PODEMOS como
síntoma y símbolo de unos tiempos convulsos que demandan cambios. También en
Andalucía…
kaosenlared.net
04.11.2014
(Esta foto también es un reflejo de la necesidad de los tiempos)
PODEMOS no
representa solo una organización política, su significado actual rebasa, con
mucho, su propio espacio interno y su propia labor política propiamente dicha.
PODEMOS es mucho más que eso: es el reflejo de una crisis de hegemonía que abre
las puertas a un futuro por definir.
PODEMOS como
síntoma y símbolo de los tiempos políticos
Desde mis discrepancias y diferencias en algunas cuestiones políticas,
como, por ejemplo, la decisión de PODEMOS Rota de no apoyar la marcha contra la
base militar justificándolo en criterios de rentabilidad económica –puestos de
trabajo-, y sin tener en este momento seguro, como sí lo tenía hace solo unos
días, que mi voto vaya a ir para ellos (mi conciencia me impediría votar por
quien apoya la presencia de bases en mi nación), debo reconocer que es muy
serio lo que está haciendo posible PODEMOS en el actual escenario político
estatal, y desde la distancia, y las diferencias fundamentales en algunas
aspectos con ellos (yo soy soberanista andaluz y no me vale con un cambio de
gobierno en el estado si no hay también en un cambio en la relación estructural
de Andalucía con el estado), tengo la plena seguridad de estar en la misma
trinchera, al menos mientras no me demuestren lo contrario, que gente como
Monedero, Errejón, Pablo Iglesias y compañía.
Es muy, muy grande todo lo que están consiguiendo generar en el escenario
político estatal. Sí, ya sé que PODEMOS no son solo ellos, que son decenas de
miles de personas, pero sin ellos nada de esto podría haber sido posible. Esa
es la realidad y así hay que admitirlo. Sinceramente me quito el sombrero, la
gorra, la boina, y hasta el pelo si hace falta. Realmente no se puede saber
hasta dónde llegará esto (ojalá y sea hasta el gobierno y más allá), pero
incluso aunque fuese de otra manera, lo que están haciendo es sencillamente
increíble.
El tiempo dirá si mereció la pena, pero, desde luego, están devolviendo la
ilusión por la política y su capacidad para cambiar realidades a mucha gente
común y corriente. Están poniendo el escenario político del estado patas
arriba, y están consiguiendo hacer posible lo que hace tan solo menos de un año
nos hubiera parecido una broma. PODEMOS se ha convertido en todo un símbolo, en
un icono, que refleja a la perfección la naturaleza de estos tiempos. Tiempos
en los que las viejas narrativas construidas en torno al mito de la “modélica
transición”, que han servido para legitimar todos los principales pilares del
régimen hasta ahora, se derrumban. Tiempos en los que nuevas narrativas emergen
con fuerza queriendo superar todo aquello cuanto antes. Tiempos, en definitiva,
en los que el régimen del 78 se encuentra en pleno proceso destituyente, y un
posible escenario constituyente cobra cada día más fuerza.
Si alguien nos dice el 1 de enero pasado que a 3 de noviembre iba a existir
una fuerza política dirigida y encabezada por militantes de izquierda
transformadora capaz de rebasar a PSOE y PP en las encuestas, lo habríamos
llamado loco, o nos habríamos echado una risas de las buenas. Pero en esas
estamos ahora.
Y que todo esto pueda acabar decepcionando en el futuro, obviamente es una
posibilidad. Pero la gente también necesita ilusiones, esperanzas y sueños de
cambio. Si todas esas ilusiones se traicionan ya habrá tiempo para denunciarlo,
pero, desde luego, de momento, la alternativa a esa ilusión que está
consiguiendo desatar PODEMOS hubiera sido la nada, la resignación o el ascenso
del UPYD de turno. Frente a eso y lo que hoy representa PODEMOS, no hay color.
Porque, insisto, PODEMOS no representa solo una organización política, su
significado actual rebasa, con mucho, su propio espacio interno y su propia
labor política propiamente dicha. PODEMOS es mucho más que eso: es el reflejo
de una crisis de hegemonía que abre las puertas a un futuro por definir.
O dicho de otro modo, hablando en términos de Nietzsche, PODEMOS es un
síntoma y un reflejo de que con el proceso destituyente del régimen del 78 cada
vez más avanzado, se nos aparece el horizonte otra vez libre, por el hecho
mismo de que no está claro y por fin es lícito a nuestros barcos zarpar de
nuevo, rumbo hacia cualquier peligro; de nuevo está permitida toda aventura
arriesgada de quien está en camino de conocer; la mar, nuestra mar, se nos
presenta otra vez abierta. Son tiempos de cambios y tenemos derecho a hacer
zarpar nuestras naves.
Andalucía, la
lucha por la autonomía y su comparación con la búsqueda actual de un nuevo
proceso constituyente
Andalucía, por su parte, en estos nuevos tiempos que parecen estar por
venir, no puede volver a quedarse fuera, tendrá que luchar por encontrar su
espacio, construir su destino, volverse sobre sí misma y mirarse en su propio
espejo, para empezar a subvertir y dar la vuelta a su histórica situación de
dependencia. Esto no es una cosa que dependa o deje de depender de PODEMOS,
sino del pueblo andaluz y de su capacidad para defenderse y conocerse a sí
mismo.
Nada de ello es contradictorio, pues, con alegrarse porque una fuerza como
PODEMOS pueda llegar a ser gobierno en el estado español, y mucho menos es
contradictorio con pensar que la propia experiencia de PODEMOS nos puede servir
a los soberanistas andaluces para aprender tremenda lección: que por muy
lejanas, distantes e improbables que se vean las cosas, el destino, apoyado en
el trabajo bien hecho y una capacidad óptima para saber conectar con el pueblo,
es capaz de darse la vuelta como un calcetín en cualquier momento.
Desde luego, siguiendo la estela de lo que hace no tanto escribió en un
artículo el compañero Iñaki Errazkin, equivocarse y acabar defraudados por una
posible traición y/o incapacidad de cambio en un teórico gobierno de PODEMOS es
una opción y una franca posibilidad (el sistema es sobradamente capaz de
devorar cualquier proyecto de cambio que se integre en su seno sin aspiraciones
últimas de derrocar a tal sistema), pero dejar pasar la oportunidad de poder
comprobar, de facto, si hay lugar para esa equivocación, puede y debe ser mucho
más imperdonable.
Nadie debe esperar que PODEMOS venga a hacer una revolución socialista o a
derrocar al capitalismo, porque no es ni lo que han prometido ni es lo que
están poniendo encima de la mesa como finalidad política de sus actuaciones, y,
por supuesto, mucho menos, nadie puede esperar que PODEMOS venga a resolver la
situación de subdesarrollo y dependencia que arrastra Andalucía. No obstante,
desde nuestra limitada capacidad actual para incidir sobre el curso de los
acontecimientos, sí creo que, pese a ello, puede merecer la pena lo que un
hecho así supondría para el escenario político del estado, incluida Andalucía
si sabe aprender de ello y ser capaz de convertir lo que hoy está logrando
hacer PODEMOS en un horizonte en el cual ver reflejado lo que el pueblo andaluz
podría también hacer si así quisiera. De hecho, lo que ya hizo en su momento
cuando quiso, pese a que luego nos lo hayan arrebatado de mala manera.
Lo que hoy está haciendo PODEMOS en el estado es equiparable, en cierta
medida, a lo que el pueblo andaluz fue capaz de hacer en los años de la
transición, es decir, hacer posible lo que parecía imposible, superar todas las
trabas legales diseñadas para impedir que los deseos de cambio de millones de
personas pudieran convertirse en algo concreto y estructurado, pasar por encima
del pesimismo histórico y de los planteamientos derrotistas de los agoreros,
obligar a que el tablero socio/histórico diseñe nuevas casillas en las que
poder ubicar nuevas fichas que a partir de ese momento se podrán mover al ritmo
de los dados. Eso fue lo que el pueblo andaluz consiguió entonces y eso es lo
que ahora pretende hacer PODEMOS, cada cual desde sus diferentes ámbitos de
actuación y desde su propio contexto histórico, claro está.
En el caso andaluz, todo aquello acabó, como bien sabemos, en una traición
gigantesca al pueblo andaluz, en un aborto inducido -desde aquellos mismos
partidos a los que los andaluces y andaluzas otorgaron su confianza y pusieron
al frente de su autonomía-, en un corte en seco y de raíz de aquel despertar
político e identitario del pueblo andaluz. Pero no por ello quedó vacío de
valor histórico. Y no por ello quedo tampoco desprendido de aquel componente
emocional con el que los andaluces y andaluzas de la época vivieron
ilusionadamente aquellos momentos. El pueblo puede ser engañado, manipulado,
confundido, traicionado, pero nunca se le podrá arrebatar su participación en
la historia y lo que con ella expresó en un determinado momento. El proceso
autonómico andaluz fue un ejemplo de lucha, de movilización popular, de
superación política y de entusiasmo colectivo. Y, lo mejor de todo, un ejemplo
de proceso victorioso capaz de situarse, hasta donde le dejaron, por encima de
todas las trabas, barreras e inconvenientes a los que hubo de enfrentarse.
PODEMOS se encuentra ahora ante un desafío similar en su marcha hacia un
proceso constituyente.
Los grandes discursos pueden ser muy coherentes y de enorme fuerza moral, y
uno puede morirse pensando que nunca dejó de ser coherente con sus ideas
revolucionarias hasta el final de sus días, orgulloso de ello, pero con esos
discursos, sin son incapaces de conectar con las mayorías sociales, de generar
mayorías sociales, de construir mayorías sociales, no se va a conseguir agitar
el avispero y llevar al régimen actual, cuando menos, a una situación de temor
y confusión frente a la existencia, al menos en un escenario de ilusiones
populares, de fantasmas históricos que recorran Europa, capaces de generar duda
e incertidumbre en aquello que hace tan solo un año parecía absolutamente
estable y estabilizado.
No han sido estos grandes discursos los que han impulsado el actual proceso
destituyente en curso. Todo lo contrario: algunos elementos centrales en tal
proceso se han generado pese a la oposición manifiesta de quienes hacen suyos
tales discursos como dogma de fe, y, en consecuencia, se han desarrollado en
abierta disputa con ellos. Solo hay que pensar lo que el 15-M ha representado
dentro de toda esta sucesión de hechos y la acogida que tuvo por ciertos
sectores de la izquierda tradicional, los mismos sectores, huelga decirlo, que
ahora siguen en pie de guerra contra PODEMOS y lo que su emergencia está
suponiendo a todos los niveles.
Cuando los andaluces y andaluzas salieron por millones a las calles a pedir
que se respetaran sus derechos como pueblo, no pidieron permiso a nadie.
Tampoco lo hicieron esperando que aquello pudiera estar orientado solo desde,
por y para un determinado camino revolucionario, lo hicieron porque, desde la
subjetividad y el entendimiento de cada cual, supieron comprender que aquel era
el momento de hacerlo, que no se podía dejar pasar aquella oportunidad, y que
aquello tenía que ser, para tener éxito, una cosa de todos y todas, para todos
y para todas. PODEMOS, como representación simbólica de estos tiempos actuales,
como expresión binaria de lo que podría llegar a ser el fin del proceso
destituyente abierto y el inicio de un proceso constituyente por definir, se
encuentra ahora en un escenario similar, y la gente que, desde todo el estado,
ve en tal partido una esperanza, están también situados frente a una dinámica
histórica muy similar. Solo el pueblo salva al pueblo.
Crisis de
hegemonía: un futuro por definir
Ninguno tenemos, obviamente, una bola mágica para conocer el futuro, pero
sí podemos conocer el presente. Esa debe ser ahora la base de nuestro análisis.
Un presente que en estos momentos históricos se presenta abierto sobre sí
mismo, ejerciendo como elemento que puede y quiere descubrir un futuro
indeterminado por construir -frente a la determinación de lo ya de sobras
conocido hasta ahora: PPSOE-, que puede y quiere aprender a descubrirse a sí
mismo desde la óptica de millones de ojos que observan atentos -y participan
de- el curso histórico, desde la apertura en el proceso político de un espacio
de espacios, en pleno desarrollo, capaz de sostener un devenir con apariencia,
al menos a primera vista, de piñata de fiesta de cumpleaños, a la cual hay que
golpear con rabia para, finalmente, poder conocer qué nos arroja desde su
interior. Hay que romper, sin miedo, la piñata del futuro. Y ya veremos después
qué sorpresas nos traerá tal futuro una vez rota la piñata. Los planteamientos
inmovilistas, maximalistas, agoreros, en este momento no sirven. No suman, solo
restan. Incluso aunque dentro de 20 años pudieran decir aquello de “ya os
avisamos”. Da igual.
No, PODEMOS y lo que representa su programa político no es la revolución.
Pero sí es algo que rompe con lo que hasta ahora hemos conocido como único
posible, de facto, en esta democracia española de baja densidad. Es un cuadro
abstracto compuesto por unos pocos elementos minimalistas, sin la belleza y la
capacidad de deslumbrar, a primera vista, de aquellos grandes cuadros creados
desde las técnicas y los estilos más convencionales y tradicionales de la
pintura, pero abierto a diversas interpretaciones, donde el espectador puede,
en consecuencia, nutrir a tal cuadro con sus propios significados, llenándolo
de contenido y poniéndole desde allí su propia belleza. Antes, claro, de que el
autor del cuadro anterior, el que representa al régimen del 78, si es que llega
el caso, salga al escenario público para explicar y tratar de hegemonizar su
propio significado asociado, contrario al que en él había puesto ahora el nuevo
espectador, y tumbando así lo que de nuevo había en ello.
Tal vez, es posible, -por qué no- todo lo que estamos viviendo en la
actualidad no sea más que una gran farsa. Tal vez el carácter reformista y no
cuestionador del sistema como globalidad que encierra lo que PODEMOS trata de
hacer llegar a la población como proyecto de cambio, esté realmente condenado a
fracasar y a engullirse en su propio agujero negro. Tal vez nunca se consiga
poder sumar los suficientes apoyos sociales como para poder abrir el necesario
y absolutamente clave proceso constituyente mencionado. Pero,
independientemente de ello, seguro que todo lo que ahora acontezca dejará
grandes lecciones históricas sobre la mesa.
No desear que estas lecciones, ante el panorama actual y las otras
alternativas a PODEMOS que se presentan dentro de él como realmente posibles
(PP, PSOE, UPYD, y demás), puedan brotar del libro de la historia presente, ya
sea, a posteriori, como la historia de un fracaso anunciado, o ya sea como la
historia de un cambio, en positivo, hacia otra forma de ejercer el poder
ejecutivo y legislativo en el estado, así como hacia otro tipo de marco
jurídico sobre el que anclar las relaciones (y decisiones) entre los diferentes
pueblos del estado, el papel que deben desempeñar sus diferentes instituciones
y el tipo de vínculos que éstas han de fomentar entre las personas que habitan
dentro de él, no me parece que sea, en estos momentos, una posición sensata
para un revolucionario. Una batalla se gana o se pierde solo si se disputa.
Un revolucionario necesita que se abran grietas bajo sus pies, que el
terreno firme sobre el que ha venido pisando se desvanezca, que el duro
pavimento por el que hasta entonces había apoyado sus pasos pueda mutar en
arenas movedizas, que aquello que creía vigorosamente enraizado a la tierra que
subyace bajo el suelo comience a tambalearse, que lo que ayer era sólido se
vuelva líquido. Allí podrá intentar salir a flote y nadar de nuevo hacia tierra
firme, con la esperanza de construir una nueva estabilidad mucho más acorde a
sus intereses. Un revolucionario no puede ser una persona que ponga la venda
antes que la herida, máxime cuando las alternativas pasarían irremediablemente
por un “más de lo mismo”, o algo peor.
Desde luego en un escenario como actual, tanto en el estado, como en
Andalucía, uno sabe cómo empiezan, como están empezando a ser contados, los
relatos que los narradores mediáticos, periodísticos y literarios están ya
murmullando al amparo del crecimiento de PODEMOS, pero de ahí hasta el punto
final del mismo, queda mucho espacio, mucho por narrar, mucho por escribir,
mucho por leer e interpretar: mucho por construir. Si al relato no se le pide
más allá de aquello que el propio relato parece querer contar, no debe haber
razón para que la historia narrada acabe volviendo al punto inicial, y mucho
menos para que la narración se presente para siempre como un cuento sin un
final de aquellos en los que el lector disfruta del momento final de la misma
forma que logró disfrutar de todo -o buena parte- del proceso de lectura. En
estos momentos ese final ya se podría estar escribiendo. Quedarse el margen de
su desarrollo, solo por cuestiones teóricas, por purismos ideológicos, por
desconfianza hacia todo aquello que no sea lo que uno mismo predica, no aporta
nada.
Aprovechar el
contexto para construir algo nuevo
PODEMOS, pues, no me genera ninguna inquietud. Ni como soberanista andaluz
ni como persona de izquierdas. La inquietud me la generaba el quietismo y la
desesperanza propia de todos estos años atrás, donde todo lo posible era
fácilmente previsible, donde todo podía ser predecible desde unas coordenadas
demasiado simples -y a su vez demasiado certeras-, donde no había espacio
alguno para la incertidumbre, la duda, la posible sorpresa, y siquiera para las
ahora amenazantes decepción y/o la traición, porque vivíamos –y vivimos- en un
permanente reflejo de ambas, donde, en consecuencia, ni Andalucía ni el estado
tenían opción de poder escribir nada nuevo, nada que pudiera salirse de lo ya
antes escrito negro sobre blanco por las narrativas del régimen del 78, nada
más allá de los límites de lo que ya todos y todas conocíamos, palabra arriba,
palabra abajo, de memoria. Entre esa quietud en la que hemos vivido tantos años
y la apertura ahora de un escenario de posibilidades por definir y de una
movilizadora incertidumbre constituida en santo y seña de un proceso
destituyente en marcha, me quedo, sin duda, con lo segundo. Solo en un
escenario así el futuro es capaz de dejarse descubrir, y solo en un escenario
así el sujeto político toma carácter de agente descubridor. Pensemos, sin más,
en todo lo que está pasando en Catalunya, como ya antes dijimos que también
podríamos pensar lo que paso en Andalucía desde 1977 a 1981.
Y si sale mal, desde luego, no será peor que lo que hubiera sido si la
historia hubiera ido, en este momento y este contexto, por el otro camino más
factible y más realista de entre las posibles alternativas a lo actual: el de
UPYD o Ciudadanos, o, directamente, el de un Frente Nacional a lo francés. Como
mucho será igual. Porque, quiera o no verse, ese el escenario real: o es, como
está siendo, PODEMOS el que capitaliza todo el descontento, todo el
desencantado y todo el distanciamiento de buena parte de la ciudanía del estado
respecto de los dos grandes partidos y el propio modo de funcionar de las
principales instituciones del estado, o habría sido UPYD o cualquier cosa peor.
En tiempos convulsos la gente abraza soluciones convulsas. Más desde la emoción
que desde la razón, más desde la desesperación que desde la esperanza, más desde
el rechazo destituyente que desde la confirmación constituyente. Si el proceso
histórico pone encima de la mesa la necesidad de cambios bruscos, estos cambios
se darán. SI no se dan de la mano de algo como PODEMOS, se darán de la mano de
algo como lo dicho: una derecha/extrema derecha populista.
Por eso es importante entender, más allá de la opinión personal que se
tenga sobre PODEMOS, que todo ese espacio emocional, capaz de capitalizar en
favor de sus intereses electorales la pérdida de confianza del ciudadano medio
en el sistema político imperante, que ahora está ocupando socialmente PODEMOS,
desde su crítica a la "casta", desde su señalar a los responsables de
los males de la ciudadanía orientando su dedo hacia la parte de arriba de la estructura
jerárquica de clases, desde su cuestionamiento de las políticas austericidas,
desde su defensa de los servicios públicos y los derechos humanos, desde su
respeto al derecho a decidir de los pueblos, podría perfectamente, como en
Francia, como en Reino Unido, como en muchos otros ejemplos actuales e
históricos, haber sido ocupado por aquellos que giran su dedo acusador hacia
los débiles, hacia los más débiles, y contra los derechos humanos. PODEMOS no
es la revolución, no. Ya lo hemos dicho. No obstante, de momento, sin quererlo,
ya nos ha salvado, amparándose en aquel cambio de discurso sobre los culpables
de la crisis que vio luz a raíz del 15-M (no somos mercancía en manos de
políticos y banqueros), de que un populismo de derechas/extrema derecha
estuviese ahora mismo capitalizando la crisis del régimen. Y eso no es un
elemento menor, eso es algo de importancia capital para el futuro de este
estado, y el de cada una de las diferentes naciones y pueblos que lo componen.
PODEMOS no es
la solución a los problemas de Andalucía, pero puede ayudar, y mucho
Como Andaluz soberanista y de izquierdas, por supuesto, huelga decirlo, sé
que PODEMOS no es exactamente lo que necesita Andalucía para resolver sus
problemas, que no va a ser PODEMOS quien transforme la realidad andaluza en el
sentido necesario, vía reconocimiento de su soberanía, para cambiar la
dramática realidad socioeconómica que el pueblo andaluz vive desde hace siglos,
y también sé que las propias lógicas de un proyecto de este estilo, gestado con
un carácter y una finalidad estatal, incluso aunque no quisieran hacerlo, tiene
todas las papeletas para acabar reproduciendo el tradicional esquema de
relaciones estructurales e interterritoriales propio del estado español, sé que
eso es algo tan arraigado a la realidad estructural del estado que ningún
proyecto político de carácter estatal podrá cambiarlo a conciencia. Lo sé.
Y ojalá en Andalucía existiese un Bildu, unas CUP, o algo similar, que,
contando con un apoyo social fuerte, pudiese cuestionar dicho marco de
relaciones desde una perspectiva andaluza y de clase, que no tuviera que verse
necesariamente como algo contrapuesto o confrontado a lo que PODEMOS representa
para el estado, pero no existe. Y tampoco lo vamos a crear para que exista de
hoy a mañana. Así que la opción que abre PODEMOS, como síntoma y símbolo de los
tiempos, es ahora mismo, en estos momentos, lo más parecido a ello que puede
haber. No porque tenga nada que ver con el soberanismo andaluz, obviamente.
Sino porque quiere abrir un melón constituyente del que se puede sacar tajada.
Es decir, si el proceso constituyente se llevase a cabo, con ello se abriría un
espacio por determinar del cual pueden llegar a emerger, con el tiempo, nuevos
escenarios y situaciones políticas ahora mismo no dadas o directamente
impensables. Andalucía podría aprovecharlo.
Así que tal vez nos lo vote porque no sean claros, precisos y/o concisos en
determinados temas que considero irrenunciables (reconocimiento sin medias
tintas del derecho a decidir de los pueblos, lucha contra los recortes sociales
y laborales, tolerancia cero con la corrupción, apoyo claro y conciso al
desmantelamiento de las bases militares en Andalucía, etc., etc.), pero,
sinceramente, me alegro enormemente de su crecimiento actual y me alegraré enormemente,
todavía más, si algún día pueden realmente llegar a gobernar este estado. Es
más, estaré convencido de que, pese a que su “patria” y la mía no son la
mismas, en Madrid, por lo ideológico, estarían gobernando "los míos".
Que no “los nuestros” –como andaluces-.
Andalucía, claro, por lo que a ella respecta, tendrá siempre la última
palabra sobre su propio futuro. Si no es capaz de aprender de la experiencia
actual de PODEMOS, es decir, de su propia experiencia histórica en los años de
transición, para convertir dicha experiencia en un aprendizaje sobre sus
propias necesidades políticas actuales, sobre su propia historia por construir,
sobre su propia lucha a desarrollar, e impulsar a partir de ello un nuevo
escenario político, eso no será culpa de PODEMOS, eso será culpa exclusivamente
de su pueblo. De nuestro pueblo. PODEMOS demasiado hará si es capaz de culminar
con éxito el actual proceso destituyente en curso, acabar con el régimen del
78, y dar luz a una nueva constituyente, en la que, entre otras cosas, se
reconozca el derecho a decidir de, cuando menos, de manera inmediata y sin más
necesidad que el que así quede recogido en la nueva Constitución, las cuatro
naciones que ya en la actual y moribunda constitución cuentan con el
reconocimiento de nacionalidades históricas (acceso a la autonomía por el art.
151). Esa podría ser una de las mejores noticias que podría recibir el pueblo
andaluz en muchos años. Como lo sería que la CUT, al fin, decidiera salir de IU
y empezar a construir futuro pensando en clave andaluza.
Los andaluces y andaluzas, en nuestra lucha por la soberanía, también
podemos. Y PODEMOS nos puede ser de ayuda para que, si queremos, podamos. De la
misma manera que nosotros les podemos ser de ayuda para que puedan acceder al
gobierno del estado y para que, desde allí, en un año o en cinco, en la próxima
legislatura o en la siguiente, impulsar el necesario proceso constituyente que
acabe definitivamente con el régimen del 78. El Internacionalismo bien
entendido también puede y debe empezar por uno mismo. Máxime cuando todo lo
dicho te afecta directamente y hay una confluencia de intereses compartidos que
deben servir para aglutinar luchas.
El momento es ahora y las formas las de siempre: solidaridad, unidad y
lucha. La única ética es la de saber estar a la altura del acontecimiento, que
diría Deleuze.
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