sábado, 20 de noviembre de 2021

Carta a Alejandro II. [León Tolstói]


Tal día como hoy de 1910 fallecía el gran escritor y pensador León Tolstoi. Crítico severo del poder y los ejércitos, sus ideas pacifistas no encajaron en los movimientos intelectuales, políticos y sociales de finales del XIX y principios del XX.


Carta a Alejandro II

 

León Tolstói

El Viejo Topo

20 noviembre, 2021 



Moscú, 22 de agosto, 1862

Su Majestad: El 6 de julio un oficial superior de gendarmes acompañado de las autoridades locales fue a mi posesión en mi ausencia. En mi casa habitaban durante las vacaciones mis huéspedes, unos estudiantes, maestros rurales del distrito judicial que yo administraba, mi tía y mi hermana. El oficial de gendarmes comunicó a los maestros que estaban arrestados, y requirió sus efectos y papeles. El registro duró dos días; se registró: la escuela, los sótanos y los almacenes. Según el oficial de gendarmes, no se halló nada sospechoso.

Aparte del agravio inferido a mis invitados, se creyó necesario ofendernos a mí, a mi tía y a mi hermana. El oficial de gendarmes registró mi gabinete, que entonces estaba como dormitorio de mi hermana. Al preguntársele sobre qué base actuaba así, el oficial de gendarmes declaró que lo hacía por mandato imperial. La presencia de soldados de la gendarmería y de los funcionarios que le acompañaban confirmaban sus palabras. Los funcionarios se presentaron en el dormitorio de mi hermana no dejaron sin leer ni una sola correspondencia ni un solo diario y, al marcharse, declararon a mis huéspedes y familiares que quedaban libres, y que no se había encontrado nada sospechoso. Por tanto, ellos eran también nuestros jueces y de ellos dependía el acusarnos de sospechosos y privarnos de libertad. No obstante, el oficial de gendarmes dijo además que su marcha aún no debía tranquilizarnos del todo, y advirtió: cualquier día podemos regresar.

Me parece indigno asegurar a Su Majestad lo inmerecido del agravio que se ha cometido. Todo mi pasado, mis relaciones, mi franca actividad a la vista de todos en el servicio de las armas y en la instrucción pública y, por último, la revista, en la que van expresadas todas mis íntimas convicciones, hubieran demostrado -sin tener que emplear medidas que destruyen la felicidad y el sosiego de las personas- a cualquiera que se interese por mí, que yo no puedo ser conspirador, redactor de octavillas, asesino o incendiario. Aparte del agravio, de la sospecha sobre el delito, además del oprobio ante el juicio de la sociedad y del sentimiento de eterna amenaza bajo el que estoy obligado a vivir y conducirme, esa visita me ha comprometido de lleno ante la opinión de la gente, que yo estimaba, había ganado con los años y me era del todo necesaria para la actividad elegida por mí: la fundación de escuelas para el pueblo.

De acuerdo al sentimiento propio de todo hombre, yo busco a quién culpar de lo que ha sucedido conmigo. Yo no puedo culparme: me siento con más razón de la que nunca tuve; no conozco al falso delator, ni puedo inculpar a los funcionarios que me juzgaron y ofendieron: ellos repitieron continuamente que no lo hacían por su voluntad, sino por mandato imperial.

Para continuar siempre igual de justo respecto a mi gobierno y a la persona de Su Majestad, ni puedo ni quiero creerlo. Pienso que no puede ser designio de Vuestra Majestad el que los inocentes hayan de ser castigados y los justos vivan de manera constante con el temor de la ofensa y el castigo.

Me dirijo a Vuestra Majestad para conocer las razones de todo ello. Sólo ruego que se elimine toda posibilidad de que sobre el nombre de Su Majestad vaya a caer el reproche de injusticias y que sean, si no castigados, sí fustigados los culpables del abuso de tal nombre y dignidad.

Leal súbdito de Vuestra Majestad,

CONDE LEON TOLSTOI

 *++

No hay comentarios: