BREVÍSIMA SEMBLANZA Y HOMENAJE A LA COMUNA DE PARÍS: LA EVALUACIÓN DE MARX Y LA DEMOCRACIA ECOMUNITARISTA
Rebelión
17/03/2021
En este artículo el autor
reflexiona sobre la Comuna de París (1871) y las lecciones que todavía nos
puede ofrecer para construir una sociedad ecomunitarista.
En marzo de 2021 se conmemoran
los 150 años del inicio de la Comuna de París. Esa experiencia de poder popular
en París duró sólo desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, pero hasta hoy
es una referencia obligada para todas las luchas que se proponen construir un
nuevo orden socioambiental sostenible, más allá del capitalismo.
Marx (en “La Guerra civil en
Francia”) dirá que la Comuna demostró que no basta con que la clase obrera
asuma el poder del Estado vigente para ponerlo a su servicio (pues deberá
destruirlo para crear otro, que luego tendrá que extinguirse), y reconocerá
todos los méritos revolucionarios de las medidas adoptadas por la Comuna. Así,
destaca: “La Comuna se formó con los concejales elegidos por sufragio universal
en los distintos distritos de Paris. Eran responsables y sustituibles en
cualquier momento. La mayoría de ellos procedía evidentemente de los obreros y
de representantes de la clase obrera. La Comuna no debía ser un cuerpo
parlamentario sino un cuerpo ejecutivo y legislativo al mismo tiempo. La
policía, que hasta entonces había sido el instrumento del gobierno estatal, fue
despojada inmediatamente de sus peculiaridades políticas y transformada en un
instrumento de la Comuna responsable y sustituible en cualquier momento. Lo
mismo ocurrió con los funcionarios de todas las ramas de la Administración.
Desde los miembros de la Comuna hacia abajo, el servicio público tenía que ser
realizado por un salario obrero. Desaparecieron los derechos adquiridos y los
dineros de representación de las altas dignidades del Estado a la vez que
desaparecieron ellas mismas. Los cargos públicos cesaron de ser propiedad
privada de los esbirros del gobierno central. En manos de la Comuna se puso no
sólo la administración municipal sino también toda la iniciativa que hasta
entonces había sido tomada por el Estado”.
La Comuna anula los alquileres
no pagos entre octubre de 1870 y abril de 1871, suspende la venta de los
objetos depositados en préstamo pignoraticio (y autoriza la devolución gratuita
de los de valor inferior a 20 Francos), da tres años de mora para el pago de
deudas pendientes, paga una pensión a las viudas y huérfanos de guardias
nacionales muertos en combate (y crea orfelinatos) y también a los heridos,
edita un decreto de requisición de casas vacías para alojar a víctimas de los
bombardeos de los prusianos y versalleses, instala ventas públicas de alimentos
con precios solidarios, distribuye comidas gratis y bonos de pan; también
readopta el calendario republicano y asume como símbolo la bandera roja.
En el plano social y político destacan sus iniciativas favorables a los
trabajadores y a la democracia directa o participativa. Así expropia sin
indemnización las propiedades de Thiers, y con indemnización los talleres
abandonados por sus propietarios (huidos a Versalles), para ponerlos a
disposición de cooperativas obreras, al tiempo en que los encargados serían
elegidos por los trabajadores, la jornada laboral sería reducida a 10 horas
(pues era entonces de por lo menos 12) y se establece un salario mínimo; los
burós de empleo son municipalizados, se prohíbe el trabajo nocturno en las
panaderías, se persigue el trabajo clandestino y se prohíben las multas con
deducción de salario tanto en el sector público como en el privado. La
democracia directa o por lo menos participativa es establecida en las empresas:
un consejo de dirección es elegido cada 15 días y un obrero es encargado de
transmitirle las reclamaciones. Y desde el 22 de marzo el llamado del Comité
Central de la Guardia Nacional enuncia que “los miembros de la asamblea
municipal, sin cesar controlados, vigilados, discutidos, son revocables…y responsables”
ante los ciudadanos y que su mandato es imperativo. Se organiza un movimiento
femenino-feminista que entre otras cosas reclama igualdad de salarios entre
hombres y mujeres (hoy todavía por alcanzar en la mayor parte del Planeta); y
la Comuna reconoce la unión libre. La educación es laicizada y se abren dos
escuelas profesionales, una de muchachos y otra de mujeres; las directrices
para la enseñanza femenina quedaban a cargo de una comisión exclusivamente
femenina; se establece la igualdad salarial entre hombres y mujeres en el
personal de la educación, remunerado por el municipio; algunos distritos
decretan la educación laica y gratuita. La Comuna decide que los funcionarios
(incluyendo los de la Justicia y la enseñanza) serán elegidos por sufragio
universal, y tendrán un salario máximo anual equivalente al de un obrero,
prohibiéndose la acumulación de salarios. También reconoce la libertad de
prensa, que sirve para que en París los periódicos reaccionarios lancen
violentos ataques contra la Comuna, y cuando son prohibidos, reaparecen
rápidamente con otro nombre (mientras que en Provincias los periódicos
favorables a la Comuna eran completamente prohibidos por el gobierno
versallés). La Comuna también decreta la gratuidad de los actos notariales (como
el contrato de casamiento) y prohíbe las prisiones sin mandato, al tiempo en
que instaura una fiscalización de las cárceles. Y proclama la separación de la
Iglesia en relación al Estado (y la supresión del financiamiento de cultos y la
nacionalización de las propiedades eclesiásticas y religiosas).
Y también acoge la Comuna en la
ciudadanía a los extranjeros (superando la exclusión a la que estaban
condenados desde la democracia ateniense y que aún no ha sido superada en la
gran mayoría de los países) a partir de considerar que “la bandera de la Comuna
es la de la República universal y que toda ciudad tiene el derecho de dar el
título de ciudadano a los extranjeros que la sirven”.
Ahora bien, Marx dirá también
que la Comuna tuvo omisiones y errores capitales para la suerte revolucionaria,
como lo fueron no haber atacado Versalles y no haber expropiado el tesoro del
Banco de Francia.
Pero ya en 1875 Marx opinó
también que la Asociación Internacional de Trabajadores (que él contribuyó a
crear en 1864) perdió vigencia tras la Comuna de París de 1871; nótese que
entonces ya se había inaugurado la época de los Partidos Obreros laborando al
interior de cada Estado europeo (como ocurría, por ejemplo, en Alemania). De
ahí que las ricas observaciones de Marx acerca de la democracia obrera se dan
en el marco de su crítica al programa que el Partido Obrero alemán había
formulado en las bases resumidas en su Congreso realizado en la ciudad de
Gotha. Y eso a pesar de que en Francia, por ejemplo, la vieja SFIO (Sección
Francesa de la Internacional Obrera) sobrevivirá hasta 1905 cuando será
sustituida por el Partido Socialista (el que, a su vez, se verá dividido en
1920 por la creación del Partido Comunista). Hay que recordar que tras la
muerte de Marx se crea en 1889, para conmemorar los 100 años de la Revolución
Francesa, la Segunda Internacional, cuyo perfil unionista de los esfuerzos de
los Partidos socialdemócratas de Europa naufragó estrepitosamente al declararse
la Primera Guerra Mundial en 1914, pues la mayoría de sus afiliados se plegó al
gobierno de su país en la guerra inter-imperialista, abandonando el
internacionalismo proletario (mantenido por honrosas excepciones, como la
de Lenin, que rompieron con aquella Internacional).
Ahora, en su Crítica al programa
de Gotha Marx postula que la democracia socialista obrera debe ser
caracterizada como la dictadura del proletariado, una vez que el Estado es una
máquina de dominación de una clase sobre otras. Esa dictadura deberá apoyarse,
según Marx, en la puesta de los medios de producción bajo dirección obrera,
como patrimonio común (por lo que la democracia comienza en cada fábrica, como
lo quiso el ministro de Mitterrand expulsado de su cargo cuando dijo que la
ciudadanía debía transponer hacia adentro los portones de las fábricas).
En el socialismo cada uno deberá recibir según su trabajo (apuntando hacia la
sociedad comunista en la que, en base a un derecho desigual, cada uno
contribuirá según su capacidad y recibirá según su necesidad); y el trabajo, su
duración y la participación femenina e infantil deberán estar regulados (dando
potestad a los obreros para denunciar ante tribunales los abusos). Marx opina
que en esa nueva democracia la educación debe ser financiada y fiscalizada por
el poder público, pero se niega a que la Escuela esté en manos del Estado (y,
obviamente, tampoco en manos de Iglesias, pues Marx pregona la liberación de
“la conciencia de todo fantasma religioso”; Crítica al programa de Gotha, p.
25); nótese que Marx no es favorable a la simple prohibición del trabajo
infantil pues considera que la búsqueda de la superación de la división entre
trabajo manual y trabajo intelectual, con la consecuente expansión de un
individuo multilateralmente desarrollado, debe incluir la actividad productiva
en el proceso de educación de la juventud (ibid., p. 26); igualmente ve al
trabajo productivo como componente indispensable en la recuperación de los
presidiarios (ibid., p. 27).
Por nuestra parte, inspirados
en la democracia instaurada por la Comuna, proponemos en perspectiva
ecomunitarista que el nuevo orden democrático poscapitalista debe, entre
otras cosas:
1) estar basado en la
democracia directa (hoy facilitada por los recursos de internet),
2) superar la división en
Partidos, a partir de la participación protagónica del conjunto de la
ciudadanía,
3) las responsabilidades
representativas que sea imprescindible mantener deben ser rotativas y con un
número de mandatos consecutivos limitados a dos (para evitar la emergencia de
una nomenklatura dominante) y revocables a cualquier momento por los
electores,
4) esa democracia debe tener
carácter pluri e intercultural, y
a) debe hacer realidad el
principio que reza “de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades,
manteniendo los equilibrios ecológicos y la interculturalidad” mediante una
economía ecológica y sin patrones, con actividades rotativas y tiempo de
actividad productiva tendiente a cero (cuando todos trabajan, cada uno trabaja
menos, lo que se potencia con la tecnología ya disponible y la que vendrá, para
sustituir por máquinas el esfuerzo humano, dejando a los humanos más tiempo
libre para la cultura, los deportes formativos-cooperativos y el ocio),
b) pone en manos de las
comunidades los monopolios y oligopolios mediáticos actuales, para que la
comunicación comunitaria se vuelva libre y simétrica (donde no habrá una casta
de “formadores de opinión”, pues tod@s lo serán),
c) se apoya en una educación
ambiental socialmente generalizada, que atraviesa todos los espacios de la
educación formal y no formal (y que integra una educación sexual
promotora de una erótica liberadora que defiende el libre y consensuado placer compartido
que no dañe a la salud de l@s amantes, y una educación física
promotora del deporte formativo y cooperativo),
d) promueve una estética de la
liberación (donde cada un@ será crador/a de arte
y cultivad@ disfrutador/a de la misma, en todas sus expresiones), y
e) habrá de abarcar al Planeta
entero en una Organización de los Pueblos Unidos, en la que desaparecerá la
asimetría hoy reinante en la ONU entre países dominantes y países sometidos, y
en la que, mediante un permanente intercambio solidario en todos los órdenes,
se irán borrado las fronteras entre países.
Bibliografia mínima
López Velasco, Sirio (2017).
Contribuição à Teoria da Democracia: uma perspectiva ecomunitarista, disponible
gratuitamente en https://www.editorafi.org/196sirio
Marx, Karl (1871). La guerra
civil en Francia, in C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, vol. II, p.
214-256, Ed. Progreso, Moscú
. . . (1875). Crítica al
programa de Gotha, in C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, vol. III, p.
9-27, Ed. Progreso, Moscú .
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