viernes, 1 de octubre de 2021

¿Por qué continúa la guerra de Yemen a pesar que está perdiendo su sentido político y millones pueden morir de hambre? (La prensa, radio y televisión dominantes que tienen la obligación moral de mantener informada a la población (adormilada no, informada) es la primera que no solo no informa sino que nos mienten científicamente para hacernos creer lo que no es, qué recurso nos queda a los trabajadores, que no es por nada, pero que constituimos la inmensa mayoría de la población, para empezar a entender por dónde nos da el viento y quién es el gracioso que está soplando ese viento que nos da. Ya verás ya. Ya verás que como no empecemos a reunirnos con los más cercanos para ver qué está pasando y por qué está pasando, seguiremos más perdidos que el barco del arroz. Miren si está perdido el barco del arroz, que allá por los años cuarenta del siglo pasado, cuando en España se pasaba más hambre que la que pasa un caracol pegado a un espejo, eso sí, por mor del comunismo-socialismo-bolivarianismo-venolazonismo-norcoreanismo-castrismo-separatismo y ciclismo que implantó Franco después de la guerra incivil de 1936, llegaba, cargaba el arroz de mi pueblo, hoy Isla Mayor, china chana, china chana, volvía por donde había venido, y, adiós muy buenas, nunca más se sabía de él. Vamos que aparte de los de que se hacían ricos con el estraperlo del arroz nadie más se enteraba, ni siquiera la Guardia Civil, que ya es decir. Pero esto es lógico, si no me enteraba ni yo -que sin mi place aquí no se mueve ni Dios- que todavía no había nacido o, por ahí le andaría la cosa, cómo se iba a enterar la Guardia Civil.)


¿Por qué las empresas de comunicación guardan un silencio cómplice de lo que ocurre en Yemen, como ocultaban lo que pasaba realmente en Afganistán?


¿Por qué continúa la guerra de Yemen a pesar que está perdiendo su sentido político y millones pueden morir de hambre?

 


Mark Aguirre

El Viejo Topo

30 septiembre, 2021 


Es difícil saber qué pasa en la batalla de Marib, la información manipulada es un arma  de guerra; pero la toma del distrito de Rahabah anuncia que los huzíes pueden estar cerca de tomar la ciudad. Cuando lo hagan la guerra dejara de tener sentido político.

La Resolución 2216 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada en abril de 2015, un mes después de iniciarse la guerra, exigía a los huzíes entregar las armas pesadas y permitir al Presidente Hadi regresar a Sanaa como Presidente. Pero después de seis años de guerra los huzíes no solo siguen manteniendo el poder en la capital, lo han asegurado hasta tal punto que parece imposible el regreso de Hadi.

Una contraofensiva en varios frentes lanzada por  la coalición para revertir el avance de los huzíes de los dos últimos años ha fracasado. Los huzíes habían conquistado Rahabah el año pasado. El gobierno de Hadi lo había recuperado hacía unos meses, pero de nuevo los huzíes lo han recuperado. Lo mismo ha ocurrido en al-Bayda, en donde los saudíes habían reclutado a militantes de al Qaeda para ayudar en la contraofensiva  y en Taiz y Hajjah. Los huzíes no solo han logrado parar la contraofensiva de la coalición sino que han ganado más territorio del que tenían.

Aunque la mayoría de los estrategas militares ven imposible que el gobierno del Presidente Hadi sea capaz de revertir el curso de la guerra si pierden Marib, la derrota de Estados Unidos en Afganistán abre nuevas incertidumbres. Estados Unidos y Gran Bretaña, implicados en la guerra desde el principio, podían estar tentados a alargarla con respiración artificial  para evitar la percepción de una caída en cadena de su dominación en Oriente Medio.  Pero ¿cómo justificar ante la opinión pública la prolongación de una guerra perdida –la razón de salir de Afganistán– que además está creando la mayor catástrofe humanitaria de las últimas décadas?

Mucho de lo que está ocurriendo en Yemen tiene ecos afganos. Las “batallas” de Hadi no tienen estrategia, ni futuro. Parecen diseñadas para la propaganda. Crear una imagen que como en Afganistán pueda justificar el gasto militar en una guerra que no se puede ganar. No es que engañen a los gobiernos de Occidente, tampoco les engañaban en Afganistán, se hacen los tontos para  justificar la cultura militarista, sus ventas de armas y las lucrativas comisiones para políticos y cabildeos que las acompañan. La historia vergonzosa de Juan Carlos I entraría en esta categoría. Por eso las empresas de comunicación guardan un silencio cómplice de lo que ocurre en Yemen, como ocultaban lo que pasaba realmente en Afganistán. Sería injustificable ante la opinión pública que nuestros gobernantes estuviesen vendiendo armas sabiendo que su única propuesta es hacer rentables sus inversiones en bolsa a costa de la muerte de civiles, incluidos niños, por hambre, en una guerra que ha perdido su sentido.

La catástrofe humanitaria sigue imparable. David Beasley, el jefe del PMA, ha dicho  recientemente que “16 millones de yemeníes están marchando hacia la muerte de hambre”. La guerra (una media de diez bombardeos diarios desde que empezó en 2015)  ha puesto al país más pobre de Arabia al borde de la hambruna y el colapso económico. La mayoría de las escuelas, las depuradoras, las fábricas, los hospitales… están cerrados o destrozados. Según Naciones Unidas 18.000 civiles han muerto a causa de la guerra. Un niño muere cada 10 minutos por causas evitables. Hay 8 millones de desplazados y cientos de miles de refugiados. 20 millones de personas de una población cercana a 30 millones viven día a día de la ayuda humanitaria. La caída no negociada de Marib echaría más leña al desastre humanitario. Oxfam estima en 850 mil los desplazados que viven en campos alrededor de la ciudad de Marib y nadie está seguro de qué sería de ellos si no llega la asistencia humanitaria.

Biden anunció cuando presentó sus objetivos de política exterior que uno de ellos era acabar la guerra de Yemen. Incluso nombró a Tim Lenderking, un antiguo embajador en Arabia, envíado especial para promover un acuerdo de paz. Pero han pasado casi seis meses y no ha habido un progreso sustancial. El príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman vinculó desde el principio el éxito de la guerra a su acceso al trono. Necesitaba tener algo en sus alforjas vacías que pudiera presentar a la familia real.  Ahora, en plena derrota, Bin Salman está atrapado en su propia trampa. Le conviene dilatar las negociaciones y en todo caso dificultarlas para presentar su fracaso como si fuera una victoria.

Hasta ahora el Presidente Biden no ha dado a  Mohammed Bin Salman un cheque en blanco como hacía Trump, pero ha seguido ayudándole en la guerra. Si la guerra no termina pronto la credibilidad de Biden se hundirá más de lo que está por la crisis de Afganistán.

Al-Jazeera ha informado que Estados Unidos ha comenzado a sacar los misiles Patriot que protegen la base aérea Príncipe Sultán a las afueras de Ryad. Los huzíes vienen atacando con drones y misiles instalaciones militares y petroleras saudíes. Un movimiento que puede ser interpretado como un mensaje a Ryad para que  busque una salida negociada a la guerra, pero se necesita algo más para presionarlo. Sin la ayuda estadounidense los saudíes no podrían hacer volar sus aviones de guerra, al menos con la intensidad con que lo hacen.

Los huzíes con sus éxitos militares están ganando lo que las resoluciones de las Naciones Unidas se niegan a reconocer. El movimiento huzíe es una fuerza política popular presente en la sociedad yemení desde hace siglos, no son unos peones iraníes como acostumbran a presentarles las empresas de comunicación. La mayoría de los yemeníes apoyan a su gobierno, o por lo menos lo apoyan más que al de Hadi, y cualquier proyecto de futuro es irrealizable sin contar con ellos.

Los huzíes han puesto como condición para empezar negociaciones formales  acabar con el bloqueo saudí (los saudíes usan el hambre como arma de guerra) y abrir el aeropuerto de Sanaa. Una exigencia que debía  ser apoyada por la comunidad internacional, que asegura estar comprometida con los derechos humanos. Es inaceptable que barcos militares y aviones de guerra vendidos sin otra finalidad que hacer negocio impidan que llegue comida, medicinas o gasolina cuando mueren diariamente 144 niños por causas curables.

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