Ucrania, el
punto de no retorno
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Rebelión
01-02-2014
Muchos en
Ucrania hablan de la “dictadura fascista” de Yanukovich y cuando tratan de
explicar la situación a los latinoamericanos, lo definen como “Pinochet
ucraniano”. Sin sentir nada positivo hacia el personaje, afirmo que una
verdadera dictadura es otra cosa y significa niveles de represión y bestialidad
absolutamente diferentes, que ojala jamás conozcan los ciudadanos de Ucrania.
Mi amigo
Andrei Manchuk, una persona muy honesta y además uno de los pocos periodistas
ucranianos de izquierda, con toda la seguridad afirma que Víctor Yanukovich,
sin duda es un ladrón y delincuente, pero idiota no es y jamás habría ordenado
torturas y asesinatos de los opositores, porque realmente no le conviene.
Andrei dice que Yanukovich es un adversario débil e indeciso y que su gobierno
no cayó hace un mes sólo porque la “oposición” busca el poder pero no quiere
hacerse cargo de nada en un país saqueado y colapsado. Los únicos que no tienen
miedo son los neonazi.
Varios
analistas ucranianos afirman que por la misma razón de la debilidad y un
general rechazo ciudadano a Yanukovich, que de ser la solución se convirtió en
un problema, Putin, varios oligarcas ucranianos y otros actores ya optaron por
deshacerse de él y reemplazarlo por alguien más hábil y carismático.
Aparte de
una natural reacción a las acciones dictatoriales del gobierno, esta rebelión
irracional fue consecuencia de una incapacidad e imposibilidad de resolver los
problemas catastróficos, acumulados en Ucrania después de la desarticulación de
la URSS, de una manera racional. Problemas que se agudizaron con la llegada al
poder de Yanukovich. Por una parte, la rebelión ha demostrado la debilidad de
su régimen y por otra, que los líderes y las masas de esta rebelión no tienen
ninguna comprensión racional de lo que pasará después y tampoco saben a qué
aspirar en el caso de un eventual triunfo.
El principal
problema está en las contradicciones que se acumularon en el país durante casi
un cuarto de siglo: el saqueo de los bienes nacionales por parte de los nuevos
ricos, aparición y fuerte aumento de la injusticia social, una enorme
desigualdad económica y política y como consecuencia de todo eso una increíble
descomposición moral de toda la sociedad que provocó una total corrupción desde
abajo hacia arriba.
Este
problema no tiene solución ni en una protesta callejera ni dentro de los
procedimientos legales del estado, incluyendo todo tipo de negociaciones o
“mesas” que pueden servir sólo como válvulas de escape.
En primer
lugar la solución de este problema es imposible porque el actual estado
ucraniano es una organización política de la oligarquía financiera y económica
y de la burocracia que representa sus intereses. El objetivo de esta
organización es la explotación de otros grupos sociales, manipulando y reprimiéndoles
de vez en cuando para mantenerse en el poder. El cambio de los personajes en el
gobierno, cumplimiento formal de algunos procedimientos democráticos e incluso
cambio de varias leyes dentro de un estado de este tipo no importarán mucho, ya
que no cambian la esencia de este modelo.
En segundo
lugar el cambio es imposible, porque con el inicio de la crisis económica
global la situación se empeoró notoriamente. Un relativo bienestar y un boom
consumista, gracias al sistema de créditos, en vísperas de la crisis generaron
una ilusión de la llegada a un “paraíso capitalista”. La crisis destruyó esta
ilusión, volviendo al país a su realidad y sumergiéndolo en la pobreza y el
desempleo. Esto, igual que en el resto de Europa, agudizó las contradicciones económicas
y sociales. Un empeoramiento rápido de las condiciones económicas de una
mayoría absoluta de los ucranianos fue acompañado con un igual de rápido
enriquecimiento de los clanes oligárquicos y ciertos personajes.
Aparte de
todo eso, al poder llegó el grupo más reaccionario de toda la historia de
Ucrania independiente, grupo que instaló una dictadura de capitales de origen
criminal y que se apoya en la policía y delincuentes comunes, igual que algunos
regímenes latinoamericanos del siglo XX. Si el “fundador” del sistema
oligárquico criminal el primer presidente de Ucrania independiente Leonid
Kuchma comprendía y respetaba la existencia de ciertos límites que no pueden
ser traspasados, lo que demostraron los no violentos acontecimientos “naranja”
del 2004, los representantes del clan de Yanukovich simplemente no ven estos
límites. Kuchma pudo jubilarse políticamente y ahora es conocido como mecenas,
vendiendo la imagen de un “generoso abuelito” que ayuda a los niños. Los
personajes del actual régimen no pueden dejar el poder, porque entienden, que
si lo abandonan les llegará el castigo por lo que hicieron.
La
construcción de este régimen fascistoide empezó inmediatamente después de la
llegada de Yanukovich al poder. Estas son algunas de las etapas: la mal llamada
reforma judicial que permitió al régimen tomar el control total sobre la
justicia del país, un golpe constitucional en otoño del 2010 que permitió al
régimen y a Yanukovich personalmente usurpar todo el poder, obteniendo
superfacultades para las cuales nunca fue elegido, luego fue la imposición de
un nuevo Código Fiscal, un ataque contra la pequeña y mediana empresa,
reprimiendo con fuerza policial sus tímidas protestas. Después el gobierno
impuso el Código Laboral explotador y el Código de Vivienda expropiador con el
objetivo de recortar al máximo los derechos sociales y laborales de los
ciudadanos. Luego comenzó una serie de expropiaciones arbitrarias de dinero y
de vivienda a favor del capital oligárquico, que como ya dijimos es la base
económica y social del régimen. Un permanente enriquecimiento de los oligarcas
incluyendo a la más cercana al régimen, llamada La Familia, junto a la concentración
de los bienes públicos en manos de un grupito de nuevos ricos. Y muchas otras
cosas.
Antes del 19
de enero de este año las protestas se limitaban a fuertes declaraciones,
promesas, amenazas, alegría y cantos en la Plaza de la Independencia de Kiev,
que hoy se conoce mediáticamente como Euro-Maidan (maidan es plaza en
ucraniano). Los “líderes” estaban preocupados por sus futuros logros
electorales. Daba la impresión de que ellos tenían miedo de tomar las
decisiones y luego tener que hacerse cargo. La masa repetía las consignas
delirantes sobre una “revolución apolítica”. La asamblea popular del 19 de
enero, a pocas horas de los enfrentamientos, terminó con un escándalo: frente a
la verborrea de los “líderes” la gente abucheó y exigió presentar un plan
concreto de acciones y nombrar a un dirigente capaz de encabezar el proceso y
hacerse cargo.
Se habló
mucho de las formas no violentas de protestar, donde lo más fuerte debería ser
el paro general. El paro se prometió en reiteradas oortunidades pero nunca se
concretó, esto, por la misma incapacidad organizativa e ideológica de los
“líderes” “pro-europeos”.
Uno de los
rasgos más repugnantes del régimen, es el hecho que las fuerzas de orden
público empezaron a involucrar masivamente a los delincuentes y al lumpen en la
lucha contra los activistas. Los delincuentes, contratados por el gobierno,
realizaron varios ataques contra las personas, los bienes públicos y privados
para luego acusar de esos hechos a los manifestantes. La delincuencia callejera
aumentó muchísimo. Los mismos manifestantes tenían que organizar “guardias
populares” para mantener el orden en el centro de la ciudad.
La apoteosis
de la reacción fue sin duda posterior a la aprobación de la ley que prohíbe
todo tipo de protestas ciudadanas, esto fue a partir del 16 de enero. Fue un
acto absurdo e ilegal, aprobado en pocos minutos por unanimidad de los
diputados obedientes. El mensaje parecía decir lo siguiente: somos una elite,
podemos decidir y hacer lo que se nos ocurra y su único deber es obedecer o ir
presos.
Esta actitud
indica una total incapacidad del poder ucraniano de ver la realidad,
sobreestimando su capacidad de controlar al país. En estos días varios hablan
de una aplicación en Ucrania del escenario ruso-bielorruso, donde toda la protesta
se reprime desde sus inicios. Pero no es posible. En Rusia el gobierno tiene
una potente base económica, principalmente por la exportación de materia prima,
pero no importa; el rating de Putin después de casi 15 años de sus consecutivos
gobiernos con estabilidad supera un 50%. En Bielorrusia, a pesar de los
problemas, sus empresas industriales y agrícolas funcionan, hay un empleo casi
pleno, la salud y la educación siguen gratuitas y estatales, los programas
sociales, culturales y deportivos funcionan bastante bien y Lukashenko tiene el
apoyo de una gran mayoría de la población.
El gobierno
actual de Ucrania no tiene fuerzas ni medios comparables con los rusos o
bielorrusos. Además, Yanukovich y su grupo no tienen el nivel de aprobación
ciudadana que tienen Putin y Lukashenko.
Durante
mucho tiempo Ucrania, a pesar de la compleja situación económica y política
después de la desarticulación de la URSS, se mantuvo con paz ciudadana, a
diferencia de casi todos los vecinos del área. Yanukovich y su régimen ya
entraron en la historia como los que lograron quebrar esta tradición, llevando
el país al borde de una guerra civil.
Causa
sorpresa y admiración el hecho que en una sociedad que hace poco parecía
definitivamente hundida en la corrupción, en la indiferencia y el
individualismo, aparecen hoy tantas personas dispuestas a luchar por una idea,
llegando hasta las últimas consecuencias. Otro tema, es que los protagonistas
de los combates callejeros son nacionalistas radicales, pero justamente ellos
parecen reflejar ahora los ánimos de las masas que protestan.” Durante los
choques del 1 de diciembre de 2013, a los ultranacionalistas violentos les
llamaban “provocadores”, y ahora nadie se atrevería a criticarles. La causa de
este cambio es evidente: el poder pasó un límite, lo que radicalizó a los
ciudadanos. Un claro ejemplo son las imágenes del 19 de enero durante los
primeros combates en el centro: un señor de edad, casi un viejito de un aspecto
claramente “no radical”, parecido a un obrero, levantando un fierro de
construcción gritaba: ¡Basta!!! ¡A la mierda! ¡Basta de soportar a la banda!
¡Es una guerra!!!
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