Los estadounidenses están más armados que los ciudadanos de
cualquier otra nación. En Estados Unidos hay alrededor de 400 millones de armas
de fuego civiles, 1,2 armas de fuego por habitante, casi la mitad del total
mundial.
Las armas, el sentido común y
la sumisión voluntaria
El Viejo Topo
14 junio, 2022
El uso de las
armas mata y deja secuelas indelebles que duran horas, meses o incluso décadas.
Cada año se fabrican en el mundo ocho millones de armas pequeñas y 15.000
millones de cartuchos de munición. Cada día mueren 700 personas (más de 2,5
millones en una década) a causa de armas como pistolas, escopetas, fusiles de
asalto o ametralladoras. Al menos dos millones de personas sufren heridas por
armas de fuego y millones de personas sufren los efectos psicológicos de la
violencia con armas de fuego con profundas secuelas físicas y psicológicas de
larga duración[1].
Un ejemplo de ello son los miles de infantes[2] que,
involuntariamente, se hallan en medio de conflictos armados y que se ven
obligados a ejercer la violencia contra los demás y contra sí mismos. Jean
tenía seis años cuando fue secuestrado en una zona rural por un grupo rebelde
en el Congo. Le llevaron a una especie de campamento, le dieron un Kaláshnikov
y le comunicaron las normas: quien intente huir, morirá; quien no mate, morirá;
cualquier mínima infracción será castigada con una brutal paliza.
“Me enseñaron a
disparar, a cargar el arma… Durante dos días me torturaron a menudo… O matabas
o te mataban. Vi morir a muchos niños y sabía que yo podía morir en cualquier
momento. Un día, volviendo al campamento vi a un soldado, tuve miedo y antes de
que me viera, disparé. Me convertí en un asesino con seis años. Luego maté a
muchos más, pero no sé a cuántos”[3].
La matanza de
al menos 19 infantes y dos maestras el pasado 24 de mayo en el colegio Robb Elementary
School (Uvalde, Texas) por parte de un joven de 18 años armado con
una pistola, un rifle semiautomático y cargadores de alta capacidad, ha vuelto
a plantear, una vez más, el debate sobre el control de las armas en Estados
Unidos[4].
A veces las cifras lo cuentan casi todo. En Estados Unidos hay alrededor de 400
millones de armas de fuego civiles, 1,2 armas de fuego por habitante, casi la
mitad del total mundial[5]. Cada
año se producen más de 45.000 muertes por arma de fuego (unas 124 muertes
diarias), entre los suicidios y las muertes por homicidio que están
experimentando un fuerte aumento[6].
Tres de cada cinco adultos estadounidenses ha experimentado directamente, o de
alguien que tienen cercano, la violencia con armas de fuego a lo largo de su
vida. Aproximadamente tres millones de niños estadounidenses son testigos de la
violencia con armas de fuego cada año[7].
Se trata de muertes desiguales que van en aumento. Las mujeres tienen 21 veces
más probabilidades de ser asesinadas por armas de fuego que las mujeres de
otros países ricos, y las muertes por armas de fuego son mucho más frecuentes
en jóvenes, varones, afroamericanos y entre las clases sociales más pobres.
En comparación con otras 22 naciones ricas, en Estados Unidos la tasa de homicidios por armas de fuego es 25 veces mayor, la tasa de suicidios ocho veces mayor, y la tasa de muertes no intencionales –también por armas de fuego– es más de seis veces mayor. Aunque solo tiene la mitad de población que el resto de esos países sumados, Estados Unidos acumula el 82% de muertes por armas de fuego, el 90% de todas las mujeres asesinadas, el 91% de los niños menores de 14 años, y el 92% de jóvenes de entre 15 y 24 años, asesinados con armas de fuego[8].
Suicidios y homicidios relacionados con armas de fuego en países de renta
alta OECD en 2010, según número de muertes totales (suicidio, homicidio u otra
muerte relacionada con las armas de fuego.
Los
estadounidenses están más armados que los ciudadanos de cualquier otra nación.
Cuatro de cada diez adultos dice vivir en un hogar donde hay un arma, y tres de
cada diez admite tener una. Y la situación va a peor. Tan sólo en el periodo
desde inicios de 2019 a abril de 2021, 7,5 millones de adultos estadounidenses,
adquirieron por vez primera un arma, aumentando aún más el riesgo de muerte de
niños y adolescentes (casi el 10% de todas las muertes por homicidio, suicidio
y accidentes que sucedieron en 2020)[9].
Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos no es solo el qué, el dónde, el
quién y el cómo sino también el por qué.
Para la mayoría
de los mass media, la causa principal de las masacres que tienen
lugar en Estados Unidos se debe a la cultura de las armas existente en el país.
Son muchos quienes piensan y dicen frases del tipo “los estadounidenses aman
las armas, siempre las han amado, se sienten orgullosos de poseerlas”. Las
armas serían parte de su identidad. Se trataría de un vínculo cultural forjado
durante la Revolución Americana, concretado en la Segunda Enmienda de la
Constitución, y ratificado en 2008 por la Corte Suprema al señalar que cada
individuo tiene el derecho a portar armas[10]. Ese
es el saber convencional que, una y otra vez, resuena con emoción en la mente y
las palabras de buena parte de la población. Sin embargo, a lo largo de la
historia, ¿quien diseñó, inventó, patentó, produjo, publicitó, comercializó y
distribuyó armas? ¿Qué papel jugaron los medios de información y los actos
propagandísticos de empresas o lobbies tan poderosos como la National Rifle
Association (NRA)?
Para la mayoría
de los mass media, la causa principal de las masacres se debe a la
cultura de las armas existente en el país
Charlton Heston
encabezó durante años la defensa de la libre posesión y uso de armas de fuego
como presidente de la NRA[11].
En su discurso de 2000, el famoso actor[12] señaló:
“Cuando unas manos ordinarias pueden poseer un instrumento tan extraordinario,
eso simboliza la medida plena de la dignidad y la libertad humanas” para,
finalmente, alzando con sus manos en alto un viejo Winchester de 1866, gritar:
“From my cold, dead hands”. Solo muerto me lo quitarán, vino a decir[13].
Dos décadas más
tarde, apenas tres días después de los asesinatos de la escuela de Uvalde,
Donald Trump señaló también ante la NRA la urgente necesidad de militarizar
cada escuela con policías o agentes de seguridad armados, convirtiendo cada
lugar en un centro de alta seguridad: con una sola entrada, vallas de
seguridad, detectores de metales y nuevas tecnologías para revisar, escanear,
examinar y aprobar a quienes entran en ella[14].
Para él, cada persona es responsable de sus acciones, por lo que el único
culpable de la masacre fue un individuo violento y trastornado. Trump defendió
la imperiosa necesidad de poseer armas afirmando:
“No hay señal
que invite más a un asesino de masas que una señal que diga ‘zona libre de
armas’. Es el lugar más peligroso. Como dice el viejo refrán, la única forma de
detener a un hombre malo con una pistola, es un hombre bueno con una pistola.
La existencia del mal en nuestro mundo no es una razón para desarmar a los
ciudadanos respetuosos de la ley que saben cómo usar sus armas y proteger a
muchas personas, la existencia del mal es una de las mejores razones para armar
a los ciudadanos respetuosos de la ley”.
¿A qué se debe
esa excepcional relación histórica entre las armas y la población de EE.UU.?
¿Por qué la existencia de una relación tan íntima, que personajes como Heston o
Trump han defendido hasta límites grotescos? Pero, un momento, ¿es eso verdad?,
¿cómo y cuándo se creó esa “innata” identidad cultural? ¿Cuál es la cadena de
causalidad existente entre la línea de montaje de una fábrica de armas hasta la
bala que se incrusta en los pulmones de una víctima? Contrariamente a una
visión ampliamente extendida, el sentido común de las armas en Estados Unidos
fue un proceso histórico –ha señalado el historiador John Blum– mercantilista y
“amoral”, que siguió las prácticas comunes de la economía industrial
capitalista de los siglos XIX y XX[15].
En el siglo XIX
no había cultura de las armas. En aquel entonces, Estados Unidos era un país de
agricultores donde las pistolas se usaban como una herramienta más, pero no
eran algo omnipresente. Fue la belicosidad europea y la ambición imperial de
diversos regímenes y gobiernos quienes proporcionaron mercados para fabricar masivamente
armas. Tras la Guerra de Secesión, entre 1861 y 1865, grandes
fabricantes de armas como Winchester y Remington, viendo peligrar su negocio,
pusieron en marcha una fuerte ofensiva publicitaria para crear un mercado
nacional de armas. Las razones esgrimidas para tener armas y milicias fueron el
temor a la amenaza británica, facilitar la expansión de las colonias en
territorio indio, protegerse de las rebeliones de esclavos y defender la
libertad ante la tiranía del gobierno. El negocio de las armas prosperó por la
ambición de unos capitalistas de las armas con grandes intereses comerciales y
no a causa de un excepcionalismo mítico. Tras los anuncios creados
por la compañía Winchester, poseer un arma se convirtió en un objeto de deseo
con un profundo vínculo psicológico y un elevado valor emocional para mucha
gente. Como señaló el sociólogo y economista estadounidense Thorstein Veblen,
se trataba de fabricar deseos[16].
¿Cómo se hizo? ¿Cómo se generó ese particular sentido común?
Para “crear el
deseo de tener un arma”, las industrias contrataron a especialistas en
relaciones públicas que inventaron múltiples historias de un salvaje oeste, con
vaqueros, sheriffs, pioneros y personas proscritas. El proceso se
inició con un relato en 1867 de Wild Bill Hickok en Harper’s, y siguió con
decenas de novelas y leyendas en las que, para protegerse y ser un “hombre de
verdad”, había que poseer un sofisticado rifle Winchester. Más tarde, esa
historia sería recreada por las empresas tabacaleras para promocionar al
“hombre Marlboro”, así como también con la difusión de innumerables películas.
Después de la Primera Guerra Mundial, la Winchester Repeating Arms Company
(WRAC) impulsó sus ventas mediante un ambicioso plan de marketing nacional
con el objetivo de alcanzar a 3,4 millones de niños de entre 10 y 16 años.
Fundada en 1871
por dos veteranos de la Guerra Civil de Estados Unidos, la NRA, que cuenta
actualmente con millones de afiliados, ha ido “regando” con millones de dólares
durante décadas los medios y políticos del país[17].
Por ejemplo, en 2016 donó casi 50 millones de dólares a senadores, gobernadores
y a los candidatos a las elecciones presidenciales Donald Trump y Hillary
Clinton. La cultura de las armas en Estados Unidos ha sido por tanto construida
y fortalecida históricamente, pero ¿cómo y por qué los seres humanos creamos
identidades ficticias e ideologías? ¿Cómo se crea el sentido común?
Un individuo no
puede por sí mismo conocer con absoluto detalle cada cosa que ocurre en el
mundo, necesita informarse, necesita ser informado por los demás. Tras ver las
noticias por televisión o leer un periódico, creemos “saber” cómo es el mundo
que nos rodea y qué actores o acciones tienen en él lugar. Sin embargo, las
noticias solo informan en apariencia, ya que los supuestos existentes en cada
información, en cada dato, son enormes. Las noticias no informan de forma “natural”,
de algo que tendemos a “dar por sentado”, sino que constantemente seleccionan,
realizan juicios de valor y generan un modo de ver la realidad que reproduce,
refuerza o favorece las posturas o las acciones de determinados actores
sociales. Por ejemplo, las noticias de televisión pueden afirmar implícitamente
que el sistema de justicia de un país no es clasista o sexista, que las
acciones de la OTAN en el este de Europa están justificadas (pero no así las de
Rusia), o que las acciones gubernamentales para hacer frente a la covid-19 son
las más acertadas y equitativas. Todo ello crea un “sentido común” general de
cómo es la realidad, de cómo entendemos el mundo, y también de cómo deben ser
(y cambiar) las cosas. De ese modo, interiorizamos determinadas visiones,
ciertas reglas, comportamientos y formas de comprender cómo funciona el mundo.
Ese “sentido común” que todos adquirimos e incorporamos en nuestros cerebros
desde que nacemos, refuerza el modo en que pensamos el mundo y cómo
reaccionamos ante él. Es un tipo de conocimiento operativo, que el sociólogo
inglés Anthony Giddens llamó “conciencia práctica”, y que nos permite
“entender” y actuar ante la realidad que nos rodea[18].
Una vez
adquirimos e internalizamos unos determinados puntos de vista sobre la
realidad, cambiar de opinión no es nada sencillo. De hecho, en general, el
“sentido común” adquirido tiende a fortalecerse, de modo que se eliminan las
visiones que no forman parte de nuestra visión del mundo y con las que no
estamos de acuerdo. En la última década, el refuerzo de
determinadas ideas e ideologías se ha visto aún más reforzado con el
advenimiento de las redes sociales. Las personas tendemos a buscar los medios y
las informaciones en que confiamos, ignorando (por omisión o interpretación)
las fuentes que muestran una visión contraria del mundo. La expansión de una
cultura de la “desinformación”, con el desarrollo de todo tipo de fake
news y algoritmos que nos ofrecen lo que más nos interesa, refuerzan
esa visión, configura nuestras mentes y crea nuestra identidad. Todo ello aún
hace más difícil cambiar nuestra personalidad o pensar de un modo alternativo.
La manera de
difundir o transmitir el sentido común en una determinada población no es por
tanto un proceso ni neutro ni democrático. Los actores sociales más poderosos
tienden a imponer y reproducir su visión hegemónica según su poder y su
capacidad, rechazando o menospreciando así otras visiones alternativas. De modo
que, en buena medida, el sentido común es el impuesto por unas clases
dominantes que tienen mucho interés en reproducir su visión de cómo son las
cosas, así como también promocionar como éstas deben ser. Es
decir: cómo debe funcionar la sociedad, que redistribución de bienes debe
existir, cuáles son las prioridades económicas, cuáles son nuestros derechos u
obligaciones, cuáles son las formas de vida y relaciones humanas más adecuadas,
qué significa la libertad, el ocio, el trabajo o una vida buena, con salud,
bienestar y felicidad. El historiador medievalista francés Jacques Le Goff
apuntó: “Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas
preocupaciones de las clases, los grupos, los individuos que han dominado y
dominan en cada sociedad”[19].
¿Cuál es hoy el
sentido común hegemónico? El escritor británico y crítico de la cultura, Mark
Fisher, propuso el llamado “realismo capitalista”, algo que a veces se resume
en la frase: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del
capitalismo”[20]. Detrás
de ella subyace la idea de que el cambio de modelo no es posible, de que no hay
alternativa, la conocida TINA (“There is no Alternative”) de Margaret Thatcher.
La mentalidad capitalista neoliberal se ha establecido de forma profunda en el
imaginario popular. Hoy hay un sentido común y un imaginario dominante, sobre
el cual no se pueden admitir otras posibles alternativas. Y ese sentido común
de época tiene muchas consecuencias para ver o ignorar los problemas y
necesidades que actualmente existen: la fuerza de los fuertes y la violencia y
despojo de los débiles, la coexistencia de despilfarro y pobreza, de
sobredesarrollo y subdesarrollo, de la obesidad y el hambre, del acaparamiento
de tierras y de los múltiples problemas de contaminación ambiental, de la
pavorosa crisis ecosocial y horripilante crecimiento de los neofascismos… Y
también la visión de que la naturaleza puede tratarse como un simple producto
que consumimos, o que los recursos no renovables pueden contabilizarse
económicamente como si fueran algo ilimitado, ideas “naturalizadas” socialmente
que tienen detrás una ideología política neoliberal “único”, un pensamiento
económico mágico y un ideario personal egoísta. Sin embargo, no es verdad, como
sentenció el filósofo conservador y antirrepublicano Thomas Hobbes, que el ser
humano sea un lobo para el hombre, sino más bien que nos “lobificamos”[21].
La filósofa y politóloga estadounidense Wendy Brown indica que la
contraofensiva ideológica neoliberal del último medio siglo, no solo ha
mercantilizado la sanidad y la escuela, las carreteras y los ferrocarriles, el
agua y los ejércitos, sino que ha “privatizado nuestros cerebros”[22],
nos ha convencido de que la acción colectiva no tiene sentido, de que la única
manera de mejorar nuestra vida es de forma individual, luchando libremente
todos contra todos en un mercado competitivo lleno de clientes, proveedores y
emprendedores[23].
El dominio sobre los cerebros se ha llevado a cabo de muchos modos, de modo que
el capital imbuye, empapa y moldea todas las relaciones sociales hasta el punto
de volverse invisible, adquiriendo cierta cualidad divina a través de mitos que
transforman conceptos y procesos que son históricos y contingentes en conceptos
y procesos “naturales” e inevitables[24].
Veamos algunos.
Uno de los
instrumentos que ha tenido una mayor influencia en el control y disciplina de
la población ha sido la creación del crédito “barato” y la deuda con hipotecas
para pagar la vivienda, el automóvil, los estudios, los viajes, o cualquier
otra cosa, como un instrumento fuertemente disciplinario que impide que la
gente se rebele; de modo que, por un lado, la población interioriza la
ideología propietaria, y por otro se convierte durante décadas en prisionero de
su futura[25].
Otro instrumento ha sido la difusión del mito de la “clase media”, es
decir, la idea de que todos formamos parte de una gran familia, donde todos
tendríamos igual libertad, la misma cantidad de oportunidades y capacidades
para tomar decisiones. Por tanto, si no logramos nuestros objetivos, ello se
debe a nuestras propias incapacidades y a nuestras malas decisiones, no a la
falta de medios o a causa de una discriminación. El dominio se ejerce mediante
una “elección” individual, donde tú eres quién te endeudas, quien no tiene
tiempo, quien realiza un trabajo precario por voluntad propia, quien fuma o se
hace adicto o alcohólico, quien se convierte en un emprendedor que sobrevive gracias
a la propia autoexplotación “voluntaria”. Si no tienes trabajo o no triunfas
es, o bien porque eres un incapaz e inútil, alguien perezoso o tonto, o porque
no trabajas y te esfuerzas lo suficiente. Tú eres el culpable de tu propia
miseria. Una culpabilidad que degrada, subvalora y hace perder autoestima,
cuando en realidad es el contexto social en el que vives y la falta de derechos
y oportunidades quien te “obliga” a realizar o no una determinada conducta[26].
Un tercer medio para concretar el dominio social de las clases dirigentes es la
transmisión de prejuicios a través de la creación de eufemismos, mediante el
enorme poder simbólico que se adhiere a palabras aparentemente “neutras”. Los
eufemismos no son solo una forma de hipocresía, sino que están detrás de la
creación de relatos, donde al tiempo que se dice algo, se obvian temas de gran
relevancia. Como explica con claridad e ironía el gran escritor uruguayo
Eduardo Galeano, en un texto que vale la pena citar a pesar de su extensión:
“Hoy por hoy,
no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública: el
capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado; el
imperialismo se llama globalización; las víctimas del imperialismo
se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a
los enanos; el oportunismo se llama pragmatismo; la traición se
llama realismo; los pobres se llaman carentes, o carenciados,
o personas de escasos recursos; la expulsión de los niños pobres
por el sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar;
el derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se
llama flexibilización del mercado laboral; el lenguaje oficial
reconoce los derechos de las mujeres, entre los derechos de las
minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría; en
lugar de dictadura militar, se dice proceso; las torturas se llaman
apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas;
cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos;
el saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre
de enriquecimiento ilícito; se llaman accidentes los
crímenes que cometen los automóviles; para decir ciegos, se dice no
videntes; un negro es un hombre de color; donde dice larga
y penosa enfermedad, debe leerse cáncer o sida; repentina dolencia significa
infarto; nunca se dice muerto, sino desaparición física; tampoco
son muertos los seres humanos aniquilados en las operaciones militares: los
muertos en batalla son bajas, y los civiles que se la ligan sin
comerla ni beberla, son daños colaterales; en 1995, cuando las
explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en
Nueva Zelanda declaró: «No me gusta esa palabra bomba. No son bombas. Son artefactos
que explotan»; se llaman Convivir algunas de las bandas
que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar; Dignidad era
el nombre de unos de los campos de concentración de la dictadura chilena
y Libertad la mayor cárcel de la dictadura uruguaya; se llama
Paz y Justicia el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a
cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras oraban en una
iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapa.”[27]
Un último
instrumento fundamental de dominación, el más decisivo, es el proceso de
internalización mental de sumisión y subordinación de los grupos sociales
oprimidos, es decir, la forma en que éstos consienten y aceptan ser sometidos.
En el albor de la modernidad a mediados del siglo XVI, Étienne de La Boétie
analizó este fenómeno en un breve texto donde se asombraba de la “servidumbre
voluntaria” con que los seres humanos rinden obediencia a los tiranos[28].
Decía el prematuramente fallecido joven filósofo francés:
“Quisiera tan
solo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades,
tantas naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder
que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el
que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se
prefiera sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente –y, sin embargo, tan
corriente que deberíamos más bien deplorarlo que sorprendernos– ver cómo
millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y son juzgados, la
cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza
mayor, sino, por el contrario porque están fascinados y, por decirlo así,
embrujados por el nombre de uno al que no deberían ni temer (puesto
que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y
salvaje). ¡Grande es no obstante, la debilidad de los hombres!”[29]
La servidumbre
moderna es una esclavitud voluntaria que, como si fuera una segunda naturaleza
humana, genera obediencia y sumisión, hace que la población consienta y acepte
el trabajo, el consumo de mercancías o el ocio. Así expresaba esa alienación el
escritor británico Aldous Huxley en una de sus clásicas novelas:
“Una dictadura
perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una
prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería
esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y al
entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.”[30]
Es mucha la
gente que no tiene conciencia –o no la quiere tener– de cuál es su situación,
debido a la existencia de múltiples formas de mistificación que anestesian, o
bien ocultan, la cárcel mental en que viven. Basta con ver esa muchedumbre
hipnótica, cotidianamente apantallada. Obedecen sin saber muy bien por qué,
pero saben que cuando desobedecen surge la desorientación y el temor, cuando no
el pánico. Tienen miedo y han sido mentalmente colonizados para elegir ser
siervos y no desobedecer. Como todos los seres oprimidos a lo largo de la
historia, los “esclavos” modernos necesitan de una mística para anestesiar su
sufrimiento. La educación y el lenguaje son medios clave para dominar, generar
individuos pasivos, e impedir que se perciba la condición servil de la vida.
Como hemos visto, las palabras se presentan como algo evidente, cuando en
realidad su naturalización es un medio crucial que “distorsiona” la realidad y
genera formas de ver el mundo que impiden emanciparnos. Las pantallas alteran
la conciencia, nos hacen adictos a una sucesión permanente de imágenes, nos
persiguen y nos espían. Por ello, la batalla por reapropiarnos del lenguaje,
distanciarnos de las pantallas y reencontrarnos en el trabajo, la comunidad y
la vida cotidiana es crucial para rechazar la servidumbre. La
“liberación” de nuestras identidades y la formación de un nuevo pensamiento
crítico depende en gran medida de ello. Hace medio siglo, en un mundo
predigital, el filósofo, escritor y cineasta francés Guy Debord apuntaba que:
“Todo cuanto era vivido en forma directa se alejó en una representación”. Las
múltiples pantallas que nos rodean nos invitan a identificarnos con lo que
vemos y a distanciarnos de los demás y de nosotros mismos. Esa distancia separa
el conocimiento de la experiencia directa, delegando en la industria del
entretenimiento y el espectáculo la afirmación de la vida como mera apariencia.
Estamos masivamente conectados, y al mismo tiempo solos. La realizadora y
ensayista Ingrid Guardiola señala:
“El flujo 24/7
de productos audiovisuales que permite la tecnología digital conectada, con
fenómenos como el binge watching (‘atracón de series’), ha
facilitado que el sueño inducido y encorsetado del espectáculo, aquel que nos
impide soñar de verdad, no sea interrumpido jamás.”[31]
El capitalismo
cognitivo no solo ha conquistado el poder económico, político y militar, sino
que ha hegemonizado la cultura, la visión de cómo somos y de qué deseamos. La
precaria realidad que viven tantas personas se confronta con la aspiración a
vivir como unas celebridades a las que apenas si conocen, pero cuya vida
desean. Como premonitoriamente apuntó Debord: “Los espectadores no encuentran
lo que desean, sino que desean lo que encuentran”. Ese choque no solo crea
insatisfacción y malestar psíquico, sino que acrecienta la necesidad de desear
y consumir sueños artificiales. Las redes sociales, los reality shows y
las ficciones que nos rodean permiten que, momentáneamente, nos sintamos
“únicos”. Al modo cómo funcionan las drogas, por unos minutos o por unas horas
nos sentimos liberados psíquicamente y “vivimos” como nuestros imaginados
deseos. Los algoritmos y la inteligencia artificial vigilan y predicen,
gestionan y refuerzan lo qué deseamos, al tiempo que nos impiden contemplar,
aburrirnos, ser curiosos, dejar vagar la mente, observar ingenuamente la
realidad, crear, fraternizar…
La
disponibilidad de armas es una epidemia mortal, una crisis de derechos humanos
y un inmenso genocidio. Entre 1968 y 2011 se produjeron en Estados Unidos 1,4
millones de muertes relacionadas con armas de fuego (incluidos suicidios,
homicidios y accidentes) en comparación con 1,2 millones de muertes de
estadounidenses en todas las guerras. Hace una década, un comentarista político
como Mark Shields lo explicaba de este modo:
“Desde que Robert Kennedy murió en el Hotel Ambassador el 4 de junio de
1968, durante 43 años han muerto más estadounidenses por disparos dentro del
país, que en todas las guerras (en que EE.UU. ha intervenido), desde la
Revolución hasta la Guerra Civil, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra
Mundial”.[32]
La matanza que
generan las armas y las causas profundas que las producen son un espejo del
genocidio y ecocidio globales al que nos confronta la pavorosa crisis ecosocial
que vivimos. El capitalismo verde es un oxímoron que pretende querer detener
los pasos hacia la extinción con las mismas recetas mercantiles y tecnológicas
que han desbrozado el camino al abismo. Nunca como en este momento ha sido tan
necesaria una nueva cultura política en la defensa común de una fragilidad
compartida. Además de una profunda conversión ecosocial, necesitamos generar
los medios para crear una honda revolución antropológica, una conversión
psicocultural. Como señaló la física y ecofeminista india Vandana Shiva: “No
tenemos que escapar de la tierra, tenemos que escapar de las ilusiones que
esclavizan nuestras mentes y hacen que la extinción parezca inevitable”. Para
vivir una vida humana, plena y limitada al tiempo, necesitamos sentir nuestra
trascendencia y reivindicar la reconstrucción espiritual de aquello que podemos
ser. Ello comporta analizar y planificar el mejor modo de construir el
imaginario de cómo queremos (y podemos) vivir y de qué queremos (y podemos)
ser. Comprender (y cambiar) de qué modo se están transformando nuestros
cerebros debe ser una de las prioridades esenciales de cualquier proyecto
político emancipatorio que pueda impedir la extinción.
Notas:
[1] Ver: Werbick M, Bari I, Paichadze N. et al.
“Firearm violence: a neglected “Global Health” issue.” Global Health
2021;17,120. https://doi.org/10.1186/s12992-021-00771-8.
Las armas de fuego son los instrumentos más utilizados para matar e intimidar a
la pareja en los países con altas tasas de posesión de estas armas. En 2017,
cerca de 87.000 mujeres fueron asesinadas en todo el mundo. Más de la mitad,
50.000 mujeres murieron (137 al día) a manos de su pareja o un miembro de su
familia. Amnistía Internacional. “Datos clave sobre la violencia con armas de
fuego.” Accesible en: https://www.amnesty.org/es/what-we-do/arms-control/gun-violence/
[2] Según UNICEF, se estima que puede haber 300.000
niños y niñas soldado. “Niños soldado”. Accesible en: https://www.unicef.es/ninos-soldado.
[3] “Me convertí en asesino con 6 años”. El
desgarrador testimonio de un niño soldado. La información, 10-02-2017.
Accesible en: https://www.lainformacion.com/asuntos-sociales/converti-asesino-desgarrador-testimonio-soldado_0_998300882.html/
[4] Durante el año en curso, ya ha habido hasta el
momento (27-05-2022) 213 tiroteos, en 10 de los cuales ha habido ya cuatro o
más víctimas mortales.
[5] Estados Unidos es el país del mundo que exporta
más armas (37%), seguido de Rusia (20%), Francia (8,2%), Alemania (5,5%), China
(5,2%), el Reino Unido (3,3%) y España (3,2%). Ver: SIPRI Arms Transfers
Database. Accesible en: https://www.sipri.org/databases/armstransfers.
En esos países la tenencia de armas por persona es muy inferior a los EE.UU.:
0,2 en Francia y Alemania, 0,1 en Rusia, 0,07 en España, 0,04 en Inglaterra y
Gales, y 0,03 en China. Accesible en: https://www.smallarmssurvey.org/highlight/new-small-arms-survey-databases-2021-transparency-barometer-and-2021-uems-update.
[6] En 2020 hubo 45.222 muertes por armas de fuego
en Estados Unidos, con un fuerte aumento (33,4%) en los homicidios, especialmente
entre jóvenes, donde las lesiones por armas de fuego son ya la primera causa de
muerte. Ver: Goldstick JE, Cunningham RM, Carter PM. Current Causes of Death in
Children and Adolescents in the United States. N Eng J Med. 2022;386;20:1955-6.
[7] Everytown Research and Policy. Accesible
en: https://everytownresearch.org/report/gun-violence-in-america/
[8] Grinshteyn E, Hemenway D. “Violent Death Rates:
The US Compared with Other High-income OECD Countries, 2010”. American Journal
of Medicine 2016;129(3):266-273. Accesible en: https://www.amjmed.com/article/S0002-9343(15)01030-X/fulltext
[9] Miller M, Zhang W, Azrael D. Firearm Purchasing
During the COVID-19 Pandemic: Results From the 2021 National Firearms Survey.
Annals of Internal Medicine 2022;175(2):219-225.
[10] En el caso District of Columbia v. Heller, 554
U.S. 570 (2008) el Tribunal Supremo de Justicia “sostuvo que la Segunda
Enmienda protege el derecho a poseer y portar armas con el propósito de
autodefensa revocando una ley del Distrito de Columbia que prohibía la posesión
de armas de fuego en el hogar.” En: Grupo de Estudio e Investigación en Derecho
Constitucional. ¿Quod est, Summus? ¿En qué que damos Supremo? VIII Quorum VIII,
2014.
[11] El documental “The Price of Freedom ’Review:
Guns Across America” de Judd Ehrlich (2021) explica los cambios en la
Asociación Nacional del Rifle (NRA) y su creciente radicalización. El título
“El precio de la libertad” hace referencia al número de muertos que deben
aceptarse como un coste para poder aplicar la Segunda Enmienda.
[12] Entrevistado por Michael Moore en el documental
Bowling For Columbine (2002) sobre la masacre del instituto Columbine
(Colorado, EE.UU.) ocurrida el 20 de abril de 1999, donde murieron 15 personas
y hubo 24 heridos, el actor señaló que tener armas cargadas en su casa le
quitaba preocupaciones, que con ello ejercía uno de los derechos transmitidos
por unos “viejos y sabios blancos que inventaron este país”, que “la historia
de los Estados Unidos tiene mucha sangre en sus manos… y una historia de
violencia, tal vez más que la mayoría de otros países”, e incluso que quizás
ello se deba a tener “una mezcla étnica mayor que en otros países”.
[13] El discurso de Charlton Heston tuvo lugar el 20
de mayo de 2000 en la 129 Convención de la NRA en Charlotte (Carolina del
Norte). “Cada vez que nuestra patria se encuentra en el camino del peligro, un
instinto parece convocar a lo mejor de ella primero: aquellos que realmente la
comprenden. Cuando la libertad se estremece bajo la fría sombra del verdadero
peligro, siempre son los patriotas los primeros en escuchar la llamada… las
cosas sagradas residen en ese material de madera y azulado acero. Algo que le da
al hombre común la más infrecuente de las libertades.”. Accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=bOJQFNOQqCY.
La parte final del discurso hace referencia al vicepresidente demócrata Al
Gore, que disputaba la elección presidencial al republicano G.W. Bush. Su frase
final “From my cold, dead hands” es una variación del eslogan «I’ll give you my
gun when you pry (or take) it from my cold, dead hands» popularizado por la NRA
en calcomanías de los parachoques de los coches, y es un eslogan parecido al de
un informe de 1976 del Subcomité del Comité Judicial del Senado para Investigar
la Delincuencia Juvenil: «I Will Give Up My Gun When They Peel My Cold Dead
Fingers From Around It». Heston repitió la frase al final de cada convención
que presidió y cuando anunció su retirada de la NRA en 2003.
[14] Ver: Ciro Gómez Leyva. “Trump defiende uso de
armas en la NRA”. 27 de mayo de 2022. Accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=uW14Mu__9us;
“Trump defiende más armas para que haya más seguridad en los colegios.” El
País. 28 de mayo de 2022. Accesible en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=Aie_yqpbFEE
[15] Mediante un cuidadoso examen de los archivos de
la industria de las armas, la historiadora Pamela Haag ha revisado la historia
de las armas en Estados Unidos, criticando el mito del vínculo existente entre
los estadounidenses y sus armas. Bajo el liderazgo de Oliver Winchester y sus
herederos, la empresa utilizó técnicas de marketing e ingeniosas campañas
publicitarias para crear nuevos mercados. A lo largo de siglo y medio, la
Winchester Repeating Arms Company vendió más de 8 millones de armas. Pamela
Haag. The Gunning of America: Business and the Making of American Gun Culture.
New York: Basic Books, 2016.
[16] Curiosamente, la industria de las relaciones
públicas es “anticapitalista”, ya que no se basa en consumidores racionales e
informados, sino en individuos con una racionalidad limitada sobre los que se
generan necesidades que de entrada no desean.
[17] Open Secrets. National Rifle Assn. 2020.
Accesible en: https://www.opensecrets.org/orgs/national-rifle-assn/summary?id=d000000082
[18] Noam Chomsky, Marv Waterstone. Consequences
of Capitalism: Manufacturing Discontent and Resistance. Chicago: Haymarket,
2021.
[19] Jacques Le Goff. El orden de la memoria.
El tiempo como imaginario. Barcelona: Paidós, 1991.
[20] Mark Fisher. Capitalist Realism: Is There No
Alternative? Winchester: Zero Books, 2009.
[21] Entrevista a Emilio Lledó “No es verdad que el
hombre sea un lobo para el hombre.” El País, Babelia, 28 mayo 2022:10-11.
[22] Wendy Brown. “American Nightmare: Neoliberalism,
Neoconservatism, and De-Democratization”. Political Theory, 2006;34(6):690-714.
[23] Marco d’Eramo. Dominio. La guerra
invisibile dei potente contro i sudditi. Milano: Feltrinelli. 2020.
[24] José Manuel Naredo. La crítica agotada. Madrid:
Siglo XXI, 2022.
[25] David Graeber. Debt: The First 5,000
Years. Brooklyn: Melvin House, 2014.
[26] De ese modo te ves (muy probablemente)
“obligado” a hacer algo aunque en principio no lo desees. El dominio no se
ejerce así por la disciplina y la explotación como en la fábrica, sino que aquí
éstos se hacen invisibles por medio de la internalización de la explotación,
donde te ves obligado a ejercer sobre ti mismo (en un contexto determinado) la
autoexplotación, donde pierdes el control de ti mismo, o mejor donde tu eres el
jefe que ejerce sobre ti mismo la violencia.
[27] Eduardo Galeano. Patas arriba, la escuela del
mundo al revés. Madrid: Siglo XXI, 2010. [Los subrayados son míos].
[28] Otros muchos autores han escrito de un modo u
otro sobre la servidumbre voluntaria, sobre el sometimiento de la voluntad de
los pueblos y de las personas, sobre como interiorizamos la sumisión. El
filósofo David Hume expresó su sorpresa al darse cuenta de la sumisión implícita
con la que los hombres renuncian a sus sentimientos y pasiones frente a sus
amos. Ver: David Hume. “On the First Principles of Government”, Essays and
Treatises on Several Subjects. En: Political Essays. Cambridge: Cambridge
University Press, 1994. El poeta y político martiniqués Aimé Césaire, para
quien asimilación era sinónimo de alienación, señaló que «servidumbre y
asimilación se parecen: son dos formas de pasividad”. Ver: Aime Cèsaire. Negro
soy, negro me quedo. Barcelona: La Vorágine, 2020. Thomas Sankara, el
revolucionario de Burkina Faso conocido como el Che Guevara africano, apeló a
“descolonizar el pensamiento” de los oprimidos. Frantz Fanon, el revolucionario
y psiquiatra martiniqués que luchó por la independencia de Argelia, señaló: “Lógicamente
no es posible someter a la servidumbre a los hombres sin inferiorizarlos parte
por parte. Y el racismo no es más que la explicación emocional, afectiva,
algunas veces intelectual, de esta inferiorización”.
[29] Étienne de La Boétie. El Discurso de la
servidumbre voluntaria. Bogotá: Uniediciones, 2016.
[30] Aldous Huxley. Un mundo feliz.
Barcelona: Random House Mondadori, 2003.
[31] El espectáculo es la forma más eficaz de la
gestión del poder público. La Boétie explicaba cómo a lo largo de la historia
los tiranos han comprado la servidumbre del pueblo a través de la
administración del ocio público. Debord, en La sociedad del espectáculo, habla
de un doble poder del espectáculo: el concentrado y el difuso. El primero
pertenece al capitalismo burocrático, así como a la personalidad dictatorial,
el segundo, al capitalismo de la abundancia de las mercancías para un público
asalariado. Esa abundancia es precaria e insatisfactoria en el sentido que hace
consciente al consumidor que solo está gozando de un destello de todo lo que
podría llegar a consumir. Ver: Ingrid Guardiola. “Releer a Debord”. CCCBLAB,
13-11-2019. Accesible en: https://lab.cccb.org/es/releer-a-debord/
[32] Declaraciones reproducidas en PBS NewsHour el
21-21-12. Politifact. Ver: https://www.politifact.com/factchecks/2013/jan/18/mark-shields/pbs-commentator-mark-shields-says-more-killed-guns/.
La estimación fue realizada en base a datos del “Congressional Research
Service. American War and Military Operations Casualties: Lists and Statistics”
(actualizado a 29-07-2020) (https://sgp.fas.org/crs/natsec/RL32492.pdf),
y la website icausalties.org.
Artículo publicado originalmente en Contexto.
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