Un toque de
realismo
DIARIO OCTUBRE / mayo 22, 2022
La pérdida de casi 2500 soldados en tan solo cuatro días con la rendición de las unidades del Ejército Ucraniano y el regimiento Azov que se encontraban atrincheradas en la fábrica Azovstal de Mariupol ha supuesto un choque con la realidad que Kiev, con su hábil manejo lleva semanas tratando de evitar. Ucrania intenta centrar el discurso en la retirada rusa de la frontera norte y los avances ucranianos en el norte de Járkov, que le han permitido atacar con artillería zonas al otro lado de la frontera rusa, con el objetivo de eclipsar el hecho de que ha perdido el control de la región de Jerson, la parte sur de la RPD, prácticamente toda la antigua región de Lugansk (a excepción de Lisichansk y Severodonetsk, donde la situación de los militares ucranianos se complica por momentos) y solo aguanta el frente en las zonas del norte de Zaporozhie y al sur de Donetsk. Una situación que algunos medios, como el español La Vanguardia, califican de “tablas” que puede consolidarse en las próximas semanas.
La
pérdida de Azovstal supone una victoria para Rusia y la RPD, ya que, además de
consolidar la posición rusa en el mar de Azov, ahora mismo un mar interior bajo
control ruso en su totalidad, supone una advertencia para las tropas ucranianas
en otras zonas en riesgo de quedar sitiadas. Sin embargo, uno de los motivos
para mantener durante prácticamente un mes la presencia militar ucraniana en
Azovstal era precisamente restar valor a esa victoria rusa, la más importante
de esta fase de la guerra al tratarse de una ciudad de prácticamente medio
millón de habitantes. Ucrania buscaba así difuminar el efecto que sobre sus
tropas tuviera, no solo la derrota, sino la forma en que se ha producido: Kiev
no ha sido capaz de negociar una salida ni enviar suministros ni refuerzos a
unas tropas que han pasado cuatro semanas sitiadas, con escasez de medicamentos
y en condiciones de debilidad pese a ser, en número, superiores a las tropas de
la RPD que sitiaban el recinto.
En
este tiempo, Ucrania ha alegado que seguía existiendo una resistencia ucraniana
en la ciudad, por lo que negaba que Rusia controlara la ciudad. Es más, el
alcalde ucraniano de Mariupol, que huyó de la ciudad en los primeros días de la
guerra, sigue siendo considerado, no solo el regidor de la ciudad, sino una
fuente fiable para la prensa ucraniana y occidental. Negar la realidad suponía
negar la victoria rusa, aún parcial a causa de la existencia de esa supuesta
resistencia en Azovstal. Rendida la guarnición de Mariupol, Ucrania
y sus medios afines intentan argumentar que no se trata de una victoria
estratégica, desvinculándola de la victoria en la ciudad, fundamentalmente con
el objetivo de no causar pánico entre las tropas en las posiciones más
comprometidas del frente.
Se
repite ahora el mismo discurso que se usara a finales de abril, cuando un
sonriente Denis Prokopenko, comandante del regimiento Azov, explicaba al
periodista Dmitry Gordon que la resistencia en Azovstal mantendría ocupadas a
las tropas rusas y liberaría a las tropas ucranianas en otras zonas. Entonces,
Ucrania lanzaría su contraofensiva y acabaría con la presencia rusa en
Mariupol. Con la confianza que dan los 40.000 millones de dólares comprometidos
por Estados Unidos y la promesa de la llegada de armamento pesado occidental en
los próximos meses, la Oficina del Presidente de Ucrania, fundamentalmente por
medio de Mijailo Podoliak, continúa presentando el escenario de victoria
ucraniana con esa contraofensiva que se planea para los próximos meses y que
derrotaría a Rusia, que se vería obligada a abandonar los territorios
capturados en estos tres meses de guerra. Ayer, Podoliak afirmaba que la guerra
se dirige a su sangrienta fase final, en la que Rusia se atrincherará en busca
de una guerra posicional, pero en la que Ucrania debe contraatacar para
expulsar a esos “extranjeros” de los territorios. Como hiciera Zelensky dos
días antes, Podoliak admitía que esa guerra causará un gran número de bajas en
el bando ucraniano, “pero tendremos que vivir esa fase sangrienta de la
liberación de nuestros territorios en cualquier caso”. En las últimas horas,
Andriy Ermak ha añadido que, con la entrega de nuevas armas occidentales, el
Ejército Ucraniano estará al máximo de sus capacidades de combate en un mes y
medio o dos meses.
Pese
al triunfalismo del discurso oficial y la protección que supone para Ucrania
que no haya en la prensa voluntad alguna de preguntarse cuáles son las pérdidas
reales de las Fuerzas Armadas de Ucrania -a pesar de las evidencias de grandes
bajas, por ejemplo, en el contraataque de Járkov-, Kiev es consciente de haber
perdido, solo en Mariupol y solo teniendo en cuenta a los efectivos capturados,
a más de 4000 soldados. A ello se suma el riesgo de que algunas de las mejores
unidades ucranianas queden sitiadas en lugares como Lisichansk, Severodonetsk o
Artyomovsk, razón por la que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de
Ucrania, Valery Zaluzhny, haya tratado sin éxito de retirar a las tropas de la
primera línea de defensa para equilibrar el frente en la segunda línea, Kramatorsk-Slavyansk,
y poder resistir el ataque ruso como las tropas ucranianas han logrado en la
zona de Guliaipole hasta disponer de esas armas extranjeras que Ucrania espera
recibir en el futuro cercano. Temeroso de un efecto psicológico que destruya la
moral de las tropas con una retirada similar a las de Ilovaisk o Debaltsevo, el
equipo de Zelensky ha rechazado de momento esa opción, lo que condena a las
últimas ciudades de Lugansk bajo control ucraniano a una lucha hasta el final,
esta vez sin la protección que ha supuesto el fortín de Azovstal. Destruido
ayer en un ataque ruso uno de los dos últimos puentes en dirección a
Artyomovsk, cualquier posibilidad de repliegue queda notablemente dificultada.
Sin
embargo, son evidentes las contradicciones entre el discurso triunfalista y las
dosis de realismo que comienzan a aparecer al más alto nivel. En línea con los
argumentos del editorial publicado por The New York Times esta
semana, Volodymyr Zelensky, se refirió ayer a las perspectivas de victoria
ucraniana. Zelensky, que sigue alegando que sus socios occidentales han
participado en la evacuación de Azovstal y se jacta de
disponer de 700.000 personas luchando de su parte (incluye en ellas, no solo al
ejército, sino al SBU, la policía y las diferentes defensas territoriales,
escasamente preparadas, carne de cañón en caso de ser enviadas a la primera
línea del frente, como se ha podido ver en estas semanas en Járkov), moderó
notablemente las aspiraciones ucranianas, al menos en términos militares. Según
afirmó ayer, sería una victoria para Ucrania regresar a las fronteras
anteriores al 24 de febrero, es decir, recuperar la región de Jerson, el sur de
Zaporozhie, el sur de Járkov, grandes zonas de Lugansk y Mariupol y sus
alrededores.
Aunque
en apariencia el presidente ucraniano modera las aspiraciones del país a
recuperar sus fronteras según han existido desde 2015, siguiendo así la
petición de realismo que comienza a aparecer en ciertos sectores occidentales,
Zelensky no renuncia ni a Donbass ni a Crimea, aunque parece comprender que no
es posible recuperar esos territorios por la vía militar. “Ucrania y solo
Ucrania definirá cuándo y cómo termina la guerra”, escribió ayer el ministro de
Exteriores Dmitro Kuleba para explicar las palabras del presidente. “Zelensky
ha sido claro. No queremos tierra de otros, pero no renunciamos a lo que es
nuestro”, sentenció el ministro que hace solo unas semanas mostraba a Anthony
Blinken un mapa de Ucrania en el que se incluían regiones rusas como Kuban.
Sin
explicar por qué Ucrania será capaz de recuperar por la vía militar todos los
territorios perdidos desde el 24 de febrero, pero no los perdidos en 2014,
Zelensky plantea el retorno a las fronteras anteriores a la intervención rusa
como punto de inflexión. Acabaría ahí la fase militar de la guerra para pasar a
una fase diplomática que, en realidad, no sería más que regresar a la mesa de
Minsk, aunque con una Rusia mucho más debilitada y aún más apoyo occidental
para Kiev para imponer su visión de la resolución del conflicto. Sin respuesta,
posiblemente porque nadie espera que este escenario sea posible, queda la
pregunta de cómo resolvería entonces Ucrania la cuestión de Donbass o cómo
convencería a Crimea de volver bajo control ucraniano.
Los
comentarios de Zelensky al respecto evidencian que no hay cambio de postura
alguno en Ucrania. “Creía que sería posible terminarlo solo con la diplomacia”,
alegó el presidente ucraniano en referencia a la cuestión de Donbass antes de
la intervención rusa, olvidando, como es habitual, que fue la negativa
ucraniana a cumplir con los acuerdos firmados la que hizo imposible que el
proceso de Minsk avanzara. “Ahora es como un coche: no es de gasolina, ni es
eléctrico, porque la guerra es así, es híbrido. Ya la victoria será muy
difícil, será sangrienta, definitivamente habrá combate, pero el final
definitivamente estará en la diplomacia”, añadió para admitir las dificultades:
“Queremos todo de vuelta y la Federación Rusa no quiere devolver nada”.
Al
final, todas las guerras acaban y el avance final solo puede producirse por
medio de la diplomacia, alegó Zelensky. Sin embargo, ambas partes son
conscientes de que las contradicciones existentes en las posturas de
negociación -evidentemente, Rusia no puede permitirse poner sobre la mesa la
soberanía de Crimea- hacen inviable un proceso de negociación a corto plazo.
Las palabras de Zelensky no buscan reiniciar un proceso de negociación que
existió durante algunas semanas, pero que quedó completamente paralizado en
abril, sino rebajar ligeramente las expectativas militares de Ucrania, aunque
no las políticas, para dar el toque de realismo que se le empieza a pedir desde
el otro lado del Atlántico.
VÍA:slavyangrad.es
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