La guerra
económica, las sanciones y la guerra híbrida de EE.UU. contra China y Rusia han
terminado uniendo a ambos países y empujan a otros a su órbita euroasiática. A
medio plazo se podría configurar una geoeconomía bipolar: Occidente vs Eurasia.
¿Hacia una geoeconomía bipolar?
El Viejo Topo
5 julio, 2022
El sistema
capitalista globalizado está en crisis. Vive una crisis económica,
estructural, pero también política, de legitimidad de los estados y de la
hegemonía capitalista. El actual conflicto entre Estados Unidos y la OTAN
contra Rusia con epicentro en Ucrania, no es la causa sino la consecuencia de
la crisis general del capitalismo global. Estados Unidos lucha por mantener la
hegemonía intercapitalista, pero existen indicios sobre la inminente
desintegración del sistema económico basado en el dólar y su sustitución por un
nuevo orden socioeconómico internacional liderado por China, que combina la
planificación estratégica centralizada y la economía de mercado, el control
estatal sobre la infraestructura monetaria y la participación empresarial
privada.
Como ha
señalado el economista Michael Hudson, durante más de una generación destacados
diplomáticos estadunidenses advirtieron sobre lo que creían representaría la
última amenaza exterior del imperio: una alianza de Rusia y China que dominaría
Eurasia. La guerra económica, las sanciones y la guerra híbrida de EU contra China
y Rusia han terminado uniendo a ambos países, y están empujando a otros a su
emergente órbita euroasiática. Lo que a mediano plazo podría configurar una
geoeconomía bipolar: Occidente vs Eurasia.
Según Sergey
Glazyev, miembro de la Academia Rusa de Ciencias y ministro de Integración y
Macroeconomía de la Unión Económica de Eurasia, asistimos a un periodo de
cambio de patrones tecnológicos y mundiales que siempre va acompañado de crisis
económicas estructurales y guerras, respectivamente. El cambio de patrones
tecnológicos comienza con un aumento de los precios de la energía, tras el cual
las economías de los países desarrollados se sumergen en una depresión
prolongada, de la cual se sale por una tormenta de innovaciones. Durante
ese periodo las tensiones político-militares se intensifican y la carrera
armamentista impulsa a la economía a entrar en una nueva y larga ola de
crecimiento basada en un nuevo orden tecnológico. Glazyev sostiene que hoy ese
periodo se está cerrando con el salto de China e India al liderazgo del
desarrollo técnico y económico mundial, con base en un nuevo orden tecnológico
cuyo núcleo es un complejo de tecnologías nano, bioingeniería, información,
digitales, aditivas y cognitivas.
Al mismo
tiempo, se transita hacia un sistema alternativo de gestión de desarrollo
económico, cuyo núcleo también radica en el sudeste asiático, y como ocurre
siempre en esos periodos, apunta Glazyev, la élite dirigente de los países
centrales provoca una guerra mundial para intentar mantener la hegemonía
intracapitalista global.
En el marco de
una estrategia planificada de histerización de la población (rusofobia), en la
coyuntura la élite plutocrática y militar estadunidense está desplegando una
guerra híbrida informacional-cognitiva y monetaria-financiera contra China y
Rusia, para caotizar a ambos países, y también a India.
Michael Hudson
y Sergey Glazyev coinciden en que la reciente confiscación (robo) del oro y de
300 mil millones de dólares en reservas extranjeras rusas en cuentas de
custodia de los bancos centrales occidentales –como ocurrió antes con
Venezuela, Irak, Irán y Afganistán−, junto con el asalto selectivo a las
cuentas bancarias de multimillonarios rusos, socavaron el estatus del dólar, el
euro, la libra esterlina y el yen como monedas de reserva global, lo que
acelerará el desmantelamiento en curso del orden económico global, ya que es
poco probable que algún país soberano continúe acumulando reservas en esas
monedas, y busque remplazarlas por monedas nacionales y oro, o una nueva moneda
de pago digital fundada a través de un acuerdo internacional.
La mayoría de
las transacciones entre los países miembros de la Unión Económica de Eurasia ya
están denominadas en monedas nacionales y se está produciendo una transición
similar en el comercio con China, Irán y Turquía; tendencia que podría incluir
a India. En forma paralela se impulsa el desarrollo de un sistema de pago
digital no bancario, que estaría ligado al oro y otras materias primas
negociadas en bolsa.
La crisis de
los precios de la energía y los alimentos –Rusia y Ucrania son grandes
exportadores de granos− está afectando a los países del sur global. Pero
también a las economías de EU y Europa que tienen que encarar el boicot al gas
ruso, y además necesitan cobalto, aluminio, paladio y otras materias primas
básicas que podrían ser usadas por el Kremlin como medio de presión para la
remodelación de la diplomacia y el comercio mundial.
La estrategia
estadunidense de utilizar a Ucrania como cuña entre Rusia y China no ha
funcionado. En cambio, el aluvión de sanciones contra Moscú ha tenido el
impacto de reforzar la compleja integración integral de las economías rusa y
china, que podría fortalecerse con la articulación de la Nueva Ruta de la Seda
de Xi Jinping y la Unión Económica Euroasiática impulsada por Putin.
A su vez, como
señaló Hudson, la diplomacia de fuerza de EU le ha refregado en la cara a la
Unión Europea su abyecto servilismo, por lo que el próximo enfrentamiento
podría producirse dentro de Europa, cuando políticos nacionalistas traten de
liderar la ruptura del telón de acero impuesto por la Casa Blanca para encerrar
a sus satélites en la dependencia de los suministros estadunidenses de gas
licuado con tarifas más altas.
En definitiva,
en el marco de la actual fase de acumulación militarizada −como la
llama William I. Robinson−, que a raíz del suministro masivo de armas a Ucrania
dispararon las acciones de megacorporaciones militares y de seguridad
estadunidenses como Raytheon, General Dynamics, Lockheed Martin, Northrop Grumman
y Boeing, la maniobra del Estado profundo que controla a Joe Biden pudo ser
garantizar que Europa contribuya más a la OTAN, compre más material bélico al
complejo militar-industrial y se encierre más en la dependencia comercial y
monetaria impuesta por EU.
Sin descartar,
que como ha ocurrido históricamente con otros presidentes de EU, la
administración Biden se involucre directamente en la guerra con fines
electorales, o utilice a Polonia y Rumania para desestabilizar más el entorno
ucranio.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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