Tal día como hoy de 1803 nacía en París Flora Tristán. Reunió
influencias de los socialistas utópicos y fue más allá que ningún otro
socialista de su tiempo en establecer una interrelación entre la lucha obrera y
la emancipación femenina.
A los obreros y a las obreras
El Viejo Topo
7 abril, 2022
Obreros y
obreras:[1]
Escúchenme.
Desde hace 25 años los hombres más inteligentes y dedicados han consagrado su
vida a la defensa de su santa causa[2] Mediante
escritos, discursos, informes, memorias, encuestas y estadísticas han señalado,
constatado y demostrado al gobierno y a los ricos que tal como está actualmente
la situación, la clase obrera se encuentra en una condición intolerable de
miseria y dolor, tanto material como moralmente; han demostrado que, como
consecuencia de este estado de abandono y sufrimiento la mayoría de los
obreros, amargados por la desgracia, embrutecidos por la ignorancia y un
trabajo que excede sus fuerzas, se convertían en seres peligrosos para la
sociedad; han probado al gobierno y a los ricos que no solo la justicia y la
humanidad imponían el deber de acudir en auxilio de las clases obreras con una
ley sobre la organización del trabajo, sino que incluso el interés y la seguridad
general reclamaban imperiosamente esta medida. ¡Y bien! Desde hace 25 años,
tantas voces elocuentes no han logrado despertar la solicitud del gobierno
sobre los peligros que corre la sociedad frente a 7 u 8 millones de obreros
exasperados por el sufrimiento y la desesperación, un gran número de los cuales
se encuentra ¡entre el suicidio… o el robo!
Obreros ¿qué
podemos decir ahora en defensa de su causa?… Desde hace 25 años ¿no se ha dicho
y vuelto a decir todo y en todas las formas hasta la saciedad? No hay nada más
que decir, nada más que escribir, porque su posición desdichada es conocida por
todos. No queda más que una cosa por hacer: actuar en virtud de los
derechos inscritos en la Constitución.
Ahora bien, ha
llegado la hora de actuar y es a ustedes y solamente a
ustedes a quien corresponde actuar en interés de su propia causa. ¡A
ustedes se les va la vida en esto… o la muerte! La muerte horrible que mata a
cada instante: ¡la miseria y el hambre!
Obreros, dejen
entonces de esperar más tiempo la intervención que reclamamos para ustedes
desde hace 25 años. La experiencia y los hechos les confirman de sobra que el
gobierno no puede o no quiere ocuparse de su
suerte cuando se trata de mejorarla. Solo de ustedes depende, si lo quieren
firmemente, el que salgan del dédalo de la miseria, de los dolores y de la
sumisión en la que languidecen. ¿Quieren ustedes asegurar a sus hijos el
beneficio de una buena educación industrial y asegurarse ustedes mismos la
certeza del descanso en su vejez? Ustedes lo pueden.
Su acción no es
la revuelta a mano armada, el motín en la plaza pública, el incendio ni el
pillaje. No, porque la destrucción, en lugar de remediar sus males no haría más
que empeorarlos. Los motines de Lyon y de París han dado prueba de esto. Su
acción solo puede ser legal, legítima, confesable ante Dios y los hombres: Es
la UNIÓN UNIVERSAL DE OBREROS Y OBRERAS.
Obreros, su
condición en la sociedad actual es miserable, dolorosa: cuando gozan de buena
salud, no tienen derecho al trabajo; cuando están enfermos,
inválidos, heridos, viejos, no tienen siquiera derecho al
hospital; cuando son pobres y carecen de todo, no tienen derecho a
la limosna, porque la mendicidad está prohibida por la ley.
Esta situación precaria los hunde en el estado salvaje en el que el hombre,
habitante de los bosques, se ve obligado cada mañana a pensar en el medio de
procurarse los alimentos del día. Una existencia semejante es un verdadero
suplicio. La suerte del animal que rumia en el establo es mil veces preferible
a la de ustedes; él está seguro de que comerá al día siguiente; durante el
invierno su amo guarda en el granero paja y heno para él. La suerte de la
abeja, en el hueco de su árbol, es mil veces preferible a la de ustedes. La
suerte de la hormiga, que trabaja en verano para estar tranquila en invierno,
es mil veces preferible a la de ustedes. Obreros, ustedes son desdichados, sí,
sin lugar a duda; pero
¿de dónde viene
la causa principal de sus males?… Si una abeja y una hormiga, en lugar de
trabajar de común acuerdo con las otras abejas y hormigas para aprovisionar la
morada común para el invierno, se atrevieran a separarse para trabajar solas,
ellas también morirían de hambre y de frío en su rincón solitario. Entonces
¿por qué permanecen ustedes aislados? Si se aíslan, se vuelven débiles y caen
agobiados por el peso de miserias de todo tipo. La unión hace la
fuerza. Ustedes tienen a su favor su número, y tener este número es
mucho.
Vengo a
proponerles una unión general entre los obreros y obreras, sin distinción de
oficios y que vivan en el mismo reino: unión que tendría como objetivo
CONSTITUIR A LA CLASE OBRERA y construir varios establecimientos (Palacio de la
UNIÓN OBRERA), distribuidos por igual en toda Francia. Ahí se educarían niños
de ambos sexos de 6 a 18 años y se recibiría a los obreros enfermos o heridos y
a los ancianos.[3] Escuchen
lo que dicen las cifras y tendrán una idea de lo que se puede hacer con la
UNIÓN.
Hay en Francia
cerca de 5 millones de obreros y 2 millones de obreras.[4] Que
esos 7 millones de obreros se unan en el pensamiento y la acción con vistas a
una gran acción común, en beneficio de todos y todas: que cada uno dé para eso
2 francos por año, y al cabo de un año la UNIÓN OBRERA poseerá la enorme suma
de 14 millones.
Ustedes dirán:
“¿Pero cómo unirnos para esta gran obra?”… Por posición y rivalidad de oficios
estamos todos dispersos, con frecuencia incluso enemigos y en guerra los unos
con los otros. Además, 2 francos de cotización por año ¡es mucho para unos
pobres jornaleros!
Yo responderé a
estas dos objeciones: Unirse para la realización de una gran obra no es asociarse. Los
soldados y marinos, quienes con una retención de sus sueldos contribuyen de
manera igualitaria a los fondos comunes que sirven para mantener a 3 mil
soldados o marinos en el Hotel de los Inválidos, no están, por esto, asociados entre
ellos. No tienen necesidad de conocerse ni de simpatizar opiniones, gustos y
caracteres. Les basta saber que todos los militares de un extremo de Francia a
otro pagan la misma cotización: lo que asegura a los heridos, a los enfermos y
a los ancianos su ingreso de derecho al Hotel de los
Inválidos.
En cuanto a la
suma, yo pregunto cuál de los obreros, incluso entre los más pobres, no podrá
encontrar, economizando un poco, 2 francos de cotización en el transcurso de un
año a fin de asegurarse una jubilación para sus últimos días.[5] ¡Y
qué! Sus vecinos, los desdichados irlandeses, el pueblo más pobre de la tierra,
¡el pueblo que no come más que papas y las come tan solo uno de cada dos días!,[6] un
pueblo semejante (no cuenta más que con 7 millones de almas) habría encontrado
la manera de dar casi 2 millones de renta a un solo hombre,
O’Connell,[7] su
defensor es cierto, pero finalmente a un solo hombre, ¡y eso
durante 12 años! Y ustedes, [obreros y obreras del] pueblo
francés, el más rico de toda la tierra, ¿no encontrarán los
medios para construir palacios amplios, salubres y cómodos para recibir a sus
hijos, a sus heridos y a sus ancianos? ¡Oh! Eso sería una verdadera vergüenza,
¡una vergüenza eterna que resaltaría su egoísmo, indiferencia y su falta de
inteligencia! Sí, sí, si los obreros irlandeses que van con los pies descalzos
y el estómago vacío han dado a su defensor O’Connell 2
millones durante 12 años, ustedes, obreros franceses, bien pueden dar
14 millones por año para alojar y alimentar a sus valientes veteranos
del trabajo y educar a los novicios.
¡2 francos por
año!… ¿Quién entre ustedes no paga diez o veinte veces esta suma para sus pequeñas
asociaciones particulares del compagnonnage, para las
mutuales de ayuda y otras, o, por último, para sus pequeños vicios
habituales, como el tabaco, el café y el aguardiente? 2 francos cada
uno, no son difíciles de hallar[8] y
al dar cada uno ese poquito se produce un total de… ¿14 millones?… ¿Ven ustedes
qué riqueza poseen, solamente por su número? Pero para gozar esta
riqueza, es necesario que el número se agrupe, forme un
todo, una unidad.
Obreros, dejen
entonces de lado todas sus pequeñas rivalidades de oficios y formen, además de
sus asociaciones particulares, una UNIÓN compacta, sólida, indisoluble. Que
mañana, que de inmediato se eleve de todos los corazones un mismo y único
pensamiento:
¡LA UNIÓN! Que
ese grito de unión resuene en toda Francia y en un año, si ustedes lo quieren
firmemente, ESTARÁ CONSTITUIDA LA UNIÓN OBRERA y en dos años tendrán en [la]
caja, de ustedes, bien de ustedes, 14 millones para construir
un palacio digno del gran pueblo de los trabajadores.
En la fachada,
debajo del frontis, escribirán en letras de bronce:
PALACIO
DE LA UNIÓN OBRERA
Construido
y mantenido por medio de una cotización anual de 2 fr., dados por los
obreros y obreras para honrar el trabajo como merece serlo, y recompensar a los
trabajadores, a quienes alimentan a la nación, la enriquecen y constituyen su
verdadera potencia.
¡HONOR
AL TRABAJO!
¡RESPETO Y
GRATITUD A LOS VALIENTES VETERANOS DEL TRABAJO!
Sí, es a ustedes, campeones del trabajo, a quienes corresponde elevar
primero la voz para honrar la única cosa verdaderamente
honorable, el Trabajo. Es a ustedes, productores, despreciados hasta
ahora por aquellos que los explotan, a quienes corresponde ser los primeros en
levantar un PALACIO para la jubilación de sus viejos trabajadores. Es a
ustedes, obreros, que construyen los palacios de los reyes, los palacios de los
ricos, los templos de Dios, las casas y asilos donde se protege la humanidad, a
quienes corresponde construir por fin un asilo donde ustedes puedan morir en
paz, ustedes que hasta ahora no tienen más que el hospital para descansar sus
cabezas, cuando hay cupo. ¡A la obra, entonces! ¡A la obra!
Obreros,
reflexionen bien en el esfuerzo que hago para arrancarlos de la miseria. ¡Oh!
Si no respondiesen a este LLAMADO A LA UNIÓN, si por egoísmo o indiferencia se
negaran a UNIRSE… ¿Qué se podría hacer, de ahí en adelante, para salvarlos?
Hermanos, un
pensamiento desolador golpea el corazón de todos aquellos que escriben para el
pueblo, y es que este pobre pueblo está tan abandonado, tan sobrecargado de
trabajo desde una edad temprana, que tres cuartos no saben leer y
el otro cuarto no tiene tiempo de leer. Ahora bien, hacer un
libro para el pueblo es echar una gota de agua en el mar. Por esto comprendí
que, si me limitaba a poner sobre el papel mi proyecto de UNIÓN OBRERA, el
proyecto sería letra muerta, por más magnífico que fuese. Como ha sucedido con
tantos otros planes ya propuestos. Comprendí que, una vez publicado mi libro,
yo tenía otra tarea que cumplir, la de ir yo misma de ciudad en ciudad, de un
extremo a otro de Francia, con mi proyecto de unión en la mano, para hablar a
los obreros que no saben leer y a aquellos que tienen
el tiempo de leer. Me dije que ha llegado el momento de actuar; y para
quien ama realmente a los obreros, para quien quiere dedicarse en cuerpo y alma
a su causa, hay una bella misión que cumplir. Es necesario que siga el ejemplo
de los primeros apóstoles de Cristo. Esos hombres, desafiando la persecución y
las fatigas, tomaban sus alforjas y un bastón y se iban de país en país
predicando la NUEVA LEY; la fraternidad en Dios, la unión en
Dios. ¡Y bien! Por qué yo, mujer, que me siento con fe y fuerza, no
podría ir, al igual que los apóstoles, de ciudad en ciudad anunciando a los
obreros la BUENA NUEVA y predicándoles la fraternidad en la humanidad,
la unión en la humanidad. En la tribuna de las cámaras, en el pulpito
cristiano, en las asambleas del mundo, en los teatros, y, sobre todo, en los
tribunales, se ha hablado con frecuencia de los obreros; pero
nadie ha intentado aún hablar a los obreros. Es un medio que
se debe intentar. Dios me dice que tendrá éxito. Por esto abro con confianza
esta nueva vía. Sí, iré a encontrarlos en sus talleres, en sus buhardillas y
hasta en sus tabernas si es necesario, y ahí, frente a su miseria, yo los
enterneceré sobre su propia suerte y los forzaré, a pesar de ellos mismos, a
salir de esta espantosa miseria que los degrada y los mata.
Notas:
[1] Extraído de Tristán, Flora (2011). A los obreros
y a las obreras. En Flora Tristán, La Unión Obrera. Lima: Centro de
la Mujer Peruana Flora Tristán/Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[Primera edición en francés L’Union Ouvrière. París: Imp. Lacour et
Maistrasse fils, 1843. Tercera edición en francés L’Union Ouvrière.
París/ Lyon: Imp. C. Rey e Cie., 1844].
[2] Saint-Simon, Owen, Fourier y sus escuelas;
Parent-Duchâtelet, Eugène Buret, Villermé, Pierre Leroux, Louis Blanc, Gustave
de Beaumont, Proudhon, Cabet; y entre los obreros, Adolphe Boyer, Agricol
Perdiguier, Pierre Moreau, etc.
[3] Véase el capítulo IV: Cómo se procederá a las
admisiones. [No incluido en esta antología].
[4] Véase, para la exactitud de estas cifras, las
obras de los estadísticos y el notable trabajo del Sr. Pierre Leroux, De
in Plutocratie. [Leroux (1797-1871) fue editor, periodista, filósofo y
político francés de vasta producción. El título completo de la obra referida
es De in plutocratie, ou, Du gouvernement des riches (Broussac,
1848). (N. de la primera Ed.)].
[5] Eso no hace más que 17 céntimos por mes.
[6] El irlandés no come carne más que una
vez al año, el día de Navidad. “Al ser pobres, todos no emplean para
alimentarse más que el alimento menos caro en el país, las papas, pero no todos
consumen la misma cantidad: unos, y son los más privilegiados, comen tres veces
al día; otros, menos felices, dos veces, aquellos, en estado de indigencia,
solamente una vez; hay quienes, aún más desprovistos, permanecen un día,
incluso dos, sin tomar ningún alimento” (Irlanda social, política
y religiosa, por M. G. de Beaumont, primera parte, cap. I. Véase para
mayores detalles, la continuación del capítulo).
[7] O’Connell ha dirigido la siguiente respuesta a
lord Shrewsbury, quien le había reprochado la subvención anual y voluntaria de
75 mil libras esterlinas (1.875.000 francos) que le paga Irlanda. Sigue la
respuesta de O’Connell que es muy bella y termina con estas palabras: “Estoy
orgulloso de proclamar, soy un servidor asalariado de Irlanda, y
es una librea que me honro de portar” (Sesión de la Cámara de
los Comunes, octubre de 1842).
[8] Se podrá dar la cotización en dos partes.
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