Yolanda Díaz pretende asentar, enraizar y definir el nuevo proyecto de convergencia social y política en el espacio del mundo del trabajo. Volver a engarzar cuestión social y de clase, democracia sustancial, feminismo y ecologismo político.
Yolanda Díaz: ¿una forma-partido del mundo del
trabajo?
El Viejo Topo
15 noviembre, 2021
Empieza la
batalla decisiva. Objetivo: medir y medirse con Yolanda Díaz. La “troika”
que manda en Moncloa (Hernando, Oscar López y Sánchez) han decidido que es el
momento. Se trata de calibrar el carácter, la fuerza de la Ministra de Trabajo
y, sobre todo, saber hasta dónde está dispuesta a llegar. La valoración que
hacen es que Unidas Podemos es un mundo contradictorio, sin dirección, donde
predominan aquellos que, de una u otra forma, se aferran al gobierno. La salida
de Pablo Iglesias fue vista en esta clave, el que se confrontaba con Sánchez no
ha podido aguantar el envite; los que se quedan, tampoco. Los supuestos
acuerdos de hoy son solo los escarceos de un conflicto anunciado.
El PSOE, hay
que insistir sobre ello, se ha unificado en torno a un proyecto que ha
conseguido ser claramente mayoritario. Se podría definir así: volver a la
centralidad del tablero y disputarles a las derechas, una vez más, ser el
auténtico partido del régimen. Consideran que es el momento. La condición
previa -la de siempre- es reducir al mínimo el espacio electoral de UP. Pero
hay un conflicto, si reducen demasiado ese espacio es posible que ellos solos
no tengan los votos suficientes para gobernar. La política se suele
personalizar mucho en estos tiempos. Se dice que Yolanda Díaz se está
convirtiendo en un problema y que su posible tirón electoral puede hacer
peligrar la hegemonía del PSOE. Si esto lo dice, además, Iván Redondo, la
cuestión se clarifica. Hay que decirse y pronto. Las elecciones están, parece,
lejanas y hay tiempo para medir y medirse con la vicepresidenta.
¿Solo una
cuestión de votos? No lo creo. Sánchez empieza a atisbar que en el proyecto de
Yolanda Díaz hay algo inquietante que va más allá de la liquidez gaseosa de
Podemos. La hipótesis de la “troika” parece clara, retornan los partidos; se
terminó el tiempo político de los experimentos populistas. Temen a la política
gallega porque pretende asentar, enraizar y definir el nuevo proyecto de
convergencia social y política en ese espacio contradictorio y plural que es el
mundo del trabajo; es decir, volver a engarzar cuestión social y de
clase, democracia sustancial, feminismo y ecologismo político. Algunos
pueden pensar que se trata de un retroceso, de un retorno nostálgico al pasado;
creo, sin embargo, que es adelantarse a unos tiempos que están terminando mal y
hasta muy mal, que señalan la crisis de la globalización capitalista, el
retorno del Estado y las condiciones para un nuevo protagonismo de las clases
trabajadoras.
El PSOE, hasta
ahora, ha sido el partido de la mayoría de la clase obrera. A pesar de los cambios sociales y de las rupturas en el sistema de
partidos, a la hora de la verdad, el mundo del trabajo se ha sentido, con
altibajos, representando por el partido que pretende encarnar a la
socialdemocracia en España. Las nuevas fuerzas políticas que emergieron
alrededor del 15M fueron ciudadanistas e hicieron de la
transversalidad interclasista el eje de su proyecto político. El movimiento
obrero organizado, el conflicto social fue, en muchos sentidos, el gran ausente
de esta etapa política. Estaba ahí, en todas las luchas, en todas las grandes
movilizaciones, pero no era protagonista ni actor decisivo. Podemos fue
perdiendo impulso social y realidad electoral convirtiéndose en una Izquierda
Unida más fuerte, con voluntad de ser aliado necesario y complementario del
PSOE. Se renunció a ser alternativa y se jugó a fondo a la alternancia
política. ¿El mundo de ayer?
Yolanda Díaz
tiene que hacer una tarea nada fácil, distanciarse de Pablo Iglesias y de su
estilo de hacer política y, a la vez, construir una amplia alianza social y
cultural que vaya más allá de UP. Sumar otras fuerzas a las ya existentes no
parece posible. Más País no lo quiere y Compromís está en otro juego. La
verdadera alianza, a mi juicio, no será con siglas políticas, sino con los
movimientos sociales y sindicales, buscando la complicidad directa de CCOO e
indirecta de UGT y será, hay que subrayarlo, cultural; es decir, con sectores
amplios de lo que podríamos llamar intelectuales críticos comprometidos un
cambio político real y efectivo.
No habría que
equivocarse. La corrección política devenida en pensamiento dominante hace que
todos seamos ecologistas, feministas… y que la transición ecológico
social esté en todas las agendas públicas. Lo verde vende, lo violeta también.
Excepto VOX, todo el arco político está en esto. A la hora de la verdad, cuando
los proyectos aterrizan en programas, las cosas cambian mucho y las
contradicciones aparecen. La idea de crear un Partido Verde es tan vieja como
la democracia española y no creo que tenga mucho recorrido. Los partidos de un
solo asunto no logran su objetivo si no es en alianza con otras tradiciones y
con otras raíces sociales. El problema real es, como siempre, de donde
partimos. ¿Cuál es la base social que puede sustentar un proyecto que
integre democracia económica, igualdad de género, reconstrucción ecológica de
nuestras sociedades y federalismo solidario? Es el mundo del trabajo. No
hablo de sujeto abstracto y (auto)constituido una vez para siempre. Me refiero
al real, al de carne y hueso que sufre la sobre explotación y carece de
referentes político-culturales bien definidos.
Recientemente
Nancy Fraser afirmaba que el neoliberalismo sigue en el poder, pero que está
muerto y ya no tiene credibilidad. Como dirían en mi pueblo: ¡ojalá! Pero no me
lo creo. Que está en el poder, no hay duda; que ha perdido legitimidad,
también; de ahí a estar muerto va un trecho histórico-social nada pequeño. Por
lo pronto, el neoliberalismo ha cambiado a fondo a nuestras sociedades, ha
creado nuevas relaciones entre la economía y el Estado y, en muchos sentidos,
ha creado realidades que son difícilmente reversibles. Lo más importante es no
tiene alternativa; es decir, no hay una fuerza organizada con un proyecto
alternativo. Lo que hay y domina hoy en la izquierda es social
liberalismo, eso que llama Nancy “neoliberalismo progresista”. Una
fuerza material se derrota con otra fuerza material: el neoliberalismo es hoy
el poder.
En la
construcción de un sujeto histórico-social hay un “momento político”
constituyente que define voluntad de poder y capacidad para interpretar una
nueva etapa histórica. Es lo que está sucediendo: una gran transición
geopolítica, fractura de la globalización capitalista y retorno de Estado
nacional y, aquí sí, la crisis de legitimidad del neoliberalismo que pone en
cuestión viejos postulados y concreta tareas para una izquierda que quiera
estar a la altura de los tiempos. Se trata de enlazar con un eslabón perdido en
la derrota de los años ochenta del siglo pasado; a saber, que la
reconstrucción y transformación de Estado está unido a la reorganización y
fortalecimiento del poder estructural de las clases trabajadores, condición
necesaria y no suficiente de regeneración de la izquierda alternativa.
El debate sobre
la reforma laboral, como saben muy bien la patronal y los poderes económicos,
tiene que ver con el poder, con los mecanismos que las instituciones usan para
organizar la subordinación de la fuerza del trabajo y reforzar la capacidad de
dirección y gestión de los empresarios. Se afirma desde UP que no habrá
problemas en la Comisión de la UE para aceptar la derogación. Pronto se verá.
Artículo publicado originalmente en Nortes.
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