La industria farmacéutica se viste de
muerte
KAOSENLARED
Publicado el 17 May, 2021
La
pandemia, que ya ha causado más de tres millones de muertos e infectado a 160
millones de personas, ha demostrado una vez más que la plutocracia prioriza el
bienestar de los ricos y actúa con obsceno “racismo criminal” contra los países
del tercer mundo que históricamente han sido esclavizados, explotados o
ignorados
La
industria farmacéutica, sabiendo que “el bichito” iba a mutar en gallina de los
huevos de oro, se frotó las manos para inundar los mercados de vacunas que
pondrían de nuevo “un precio a la vida”. Los inversores y Cía acumularían
fortunas para seguir construyendo un modelo de sociedad donde el control masivo
sustituye a la libertad y la democracia es amputada en aras de “la inmunidad de
rebaño”[1].
Los
laboratorios, cuyos nombres todos conocemos, pronto nos mostraron su lado más
oscuro y, con una falta de ética y empatía que clama al cielo, fueron vendiendo
sus vacunas al mejor postor. Los Gobiernos aprovecharon la ocasión para sembrar
miedo y desviar el foco de “los problemas más graves y urgentes”. Su receta:
pelear para regresar a la sociedad ideal, la del adagio del “burro, la noria,
el palo y la zanahoria”.
La
pandemia, que ya ha causado más de tres millones de muertos e infectado a 160
millones de personas, ha demostrado una vez más que la plutocracia prioriza el
bienestar de los ricos y actúa con obsceno “racismo criminal” contra los países
del tercer mundo que históricamente han sido esclavizados, explotados o
ignorados. Nadie se molesta en limpiar la sangre, aunque sea por una cuestión
de “estética”.
Es
difícil comprender como los pueblos, acobardados por la pandemia y por el temor
de que les quiten el trozo de tarta que les regala “Papa Noel”, no se rebelen
contra Gobiernos ambiguos y la avaricia de los laboratorios-fantasma que
aspiran a hacer “el negocio del milenio” aprovechando el sufrimiento de los
débiles y de los que no tiene dinero ni medios para vacunarse en Dubai o en las
playas de Miami.
Hoy día
la rebelión es una necesidad. Si dejamos nuestras vidas en manos de los
políticos que siguen las directrices de Bruselas y de la Casa Blanca, estamos
aceptando una “parálisis cerebral” que nos llevará, en silla de ruedas, a la
puerta del acantilado donde deciden la vida o la muerte esos robots-policías de
la Era del Post-coronavirus.
Ahora
EEUU, que ya ha vacunado a gran parte de su población, al igual que Reino Unido
e Israel, dice a través de la boquita de Biden que se deben liberalizar las
patentes para salvar a “todo el mundo”. Otra vez llegan los buenos «tras haber
despreciado vacunas, como la china o la rusa, que podrían haber ahorrado
muerte, hambrunas y sufrimiento a gran parte del mundo, y protegido su economía
y millones de puestos de trabajo».
La
Unión Europea tiene el corazón partido y no sabe qué hacer mientras la gente
del tercer mundo, encabezados por India (donde la gente muere diariamente en la
calle) vive en un auténtico infierno.
La
presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo recientemente,
relajada, con el clítoris apaciguado, que Europa “está abierta a todas las
propuestas” pero dio a entender que la liberación de las patentes es una
salvajada. La UE, que cada vez nos representa menos, defiende así su rechazo
neofascista a liberalizar las patentes : “¿Y si viene otra pandemia, quien
se va a molestar en fabricar vacunas?”.
El
negocio de las vacunas produce réditos políticos y económicos. Los países que
gestionen bien la pandemia avanzarán décadas sobre los que se quedarán en la
estacada, allí donde la frontera es alambrada. Como siempre, el gran perdedor
será el pueblo. La casta está a salvo. Si en su país las cosas empeoran, queda
el exilio de oro.
En
España la gestión es patética. No sé si alguien sigue creyendo que tenemos el
mejor sistema sanitario del mundo. La manipulación y la mentira “no nos hace
libres”, nos hace ignorantes, condición idónea para convertirnos en seres
agradecidos, sumisos. Creer que la derecha lo hubiera hecho mejor es sinónimo
de vivir en el limbo.
Sobre
los botellones o fiestas desbocadas de una parte de la juventud se deduce que
para ese colectivo es más importante divertirse que la salud de los mayores.
Tampoco se descarta que muchos de ellos odien a sus padres y/o a “los abuelos
de la patria” (consciente o inconscientemente) y sueñen con asesinarlos
virtualmente.
Por
otra parte, los mensajes confusos y ambiguos de los Gobiernos (muchos títeres
de los plutócratas y del “Gran Hermano) explican claramente la reacción del
rebaño. Cuando no hay pastor ni integridad moral y se huele la llegada del
lobo, se produce la diáspora de las ovejas descarriadas. El baile terminará
cuando los buzos exploren los palacios venecianos y las máscaras devoren el
verdadero rostro del hombre.
[1] Sigo utilizando la palabra rebaño, como hacían los
medios de comunicación al principio. Ahora los portavoces del sistema dicen,
por ordenes de sus superiores, inmunidad de grupo. Es más adecuado el primer
término, pues como rebaño nos trata “la jerarquía celestial” que gobierna el
mundo.
Blog
del autor: Nilo Homérico
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