Quienes
deciden sobre los rumbos de la humanidad no han aprendido nada de la Covid-19
ni de los crecientes disturbios climáticos. Los megacapitales predican el
capitalismo verde, mero ocultamiento de la depredación que hacen a la
naturaleza.
El gran señuelo: el capitalismo verde
El Viejo Topo
12 diciembre, 2021
Los grandes
megacapitales están reuniendo a centenares de economistas y politólogos para
preparar el mundo de la pospandemia. Ya han salido varios documentos. El
principal tal vez sea el publicado por el conservador The Economist (principales
accionistas las familias Rothschild y Agnelli) con el título: “El futuro
que nos espera”. Si leemos los 20 puntos enumerados nos quedamos
horrorizados: presentan un proyecto donde solo entran ellos, dejando fuera al
resto de la humanidad, que será controlada, ya sea cada individuo o toda la
sociedad, por la inteligencia artificial cuya función es desarmar y liquidar
cualquier reacción en contra. La expresión introducida por el parásito príncipe
Charles, en la última reunión en Davos es: “el gran reinicio” (the Great
Reset). Lógicamente se trata de un nuevo comienzo del sistema capitalista
que protege las fortunas de un puñado de multimillonarios. El resto, que se
aguante.
Como afirmó la
escritora alemana Helga Zepp-La Rouche (cf. Alainet 29/9/21):
«En definitiva, se trata de una expresión altanera, petulante y racista de la
élite global, la misma que para mantener sus privilegios mata de hambre
diariamente a 20 mil personas, decreta guerras de exterminio y puede
irresponsablemente destruir el planeta». Vean en qué manos está nuestro
destino.
Predican el
capitalismo verde, mero ocultamiento de la depredación que este hace de la
naturaleza. El capitalismo verde de estas megacorporaciones que controlan gran
parte de la riqueza del mundo, no es ninguna solución. Para él, ecología
significa plantar árboles en los jardines de las empresas, llamar la atención
sobre un menor uso de los plásticos y contaminar menos el aire. Nunca
cuestionan su modo de producción, depredador de la naturaleza, la verdadera
causa del desarreglo climático de la Tierra y de la intrusión de la Covid-19 y
especialmente de la abismal desigualdad social y mundial.
Otro gran grupo
de megacorporaciones emitió un documento sobre “la responsabilidad
social corporativa de las empresas”. Robert Reich, exsecretario de trabajo
del gobierno norteamericano desenmascaró este propósito engañador: «ellas están
en el negocio de hacer la mayor cantidad de dinero posible, no de resolver los
problemas sociales; buscan solamente el bienestar de “todos nuestros
accionistas”» (cf. Carta Maior 30/9/21).
En otras
palabras: el diseño de la gran banca, de las multinacionales y de la sociedad
planetaria pensada por la élite global está configurado según sus
conveniencias, nunca para salvaguardar la vida en la Tierra, incluir a los
pobres, sino para garantizar sus fortunas y el modo de producción devastador que
las produce. Los pobres, las grandes mayorías de la humanidad están totalmente
fuera de su radar. Serán contenidos por la inteligencia artificial que impedirá
que levanten la cabeza.
Si estos
propósitos prosperan, se estará pavimentando el camino que nos llevará al
desastre planetario, como ha advertido el Papa Francisco en las dos encíclicas
ecológicas: “o cambiamos de rumbo y así todos se salvan, o no se salva nadie”
(cf.Fratelli tutti, n.34).
Quienes
detentan la decisión sobre los rumbos de la humanidad no han aprendido nada de
la Covid-19 ni de los crecientes disturbios climáticos. Ellos confirman lo que
decía el gran teórico de un marxismo humanista, el italiano Antonio Gramsci: “La historia
enseña, pero no tiene alumnos”. Aquellos no han frecuentado la
historia. Solo (des)aprenden de la razón instrumental-analítica que hoy en día
se ha vuelto irracional y suicida.
Embriagados por
su ignorancia y su codicia ilimitadas (greed is good), nos llevarán como
inocentes corderos al matadero. No por voluntad del Creador ni por un desvío
del proceso cosmogénico, sino por su irresponsabilidad y por la falta de
conciencia de los errores cometidos que no quieren corregir. Y así, alegremente
y disfrutando todavía de la vida, nos obligarán tal vez a sufrir el destino
vivido hace 65 millones de años por los dinosaurios.
Publicado originalmente en el el blog de Leonardo Boff.
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