La
guerra de Ucrania está generando cambios en el terreno geopolítico que pueden
cambiar alianzas y correlaciones de fuerza en Oriente Medio. La aproximación de
Turquía y Siria, de la mano de Rusia, para disgusto de EEUU e Israel, es uno de
ellos.
Siria: los tiempos están cambiando
El Viejo Topo
15 enero, 2023
Eduardo Luque y Bashard Barazi
Aunque suponemos
que sin quererlo, Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, es fiel discípulo
de Lord Parmeston. El político ingles del S XIX dejó escrito refiriéndose a
Reino Unido: “«No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos.
Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos»”.
Erdogan ha adoptado la divisa del político inglés. Ha dejado de lado cualquier
tipo de principio e intenta, como decía el chascarrillo, sentarse en varias
sillas al mismo tiempo. Ha pasado de fiel guardián de las esencias de la OTAN
(tiene el segundo mayor ejército de la organización) a mirar hacia el este
(China) y hacia el Norte (Rusia). Pasó de derribar un avión ruso en 2015 a
hacer negocios sustanciosos con Moscú (incluido el uso de rublos como forma de
pago) o a vender drones a Ucrania. Aunque Ankara sopesa atacar y ocupar una
parte significativa de Siria y en eso coincide con Israel, pretende también
eliminar a los grupos kurdos aliados de EEUU y de Tel Aviv. Mientras, es aún
miembro de la OTAN e impone el veto a Suecia y Finlandia e, indirectamente,
beneficia a Moscú. En la guerra entre Nagorno Karabaj y Azerbaiyán contra
Armenia, apoyó a los primeros, mientras los segundos eran aliados de Rusia.
Finalmente, el rechazo impregnado de xenofobia que genera en la UE la
posibilidad de la incorporación del país al club europeo, ha decantado
definitivamente su posición.
La guerra de
Ucrania es el punto de quiebre de la política de Ankara. Es un proceso que va
mucho más de las fronteras de la zona. La oferta rusa de convertir a Turquía en
un “hub” de interconexiones gasísticas con destino a Europa y la construcción
de dos centrales nucleares son argumentos poderosos. La política turca en Siria
está virando en estos momentos.
Vista en
perspectiva la situación en Oriente Medio es de una enorme volatilidad. Los
antiguos enemigos (Turquía, Arabia Saudita, Siria, Irán o Egipto) buscan nuevos
puntos de encuentro. La guerra en Ucrania tiene una enorme influencia en la
zona. La desunida-UE no será nunca más un referente político para estos países
que buscan nuevas formas de reconocimiento. En paralelo, la OPEP es reacia a
obedecer las órdenes de Washington: a pesar de las presiones estadounidenses,
ha recortado su producción de petróleo. Países como Arabia Saudita incrementan
sus negocios con el archienemigo iraní y miran hacia China proponiéndose como
candidatos a los BRICS; Turquía se pone en la cola, así como Egipto, y abandona
progresivamente la influencia Occidental. En esta circunstancia Erdogan, un
taimado actor geopolítico, juega a todas las bazas. No ha dudado en
entrevistarse con su enemigo, el presidente egipcio, en el mes de noviembre
enfrentados todavía por el conflicto libio.
El 5 de agosto
pasado, durante el encuentro de Sochi, Putin “sugirió” a Erdogan abrir alguna
vía de negociación preliminar entre Turquía y Siria. La propuesta de una charla
por teléfono con el presidente sirio se transformará, posiblemente, en una
entrevista personal. Los dirigentes turcos nunca ocultaron su interés por
controlar la segunda ciudad de Siria (Alepo) y asegurarse una salida directa en
la zona de Tartus. En la práctica Ankara ha tenido que admitir que la
intervención rusa hizo inviable esa posibilidad. Turquía no quiere un
enfrentamiento directo con el ejército sirio, cuyo aliado es Rusia. La ofensiva
militar de Turquía contra las bases kurdas en el norte se ha pospuesto.
Israel mira con
preocupación las conversaciones sirio/turcas. Un acuerdo debilitará la posición
de Tel Aviv en la zona. Por otro lado los ataques de los grupos kurdos iraquíes
contra Irán fueron respondidos de forma contundente por parte del ejército de
este país. En este marco tan complejo la retirada de Turquía de la zona norte
de Siria, que ocupa desde hace años, es una posibilidad. Sería una victoria
enorme para Rusia puesto que su papel como actor decisivo en la zona se
multiplicaría. El acuerdo que se está gestando representa, como hemos dicho, un
cambio enorme en la posición de Turquía. Según el diario sirio Al-Watan,
el diálogo preliminar incluiría la retirada de las tropas turcas del Norte de
Siria, respetar la soberanía siria, abrir completamente la estratégica
autopista M4 en el norte de Siria que conecta directamente el puerto de Lakatia
con la ciudad de Alepo. Damasco y Ankara también estuvieron de acuerdo en que
el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y sus milicias actúan como
agentes de EEUU y de Israel y suponen el mayor peligro para Turquía. El
gobierno de Siria tendría que encargarse de su desmilitarización. Se acordó también
que los tres gobiernos crearían una comisión tripartita para el cumplimiento de
los acuerdos que tendrían como árbitro a Moscú. Sobre estas bases se han
establecido los contactos. En diciembre tuvo lugar el encuentro sirio–turco de
fuerzas de seguridad de los dos países. En enero, la consulta será entre los
ministros de Relaciones Exteriores de los dos países, posiblemente en Moscú.
Posteriormente llegaría el momento de una interlocución directa entre los
antiguos enemigos con la mediación del presidente ruso. Las reacciones
políticas en otros países no se han hecho esperar. El día cinco de enero
realizaba una visita a Damasco el Ministro de Exteriores de Emiratos Árabes
Unidos, Abdullah bin Zayed Al Nahyan, entrevistándose con el presidente Bashar
Al Assad y altos funcionarios. El encuentro tuvo el carácter de visita de
estado. No es, por tanto, una visita protocolaria más. El deshielo de las
relaciones turco-sirias bajo patrocinio de Moscú va rompiendo poco a poco el
aislamiento impuesto por EEUU e Israel.
Las
negociaciones no son fáciles. Tienen muchos oponentes: Israel, que no ceja en
sus ataques contra las infraestructuras sirias; Washington, que amenazó a
Emiratos si finalmente realizaba el viaje a Damasco. En este sentido el
portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, indicó a los periodistas que “su
país no apoyaba a aquellos países que fortalecen sus relaciones o expresan su
apoyo a la rehabilitación de Bashar Al Assad”. A pesar de ello se abre un
resquicio a la paz tras más de 10 años de guerra que han asolado la zona.
A pesar de las
buenas palabras, Damasco tiene dudas. Pero la situación económica del país es
desastrosa, con altísimos niveles de inflación, una economía casi paralizada
por falta de energía eléctrica, con cortes de más 19 horas en el suministro
eléctrico en los barrios de clase alta y no más allá de 10 minutos al día de
luz en los más depauperados. Siria podría ver en estas negociaciones la
posibilidad de un cierto desahogo económico. Erdogan quiere adelantar las
elecciones presidenciales previstas para junio. Los millones de refugiados
sirios que viven en su territorio son una carga importante. También pretende
asegurar varios golpes de efecto. El primero, la reconciliación con
Egipto y algún tipo de acuerdo que le permita explotar los recursos
petrolíferos en la plataforma común en el Mediterráneo Oriental. El segundo,
promover alguna salida al conflicto sirio, que desangra al ejército turco sin
conseguir una victoria clara sobre los Kurdos.
Erdogan no
quiere ir mucho más lejos en este momento, aunque no tendrá más alternativa que
ofrecer concesiones políticas a Siria a cambio de la posibilidad de mantenerse
en el poder. Los tiempos realmente están cambiando. ¿Se abrirá un nuevo ciclo
en Oriente Medio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario