Iliás Shurpáyev y Gadzhí Abashílov, ambos periodistas, de 32 y 58 años de edad respectivamente, han sido asesinados el primero en Moscú y el segundo en la república caucásica de Daguestán, vecina de Chechenia.
Ambos tenían la “fea” costumbre de informar habitualmente de cuestiones relacionadas con el Cáucaso Norte, que a mí s e me antoja no era muy del gusto del gobierno ruso ni de las grandes empresas rusas.
En Rusia, que ya no es comunista, al igual que tampoco lo era la desaparecida URSS (aparatos represivos del Estado y existencia de clases sociales son absolutamente opuestas a la teoría del comunismo. Se parece más al fascismo), reina la libertad de expresión (pero cuidadín, cuidadín con lo que se dice) e impera el imperio de la Coca Cola, o sea, la del mercado Dios y Señor de ellos, y por eso los periodistas en cuanto los asesinan, van y se mueren.
Asegura la policía rusa, a pesar de que yo creía que la policía lo sabe todo, que desconoce tanto los autores de los crímenes cometidos como sus autores, por lo que me veo en el deber de colaborar con ella facilitando su labor, afirmando que ni mi cerdito de cerámica azul, mi hucha, ni yo, tenemos nada que ver con dichos asesinatos.
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Ambos tenían la “fea” costumbre de informar habitualmente de cuestiones relacionadas con el Cáucaso Norte, que a mí s e me antoja no era muy del gusto del gobierno ruso ni de las grandes empresas rusas.
En Rusia, que ya no es comunista, al igual que tampoco lo era la desaparecida URSS (aparatos represivos del Estado y existencia de clases sociales son absolutamente opuestas a la teoría del comunismo. Se parece más al fascismo), reina la libertad de expresión (pero cuidadín, cuidadín con lo que se dice) e impera el imperio de la Coca Cola, o sea, la del mercado Dios y Señor de ellos, y por eso los periodistas en cuanto los asesinan, van y se mueren.
Asegura la policía rusa, a pesar de que yo creía que la policía lo sabe todo, que desconoce tanto los autores de los crímenes cometidos como sus autores, por lo que me veo en el deber de colaborar con ella facilitando su labor, afirmando que ni mi cerdito de cerámica azul, mi hucha, ni yo, tenemos nada que ver con dichos asesinatos.
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