lunes, 15 de noviembre de 2021

Yolanda Díaz: ¿una forma-partido del mundo del trabajo? [No, si eso de todo para el pueblo pero sin el pueblo para no ser ni de izquierdas ni de derechas o por arriba o por abajo ciudadanía empoderada está guay mogollón molante tío. Lo que pasa es que la banda está borracha, si yo tuviera una escoba, que le han robado el carro a Manolo Escobar y que como la cucaracha ya no puede caminar porque le falta la teoría marxista por detrás que la pueda empujar, pues que chiquet, resulta lo que ya ha resultado y volverá a resultar (salvo que le entre el despierte a los trabajadores), y es que sin las clases trabajadoras organizadas (oiga, que un ingeniero es un trabajador, un peón de albañil es un trabajador, uno que haya acabado la carrera y necesite trabajo para poder vivir es un trabajador, un jubilado es un trabajador, la auxiliar de enfermería es una trabajadora, la mujer -exceptuando las, les, lis, los, lus) si no trabaja por estar en la casa es una trabajadora. Menos Santiago Abascal y el Iván, se podría decir que todos somos trabajadores quitando a la capistotalidad de los grandes capitales que son cuatro) no hay ni tutía ni tío páseme usted el río. Que tengan ustedes muy buen día, dejando aparte el eco y otros ecos, que ahora no estamos hablando de eso]

 

Yolanda Díaz pretende asentar, enraizar y definir el nuevo proyecto de convergencia social y política en el espacio del mundo del trabajo. Volver a engarzar cuestión social y de clase, democracia sustancial, feminismo y ecologismo político.


Yolanda Díaz: ¿una forma-partido del mundo del trabajo?

Manolo Monereo

El Viejo Topo

15 noviembre, 2021 



Empieza la batalla decisiva. Objetivo: medir y medirse con Yolanda Díaz. La “troika” que manda en Moncloa (Hernando, Oscar López y Sánchez) han decidido que es el momento. Se trata de calibrar el carácter, la fuerza de la Ministra de Trabajo y, sobre todo, saber hasta dónde está dispuesta a llegar. La valoración que hacen es que Unidas Podemos es un mundo contradictorio, sin dirección, donde predominan aquellos que, de una u otra forma, se aferran al gobierno. La salida de Pablo Iglesias fue vista en esta clave, el que se confrontaba con Sánchez no ha podido aguantar el envite; los que se quedan, tampoco. Los supuestos acuerdos de hoy son solo los escarceos de un conflicto anunciado.

El PSOE, hay que insistir sobre ello, se ha unificado en torno a un proyecto que ha conseguido ser claramente mayoritario. Se podría definir así: volver a la centralidad del tablero y disputarles a las derechas, una vez más, ser el auténtico partido del régimen. Consideran que es el momento. La condición previa -la de siempre- es reducir al mínimo el espacio electoral de UP. Pero hay un conflicto, si reducen demasiado ese espacio es posible que ellos solos no tengan los votos suficientes para gobernar. La política se suele personalizar mucho en estos tiempos. Se dice que Yolanda Díaz se está convirtiendo en un problema y que su posible tirón electoral puede hacer peligrar la hegemonía del PSOE. Si esto lo dice, además, Iván Redondo, la cuestión se clarifica. Hay que decirse y pronto. Las elecciones están, parece, lejanas y hay tiempo para medir y medirse con la vicepresidenta.

¿Solo una cuestión de votos? No lo creo. Sánchez empieza a atisbar que en el proyecto de Yolanda Díaz hay algo inquietante que va más allá de la liquidez gaseosa de Podemos. La hipótesis de la “troika” parece clara, retornan los partidos; se terminó el tiempo político de los experimentos populistas. Temen a la política gallega porque pretende asentar, enraizar y definir el nuevo proyecto de convergencia social y política en ese espacio contradictorio y plural que es el mundo del trabajo; es decir, volver a engarzar cuestión social y de clase, democracia sustancial, feminismo y ecologismo político. Algunos pueden pensar que se trata de un retroceso, de un retorno nostálgico al pasado; creo, sin embargo, que es adelantarse a unos tiempos que están terminando mal y hasta muy mal, que señalan la crisis de la globalización capitalista, el retorno del Estado y las condiciones para un nuevo protagonismo de las clases trabajadoras.

El PSOE, hasta ahora, ha sido el partido de la mayoría de la clase obrera. A pesar de los cambios sociales y de las rupturas en el sistema de partidos, a la hora de la verdad, el mundo del trabajo se ha sentido, con altibajos, representando por el partido que pretende encarnar a la socialdemocracia en España. Las nuevas fuerzas políticas que emergieron alrededor del 15M fueron ciudadanistas e hicieron de la transversalidad interclasista el eje de su proyecto político. El movimiento obrero organizado, el conflicto social fue, en muchos sentidos, el gran ausente de esta etapa política. Estaba ahí, en todas las luchas, en todas las grandes movilizaciones, pero no era protagonista ni actor decisivo. Podemos fue perdiendo impulso social y realidad electoral convirtiéndose en una Izquierda Unida más fuerte, con voluntad de ser aliado necesario y complementario del PSOE. Se renunció a ser alternativa y se jugó a fondo a la alternancia política. ¿El mundo de ayer?

Yolanda Díaz tiene que hacer una tarea nada fácil, distanciarse de Pablo Iglesias y de su estilo de hacer política y, a la vez, construir una amplia alianza social y cultural que vaya más allá de UP. Sumar otras fuerzas a las ya existentes no parece posible. Más País no lo quiere y Compromís está en otro juego. La verdadera alianza, a mi juicio, no será con siglas políticas, sino con los movimientos sociales y sindicales, buscando la complicidad directa de CCOO e indirecta de UGT y será, hay que subrayarlo, cultural; es decir, con sectores amplios de lo que podríamos llamar intelectuales críticos comprometidos un cambio político real y efectivo.

No habría que equivocarse. La corrección política devenida en pensamiento dominante hace que todos seamos ecologistas, feministas…  y que la transición ecológico social esté en todas las agendas públicas. Lo verde vende, lo violeta también. Excepto VOX, todo el arco político está en esto. A la hora de la verdad, cuando los proyectos aterrizan en programas, las cosas cambian mucho y las contradicciones aparecen. La idea de crear un Partido Verde es tan vieja como la democracia española y no creo que tenga mucho recorrido. Los partidos de un solo asunto no logran su objetivo si no es en alianza con otras tradiciones y con otras raíces sociales. El problema real es, como siempre, de donde partimos. ¿Cuál es la base social que puede sustentar un proyecto que integre democracia económica, igualdad de género, reconstrucción ecológica de nuestras sociedades y federalismo solidario? Es el mundo del trabajo. No hablo de sujeto abstracto y (auto)constituido una vez para siempre. Me refiero al real, al de carne y hueso que sufre la sobre explotación y carece de referentes político-culturales bien definidos.

Recientemente Nancy Fraser afirmaba que el neoliberalismo sigue en el poder, pero que está muerto y ya no tiene credibilidad. Como dirían en mi pueblo: ¡ojalá! Pero no me lo creo. Que está en el poder, no hay duda; que ha perdido legitimidad, también; de ahí a estar muerto va un trecho histórico-social nada pequeño. Por lo pronto, el neoliberalismo ha cambiado a fondo a nuestras sociedades, ha creado nuevas relaciones entre la economía y el Estado y, en muchos sentidos, ha creado realidades que son difícilmente reversibles. Lo más importante es no tiene alternativa; es decir, no hay una fuerza organizada con un proyecto alternativo. Lo que hay y domina hoy en la izquierda es social liberalismo, eso que llama Nancy “neoliberalismo progresista”. Una fuerza material se derrota con otra fuerza material: el neoliberalismo es hoy el poder.

En la construcción de un sujeto histórico-social hay un “momento político” constituyente que define voluntad de poder y capacidad para interpretar una nueva etapa histórica. Es lo que está sucediendo: una gran transición geopolítica, fractura de la globalización capitalista y retorno de Estado nacional y, aquí sí, la crisis de legitimidad del neoliberalismo que pone en cuestión viejos postulados y concreta tareas para una izquierda que quiera estar a la altura de los tiempos. Se trata de enlazar con un eslabón perdido en la derrota de los años ochenta del siglo pasado; a saber, que la reconstrucción y transformación de Estado está unido a la reorganización y fortalecimiento del poder estructural de las clases trabajadores, condición necesaria y no suficiente de regeneración de la izquierda alternativa.

El debate sobre la reforma laboral, como saben muy bien la patronal y los poderes económicos, tiene que ver con el poder, con los mecanismos que las instituciones usan para organizar la subordinación de la fuerza del trabajo y reforzar la capacidad de dirección y gestión de los empresarios. Se afirma desde UP que no habrá problemas en la Comisión de la UE para aceptar la derogación. Pronto se verá.

Artículo publicado originalmente en Nortes.

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