Las mentiras
de una campaña
Ni la Constitución de 1978 es franquista, ni una
Monarquía es por fuerza antidemocrática ni Juan Carlos I está imputado
José
Aguilar
Diario de
Sevilla
09 Agosto,
2020
La campaña en marcha liderada por Pablo
Iglesias, Quim Torra, Ada Colau y otros compañeros insurrectos toma la salida
del Rey emérito decidida por el Rey en ejercicio como pretexto para cargarse la
Monarquía, la Constitución y el sistema nacido en 1978. Tiene una base de
origen sólida (la actuación del emérito ha sido impresentable) y un eslabón
débil: se ha construido sobre varias mentiras.
La primera de todas, la más gorda, es
la que niega que el régimen que tenemos sea auténticamente democrático, puesto que
nació de un pacto con el franquismo. La Constitución de 1978 fue fruto, sí, de
un pacto extraordinariamente positivo, que enterró la guerra civil, liberó a
los presos políticos, dio autonomía a las nacionalidades y regiones y consagró
más derechos políticos y sociales que la republicana de 1931. Si no hubiera
democracia, sino neofranquismo ¿cómo iba a ser vicepresidente del Gobierno
Pablo Iglesias? Otra mentira: si la forma de Estado es una institución tan
anacrónica como la monarquía hereditaria, eso significa que no es
auténticamente democrática (como si no existieran repúblicas autoritarias o si
tres monarquías ricas como Suecia, Dinamarca y Noruega no estuvieran a la
cabeza del mundo en calidad democrática).
Desmontemos más mentiras de la campaña.
Juan Carlos I no ha huido de la Justicia. Sus cuentas opacas pueden ser
constitutivas de delito, seguramente lo serán, pero de momento no está
imputado. Su situación procesal es exactamente la misma que la de Pablo
Iglesias (uno por Corinna, otro por Dina): la Fiscalía los investiga, pero nada
más. Los dos son presuntamente inocentes. Si lo juzgan y condenan será a él, no
a la Monarquía. Y más: Juan Carlos I fue impuesto por Franco, pero lo primero
que hizo fue desmontar la dictadura tras renunciar a los poderes omnímodos que
Franco le dio. No puede presumir de legitimidad de origen, pero sí de plena
legitimidad democrática de ejercicio: fue el motor de la transición a la
democracia, la salvó en su momento de mayor peligro (23-F) y ayudó
decisivamente a colocar a España en Europa y el mundo.
Todas estas mentiras tienen un doble
objetivo: ocultar la extrema debilidad de Unidas Podemos, fagocitada por la
voracidad de Pedro Sánchez, y disputarle a éste el único caladero de votos de
izquierda en el que aún hay margen de maniobra, el de las jóvenes generaciones
más ignorantes y menos identificadas con los valores del pasado. O sea, la
campaña es contra el PSOE.
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