jueves, 9 de julio de 2009

CARTAS DE AMOR


(3)

(Calle Rafael Beca, Isla Mayor, Sevilla)

En el pueblo ya no hay cines. ¡Y cuidado que hay gente! Yo cálculo que habrá entre siete y ocho mil habitantes.
El cine de verano está cerrado. La pantalla de obra todavía se ve desde la calle. Han aprovechado su edificio para hacer un restaurante, el Estero, que por lo visto tiene una buena reputación y hasta viene gente de Sevilla. Debe ser bueno.
Y, ¿a qué no se imagina lo que han hecho en el cine de invierno? Supongo que a lo mejor le hace sonreír cuando se lo diga. Han puesto una tienda de esas que llaman gran superficie, ¿qué le parece?
Yo no entendía, pero ahora ya lo entiendo, que no me creyeran en Zaragoza cuando decía en que en mi pueblo había dos cines, uno de verano y otro de invierno con sesiones diarias, y en el último, dos sesiones todos los días, cuando rondaríamos los mil y pico habitantes. Claro, como yo era andaluz y los andaluces tenemos esa fama, pues claro…, vamos que les parecían muchos cines.
Menos mal que no se me ocurrió decirles que fueron cinco los cines que con mejor o peor fortuna tuvo Isla Mayor…, y ¡cuando todavía no éramos ni pueblo! Que esa sí que es buena, sin ser pueblo.
Supongo que no lo recordará usted, pero la primera película que vi, y solo, fue La Mula Francis, una mula que hablaba con un soldado en un frente de la Primera Guerra Mundial. Seguramente la menos animal de aquella guerra fuera la Mula Francis. La gente se reía mucho, pero yo no, a lo mejor fue que no entendía la película.
Aquel cine donde vi esa primera película mía estaba al costado de la ferretería de García, al lado opuesto donde se ponía el Pastelero con sus dulces y la cesta de garbanzos tostados. Me dijo mamá que aquellos garbanzos se tostaban en una perola con yeso. Yo no sabía entonces que era el yeso.
El otro cine, al que iba con usted y con mamá y que me dormía siempre si la película era de “amor” y no de guerra, estaba entre la fábrica de papel y un costado del barracón de madera de la Compañía, donde a veces se hacían peleas de gallos que a mi no me gustaba ver, frente a la ferretería también de García.
Otro cine, el tercero, que duró muy poco, pero que existió, fue el del médico, don Jesús, que estaba dentro de los muros de la fábrica de papel, al lado del depósito de agua de Rafael, que ya no está, no sé por qué lo tuvieron que tirar. Al cine de don Jesús no fui nunca.
Al cine de verano que ya le he dicho, el del restaurante actual, iba con Alfonso, Barco, Francisco y otro niños que ahora no recuerdo sus nombres, pero si recuerdo no haber bebido nunca tanta gaseosa como aquella noche que vimos Veracruz, porque a uno de nosotros se le ocurrió que compráramos una botella (que fue la primera) para beber nosotros gaseosa al tiempo que los actores bebían güisqui. ¡Dios mío, que borrachos ellos y que panzada de gaseosa nosotros! Si no fueron tres, al menos dos veces, fui a mear.
Un día de Año Nuevo estrené un traje de pantalón largo. No recuerdo si el traje me lo hizo mamá o me lo compraron en Sevilla, pero si recuerdo que aquel día estrené más cosas, además del año que empezaba. Fuimos una niña y yo al cine de invierno, a la sesión de las seis y media, y después del No-Do, cuando se apagaron las luces de nuevo, ella me cogió la mano, y yo por debajo del vestido le acaricié las piernas…, y más cosas, que ahora me da corte decirle. Pues donde estaba aquel cine de invierno está ahora el Supermercado que ya le he dicho. En resumen, que ya no hay cines en Isla Mayor.
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