sorprende el asombro con el que la noticia del «escándalo» de Bruselas fue recibida por los medios de comunicación. «¡Ahí va!, justo en la sede que defiende los derechos de todos -gritan escandalizados nuestros hackboys- donde debe reinar la democracia más cristalina, ahora, en cambio, vemos distorsiones y corrupción a nivel sudamericano».

Y aquí está la operación habitual de «control de daños» de los medios, en la que inmediatamente tratamos de archivar el problema con la excusa habitual de «manzanas podridas».

Cuando estalló el escándalo de Abu Grahib, el Pentágono se apresuró a señalar «algunas manzanas podridas», evitando así que el mundo descubriera que en cambio se trataba de un sistema real, basado en la violencia y la opresión, que incluso había sido codificado, negro sobre blanco, por el secretario de Defensa Rumsfeld en el infame documento Copper Green.

Cuando estalló el escándalo de los curas pederastas en América en los años 90, se habló ­–incluso allí– de «unas manzanas podridas», y hubo prisa por barrer bajo la alfombra todos los indicios que sugerían que se trataba más bien de un sistema podrido de raíz.

Un sistema compuesto no solo de abusos, sino también y sobre todo de encubrimientos por parte de las altas esferas de la Iglesia. Y aún hoy, gracias a la complicidad de periodistas «distraídos», no ha sido posible conocer las verdaderas dimensiones del problema de la pederastia en la Iglesia.

Y así sucede cada vez que estalla un escándalo «inaceptable» para nuestra sociedad bienpensante: nuestra propia naturaleza se niega a creer que vivimos en un mundo podrido hasta la médula, y todos damos la bienvenida a las «explicaciones» genéricas que tienden a reducir el problema a algo local, y no sistémico.

La sociedad occidental creció en la comodidad, tanto material como psicológica. Y así como no estamos dispuestos a renunciar a las ventajas que se derivan del saqueo de países más pobres que nosotros, tampoco estamos dispuestos a renunciar al pensamiento de que el nuestro es un mundo sano, noble y moralmente sano.

Nos gusta pensar que sí, y estamos dispuestos a engañarnos a nosotros mismos para hacerlo. Pero en realidad, nosotros somos las verdaderas manzanas podridas. Cada uno de nosotros, en su hipocresía, ayuda a perpetuar la idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, y que los demás no tienen más que aprender de nosotros. Si bien lo que estamos enfrentando es algo absolutamente horrible e inhumano, y lamentablemente aún son muy pocos los que tienen el coraje de reconocerlo.

Fuente: luogocomune.

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