Lecciones de la Revolución Cultural
¿Dónde está el socialismo en Venezuela?
Por Chris Gilbert / Venezuela
03/07/2021
Rebelión
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
La Revolución
Cultural china planteó una serie de cuestiones sobre la construcción del
socialismo e intentó (aunque con limitado éxito) resolverlas. Por esa razón su
legado sigue siendo relevante en el presente. Alain Badiou ha afirmado que
todavía somos contemporáneos de 1968. Ciertamente las cuestiones planteadas
entonces sobre cómo construir una sociedad igualitaria –principalmente en
China– siguen siendo relevantes. Están a la orden del día, la izquierda no
puede esquivarlas y cualquier proyecto socialista de la actualidad necesita
retomarlas, regresando implícitamente a ese momento turbulento. Por supuesto
que hacerlo significa ir contracorriente, pues la mayor parte de la gente
acepta la idea de que la Revolución Cultural no solo fracasó, sino que no tuvo
ningún sentido y por tanto no merece la pena estudiarla.
Una lección
relevante de la experiencia revolucionaria china que condujo a la Revolución
Cultural es que la construcción de una sociedad socialista no puede dejarse en
manos de algún tipo de lógica automática (ya sea el ingenio de la historia, la
necesaria progresión de las etapas históricas o la correspondencia entre las
crecientes fuerzas productivas y las relaciones productivas superiores que
supuestamente le suceden). La proclamación de la Revolución Cultural, con su
audaz llamamiento a la rebelión popular contra el poder establecido, supuso el
reconocimiento de que no puede confiarse en que el curso automático de la
historia o cualquier otro tipo de mano visible o invisible vayan a conducirnos
al socialismo. En su lugar se precisa una experimentación y una agitación
continuas. Eso es el equivalente práctico de lo que Alessandro Russo llama el
materialismo de la excepción de Mao, que se basa en la “invención subjetiva” e
implica saltar de la teoría a la práctica y viceversa, una y otra vez.
Esto nos lleva
a Venezuela. El difunto Hugo Chávez fue un decidido experimentador, llegando al
punto de resultar molesto. Estaba comprometido con el fomento de nuevas formas
de efervescencia popular y decidido a modificar continuamente las reglas de un
juego en el que el desarrollo integral de las masas era tanto un medio como un
fin. Chávez se detenía con frecuencia en sus discursos para decir: se
me ocurre que deberíamos intentar esto. Muchas veces lo hacía en sus
intervenciones televisivas, cuando el presidente lanzaba la idea de que debería
existir esta organización comunitaria, o que deberíamos intentar construir esta
nueva institución o aquella. Muchas personas, incluso las de izquierda, le
criticaban por su falta de constancia en este aspecto. Sentían que debería
haber mantenido sus proyectos iniciales, consolidar lo que había empezado antes
de pasar a otra cosa. ¿Por qué no consolidar los consejos comunales antes de
pasar a las comunas y a las ciudades comunales? ¿Por qué no perfeccionar el
funcionamiento de la Universidad Bolivariana de Venezuela para conseguir una
educación de calidad antes de iniciar la Misión Sucre (el enorme programa de
difusión educativo de nivel universitario que inauguró inmediatamente
después del anterior)?
Romper las reglas
Para el
desconcierto de muchos de nosotros, Chávez parecía estar siempre haciendo
borrón y cuenta nueva. Algunas personas pensaban que era un improvisador sin
remedio y unas pocas incluso insinuaban que su impaciencia formaba parte de un
extraño rasgo de su personalidad. Dejando eso a un lado, y con el
beneficio que proporciona ver las cosas en perspectiva, creo que Chávez
comprendió que la construcción del socialismo exige una presión constante desde
abajo. Aunque ni Chávez ni Mao pueden considerarse en justicia “señores del
desgobierno”, ambos eran conscientes de que la lógica que tiende a consolidarse
si se deja que las cosas se estanquen es siempre una lógica procapitalista. Esa
es la razón por la que debe permitirse e incluso fomentarse que el pueblo se
movilice una y otra vez. Mao escribió en una ocasión que la lógica del pueblo
es “luchar, fracasar, volver a luchar, volver a fracasar, volver a luchar…
hasta lograr la victoria”. El equivalente de esta afirmación fue su
sorprendente admisión de que el socialismo probablemente sería derrotado en
China. Ante una probable derrota y sin ninguna garantía de éxito, el pueblo
necesita luchar siempre: “¡Nunca olviden la lucha de clases!” fue uno de los
principales lemas de Mao desde 1962.
Lo que es
cierto para los proyectos socialistas en China o en cualquier otro lugar
también lo es para el socialismo en Venezuela. El proyecto socialista en
Venezuela probablemente será derrotado (tanto por razones internas como
externas). ¿Qué implica el reconocimiento de esa probable derrota para aquellos
que creen en la construcción del socialismo en este país? Yo diría que
reconocer nuestra probable derrota significa que no hay lugar para la
complacencia, no hay lugar para vanagloriarse de triunfos pasados y hay poco
margen para el espíritu de la “consolidación”. Si no avanzamos, si no removemos
las cosas desde abajo, el socialismo será inevitablemente enterrado por la
dinámica espontánea de la historia (la dinámica de la historia en un mundo
capitalista). Esa lógica espontánea supone cada vez más privatizaciones, más
mercantilización y un giro general hacia situaciones que favorecen a la
burguesía local (la emergente y la antigua) y al capital internacional.
En Venezuela
pueden verse todos estos fenómenos a gran escala, aunque la mayor parte lleguen
sin previo aviso. Algunas personas de la izquierda lo consideran una
contrarrevolución descarada, una prueba de una restauración capitalista sin
cuartel. Por el contrario, yo creo que sería más correcto adoptar una
perspectiva histórica amplia y considerar que podríamos estar ante un[a
Reacción de] Thermidor. Como sostenía Samir Amin, un Thermidor no es lo mismo
que una contrarrevolución, sino más bien una retirada radical de las
aspiraciones revolucionarias que no pueden conseguirse de forma inmediata. En
Venezuela se ha producido un retroceso de los objetivos más ambiciosos que
Chávez planteó en la primera década del siglo XXI. No hay duda de que esto
viene condicionado por las tremendas presiones que ejercen las sanciones y
otras agresiones externas. Entre los objetivos anteriores que han sido radicalmente
aparcados están el socialismo, la democracia participativa y el Estado comunal.
La recuperación del terreno perdido
Podemos
mantener la esperanza de que esta marcha atrás sea solo una retirada táctica
puesta en marcha con la intención de mantener vivos los objetivos a largo plazo
del proceso. En Venezuela, muchos nos preguntamos: ¿Estos objetivos
solo se están posponiendo en el Thermidor que atravesamos o se ha producido un
giro irreversible hacia la derecha? Se trata de una pregunta casi
inevitable ante la aparente ausencia de un horizonte socialista, algo
francamente exasperante para la izquierda. No obstante, plantear la pregunta de
este modo es problemático. Es plantear un falso sujeto de la “historia” o
imaginar un partido o un liderazgo gubernamental capaz de agarrar el timón y
reconducir la nave rumbo al socialismo. En mi opinión, el debate anterior
debería mostrar la falsedad de ambas perspectivas. Sobre la cuestión del
liderazgo, recordemos que, aunque a Mao se le llamó muchas veces el “Gran Timonel”,
en realidad la única manera en que podía intentar reconducir el proyecto
revolucionario chino hacia el socialismo era agitando a las masas y animándolas
a rebelarse, como hizo de modo más sorprendente con la Revolución Cultural.
Entonces ¿cuál
es el camino para aquellos comprometidos con el socialismo en Venezuela? Cuando
se aproximaba el fin de su vida, Chávez empezó a plantear una pregunta
inusitada en relación con los diferentes proyectos en marcha en Venezuela. Y lo
hizo en repetidas ocasiones. Cuando estaba de visita en algún proyecto concreto
se giraba hacia los allí presentes, entre los que se encontraban por lo general
algunos de sus cuadros, y les cuestionaba: “¿Dónde está aquí el socialismo?
Creo que con esa pregunta Chávez reconocía que solo si se encontraban esos
puntos concretos de rebelión contra el orden existente podría el socialismo
avanzar en Venezuela. Recordemos que Chávez ya había tratado de decretar
el socialismo mediante la reforma constitucional de 2007, que supuso
su primera y única derrota electoral. Presumiblemente esa derrota le llevó a
darse cuenta de que el socialismo solo puede construirse promoviendo
reiteradamente experimentos concretos al nivel de base. El socialismo no se
edificaría mediante decreto, sino solo mediante la práctica y la lucha desde
las bases.
En la
actualidad, frente a casi una década de Thermidor en Venezuela, creo que
deberíamos hacernos esa misma pregunta: ¿Dónde está el socialismo?
Desde luego tiene poca presencia en los principales planes y programas del
gobierno, que representan como mucho un desalentador realismo y el espíritu del
pragmatismo. En Venezuela, el socialismo deberíamos buscarlo en esos puntos de
rebelión contra el orden capitalista existente: en las escasas y siempre
acosadas comunas, en los campesinos que continúan ocupando tierras, en el
movimiento de pobladores que fomenta los proyectos autoorganizados de vivienda
e intenta reconcebir y reconfigurar la vida urbana más allá de la lógica del
capital.
Resulta
preocupante que la mayor parte de las personas comprometidas con el proyecto
bolivariano desde el exterior no parezcan interesados por saber dónde está el
socialismo en el país o de si podrá recuperarse. Tal vez nunca les interesó
verdaderamente el socialismo, o simplemente piensan confían en que alguna mano
invisible pueda llevarnos allí, o sientan que el socialismo venezolano es un
fenómeno meramente local que a ellos, como extranjeros, no les involucra. Este
último punto de vista es manifiestamente falso pues el socialismo, más que
cualquier otro proyecto político, es una empresa compartida e internacional.
Adaptando la pregunta de Chávez y combinándola con el requerimiento de Mao de
recordar la lucha de clases, creo que deberíamos preguntarnos: “¿Dónde está la
rebelión popular contra el orden capitalista en Venezuela?”. Solo planteándonos
este tipo de cuestiones podremos empezar a identificar los focos que necesitan
ser visibilizados y estimulados en el proyecto venezolano actual.
Chris Gilbert es profesor de ciencias políticas en la Universidad
Bolivariana de Venezuela
El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete
su integridad y se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente
del mismo
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