A mi nadie
me ha dicho qué se ha hecho con lo que mes a mes durante mi vida laboral, más de treinta años, he ido pagando a la Seguridad Social para seguir cobrando una paguita
(que es mía, no empecemos a marear la perdiz si tengo derecho o no, porque es
que es mía, mía, oiga) cuando me jubilara. Nadie me ha dicho: mira, Manolo, con
todo este dinero que vas pagando se echa a este cajón; de este cajón se va cogiendo
para hacer escuelas; carreteras; se van pagando las investigaciones que se hacen
en la universidad; se van haciendo estas empresas estatales, como ENDESA,
TELEFÓNICA, COMPAÑÍA DE HIDROCARBUROS, IBERIA; se hacen el Banco Hipotecario e
España, el Banco de Crédito Industrial, el Instituto Nacional de Industria,
RENFE, etc., etc., etc.; se paga a la Guardia Civil para que no te roben, se
paga a la policía para que no te roben: se pagan a los jueces para que juzguen
recta, justa e imparcialmente. En fin, y diecinueve millones de más cosas.
Tampoco se me
ha dicho: mira, Manolo, el cajón donde se guardaba tu dinero junto al dinero de
millones de trabajadores lo ha estado guardando el ilustrísimo, excelentísimo,
agudísimo y más listo que el hambre el banquero don fulano, conde-duque-varón
de sacatierra de pillo y engancho, por lo que evidentemente, contra su voluntad,
ha logrado enriquecerse que no veas tío: él y varias generaciones por delante
de los suyos, con mi dinero y el de millones de trabajadores como yo, que
tampoco quiero hacer de esto uan cuestión estrictamente personal.
Y, claro,
como no se me ha dicho nada de esto, pues yo tengo mis dudas. La más primera de
todas: en el Pacto de Toledo donde se está ventilando si me quitan del todo de
una vez o de a pocos en pocos mi pensión, ¿son los fondos de inversión los que
se las llevan, o son los buitres que dicen que me representan los que hacen que
los fondos se las lleven, formando el dame la manita Pepe Luis, que vamos a
formar un fondo buitre de inversión?
* * *
Cuando los
fondos buitre vuelan por el cielo, algún cadáver se pudre sobre el terreno.
DIARIO OCTUBRE / diciembre 19, 2019
Juan Manuel Olarieta.— Los fondos buitre son una
manifestación del capitalismo en su etapa decadente y última, pero no suponen
ninguna novedad que no fuera conocida en el siglo XIX. La gigantesca
concentración de capital experimentada a lo largo de décadas es lo que los ha
puesto en un primer plano.
Su presencia está en las grandes sociedades por
acciones (“anónimas”), en las que el capital experimenta un desdoblamiento
entre propietarios (accionistas) y gerentes, como ya explicó Marx.
Bajo el imperialismo esa duplicidad se desarrolla
hasta sus últimos extremos, ya que las sociedades por acciones se convierten en
el prototipo del capital y, sobre todo, del capital monopolista, así como por
la fusión entre la industria y la banca, es decir, el surgimiento del capital
financiero.
Ese mecanismo financiero permite que una minoría (del
capital) se imponga por encima de la mayoría, dando lugar a esos escándalos que
periódicamente jalonan los titulares de las noticias cerca de fraudes y
bancarrotas que arruinan a los “pequeños accionistas”.
A pesar de ser minoritarios en términos cuantitativos,
los monopolios están dirigidos por el contubernio entre un reducido número de
propietarios y los gerentes.
La mayor parte de las acciones forman una parte del
capital, llamado “flotante”, que representa la masa pasiva del capital, que se
limita a acudir a las juntas de accionistas pero carece de peso en la
administración del monopolio. Son los vividores, esos rentistas ociosos de los
que hablaba Lenin (1), la casta de parásitos engendrada por el capitalismo
contemporáneo que no necesitan dar un palo al agua porque viven del “corte de
cupón”, es decir, del dinero que han invertido en comprar acciones y de la
rentabilidad de las mismas.
Una minoría es el “núcleo duro” que controla la
gestión, poniendo de manifiesto que en cualquier monopolio tan importante -al
menos- como la propiedad es la gestión (“el día a día”).
Este mecanismo financiero tiene la ventaja de poder
controlar más empresas con menos dinero y, por lo tanto, de repartir el riesgo.
Los grandes capitalistas no necesitan poner todos los huevos en la misma cesta.
Los fondos de inversión reparten su dinero entre múltiples monopolios, muchas
bolsas de valores del mundo y muchas divisas diferentes.
Otra de las ventajas es que la rentabilidad se
duplica. El accionista obtiene un rendimiento económico no sólo por el
dividendo, es decir, por los beneficios que obtiene el monopolio, sino también
por la venta de sus acciones, y esta operación puede ser mucho más rápida y
rentable que la anterior.
Así surge la especulación más típica. El capitalista
no necesita esperar un año a que el monopolio reparta beneficios; no tiene más
que comprar y vender acciones en la bolsa para lucrarse (o arruinarse) con la
diferencia de precio de un día para otro.
Son los grandes y pequeños “pelotazos”. Nadie se puede
extrañar de que el Banco de Santander comprara otro, el Banco Popular, por el
módico precio de un euro y alguien pensará que por ese dinero a él también le
hubiera interesado tener su propio banco…
Los fondos de inversión característicos ponen su
dinero en monopolios estables sobre cuya gestión influyen. Los fondos buitre
buscan monopolios inestables o provocan la inestabilidad para que caiga la
cotización de las acciones, comprarlas a buen precio, reflotarlas y luego
revenderlas.
En una época, como la actual, en la que el capitalismo
agoniza, los carroñeros están a la orden del día, lo que se expresa en
titulares periodísticos como “Los fondos buitre toman el control de las casas
de apuestas” (2). La noticia informaba de que desde el mes de julio de este año
los 3.000 locales de Sportium están en manos de Cirsa, una filial del fondo
buitre Blackstone. A ellos hay que añadir cuatro casinos, 37 bingos, 29.900
tragaperras, 178 salones de juego…
La voracidad burguesa no tiene límites. La jungla
capitalista no sólo está llena de monopolios que pasan por dificultades
económicas, sino también de Estados endeudados hasta las cejas y cuyas
obligaciones se cotizan por los suelos en cualquier bolsa de valores del mundo.
El paisaje capitalista de cada día está repleto de
este tipo de personajes: presas y depredadores, monopolios y Estados que
agonizan lentamente, rentistas, parásitos y carroñeros al acecho de su próxima
víctima. “El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados usureros y una
mayoría gigantesca de Estados deudores”, escribió Lenin (3).
“El Estado rentista es el Estado del capitalismo
parasitario y en descomposición, y esta circunstancia no puede dejar de
reflejarse tanto en todas las condiciones político-sociales de los países
correspondientes, en general, como en las dos tendencias fundamentales del
movimiento obrero en particular”, añadió (4).
Los fondos buitre reflejan, pues, al capitalismo
típico de su última etapa: la de decadencia. Pero eso es sólo una parte. Junto
a ellos están los países carroñeros y parásitos, así como esa tendencia dentro
del movimiento obrero que se mueve en la misma dirección parasitaria y
decrépita. Algún día habrá que hablar más despacio de esos movimientos
políticos y sociales caracterizados por la degeneración y la descomposición de
la sociedad actual, porque cuando Lenin hablaba de que el imperialismo significaba
la crisis del capitalismo, no se refería sólo a una crisis económica sino a una
crisis general de la sociedad actual, de la que no escapa nadie.
Por eso cuando los fondos buitre vuelan por el cielo,
es porque algún cadáver se está pudriendo sobre el terreno. Pero tan importante
como mirar hacia arriba es mirar hacia abajo y descubrir la carroña que hay
alrededor.
(1) Lenin, El imperialismo, fase superior del
capitalismo, Pekín, 1972, pg.127
(2) www.vozpopuli.com/economia-y-finanzas/empresas/fondos-buitre-control-apuesta-Espana_0_1264974505.html
(3) Lenin, op.cit., pg.129.
(3) Cit., pg.130.
(2) www.vozpopuli.com/economia-y-finanzas/empresas/fondos-buitre-control-apuesta-Espana_0_1264974505.html
(3) Lenin, op.cit., pg.129.
(3) Cit., pg.130.
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