«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el
feminismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020.
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«Parafraseando
a Fourier, Marx dijo:
«El grado de
emancipación femenina determina naturalmente la emancipación general». (Karl
Marx y Friedrich Engels; La sagrada familia, 1844)
Las posiciones
políticas del Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1964-1985
sobre la mujer estuvieron inspiradas claramente en las nociones marxistas sobre
el tema:
«En efecto,
puede hoy afirmarse que la familia conyugal ha nacido de las contradicciones
económicas que aparecen en el momento en que el trabajo se ha hecho más
productivo, es decir, ésta ha nacido de la propiedad privada y se ha
consolidado con ella, al mismo tiempo que se precisaban en toda la sociedad los
antagonismos de clase. Por consiguiente los conflictos y las luchas que se
desarrollan en el seno de la sociedad han de reflejarse, y de hecho se
reflejan, en la oposición existente inicialmente entre los hombres y las
mujeres en el seno del matrimonio conyugal. La noción de la inferioridad de la
mujer se explica fundamentalmente por el hecho de que desde el momento en que
los hombres obtienen su supremacía, han impuesto la idea de que las mujeres son
de una naturaleza distinta, que poseen por naturaleza caracteres distintos y
que sus capacidades son normalmente inferiores. A este respecto no podemos
dejar de señalar el papel determinante que en la era cristiana ha jugado la
«Santa Madre Iglesia», cuyos fundadores sostenían incluso la idea de que la
mujer era un ser intermedio entre el hombre y el animal, un ser impuro e
inferior en todos los órdenes.
Todas las
clases opresoras tratan de justificar su opresión imponiendo la idea de que el
ser oprimido es inferior. Así tenemos el caso de la política racista que trata
de justificar la inferioridad de los pueblos de color, para mejor asegurarse su
explotación y opresión. Otro tanto ocurre con la mujer utilizada hoy por el
capitalismo como mano de obra barata y como reserva en la producción. Ahora
bien, como la clase dominante, en este caso la burguesía capitalista e
imperialista, es la clase que impone su ideología al conjunto de la sociedad,
la noción de la inferioridad de la mujer también existe entre la clase obrera,
e incluso entre no pocas mujeres.
Frente a la
ideología reaccionaria burguesa, los marxista-leninistas oponemos nuestros
principios de la igualdad total entre el hombre y la mujer y rechazamos de
plano toda idea de discriminación hacia la mujer y de considerarla como un ser
inferior. Afirmamos a este respecto:
1) Que la
subordinación de la mujer no se basa en una inferioridad congénita, sino que es
la consecuencia histórica de un hecho económico, es decir, del desarrollo de la
productividad del trabajo y el acaparamiento por los hombres de las principales
riquezas creadas por esta productividad acrecentada.
2) Que el
desarrollo de la propiedad privada monopolizada por los hombres, ha hecho
posible el reforzamiento hasta el extremo de la autoridad del marido en la
familia y ha convertido a la mujer prácticamente en una esclava doméstica,
totalmente sometida a los deseos y a la voluntad del marido.
3) Que dada la
estructura familiar basada en la transmisión de la propiedad privada, no existe
esperanza alguna bajo el régimen capitalista de que la mujer se libere
totalmente, ya que los hombres de las clases dirigentes tienen sus intereses de
clase ligados a esa estructura familiar.
4) Que la
degradación de la familia actualmente, ha comenzado con el desarrollo de la
gran industria que ha arrancado a la mujer de la servidumbre doméstica para
imponerla otras nuevas.
5) Que la
incorporación de la mujer a determinadas actividades y funciones reservadas
hasta el presente a los hombres, anuncia su eventual independencia económica y
ya en algunos países les ha permitido cierto grado de igualdad jurídica con los
hombres.
6) Que el modo
cómo las mujeres desempeñan las funciones sociales y profesionales demuestra
que sus capacidades intelectuales, su poder de decisión y su espíritu de
organización, no son en modo alguno inferiores a los hombres». (Elena Ódena; La
mujer española y la lucha contra la dictadura franquista, 1967)
Por ello, en el
IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 ante el auge de los movimientos feministas,
se instaba a abordar la cuestión de género en base a la visión marxista del
partido y no siguiendo la versión idealista de las organizaciones feministas:
«Actualmente las
organizaciones femeninas y feministas de diversa naturaleza y tendencia pequeño
burguesa están logrando organizar y movilizar a amplios sectores de la mujer y
sólo si nosotros, el partido en primer lugar, el FRAP, la UPM, la OSO, la
Convención Republicana, somos capaces de tomar seriamente en nuestras manos la
defensa de los derechos y la lucha por la liberación de la mujer, lograremos
incorporar al torrente revolucionario a una buena parte del más del 50 por 100
de nuestra población. De otro modo, esta mitad de nuestro pueblo se convertirá
en una fuerza y una reserva de la reacción, o, en el mejor de los casos, de las
corrientes pequeño burguesas. Pero se trata, además, de insistir en el partido
en la necesidad de comprender que el problema de la mujer no incumbe
exclusivamente a la mujer, ya que si no comprendemos esto no lograremos llevar
nuestra voz y nuestra política a las amplias masas femeninas, aparte de que
estaremos también reflejando las corrientes pequeño burguesas feministas
tendentes a separar tajantemente la lucha de la mujer por su liberación de la
lucha general de todo el pueblo». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
No por
casualidad se confrontaba abiertamente al feminismo. En el artículo
«Importantes orientaciones de la IIº Conferencia Nacional del partido para
nuestra lucha por los derechos de la mujer», se decía:
«Se trata de
comprender correctamente, que la lucha por los derechos de la mujer y por su
liberación de toda una serie de opresiones y discriminaciones de toda índole
–morales, sociales, económicas, familiares, etc.– que pesan con particular
brutalidad sobre ella, no es un asunto exclusivo de la mujer sino que incumbe
tanto a la mujer como al hombre, si bien la mujer, como principal y directa
interesada, ha de desempeñar el papel más directo e importante. (…) En segundo
lugar está la cuestión de nuestra actitud de cara a los movimientos feministas
pequeño burgueses y también, la de nuestros planteamientos en relación con toda
una serie de reivindicaciones que atañen exclusivamente a la mujer y que no
pueden dejarse de lado con la conocida posición de que «solo bajo el socialismo
podrá resolverse verdadera, ente el problema de la mujer». (…) Actualmente las
organizaciones femeninas y feministas de diversa naturaleza y tendencia pequeño
burguesa están logrando movilizar a amplios sectores de la mujer, y solo si
nosotros, el partido. (…) Somos capaces de tomar seriamente en nuestras manos
la defensa de los derechos y la lucha de la mujer, lograremos incorporar al
torrente revolucionario a más del cincuenta por ciento de nuestra población. De
otro modo, esta media mitad de nuestro pueblo se convertirá en buena parte en
una fuerza y en una reserva de la reacción o en el mejor de los casos de las
corrientes pequeño burguesas». (Vanguardia Obrera; Nº149, 1976)
¿Y qué ha
quedado de dichas posturas en el PCE (m-l) actual refundado en 2006? Nada.
Cierto es que en sus artículos ataca a ramas del feminismo actual, pero
igualmente tiene publicaciones donde dice lo contrario, e incluso alaba a otras
corrientes. Lo que demuestra que existen en su interior han florecido las «cien
flores y cien escuelas de pensamiento» al estilo maoísta. Hace poco, J.P.
Galindo nos decía lo siguiente en su artículo «Marxismo y feminismo» en un tono
muy parecido a la izquierda institucional:
«Será una
autora francesa, Simone de Beauvoir, quien construya el buque insignia de esta
etapa con su libro de 1949 «El Segundo Sexo» donde se analiza la creación
artificial de la identidad femenina a través de la imposición de prejuicios
sociales derivados directa o indirectamente del patriarcado familiar y moral.
(…) Esta visión provocará un avance significativo en la conciencia femenina
como ente colectivo y sujeto social propio «No se nace mujer, se llega a serlo»
será la máxima expresión de este análisis y su objetivo es cuestionar la
institución imprescindible para la reproducción de esa situación mental y
social. (…) El cuestionamiento de la familia tradicional entroncará íntimamente
con la revolución sexual. (…) Esa moral será también cuestionada por las
filosofías Beat, Hippie, Existencialista o Estructuralista, provocando
conjuntamente un cambio de paradigma global. (…) Expresado en lo que se conoce
como Mayo del 68, como una explosión de contestación y rebeldía contra toda la
construcción social previamente establecida. (…) El feminismo La Segunda Ola se
da por finalizada sin alcanzar resultados tan abrumadores y evidentes como la
Primera, pero con una continuidad discursiva que enlaza inmediatamente con la
postmodernidad naciente a finales del siglo XX, donde la desaparición del
bloque socialista da pie al cuestionamiento del feminismo marxista por no
lograr un éxito total en la transformación social e impregna de cierto
nihilismo esta nueva visión feminista, al presentar un replanteamiento de todos
los aspectos sociales desde perspectivas originales hasta entonces, tales como
la teoría queer o el ecofeminismo y cuestionando posicionamientos previamente
dados por sentados, como el caso de la prostitución o la pornografía, desde
ópticas liberales de autonomía individual del individuo sin prejuicios de
género o sexo». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº114, 2018)
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