Sabían exactamente lo que hacían
El nuevo
desorden mundial
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Rebelión
counterpunch.org
21.04.2015
¿Cuál
es la situación en Europa? Lo primero que hay que señalar es que no hay un solo
país de la Unión Europea que tenga verdadera soberanía. Después del fin de la
Guerra Fría y la reunificación, Alemania se ha convertido en el país más fuerte
y estratégicamente más importante de Europa, pero aún así no tiene total
soberanía: Estados Unidos sigue dominando en muchos niveles, especialmente en
lo que respecta a las Fuerzas Armadas. Gran Bretaña se convirtió en un Estado
semi-vasallo después de la Segunda Guerra Mundial. Los últimos primer ministros
británicos que actuaron como si Gran Bretaña fuera un Estado soberano fueron
Harold Wilson, que se negó a enviar tropas británicas a Vietnam, y Edward
Heath, que impidió que las bases británicas fueran utilizadas para bombardear
Oriente Medio.
Desde
entonces Gran Bretaña ha hecho siempre lo que le ordenaba Estados Unidos, aun
cuando una parte importante del establishment británico
estuviera en contra. En el Ministerio de Asuntos Exteriores hubo claras
muestras de enojo durante la Guerra de Iraq por considerar que no había ninguna
necesidad de involucrar a Gran Bretaña. En 2003, cuando la guerra ya estaba en
marcha, fui invitado a dar una conferencia en Damasco; allí recibí una llamada
telefónica de la embajada británica pidiéndome que fuera a comer. Me pareció
raro. Al llegar me dio la bienvenida el embajador y me dijo: "Solo quiero
tranquilizarle, además de comer, vamos a hablar de política". En la comida
dijo: "Ha llegado el turno de preguntas, empezaré yo. Tariq Ali, leí el
artículo que publicó en The Guardian argumentando que Tony
Blair debería ser demandado por crímenes de guerra en la Corte Penal
Internacional. ¿Le importaría explicarnos por qué?" Estuve diez minutos
explicándoselo ante el desconcierto de los invitados sirios. Al final el
embajador dijo: "Estoy totalmente de acuerdo, no sé qué opinarán los
demás". Cuando los invitados se marcharon le dije: "Fue muy valiente
de su parte". Y el hombre del MI6 que había estado en la comida dijo:
"Sí, puede permitírselo porque se jubila en diciembre". Pero algo muy
parecido ocurrió en la embajada en Viena, donde di una conferencia de prensa
contra la guerra de Iraq en el salón del embajador. Estos hombres no eran
tontos, sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Y actuaron así por la
humillación que sintieron al tener un Gobierno que, a pesar de que los
estadounidenses habían dicho que se las podían apañar sin Gran Bretaña, decidió
involucrarse de todos modos.
Los
alemanes saben que no tienen soberanía pero cuando lo apuntas se encogen de
hombros. A muchos de ellos no les gusta, tienen demasiado presente su pasado,
esa idea de estar casi genéticamente predispuestos a la guerra: una idea
absurda, que alguna gente que debería ser más sensata ha vuelto a expresar al
celebrarse los aniversarios de la Primera Guerra Mundial. Pero lo cierto es que
política, ideológica, militar e incluso económicamente, la Unión Europea está
en manos del imperio global. Cuando la elite europea ofreció a Grecia aquella
lamentable suma de dinero, Timothy Geithner, el entonces secretario del Tesoro
estadounidense, tuvo que intervenir diciéndole a la UE que aumentase el fondo
de rescate hasta los 500 mil millones de euros. Vacilaron, pero finalmente
hicieron lo que los estadounidenses querían. Todas las expectativas que, desde
su planteamiento inicial, suscitó la idea de un continente independiente de
otras potencias que siguiera su propio camino, desaparecieron al final de la
Guerra Fría. Justo cuando parecía que se podía lograr ese objetivo, Europa se
convirtió en un continente fiel a los banqueros, la Europa del dinero, un lugar
sin perspectiva social que no cuestionó el orden neoliberal.
A
los griegos se les está castigando no tanto por la deuda como por no estar
llevando a cabo las reformas exigidas por la UE. El gobierno de derechas
derrotado por Syriza solo consiguió que se aprobaran 3 de las 14 reformas que
la UE pedía insistentemente. No pudieron hacer más porque lo que fue aprobado
puso a Grecia en una situación que recuerda a Iraq: la desmodernización; las
privatizaciones completamente innecesarias vinculadas a la corrupción política;
el empobrecimiento de la mayoría de la población. Por eso los griegos eligieron
un Gobierno que quería cambiar las cosas, y entonces les dijeron que no podían.
La UE teme que se produzca el efecto dominó: si los griegos son recompensados
por votar a Syriza, otros países podrían elegir gobiernos similares, así que Grecia
debe ser aplastada. No se puede echar a los griegos de la UE –no lo permite la
Constitución– ni de la Eurozona, pero sí hacerles la vida muy difícil de modo
que tengan que salirse del euro y establecer un euro griego, o un euro dracma,
para que el país siga funcionando. Pero si sucediera eso las condiciones
empeorarían, al menos temporalmente, de ahí que los griegos no tienen más
alternativa que resistir. El peligro está en que, en este entorno tan precario,
la gente podría girar rápidamente hacia la derecha, hacia Amanecer Dorado, un
partido explícitamente fascista. Esa es la magnitud del problema, y actuar como
lo está haciendo la elite del euro –es decir, como el centro extremo– es una
estrategia insensata y corta de miras.
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