Publicado por el Ateneo Confederal Rojo y Negro de la Confederación General de Trabajadores (CGT), acaba de ver la luz un documento que titula “Más allá del sueño de los Borgia”, de los autores Raquel Casiron; Emilio Alba y María José Moya.
Este documento, fragmentado en diez partes irán apareciendo en este Blog en días sucesivos a partir de hoy.
Sin duda es un documento que debería inducirnos a la reflexión, y que viene a demostrar que los déspotas que nos dirigen no solo nos explotan y se quedan con el producto de nuestro trabajo, sino que además nos envenenan poco a poco. Muy completitos que nos han salido estos déspotas.
Este documento, fragmentado en diez partes irán apareciendo en este Blog en días sucesivos a partir de hoy.
Sin duda es un documento que debería inducirnos a la reflexión, y que viene a demostrar que los déspotas que nos dirigen no solo nos explotan y se quedan con el producto de nuestro trabajo, sino que además nos envenenan poco a poco. Muy completitos que nos han salido estos déspotas.
9/10
Queramos o no verlo, lo cierto es que nuestra salud cada vez está más relacionada con el entorno en que vivimos.
A su vez, la salud de aquellos que sucedan a los que hoy estamos aquí, dependerá indudablemente del mundo que les dejemos y de una genética cada vez más deteriorada por el contexto.
En este sentido, lo cierto es que vivimos rodeados de MILLONES DE QUÍMICOS SINTÉ- TICOS supuestamente inocuos a bajas dosis, pero de los que no sabemos sus efectos acumulativos y de interacción, unos con otros, 24 horas al día, toda la vida, incluidos los nueve meses dentro del vientre materno.
Aún por separado, no conocemos sus consecuencias a medio-largo plazo, aunque de algunos ya se tiene constancia de su participación en el origen o agravamiento de gran variedad de patologías. Pero a pesar de ello, siguen coexistiendo con todos nosotros: adultos, niños, embarazadas, ancianos, personas de constitución fuerte o débil, sanos y enfermos puntuales o crónicos…
Son tóxicos ambientales que respiramos o entran a través de nuestra piel (caso del humo de los tubos de escape, de las fábricas o del tabaco) ; y productos químicos que la sociedad consumista en que vivimos hemos convertido en “imprescindibles” gracias a la perseverante labor de marketing de la industria hacia el ciudadano, a golpe constante de talonario durante más de un siglo, en un doble frente:
Por un lado, el de convencer a través de una machacona omnipresencia de sus excelencias; y por otro, el de hacer olvidar los remedios tradicionales pasados de generación en generación a través de una labor de desprestigio y simultánea implantación de la idea de que “lo natural (y moderno) es tener cientos de productos
para cada cosa, en vez de unos pocos (sencillos y ecológicos) para todo”.
Hacer un mero listado mental de elementos supuestamente indispensables de todo tipo
que utilizamos y con los que convivimos día a día sin pensar, debería invitarnos –cuanto menos- a reflexionar sobre el mundo en que vivimos inmersos:
• En limpieza los hay para muebles (de sky, piel, piel sintética, madera, madera tropical, de interior, de exterior; de mantenimiento; para manchas resistentes) ; de suelo (tenemos para fregar y aromatizar; abrillantar; azulejos, parqué natural, parqué sintético) ; de baño (para desinfectar, la cal, retardar el ensuciamiento, ambientar); para la ropa (para la blanca, la negra, la de color; para mezclar sin alterar los colores; para tonos resistentes o delicados; tejidos de un material u otro; para aplicar en seco de mancharnos fuera de casa…).
Y así un suma y sigue: productos para cristales (ventanas, pantallas de ordenador, gafas), para metales (bronce, plata, cerraduras, bisagras)…
• En acicalamiento personal, se ofrecen cientos de combinaciones para el pelo (mascarillas, suavizantes, champú-sensación- frescor, fijadores) ; para higiene íntima (toallitas, geles, cremas, desodorantes -de bola, de spray, crema, con/sin alcohol-); para cosmética (pintalabios-efectomojado, rimel-doble-efecto…) ; para ropa y complementos.
• En alimentación, se introducen pesticidas para verduras y frutas ; y para animales que luego consumiremos -incluidos los de piscifactoría-: hormonas, antibióticos, medicamentos, comida con químicos y elementos de engorde artificial. A su vez, el pescado de mar es un hecho ya que se encuentra contaminado por metales pesados a causa de continuos vertidos de gasoil, basura y catástrofes ambientales.
A tal contexto alimentario habría que añadir el de los químicos extra que el producto llevará en caso de convertirse en comida envasada, sobretodo de ser precocinada (conservantes, colorantes, espesantes-emulgentes, aditivos, antioxidantes, acidulantes, potenciadores del sabor...). En fin.
*+
Queramos o no verlo, lo cierto es que nuestra salud cada vez está más relacionada con el entorno en que vivimos.
A su vez, la salud de aquellos que sucedan a los que hoy estamos aquí, dependerá indudablemente del mundo que les dejemos y de una genética cada vez más deteriorada por el contexto.
En este sentido, lo cierto es que vivimos rodeados de MILLONES DE QUÍMICOS SINTÉ- TICOS supuestamente inocuos a bajas dosis, pero de los que no sabemos sus efectos acumulativos y de interacción, unos con otros, 24 horas al día, toda la vida, incluidos los nueve meses dentro del vientre materno.
Aún por separado, no conocemos sus consecuencias a medio-largo plazo, aunque de algunos ya se tiene constancia de su participación en el origen o agravamiento de gran variedad de patologías. Pero a pesar de ello, siguen coexistiendo con todos nosotros: adultos, niños, embarazadas, ancianos, personas de constitución fuerte o débil, sanos y enfermos puntuales o crónicos…
Son tóxicos ambientales que respiramos o entran a través de nuestra piel (caso del humo de los tubos de escape, de las fábricas o del tabaco) ; y productos químicos que la sociedad consumista en que vivimos hemos convertido en “imprescindibles” gracias a la perseverante labor de marketing de la industria hacia el ciudadano, a golpe constante de talonario durante más de un siglo, en un doble frente:
Por un lado, el de convencer a través de una machacona omnipresencia de sus excelencias; y por otro, el de hacer olvidar los remedios tradicionales pasados de generación en generación a través de una labor de desprestigio y simultánea implantación de la idea de que “lo natural (y moderno) es tener cientos de productos
para cada cosa, en vez de unos pocos (sencillos y ecológicos) para todo”.
Hacer un mero listado mental de elementos supuestamente indispensables de todo tipo
que utilizamos y con los que convivimos día a día sin pensar, debería invitarnos –cuanto menos- a reflexionar sobre el mundo en que vivimos inmersos:
• En limpieza los hay para muebles (de sky, piel, piel sintética, madera, madera tropical, de interior, de exterior; de mantenimiento; para manchas resistentes) ; de suelo (tenemos para fregar y aromatizar; abrillantar; azulejos, parqué natural, parqué sintético) ; de baño (para desinfectar, la cal, retardar el ensuciamiento, ambientar); para la ropa (para la blanca, la negra, la de color; para mezclar sin alterar los colores; para tonos resistentes o delicados; tejidos de un material u otro; para aplicar en seco de mancharnos fuera de casa…).
Y así un suma y sigue: productos para cristales (ventanas, pantallas de ordenador, gafas), para metales (bronce, plata, cerraduras, bisagras)…
• En acicalamiento personal, se ofrecen cientos de combinaciones para el pelo (mascarillas, suavizantes, champú-sensación- frescor, fijadores) ; para higiene íntima (toallitas, geles, cremas, desodorantes -de bola, de spray, crema, con/sin alcohol-); para cosmética (pintalabios-efectomojado, rimel-doble-efecto…) ; para ropa y complementos.
• En alimentación, se introducen pesticidas para verduras y frutas ; y para animales que luego consumiremos -incluidos los de piscifactoría-: hormonas, antibióticos, medicamentos, comida con químicos y elementos de engorde artificial. A su vez, el pescado de mar es un hecho ya que se encuentra contaminado por metales pesados a causa de continuos vertidos de gasoil, basura y catástrofes ambientales.
A tal contexto alimentario habría que añadir el de los químicos extra que el producto llevará en caso de convertirse en comida envasada, sobretodo de ser precocinada (conservantes, colorantes, espesantes-emulgentes, aditivos, antioxidantes, acidulantes, potenciadores del sabor...). En fin.
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