CÓMO LA CRISIS CREADA
POR LA PANDEMIA AFECTA A LAS FAMILIAS ESPAÑOLAS
Viçen Navarro
Artículo publicado en el diario Público
8 de junio de 2020
La enorme crisis
económica y social que estamos sufriendo, que no tiene precedentes en nuestra
historia, está afectando muy negativamente a la calidad de vida y el bienestar
de nuestra población, incidiendo con especial intensidad en las clases
populares de nuestro país. Varios son los indicadores de esta realidad. Uno, de
especial importancia, es el enorme aumento del desempleo. El porcentaje de la
población adulta que desea un puesto de trabajo y no lo consigue está
aumentando casi exponencialmente, hablándose de que podría llegar a alcanzar
niveles nunca vistos antes en nuestro período democrático. El sistema de
protección social existente en España no puede atender a tantos de nuestros
conciudadanos. Ni que decir tiene que el real decreto-ley que establece el
Ingreso Mínimo Vital ayudará a paliar tanto daño. Es una intervención pública de
enorme valor. Pero necesita ser complementada con la creación de puestos de
trabajo para reducir y anular el desempleo. De ahí la urgente necesidad de que
se considere una responsabilidad pública de primera magnitud la de mantener y
crear empleo, ayudando a los empleadores para que mantengan y expandan su
población empleada, y creando empleo público en las muchas áreas y servicios
donde hay un enorme déficit de personal, sin olvidar que otra medida de
creación de empleo (raramente citada) es la reducción del tiempo de trabajo por
trabajador. En realidad, las 40 horas semanales son claramente excesivas,
atendiendo al enorme aumento de la productividad que ha tenido lugar en España
durante el período en que ha estado vigente esta estructura de horas de trabajo
(los trabajadores españoles son los cuartos en cuanto a horas trabajadas por
semana en la UE-15, solo por detrás de los trabajadores griegos, portugueses y
luxemburgueses). Y una de las áreas donde la inversión pública para crear
empleo es más eficaz es, precisamente, en los servicios públicos de atención a
las familias (escuelas de infancia y servicios a la dependencia), definidos
como el 4º pilar del Estado del Bienestar y cuyo acceso debería ser un derecho
ciudadano, que complementara los otros tres derechos que sostienen el Estado
del Bienestar, a saber, el derecho a la salud y atención médica, el derecho a
los servicios 78 educativos y el derecho a la jubilación, todos ellos
reconocidos en la Constitución Española. Estos servicios del 4º pilar del Estado
del Bienestar están hoy poco desarrollados y tienen escasos recursos
(incluyendo de personal), siendo uno de los países de la UE-15 con menos
empleados en ellos. Ello explica la baja participación de la mujer en el
mercado de trabajo, pues tal integración requiere de la existencia y
accesibilidad a tales servicios. Se ha calculado que, por cada nuevo puesto de
trabajo creado en estos servicios, se genera la posibilidad de que dos mujeres
más se puedan integrar en el mercado de trabajo. En realidad, parte del retraso
económico del país se debe a la baja participación de la mujer en el mercado de
trabajo (62% en España frente al 80% en Suecia en la franja de edad de 20 a 64
años).
El incremento de las
desigualdades familiares Otro efecto negativo de la crisis actual está siendo
el aumento todavía más marcado de las desigualdades por clase social y por
género, hoy de las más acentuadas en la UE[1]15.
En términos de desigualdad económica, y con datos de la OCDE (2016), España
tiene un índice de Gini (representando el valor 0 una sociedad perfectamente
igualitaria, y el valor 1 una sociedad perfectamente desigual) de 0,341, frente
al 0,301 de media en la UE[1]15.
En términos de desigualdad de género, según el Gender Inquality Index de la ONU
(2016), España presenta un nivel de desigualdad del 8%, frente al 7,6% de media
de la UE-15, y muy lejos de países como Suecia (4,4%), Finlandia (5,8%) o
Dinamarca (4%).Las clases populares, así como las mujeres, tienen menos
recursos y menos oportunidades y posibilidades a su alcance que las clases
medias de rentas altas y las clases pudientes, y que los hombres. Estas
desigualdades, muy acentuadas en España ya antes de las crisis, se están
incrementando todavía más, de una manera muy notable. La falta de puestos de
trabajo y el deterioro de las condiciones laborales, con un claro aumento de la
precariedad, se están generalizando en el mercado de trabajo. Y los recortes de
servicios y transferencias públicos destinados a las familias –tanto en las mal
llamadas “guarderías” como en los servicios de atención a la dependencia–
están sobrecargando a las familias españolas y, muy en especial, a las mujeres
(en España, decir “familia” equivale a decir “mujer”). Estas, que tienen tres
veces más enfermedades derivadas del estrés que los hombres, van a estar
todavía más estresadas, pues además de perder o ver 79 muy reducidas las ayudas
y servicios públicos (como los servicios y fondos de dependencia), están
teniendo más dificultades para conseguir buenos trabajos.
De ahí que, si bien todas
las mujeres están sufriendo las consecuencias de la enorme crisis, las que se
ven más afectadas son las mujeres de la clase trabajadora, que constituyen la
mayoría de las familias de las clases populares y que son además la mayoría en
los sectores esenciales, como sanidad y servicios sociales, que fueron
recortados por las fuerzas políticas que se presentan como las fuerzas más
profamilia y más patriotas (confundiendo, como siempre, “patria” con los
intereses de las personas pudientes y no con los intereses de la mayoría de la
población). Este gran deterioro de las clases populares va acompañado de un
gran crecimiento de la riqueza de las clases más pudientes, que alcanza
dimensiones obviamente exageradas. Las 23 personas más ricas de España han visto
crecer su riqueza un 16% durante estos dos meses y medio de gran crisis,
mientras que la mayoría de la población la ha visto disminuir enormemente. Es
sorprendente y, a su vez, significativo del gran dominio que el pensamiento
conservador y neoliberal tiene en la cultura política y mediática del país, que
la propuesta de crear un impuesto a las grandes fortunas en España, hecha por
Unidas Podemos y sus confluencias, haya creado tal hostilidad por parte de la
mayoría de esos medios.
Por qué las desigualdades de clase y género se están
acentuando con la pandemia
Existe un amplio consenso social que el Estado
debería facilitar que todo ciudadano tenga las mismas oportunidades para poder
desarrollar el enorme potencial que tiene cada ser humano. La igualdad de oportunidades
es un objetivo ampliamente aceptado en el panorama político de cualquier país
(al menos, en teoría). Se afirma que el hijo de un empleado de la banca debería
tener las mismas oportunidades para prosperar que el hijo de un banquero. Ahora
bien, el hijo de un banquero nace ya con una enorme ventaja sobre el hijo de un
empleado de la banca. De ahí que las herencias familiares condicionen
enormemente lo que cada persona pueda desear y aspirar. Como decía irónicamente
Mark Twain, “la decisión más importante de tu vida es la elección de quiénes
serán tus padres”. El hecho de que dicha elección, en realidad, no sea tal,
explica la injusticia de nuestras sociedades. Pero sí que pueden reducirse
estas enormes desventajas de partida mediante 80 toda una serie de
intervenciones, desde una política fiscal más progresiva hasta un sistema de
formación y educación más igualitario. Y ahí es donde la educación temprana
juega ya un papel clave. Las que en la mayoría de los países se llaman
“escuelas de infancia”, y que en España se conocen como “guarderías” (lo que
muestra que tales escuelas son percibidas como aparcamientos para las
criaturas, mientras los padres trabajan), juegan un papel fundamental. Ni que
decir tiene que el aspecto de guardar a las criaturas es un elemento
importante, ya que facilitar a las madres integrarse en el mercado de trabajo
es de una gran importancia (como se ha visto durante el período en el que todas
las escuelas han estado cerradas mientras se han ido abriendo las empresas). Pero
igualmente importante es el componente educativo en la edad comprendida entre
los 0 y los 6 años (incluyendo la etapa de 0-3 años), que es clave para el
desarrollo cognitivo y emocional de las criaturas. La evidencia de ello es
abrumadora. Y si visitan una escuela de infancia en Suecia, lo podrán
comprobar. Niños jugando con muñecas y niñas jugando con tractores, rompiendo
los roles de género preestablecidas y los estereotipos de lo que se asume
significa ser mujer y hombre.
La conciliación familiar: una necesidad todavía no resuelta
La integración de la
mujer en el mercado de trabajo requiere de la corresponsabilidad del hombre en
las tareas familiares. Si ello no ocurre, las mujeres seguirán estando muy
estresadas; y un indicador de tal estrés es la bajísima tasa de fertilidad, una
de las más bajas del mundo. La mujer española es la que tiene hijos en edad más
avanzada, lo que causa también su baja fertilidad (el número de nacimientos por
mujer fértil es de 1,26, cuando debería ser de 2, según expresa la mayor parte
de la población cuando se le pregunta cuántos hijos les gustaría tener). Las
dificultades para desarrollar un proyecto de vida con acceso a un trabajo
estable y con ingresos suficientes para una vida digna es una de las
principales razones de esa baja fertilidad, a la que se añade el desequilibrio
en las responsabilidades familiares. Y esta es otra consecuencia de la
pandemia: el descenso de la fertilidad y, por lo tanto, del crecimiento
demográfico, acentuado todavía más por la elevada mortalidad consecuencia de la
pandemia. Estas son las consecuencias del contexto económico y político
español, caracterizado por una gran desigualdad por clase social y por género,
que ha aparecido con toda claridad durante la pandemia, lo cual ha mostrado el
gran retraso social de este país.
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