Miles de
ciudadanos salen a la calle en varias ciudades para apoyar al Gobierno griego
EL PAÍS
5 FEB 2015
Pese a los recelos de Bruselas, el nuevo Gobierno
griego sigue dejándose querer por Moscú. Tras recibir al embajador ruso en
Atenas horas después de tomar posesión —también
vio al chino—, el primer ministro, Alexis
Tsipras, ha aceptado la invitación del presidente Vladímir
Putin, con el que este jueves conversó por teléfono, y viajará el
próximo 9 de mayo a Moscú. La elección de la fecha —ese día se conmemora la
victoria sobre los nazis— es todo menos casual, con 17 “nazis”, como los llamó
ayer miércoles el ministro de Finanzas, Yanis
Varoufakis, en el nuevo Parlamento como tercera fuerza política
(Aurora Dorada), incluidos media docena en prisión preventiva por asociación
criminal.
Las tradicionales relaciones históricas
y culturales —y religiosas— entre ambos países pesan mucho en la ecuación
diplomática, incluso en demérito de otros socios, pero no más que los intereses
estratégicos y comerciales. Grecia depende casi en un 60% del gas ruso y fía su
independencia energética a la construcción del trazado alternativo, desde
Turquía, del cancelado gasoducto South Stream; Moscú, por su parte, aspiraba a
concursar en el proceso de privatización de la red de ferrocarriles griegos y
del puerto de Salónica (norte), que ha quedado en suspenso por decisión del
nuevo Ejecutivo.
Aunque Atenas ha reiterado que no va a pedir, como hizo Chipre antes del corralito, ayuda a Rusia, Tsipras y
Putin hablaron este jueves fundamentalmente de economía, y de la necesidad de
incrementar los intercambios en turismo y energía. Pero también lo hicieron de
alta diplomacia, y en concreto del papel mediador que Grecia puede desempeñar
ante la UE a la hora de “lograr la paz y la estabilidad en Ucrania” (según el comunicado
de la oficina de Tsipras), o, en lenguaje más llano, de bloquear la adopción de
nuevas sanciones, como hizo la semana pasada en Bruselas. Los
estrechos lazos con Moscú de los ministros de Exteriores y Defensa son
sobradamente conocidos.
Entretanto, durante la primera reunión del grupo
parlamentario de Syriza, Tsipras quiso mandar un mensaje de tranquilidad, tras el varapalo del Banco Central Europeo de la víspera y la nefasta apertura de la Bolsa, con pérdidas
del 11%, luego corregidas al cierre al 3,3%. Como ya hiciera en ocasiones
anteriores —y durante la campaña electoral—, Tsipras dijo: “Aseguramos que los
depósitos en los bancos griegos están completamente garantizados”.
El único bálsamo que recibió fue la masiva
manifestación ciudadana en apoyo del Gobierno. Convocada por las redes
sociales, y bajo el lema “No nos dejaremos chantajear, no nos someteremos, no
tenemos miedo, ni un paso atrás”, 7.000 ciudadanos se concentraron en Atenas y
otros miles en otras ciudades griegas para protestar contra la medida del BCE.
El Gobierno, que se mostró “firme en sus objetivos”, recibió insospechados
apoyos, como los de un obispo que tildó a la canciller Angela Merkel de “ser
sin corazón” e instó al Ejecutivo a dar batalla a Alemania.
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