¿Vuelve la lucha de clases?
Rebelión
TopoExpress
04.05.2019
Nota de edición: Para prestigiosos autores de orientación marxista y posmarxista, la lucha de clases remite exclusivamente al conflicto entre proletariado y burguesía. ¿Pero era esta la visión de Marx y Engels? ¿Cuáles son hoy en día las múltiples luchas de clases? |
Mientras la crisis económica acentúa la polarización social y, actualizando la memoria histórica de la Gran Depresión que estalló en 1929, condena a muchos millones de personas al desempleo, a la precariedad, a la angustia diaria por la subsistencia e incluso al hambre, menudean los artículos y ensayos que hablan de una «vuelta de la lucha de clases».
Entonces, ¿había cesado? A mediados del
siglo XX, al criticar duramente el «dogma» de la teoría marxiana de la
lucha de clases, Ralf Dahrendorf (1963, pp. 112 ss. y 120-121) resumía
así las metas alcanzadas por el sistema capitalista: «La posición social
del individuo [depende ya] de las metas educativas que ha conseguido
alcanzar». Y eso no era todo; también había «un parecido cada vez mayor
de las posiciones sociales de los individuos», y era innegable la
tendencia a una «nivelación de las diferencias sociales». Pese a todo,
el autor de este panorama color de rosa se veía en la obligación de
polemizar con otros sociólogos, según los cuales nos encaminábamos
espontáneamente hacia «una situación en la que ya no existirían ni
clases ni conflictos de clase por la sencilla razón de que ya no habría
motivos de enfrentamiento».
Eran años en que desde el Sur del mundo y
desde los campos una masa interminable de hombres, mujeres y niños
empezaban a abandonar su lugar de origen para buscar fortuna en otro
sitio. Era un fenómeno que también se producía masivamente en un país
como Italia: llegados por lo general del Mezzogiorno, los emigrantes
cruzaban los Alpes o se quedaban a este lado. Las condiciones de trabajo
en las fábricas del Norte de la península pueden ilustrarse con un
detalle: en 1955, para reprimir huelgas y agitaciones obreras, se
despedía a cientos o miles de activistas de la CGIL, el sindicato
acusado de un radicalismo inadmisible (Turone 1973, p. 259). No era, ni
mucho menos, una práctica propia de un país poco desarrollado. Al
contrario, el modelo era Estados Unidos, donde desde hacía tiempo
existían los yellow-dog contracts, merced a los cuales, al ser
contratados, los obreros y empleados se comprometían (eran obligados a
comprometerse) a no afiliarse a ningún sindicato. ¿Realmente había
cesado la lucha de clases, o lo que había cesado en gran medida era la
libertad sindical, como confirmación de la lucha de clases? Los años
siguientes fueron los del «milagro económico». Pero veamos lo que
sucedía en 1969 en el país-guía de Occidente, dando la palabra a una
revista estadounidense de difusión internacional (Selecciones del
Reader’s Digest), dedicada a la propaganda del American Way of Life.
«Hambre en América» era el título, de por sí elocuente, de un artículo
que proseguía así:
• En Washington, capital federal, el 70 % de
los niños ingresados en el hospital pediátrico padecen desnutrición […].
En Estados Unidos los planes de asistencia alimentaria alcanzan a solo 6
de los 27 millones de indigentes […]. Un grupo de médicos, después de
un viaje de pesquisa por los campos del Misisipí, declaró ante la
subcomisión del Senado: «Los niños que hemos visto están perdiendo
salud, energía y vivacidad de un modo evidente. Pasan hambre y están
enfermos, y estas son las razones directas e indirectas que les llevan a
la muerte».
Según Dahrendorf, lo que decidía la posición social
de los individuos era solo, o sobre todo, el mérito escolar; pero la
revista estadounidense llamaba la atención sobre una obviedad que no se
puede omitir: «Los médicos están convencidos de que la desnutrición
incide en el crecimiento y el desarrollo del cerebro» (Rowan, Mazie
1969, pp. 100-102). Y una vez más se impone la pregunta: ¿esta terrible
miseria en el país de la opulencia capitalista tenía algo que ver con la
lucha de clases?
En los años siguientes, dejando atrás sus
fantásticas afirmaciones-previsiones de mediados del siglo XX,
Dahrendorf (1988, p. 122) tomaba nota de que en Estados Unidos se
producía «un aumento del porcentaje de pobres (a menudo en activo)». La
observación más interesante e inquietante se encerraba en un paréntesis
de apariencia trivial: ¡ni siquiera el puesto de trabajo evitaba el
riesgo de pobreza! La figura del working poor, tan olvidada, volvía a
ser de actualidad, y con esta figura asomaba el fantasma de una lucha de
clases, que parecía exorcizado de una vez por todas. Sin embargo, en
este mismo periodo de tiempo, un ilustre filósofo, Jürgen Habermas
(1986, p. 1012), volvía a defender las posiciones abandonadas por el
ilustre sociólogo. Sí, para confutar a Marx y su teoría del conflicto y
la lucha de clases no había más que mirar alrededor y ver «la
pacificación del conflicto de clases, obra del estado social» que «en
los países occidentales» se había desarrollado «a partir de 1945»
gracias al «reformismo basado en el instrumental de la política
económica keynesiana». Salta de inmediato a la vista una primera
inexactitud: este planteamiento, si acaso, podía ser válido para Europa
Occidental, pero no para Estados Unidos, donde el estado social nunca
tuvo mucho arraigo, como confirma el panorama angustioso que acabamos de
ver.
Pero no es este el aspecto esencial. La tesis de Habermas
se caracteriza sobre todo por la falta de una pregunta que, sin embargo,
tendría que haber sido obvia: ¿el estado del bienestar fue el colofón
inevitable de una tendencia intrínseca del capitalismo o, por el
contrario, el fruto de una movilización social y política de las clases
subalternas, y en última instancia de una lucha de clases? Si el
filósofo alemán se hubiera hecho esta pregunta quizá habría evitado dar
por descontada la permanencia del estado social, cuya precariedad y cuyo
progresivo desmantelamiento están hoy a la vista de todos. Quién sabe
si mientras tanto Habermas, que hoy está considerado el heredero de la
Escuela de Fráncfort, ha abrigado alguna duda. En Occidente, el estado
social no tomó forma en EEUU sino en Europa, donde el movimiento indical
y obrero estaba tradicionalmente más arraigado, y tomó forma durante
los años en que este movimiento era más fuerte que nunca, a causa del
descrédito que las dos guerras mundiales, la Gran Depresión y el
fascismo habían proyectado sobre el capitalismo. Pues bien, ¿todo esto
es la confutación o la confirmación de la teoría marxiana de la lucha de
clases?
El filósofo alemán señaló el año 1945 como punto de
partida de la construcción del estado social en Occidente y el
debilitamiento y la desaparición de la lucha de clases. El año anterior,
durante una visita a Estados Unidos, el sociólogo sueco Gunnar Myrdal
(1944, p. 1) había llegado a una rotunda conclusión: «La segregación se
está volviendo tan completa que un blanco del Sur solo ve a un negro
como sirviente y en situaciones parecidas, formalizadas y normalizadas,
propias de las relaciones entre castas». Dos décadas después, la
relación siervo-amo entre negros y blancos todavía distaba mucho de
haber desaparecido: «En los años sesenta el gobierno usó como conejillos
de Indias a más de 400 hombres de color de Alabama. Estaban enfermos de
sífilis y no los curaron porque las autoridades querían estudiar los
efectos de la enfermedad sobre “una muestra de la población”» (R. E.
1997). Las décadas que van desde el fin de la segunda guerra mundial
hasta la «pacificación del conflicto de clase» son al mismo tiempo el
periodo histórico en que estalló la revolución anticolonial. Los pueblos
de Asia, África y América Latina se sacudieron el yugo colonial o
semicolonial, mientras en Estados Unidos arreciaba la lucha de los
afroamericanos por poner fin al régimen de segregación y discriminación
racial que seguía oprimiéndoles, humillándoles y relegándoles a los
segmentos inferiores del mercado del trabajo e incluso tratándoles como
conejillos de Indias. Esta gigantesca ola revolucionaria, que modificó
profundamente la división del trabajo a escala internacional y en el
país-faro de Occidente, ¿tiene algo que ver con la lucha de clases? ¿O
la lucha de clases solo es el conflicto que enfrenta en un país aislado a
los proletarios con los capitalistas, al trabajo dependiente con la
gran burguesía?
Esta última es claramente la opinión de un
historiador inglés famoso en nuestros días, Niall Ferguson: en la gran
crisis histórica de la primera mitad del siglo XX la «lucha de clases», o
mejor dicho «las presuntas hostilidades entre proletariado y
burguesía», tuvieron un papel muy modesto; en cambio fue decisiva la que
Hermann Göring, volviendo la mirada sobre todo al choque entre el
Tercer Reich y la Unión Soviética, llamó la «gran guerra racial» (infra,
cap. VI, § 8). El intento de la Alemania nazi de reducir a los eslavos a
la condición de esclavos negros al servicio de la raza de los señores, y
la resistencia épica de pueblos enteros a esta guerra de sometimiento
colonial y esclavización sustancial, en suma, la «gran guerra racial»
fomentada por el Tercer Reich, ¿no tiene nada que ver con la lucha de
clases?
No cabe duda: para Dahrendorf, Habermas y Ferguson (pero
también, como veremos, para prestigiosos autores de orientación marxista
y posmarxista), la lucha de clases remite exclusivamente al conflicto
entre proletariado y burguesía, es más, al conflicto entre proletariado y
burguesía cuando se agudiza y las dos partes son conscientes de él.
Pero ¿era esta la visión de Marx y Engels? Como es sabido, después de
evocar el «fantasma del comunismo» que «recorre Europa» y aún antes de
analizar la «lucha de clases (Klassenkampf) en desarrollo» entre
proletariado y burguesía, el Manifiesto del partido comunista empieza
enunciando una tesis que se haría famosísima y estaría muy presente en
los movimientos revolucionarios de los siglos XIX y XX: «Hasta nuestros
días, la historia de la Humanidad ha sido una historia de luchas de
clases» (Klassenkämpfe) (MEW, 4; 462 y 475). El paso del singular al
plural da a entender claramente que la lucha de clases entre el
proletariado y la burguesía es solo una de ellas, y que las luchas de
clases, puesto que recorren en profundidad la historia universal, no son
una característica exclusiva de la sociedad burguesa e industrial. Por
si hubiera dudas, varias páginas después el Manifiesto insiste: «Hasta
hoy en día la historia de todas las sociedades existentes ha sido una
constante sucesión de antagonismos de clases, que revisten diversas
modalidades según las épocas» (MEW, 4; 480). De modo que no solo se
declinan en plural las «luchas de clases», sino también las
«modalidades» que revisten en las distintas épocas históricas, en las
distintas sociedades, en las distintas situaciones concretas que se
presentan. Pero ¿cuáles son las múltiples luchas de clases o las
múltiples configuraciones de la lucha de clases?
Para responder a
esta pregunta es preciso reconstruir en el plano filológico y lógico el
significado de una teoría y los cambios y las oscilaciones que ha
experimentado. Pero no basta con la historia del texto, hay que repasar
también la historia real. Se impone una relectura doble, de carácter
histórico-teórico: por un lado es preciso arrojar luz sobre la teoría de
la lucha de clases enunciada por Marx y Engels, encuadrándola en la
historia de la evolución de los dos filósofos y militantes
revolucionarios y de su participación activa en las luchas políticas de
su tiempo; por otro es preciso verificar si dicha historia es capaz de
explicar la historia mundial, intensa y atormentada, que arranca del
Manifiesto del partido comunista.
La primera relectura, por lo
tanto, aborda el tema de la lucha de clases en «Marx y Engels». Pero ¿es
legítimo establecer una conexión tan estrecha entre los dos? Aclaro
rápidamente los motivos de mi planteamiento. En el ámbito de una
división del trabajo y un reparto de tareas pensado y acordado entre
ambos, los dos autores del Manifiesto del partido comunista y de otras
obras no menos importantes mantienen una relación de constante
colaboración y asimilación recíproca de su pensamiento. Por lo menos en
lo referente al plano más estrechamente relacionado con la política y la
lucha de clases, se consideran miembros o dirigentes de un solo
«partido». En una carta a Engels del 8 de octubre de 1858, después de
plantear un importante problema teórico y político (¿puede producirse en
Europa una revolución anticapitalista mientras el capitalismo sigue en
fase ascendente en la mayor parte del mundo?), Marx exclama: «¡He aquí
un asunto difícil para nosotros!» (MEW, 29; 360). Quien debe responder
no es un intelectual individual, aunque sea genial, sino el grupo
dirigente de un partido político en formación. En efecto, los adeptos de
este «partido» hablan de «Marx y Engels» como una fraternidad
intelectual y política indisoluble, como un grupo dirigente de partido
que piensa y actúa al unísono. De la misma opinión son también sus
adversarios, empezando por Mijaíl A. Bakunin, que también junta
repetidamente en su crítica a «Marx y Engels» o a «los señores Marx y
Engels», o fustiga al «señor Engels» como alter ego de Marx (en
Enzensberger 1977, pp. 401, 356 y 354). Otros adversarios ponen en
guardia contra «la camarilla de Marx y Engels» o ironizan sobre el
«señor Engels, primer ministro de Marx» o sobre «Marx y su primer
ministro» (en Enzensberger 1977, pp. 167, 296 y 312). Tan estrecho es el
vínculo entre los dos grandes intelectuales y militantes
revolucionarios que a veces se habla de «Marx y Engels» en singular,
como si se tratase de un solo autor y una sola persona: el primero lo
señala en una carta al segundo del 1 de agosto de 1856 (MEW, 29; 68).
Es
evidente que se trata de dos individualidades, y las diferencias que
subsisten inevitablemente entre dos personalidades distintas deben
tenerse en cuenta y, llegado el caso, destacarse; pero sin crear por
ello una especie de escisión póstuma en un «partido» o en un grupo
dirigente de partido, que supo afrontar unido los innumerables desafíos
de su tiempo. Así pues, ¿qué entienden Marx y Engels por lucha de
clases?
Introducción del libro de Domenico Losurdo La lucha de clases. Una historia política y filosófica Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/vuelve-la-lucha-de-clases/
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario