lunes, 12 de septiembre de 2011

PUBLICADO EN EL SEMANARIO ARAGONES "7 DE ARAGON" EN 1996

ARAGON: DE PENSAMIENTO, PALABRA Y OBRA


(Mapa de España y sus Comunidades)



El pecado de Aragón, me parece a mí, no reside en que sea un territorio poco poblado y con grandes desequilibrios económicos y sociales, carente de las infraestructuras necesarias que el desarrollo de las fuerzas productivas reclama hoy a viva voz para el desarrollo de todas sus potencialidades: económicas, políticas y culturales.
Ello, en todo caso, constituye la consecuencia lógica del pecado cometido, que no es otro que de pensamiento, palabra y obra.
Yo no veo por ningún sitio en Aragón (tampoco en España, y puestos en plan “amplio”, tampoco en Europa) un pensamiento como tendencia que se proponga esencialmente el análisis objetivo y profundo de las causas políticas, económicas e ideológicas que han determinado la situación actual: paro; materialismo pesetero denigrante; falta de sensibilidad social; malestar y alienación, también sociales; desequilibrios psíquicos; desamor al trabajo, hipocresía institucionalizada, etc.
Sin un pensamiento así, que analice, es imposible que se de la palabra que exponga las conclusiones a las que el mismo pudiera llegar, y que a su vez, indujera a la obra, a la práctica, a que el mismo debiera conducir.
Esta carencia y no otra cosa es la que impide que se inicien acciones políticas y económicas para el despegue de Aragón, que por cierto, va perdiendo terreno con respecto de otras Comunidades del Estado.
Parece existir una opinión, pobretonamente mayúscula desde el punto de vista racional, de que serán las inversiones de las grandes empresas las que nos saquen del atolladero en el que nos encontramos.
Para mantener esta tesis hace falta ser muy miope intelectualmente, o defender unos fuertes intereses muy particulares y contrarios a los de la Comunidad en general, aunque de palabra no se reconozca, porque no pueden ser reconocidos, para no ver que la propia Unión Europea regida efectivamente por los grandes capitales, reconoce ya sin ninguna reserva, que el paro, madre y padre de un grandísimo porcentaje de los numerosos problemas que padecemos no se puede erradicar. Tan solo puede ser paliado en parte, y ello lo fía a la pequeña y mediana empresa, que en toda la Unión Europea alcanza la cifra de doce millones y medio.
En el año 1993 en Aragón existían 34.276 empresas con un total de 273.438 trabajadores. De ellas solamente 14 (el 0,04%) pasaban de los mil trabajadores y ocupaban a 32.824, o sea, el 12%. Comprendidas entre los 51 y 1.000 trabajadores eran 584 (1,7%), ocupando a 91.504 personas (33%). El grueso de empresas lo representaban las pequeñas y medianas, de 1 a 50 trabajadores que eran 33.678 (92,2%) y ocupaban a 149.110 trabajadores (54%).
Observadas estas cifras, objetivas y exentas de todo tipo de patrioterismo facilón, el lector ya puede imaginar el monto total que pagan a las arcas municipales, autonómicas y estatal los pequeños y medianos empresarios y sus trabajadores, e igualmente, compararlo con los que realizan las grandes empresas.
Reflexionados los datos anteriores, especialmente por el pequeño y mediano empresario, podrían arrojar algún tipo de luz acerca de si sus intereses están representados por las opciones políticas de izquierdas o de derechas.
Los ahorros que se produjeron en Aragón en el año 1993 ascendieron a la cantidad de un billón seiscientos ochenta y dos mil millones de pesetas. Esta masa de dinero en nuestros bolsillos son pesetejas sin ninguna posibilidad de presión sobre cualquier gobierno. El mismo dinero, que sigue siendo nuestro, depositado en las Cajas de Ahorros y Bancos se transforma en capital financiero fuera de nuestro control real y efectivo, que sirve, evidentemente, para financiar proyectos. Pues, bien, de toda esa masa de dinero ahorrada en Aragón, tan sólo se invirtió en el mismo el 71,01%.
Quizá este dato, grave en mi opinión, nos podría llevar a la conclusión de que el sistema financiero aragonés, y el estatal en la medida que lo condicione, necesitan de una regulación que atienda más y mejor a las necesidades financieras de las empresas instaladas en Aragón, especialmente a las pequeñas y medianas, o, aceptar, de que en Aragón no se invierte el 100% de lo ahorrado en su territorio, porque el empresariado, de pronto, se ha vuelto tonto y ya no tiene ideas ni proyectos a los que financiar. Yo creo más bien en lo primero y nada en la sequedad de ideas de los aragoneses y aragonesas.
Tan solo hace unas pocas semanas, el Instituto Aragonés de Fomento (IAF) en el Centro Europeo de Empresas Innovadoras (CEEI), acaba de clausurar el IV Curso de Emprendedores, en el que se han presentado 24 proyectos (empresarios innovadores) relacionados con la informática; asesoría de empresas; terapia ocupacional; comercialización; publicidad; turismo agrario; actividades agrarias; y ecología práctica, que como se sabe, se contrapone a la ecología de salón o del bien quedar. Es decir, ideas no faltan. Lo que sí puede ocurrir es que algunos de los proyectos mencionados no se puedan llevar a la práctica por carecer de medios financieros. Esto es, que los recursos financieros originados en Aragón, y que una parte importante se van fuera, podrían encontrar aplicación en dichos proyectos, o en otros.
Por contra, si creo que le falta al empresariado aragonés, en general, una visión más amplia de lo que supone ser empresario. Cierto que lo esencial en cualquier empresa es una actividad económica. Pero ésta no es nunca aséptica política y socialmente. Habría, pues, que darle también un meneo al concepto de empresa para poderla encuadrar justo en el contexto sociopolítico que le pertenece y que nos conviene a los más.


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Manuel Sogas Cotano

Zaragoza Abril de 1996


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