miércoles, 27 de julio de 2022

En vísperas de la mesa de diálogo

 

La prevista reunión de la mesa de diálogo entre los gobiernos español y catalán se celebrará en un momento en que PSOE y ERC, aunque por diferentes razones, necesitan ganar tiempo. Sánchez para acabar la legislatura, Aragonès para romper el empate con Junts.


En vísperas de la mesa de diálogo


Antonio Santamaría

El Viejo Topo

27 julio, 2022 


La prevista reunión de la mesa de diálogo entre los gobiernos español y catalán se celebrará en un momento en que PSOE y ERC, aunque por diferentes razones, necesitan ganar tiempo. Pedro Sánchez para acabar la legislatura, Pere Aragonès para romper el empate con Junts.

Hace poco más de un año de la trabajosa investidura de Pere Aragonès (21/5/21) que necesitó tres sesiones parlamentarias para acceder a la presidencia de la Generalitat y tras seis meses de presidencia en funciones tras la inhabilitación de Quim Torra.

Las elecciones al Parlament del 14 de febrero de 2021 arrojaron, dentro del bloque soberanista, una ligera ventaja a favor de ERC, con una mínima distancia de un escaño y treinta mil votos respecto a Junts per Catalunya (JxCat) que presentó a Laura Borràs investigada por un feo asunto de corrupción. ERC cerró un pacto con la CUP antes de encarar la negociación con Junts. La CUP exigió que pasados dos años -a mitad de legislatura- Aragonès se sometiese a una cuestión de confianza para evaluar los resultados de su apuesta por la mesa del diálogo con el gobierno español donde ERC plantearía dos puntos centrales: amnistía y autodeterminación. Junts le hizo sudar la camiseta, elevando el nivel de sus exigencias y poniendo como cuestión innegociable otorgar la presidencia de la Cámara a Laura Borràs, una votación en la cual la CUP se abstuvo.

Desde 1980 -con el intervalo de los tripartitos de Maragall y Montilla- la presidencia de la Generalitat había estado ocupada por Convergència y sus avatares políticos: Pujol, Mas, Puigdemont y Torra. La investidura de Aragonès marcaba un punto de inflexión en el largo combate sin concesiones entre Junts y ERC por la hegemonía política del movimiento independentista, aunque el “empate técnico” le impedía cantar victoria. ERC accedía a la presidencia de la Generalitat, cosa que no sucedía desde los tiempos de la Generalitat republicana, una institución connotada simbólicamente desde la trágica ejecución de Lluís Companys. Junts y ERC mantienen una extraña relación política. Socios en el gobierno de la Generalitat, son competidores feroces en los medios y en las urnas. Tanto es así que Junts prefirió que la poderosa Diputació de Barcelona estuviese en manos del PSC antes que cederla a ERC. De este modo, Junts ejerce como gobierno pero también como oposición del gobierno del que forma parte. Así no es extraño que, tanto en la anterior legislatura como en ésta, se multipliquen los sonados desencuentros entre los socios como, solo poner algunos ejemplos, los relativos a la ampliación del Aeropuerto de Barcelona o al Cuarto Cinturón en el Vallès.

Quim Torra, su predecesor en el cargo, proclamó que se consideraba un presidente vicario, pues sólo reconocía la legitimidad de Carles Puigdemont. Por el contrario, Aragonès, desde el primer momento, quiso aclarar que él era el único presidente legítimo de la Generalitat, todo y reconocer la gran labor desarrollada por Puigdemont en el exilio. La primera prueba de fuego que hubo de superar fue en torno a la mesa de diálogo entre gobiernos, justamente el núcleo de la estrategia política de ERC que impuso como conditio sine qua non para facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Junts realizó una auténtica provocación al incluir en su delegación al vicepresidente del Govern Jordi Puigneró, pero también a tres miembros que no formaban parte del ejecutivo catalán: Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso y dos de los indultados del procés e inhabilitados Jordi Sànchez y Jordi Turull. Aragonès se vio obligado a dar un golpe de autoridad, excluir a esos miembros de la delegación del gobierno catalán con el ejecutivo español y acudir a la mesa de diálogo a la que solo asistieron representantes de ERC por la parte catalana. Para Junts y la CUP, la mesa de diálogo es una trampa concebida para anestesiar al movimiento independentista, alimentando falsas esperanzas sobre la autodeterminación.

La negociación de sus primeros presupuestos de Aragonès escenificó la ruptura del acuerdo de investidura con la CUP. Durante todos los años del procés, la formación de la izquierda independentista ha sido imprescindible para la conformación de la mayoría absoluta secesionista en la Cámara catalana. Ante el no de la CUP, ERC hubo de recurrir a los ocho diputados de los Comunes para aprobarlos. Eso sí, a cambio de que Esquerra hiciese lo propio en el Ayuntamiento de Barcelona, presidido por Ada Colau, el principal activo político e institucional de la coalición, obligando al alcaldable de ERC, Ernest Maragall, hermano de Pasqual, a cambiar su anunciado sentido negativo de voto. Ante ello, Esquerra manifestó que daba por roto el pacto con la CUP y que por tanto Aragonès no tendría que someterse a la prometida cuestión de confianza.

El movimiento independentista sin una hoja de ruta clara, con los partidos divididos y con los presos indultados en la calle, experimenta una suerte de repliegue identitario en torno a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, ratificada por el Tribunal Supremo, que obligaba a todos los centros del país a impartir como mínimo un 25% de las clases en lengua castellana. Una sentencia cuya ejecución ha quedado suspendida y pendiente del recurso ante el Tribunal Constitucional, pero que ha desencadenado una potente campaña política y mediática en torno a la supervivencia de la lengua catalana, última trinchera del movimiento nacionalista.

El estallido del caso Pegasus de espionaje en parte legal, autorizado por el CNI, en parte ilegal, a líderes independentistas reavivó las brasas del victimismo por la represión policial y judicial contra el movimiento secesionista tras el 1-O. Un fuego alimentado por la publicación de las grabaciones del comisario Villarejo y las sucias operaciones contra el independentismo de la denominada “policía patriótica”.

El clima político generado por la sentencia del 25% y las repercusiones del caso Pegasus provocaron, cara a la galería, la congelación de las relaciones entre ambos ejecutivos y la suspensión de las reuniones de la mesa diálogo. La presión sobre ERC de Junts y CUP por Pegasus impedía reanudar los encuentros públicos.

Tras la salida de Jordi Sánchez de la secretaria de Junts, enfrentado con Puigdemont, se celebró el congreso de Junts que eligió una dirección bicéfala formada por Borràs y Turull. La primera como representante del sector Puigdemont, el segundo del aparato convergente. Ahora bien, sobre Turull, indultado de la pena de prisión, mantiene la de inhabilitación, con lo cual no podrá presentarse a los comicios. Como probablemente le ocurrirá a Borràs cuando sea juzgada. Bajo estas circunstancias emerge la figura de Jaume Giró conseller de Economía y exdirectivo de CaixaBank como posible candidato a la presidencia de la Generalitat. En otro orden de cosas, una de las resoluciones del congreso iba dirigida a ERC en clave de amenaza: el partido realizaría una auditoria del cumplimiento del pacto de gobierno, en caso de que el resultado no fuese satisfactorio reconsideraría su permanencia en el mismo.

El afer Borràs

La piedra de toque de la continuidad de la coalición Junts-ERC se ventilará en torno a la resolución del caso Borràs. Según el reglamento del Parlament, aprobado tras la confesión de Pujol, se instituyó una norma según la cual cuando se abra la vista oral a un diputado por delitos de corrupción debe dejar inmediatamente el escaño. Borràs, a pesar de las pruebas acumuladas en su contra, ha anunciado su negativa a cumplir esta norma, aduciendo que es víctima de una acusación falsa cocinada en las cloacas del Estado. Una resistencia numantina que evoca el comportamiento de Boris Johnson.

Recientemente, la posición de Borràs se ha debilitado aún más tras su entrevista en el programa de TV3, FAQS conocido por su militancia independentista, a la que acudió acompañada por Francesc Dalmases, diputado de Junts y para más inri presidente de la comisión de control de la Corporació Catalana de Mitjans de Audiovisuals (CCMC). Al acabar la entrevista, Dalmases, a quien no le gustaron las preguntas sobre la situación judicial de Borràs, le montó una bronca monumental a una periodista del programa, a quien encerró en un camerino, emprendiéndola a gritos y golpes contra el mobiliario. Todo ello en presencia de Borràs que intentó quitar importancia al incidente y disculpar a Dalmases, que se ha visto obligado a dimitir de su cargo en la CCMA.

Tanto la CUP como ERC y el propio Aragonès han pedido la dimisión de Borràs por el bien del prestigio el Parlament, al igual que su predecesora en el cargo, Carme Forcadell, condenada en el juicio del procés y posteriormente indultada.  Cuando llegue el momento, cada vez más próximo, que la mesa del Parlament reciba la notificación de apertura de vista oral contra su presidenta, ERC y CUP tendrán que retratarse. Si votan en contra de la retirada de su condición de diputada, como estipula el reglamento de la Cámara, se comprometería el discurso de ambas formaciones contra la corrupción. Si votan a favor se arriesgan a que Junts salga del gobierno y precipite el fin de la legislatura. Un peligro relativo, pues un sector de Junts se opondría con uñas y dientes ceder sus parcelas de poder por la cara bonita de Borràs.

Además, el PSC se ha ofrecido a negociar los Presupuestos con ERC, lo cual les permitiría aprobarlos sin el concurso de Junts y CUP. Esto supondría un jalón en la ruta hacia la formación de un hipotético gobierno de izquierdas con los Comunes, con la benevolente neutralidad del PSC. Siempre y cuando, claro está, que ERC garantice el apoyo a Pedro Sánchez en Madrid.

Ganar tiempo

Pasada la tormenta de Pegasus, los jefes de gabinete de ambos ejecutivos, Félix Bolaños y Laura Vilagrà mantuvieron dos encuentros preparatorios para desbloquear la mesa de diálogo. Las reuniones estuvieron precedidas por el voto contrario de ERC a la reforma laboral, aprobada in extremis a causa del error en la votación de un diputado del PP, mostrando la importancia del apoyo de los 13 diputados de ERC para la estabilidad del gobierno Sánchez.

Un día después del debate del Estado de la Nación, donde Sánchez escenificó un giro a la izquierda tras la debacle andaluza, se celebró una reunión entre los dos presidentes, Pedro y Pere, en la que se limaron asperezas y se acordó convocar la mesa de diálogo para la última semana del mes de julio.

En estos encuentros previos volvió a ponerse de manifiesto las grandes distancias que separan a ambas formaciones respecto a las reivindicaciones del movimiento independentista. ERC reclama la amnistía y la autodeterminación. PSOE insiste en que los eventuales acuerdos deben situarse dentro del orden constitucional que no contempla ni una cosa ni la otra. Las declaraciones de Bolaños, Vilagrà y del propio Aragonès respecto a la “desjudicialización” del conflicto político apuntan a que los avances pueden concretarse en este terreno (reforma del delito de sedición, retirada o rebaja de peticiones de pena en los procesos judiciales en curso…) Según algunos medios, la dimisión de la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, exministra socialista de Justicia, podría interpretarse en este sentido.

En cualquier caso, PSOE y ERC se necesitan para comprar tiempo. Para los socialistas el apoyo de ERC resulta imprescindible para acabar la legislatura y darse tiempo para combatir el efecto Feijoo, tras el serio aviso de Andalucía, uno de sus principales graneros electores. Por su parte, Esquerra precisa demostrar la utilidad de la mesa de diálogo frente a las feroces críticas de Junts y la CUP que acusan a ERC de renunciar a la lucha por la independencia. También, para aposentar a Aragonès en el cargo y ampliar distancias con Junts.

La recomposición de las relaciones entre PSOE y ERC se produce en un marco de repliegue del movimiento independentista tras el fracaso de la vía unilateral. Una prueba adicional de ello es la personación de Anna Gabriel, exdiputada de la CUP, que escapó a Suiza para evitar el juicio por el delito de desobediencia que no comporta penas de prisión. De este modo sigue los pasos de Meritxell Serret, consellera de Agricultura de ERC en el gobierno Puigdemont, acusado del mismo delito y que como Gabriel está en libertad provisional a la espera de juicio. Un caso muy diferente a la secretaria general de ERC, Marta Rovira, huida a Suiza, pero sobre la cual pesan delitos como el de sedición con penas de prisión.

A la hora de redactar estas líneas, aun no se ha fijado fecha para la reunión de la mesa de diálogo, a la que en principio no está previsto la asistencia de los presidentes de ambos ejecutivos, pero en la que ambas partes están obligadas a ofrecer algún avance.

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