El 8 de agosto de 1945, cuando la prensa internacional parecía alegrarse por la destrucción de la ciudad de Hiroshima con un arma nueva, el escritor Albert Camus firmó este editorial en el periódico Combat… Para leer y que quede en la memoria.
Hiroshima
El Viejo Topo
8 agosto, 2021
El mundo es lo
que es, es decir poca cosa. Lo sabe cada uno desde ayer gracias al fabuloso
concierto que la radio, los diarios y las agencias de información acaban de
desatar con respecto a la bomba atómica. Nos dicen, efectivamente, en medio de
un montón de comentarios entusiastas que “cualquier ciudad de mediana
importancia puede ser arrasada por una bomba del tamaño de una pelota de
futbol”. Periódicos estadounidenses, ingleses y franceses se explayan en
disertaciones elegantes sobre el futuro, el pasado, los inventores, el costo,
la vocación pacífica y los efectos bélicos, las consecuencias políticas y hasta
el carácter independiente de la bomba atómica. Vamos a resumirnos en una frase:
la civilización mecánica acaba de alcanzar su último grado de salvajismo. Habrá
que elegir, en un futuro más o menos cercano, entre el suicidio colectivo o la
utilización inteligente de las conquistas científicas.
Mientras tanto,
está permitido pensar que hay una cierta indecencia en celebrar así un
descubrimiento, que primero se pone al servicio de la ira de destrucción más
increíble de que haya sido prueba el hombre en siglos. Que en un mundo librado
a todos los destrozos de la violencia, incapaz de ningún control, indiferente a
la justicia y a la simple felicidad de los hombres, la ciencia se consagre al
asesinato organizado, nadie sin duda podrá siquiera asombrarse, a menos que
sostenga un idealismo impenitente.
Los
descubrimientos deben registrarse, comentarse por lo que son, anunciarse al
mundo para que el hombre tenga una idea precisa de su destino. Pero abordar
estas revelaciones espantosas con una literatura pintoresca o humorística,
resulta insoportable.
Ya no era fácil
respirar en un mundo torturado. Ahora se nos propone una nueva angustia, que
tiene todas las chances de ser definitiva. Se le ofrece a la humanidad sin duda
la última oportunidad. Y esto quizás bajo el pretexto de una edición especial.
Pero debería ser con toda seguridad tema de ciertas reflexiones y de mucho
silencio.
Por lo demás,
hay otras razones para recibir con reserva la novela de anticipación que nos
proponen los periódicos. Cuando vemos al redactor diplomático de la Agencia
Reuter anunciar que este invento deja caducos los tratados e incluso las
decisiones de Potsdam, destacar que da lo mismo que los rusos estén en Koenigsberg
o Turquía en los Dardanelos, no puede uno evitar de adjudicar a este bello
concierto intenciones bastante extranjeras al desinterés científico.
Que nos
escuchen bien. Si los japoneses capitulan después de la destrucción de
Hiroshima y a causa de la intimidación, nos vamos a alegrar. Pero rechazamos
aprovecharnos de una noticia tan grave para otra cosa que no sea la decisión de
abogar más enérgicamente aún por una verdadera sociedad internacional, donde
las grandes potencias no tengan derechos superiores a las naciones más pequeñas
o medianas, donde la guerra, el flagelo que se ha convertido en definitivo por
el solo efecto de la inteligencia humana, ya no dependa de los apetitos o de
las doctrinas de tal o cual Estado.
Ante las
perspectivas aterradoras que se abren a la humanidad, percibimos aún mejor que
la paz es la única batalla que vale la pena librar. Ya no se trata de un ruego,
sino de una orden que debe alzarse de los pueblos a los gobiernos, la orden de
elegir definitivamente entre el infierno y la razón.
Editorial de
Combat, 8 de agosto de 1945.
Original francés del editorial: https://www.humanite.fr/albert-camus-sur-hiroshima-leditorial-de-combat-du-8-aout-1945-580990
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