Francia,
la revolución pendiente
Publicado el 3 de julio de 2023 / Por Tomás F. Ruiz /KAOSENLARED
Que
Francia haya sido siempre el indiscutible motor hacia todo tipo de cambios
progresistas en Europa es un hecho que ningún historiador, ni siquiera los más
reaccionarios, se atreven poner en duda. Lo que ahora está ocurriendo en
nuestro vecino país galo es algo que su insidioso presidente, Manuel Macron, ha
puesto en marcha intentando frenar el rumbo de la historia. La clase obrera
francesa, con un admirable historial revolucionario a sus espaldas, nunca se
someterá a las vergonzosas condiciones laborales a que quieren condenarla.
En la revuelta generalizada
que Francia vive en estos críticos momentos, se están dando cita unas
condiciones sociales, económicas y estructurales que hasta ahora no se habían
producido y que tienen muchas posibilidades de convertir esta insurgencia en un
catastrófico final para gobierno reaccionario de Macron.
En primer lugar, en estos
momentos Francia sigue bajo la crisis económica producida por la pandemia, una
crisis que ha sido potenciada por las macroeconomías protegidas por el Estado
francés (léase bancos, multinacionales, y todo tipo de sociedades financieras),
para hundir aún más las frágiles economías familiares que sostienen su sistema
económico. En otras latitudes, especialmente los países del Este, la crisis de
la pandemia, aunque ha abierto brechas muy serias en la economía, no ha
empobrecido tan brutalmente la calidad de vida de sus poblaciones. En Europa,
los gobernantes han trabajado arduamente para conseguir imponer a sus
poblaciones las criminales condiciones económicas y laborales del
neoliberalismo. En Francia, como en el Madrid de Ayuso (con sus vergonzosos
negocios de favoritismo en la adquisición de material sanitario) o en la
Inglaterra de Boris Johnson (con sus bacanales organizadas en el diez
de Downing Street), la pandemia ha servido para dejar a los políticos con
el “culo al aire” y demostrar a la población los inadmisibles privilegios de
que hacen gala bajo su condición de gobernantes “democráticos”.
En segundo lugar está la
sistemática represión que todos los gobiernos de Occidente han desatado frente
a las masivas protestas populares que se han levantado contra las brutales
condiciones de vida que pretenden imponerles. Estas condiciones han movilizado
a una población empobrecida que hasta ahora se había mostrado sumisa y
obediente. La inadmisible brutalidad que las policías de toda Europa han
desatado contra el derecho de la población a protestar, ha puesto en guardia a
estas poblaciones contra los abusos del Estado de que son objeto.
En tercer lugar tenemos la
innecesaria brutalidad que los cuerpos represivos han desatado a la hora de
castigar a manifestantes pacíficos que sólo pretendían hacer valer su derecho a
la libertad de expresión. En este sentido, el liderazgo europeo en materia de
represión de derechos civiles que hasta ahora mantenía el
gobierno “psoista” de Pedro Sánchez, se ha visto desbordado por la
represión del gobierno de Macron en Francia. La muerte de Nahel, un joven de
origen magrebí que trabajaba como repartidor de comida, sin antecedentes
penales y que fue tiroteado por un policía francés, ha añadido indignación y ha
potenciado las protestas laborales.
En cuarto lugar está la
vergonzosa sumisión del gobierno francés a la patética NATO y a sus planes de
prolongar interminablemente la guerra de Ucrania. Esta sumisión de Macron está
llevando al país a una situación política insostenible y a un despilfarro
inaceptable de recursos económicos. Recientemente el ministro de Defensa
francés ha entregado armamento al gobierno nazi-ucraniano por valor de 200
millones de euros, un dinero que ha sido sustraído al pueblo francés de sus
presupuestos de Sanidad, de su Educación y de su Bienestar Social.
Y existe un quinto dato,
éste aún más inquietante y también más esperanzador que los anteriores. Según
informes policiales, las movilizaciones son organizadas y protagonizadas por
población menor de edad. De los más de 1.300 detenidos en los disturbios
provocados a lo largo de toda esta semana, existe una gran incidencia de
menores de 17 años. Gracias a su experto manejo de las redes sociales, estos
jóvenes menores de edad han articulado las protestas a través de internet. La
policía francesa está desesperada por identificarlos y reclama una urgente
colaboración ciudadana; colaboración que hasta ahora ha sido prácticamente
inexistente. Desesperados por localizar a estos menores y neutralizarlos, los
grupos represivos de la Sûreté National trabajan incansablemente. La
mayoría de los padres, cuando son requeridos, ocultan a la policía dónde se
encuentran sus hijos o, directamente, se niegan a colaborar con
la “Gestapo” que visita sus hogares familiares en busca de los
menores “subversivos”.
Como medida insólita,
algunas ciudades francesas han decretado el toque de queda para los menores de
edad, pretendiendo de esta forma que nuevos jóvenes se sumen a las protestas.
Esta espontánea, revolucionaria y desbordante nueva generación de adolescentes
franceses, se muestra como admirablemente organizada, insólitamente operativa
y, lo que es más importante, apoyada por el resto de la población francesa; una
población que cada día está más comprometida con las legítimas aspiraciones a
un mundo mejor por las que luchan sus futuras generaciones.
Las manifestaciones
callejeras que, contra el anacrónico absolutismo de su presidente Enmanuel
Macron, se dan en estos momentos en Francia, la convierten en un polvorín a
punto de explotar.
En la histórica fecha del
14 de julio de 1789 el pueblo francés se levantó contra una degenerada disnatía
borbónica que mantenía a su pueblo hambriento y la decapitó sin ningún
escrúpulo. El gobierno francés parece querer repetir de nuevo la historia, sin
darse cuenta de que en las legítimas aspiraciones a los históricos valores
revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad que ahora el pueblo
reclama, no hay marcha atrás…
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