viernes, 24 de abril de 2015

EL NUEVO "ORDEN" - DESORDEN SOCIAL QUE NOS ESTÁ DESTRUYENDO


Sabían exactamente lo que hacían

El nuevo desorden mundial
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Rebelión
counterpunch.org
21.04.2015

¿Cuál es la situación en Europa? Lo primero que hay que señalar es que no hay un solo país de la Unión Europea que tenga verdadera soberanía. Después del fin de la Guerra Fría y la reunificación, Alemania se ha convertido en el país más fuerte y estratégicamente más importante de Europa, pero aún así no tiene total soberanía: Estados Unidos sigue dominando en muchos niveles, especialmente en lo que respecta a las Fuerzas Armadas. Gran Bretaña se convirtió en un Estado semi-vasallo después de la Segunda Guerra Mundial. Los últimos primer ministros británicos que actuaron como si Gran Bretaña fuera un Estado soberano fueron Harold Wilson, que se negó a enviar tropas británicas a Vietnam, y Edward Heath, que impidió que las bases británicas fueran utilizadas para bombardear Oriente Medio.

Desde entonces Gran Bretaña ha hecho siempre lo que le ordenaba Estados Unidos, aun cuando una parte importante del establishment británico estuviera en contra. En el Ministerio de Asuntos Exteriores hubo claras muestras de enojo durante la Guerra de Iraq por considerar que no había ninguna necesidad de involucrar a Gran Bretaña. En 2003, cuando la guerra ya estaba en marcha, fui invitado a dar una conferencia en Damasco; allí recibí una llamada telefónica de la embajada británica pidiéndome que fuera a comer. Me pareció raro. Al llegar me dio la bienvenida el embajador y me dijo: "Solo quiero tranquilizarle, además de comer, vamos a hablar de política". En la comida dijo: "Ha llegado el turno de preguntas, empezaré yo. Tariq Ali, leí el artículo que publicó en The Guardian argumentando que Tony Blair debería ser demandado por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional. ¿Le importaría explicarnos por qué?" Estuve diez minutos explicándoselo ante el desconcierto de los invitados sirios. Al final el embajador dijo: "Estoy totalmente de acuerdo, no sé qué opinarán los demás". Cuando los invitados se marcharon le dije: "Fue muy valiente de su parte". Y el hombre del MI6 que había estado en la comida dijo: "Sí, puede permitírselo porque se jubila en diciembre". Pero algo muy parecido ocurrió en la embajada en Viena, donde di una conferencia de prensa contra la guerra de Iraq en el salón del embajador. Estos hombres no eran tontos, sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Y actuaron así por la humillación que sintieron al tener un Gobierno que, a pesar de que los estadounidenses habían dicho que se las podían apañar sin Gran Bretaña, decidió involucrarse de todos modos.

Los alemanes saben que no tienen soberanía pero cuando lo apuntas se encogen de hombros. A muchos de ellos no les gusta, tienen demasiado presente su pasado, esa idea de estar casi genéticamente predispuestos a la guerra: una idea absurda, que alguna gente que debería ser más sensata ha vuelto a expresar al celebrarse los aniversarios de la Primera Guerra Mundial. Pero lo cierto es que política, ideológica, militar e incluso económicamente, la Unión Europea está en manos del imperio global. Cuando la elite europea ofreció a Grecia aquella lamentable suma de dinero, Timothy Geithner, el entonces secretario del Tesoro estadounidense, tuvo que intervenir diciéndole a la UE que aumentase el fondo de rescate hasta los 500 mil millones de euros. Vacilaron, pero finalmente hicieron lo que los estadounidenses querían. Todas las expectativas que, desde su planteamiento inicial, suscitó la idea de un continente independiente de otras potencias que siguiera su propio camino, desaparecieron al final de la Guerra Fría. Justo cuando parecía que se podía lograr ese objetivo, Europa se convirtió en un continente fiel a los banqueros, la Europa del dinero, un lugar sin perspectiva social que no cuestionó el orden neoliberal.

A los griegos se les está castigando no tanto por la deuda como por no estar llevando a cabo las reformas exigidas por la UE. El gobierno de derechas derrotado por Syriza solo consiguió que se aprobaran 3 de las 14 reformas que la UE pedía insistentemente. No pudieron hacer más porque lo que fue aprobado puso a Grecia en una situación que recuerda a Iraq: la desmodernización; las privatizaciones completamente innecesarias vinculadas a la corrupción política; el empobrecimiento de la mayoría de la población. Por eso los griegos eligieron un Gobierno que quería cambiar las cosas, y entonces les dijeron que no podían. La UE teme que se produzca el efecto dominó: si los griegos son recompensados por votar a Syriza, otros países podrían elegir gobiernos similares, así que Grecia debe ser aplastada. No se puede echar a los griegos de la UE –no lo permite la Constitución– ni de la Eurozona, pero sí hacerles la vida muy difícil de modo que tengan que salirse del euro y establecer un euro griego, o un euro dracma, para que el país siga funcionando. Pero si sucediera eso las condiciones empeorarían, al menos temporalmente, de ahí que los griegos no tienen más alternativa que resistir. El peligro está en que, en este entorno tan precario, la gente podría girar rápidamente hacia la derecha, hacia Amanecer Dorado, un partido explícitamente fascista. Esa es la magnitud del problema, y actuar como lo está haciendo la elite del euro –es decir, como el centro extremo– es una estrategia insensata y corta de miras.


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