Entrevista al filósofo Frieder Otto Wolf, coautor del
primer Manifiesto Ecosocialista
“El gran sujeto contaminante no son los consumidores,
sino la industria, los estados y el aparato militar”
01.11.2019
“El planeta, en peligro”, advertía el primer
Manifiesto Ecosocialista “Por una alternativa Verde en Europa”, firmado en
París en diciembre de 1989. Detallaba que la naturaleza había tardado 5.000
años en aumentar la concentración de CO2 en un 50%; pero, “de seguir el actual
ritmo, las sociedades humanas habrán duplicado esta concentración en menos de
un siglo; cinco veces más deprisa”. También subrayaba la aceleración en los
procesos destructivos: desertificación, desaparición de explotaciones
agrícolas, aumento “peligroso” de la carga química de los seres vivos y
el medio ambiente, degradación forestal en los países del norte; cada año las
talas o incendios causaban la desaparición de una superficie de selva tropical
equivalente a la República Federal de Alemania. El Manifiesto fue publicado, en
el estado español, en el número 41 de la revista Mientras Tanto (verano de 1990);
y en formato libro, de 173 páginas, por Los Libros de la Catarata en 1991.
“Creo que toda política ecologista o feminista radical topa con la
imposibilidad de desarrollar e imponer modos de producción ecológicos o no
patriarcales bajo el predominio del capital”, explicaba el filósofo Frieder
Otto Wolf en una entrevista a Jorge Riechmann (Mientras Tanto, nº 45).
Frieder Otto
Wolf (Kiel, Alemania, 1943) es profesor honorario de Filosofía en la
Universidad Libre de Berlín y fue uno de los autores del primer Manifiesto
Ecosocialista, junto a otros miembros de partidos verdes como Carlos Antunes,
Wilfried Telkämper, Penny Kemp, Isabelle Stengers y Pierre Juquin. Con motivo
del 30 aniversario del Manifiesto, Frieder Otto Wolf ha impartido una
conferencia en el Fòrum de Debats de la Universitat de València. Ingresó en
1982 en el partido Los Verdes (Die Grünen), por el que fue eurodiputado entre
1994 y 1999. Trabaja en la traducción de las obras completas del filósofo Louis
Althusser al alemán, en teoría marxista y política alternativa. Cuando
se publicó el documento en Alemania, “no fue un buen momento para el debate y
discusión”, explica el investigador, “en el contexto de la reunificación alemana
y la implosión de la URSS”.
En 2002 los
filósofos Michael Lówy y Joel Kovel publicaron un segundo Manifiesto
Ecosocialista, en el que declaraban la incapacidad del capitalismo para
resolver la crisis ecológica “porque hacerlo requiere fijar límites a la
acumulación”, y esta opción resulta “inaceptable” para “un sistema social
sustentado en el imperativo de crecer o morir”. El Manifiesto final de los III
Encuentros Ecosocialistas celebrados en Bilbao, en 2016, también apuntaba que
la solución no consistía en un capitalismo “disfrazado de verde”, que
reprodujera las pautas actuales de producción y consumo. Además frente a los
mitos del crecimiento ilimitado o las “ilusiones neokeynesianas”, defendía el
reparto de la riqueza, del trabajo productivo y reproductivo, y se comprometía
a extender la conciencia ecosocialista y feminista. Entre los firmantes del
documento, figuraban Ecologistas en Acción, Equo, la ONG Mugarik Gabe, los
sindicatos LAB, ELA y STEILAS y partidos como Podemos, Sortu y Alternatiba.
-El
calentamiento global por las emisiones de gases de efecto invernadero es de 1ºC
respecto a los niveles preindustriales, según el informe del Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas
(IPCC), de septiembre de 2019; “hay pruebas abrumadoras de que ello entraña
consecuencias graves para los ecosistemas y las personas”, añade el informe.
¿Consideras vigente el Manifiesto Ecosocialista de 1989?
Me parece que
el sentido general de nuestro análisis fue correcto, el diagnóstico profundo de
que estamos ante una crisis estructural de la civilización; aunque hay detalles
en que la situación ha empeorado. El deterioro climático y de la
biodiversidad aún no tenía las proporciones actuales. Entonces vimos las
dimensiones del problema, pero no tanto de las urgencias ni de que estábamos
ante un proceso de destrucción galopante. La esencia del primer Manifiesto es
que hemos de superar los efectos ecológicos de la dominación capitalista –por
eso hablamos de ecosocialismo-, pero esto no será posible sin movilizar también
a las fuerzas feministas, anti-dependencia (de los países del Sur respecto al
Norte) y ecologistas.
-El primer
Manifiesto Ecosocialista niega la consideración del ser humano como “mera
fuerza de trabajo”. Una parte de la clase obrera, argumentan los autores, se
enfrentó hasta mediados del siglo XIX al maquinismo y al “aislamiento
deshumanizador de las tareas parcelarias”; en torno a 1930 rechazó el
taylorismo y “actualmente reivindica algo más que un empleo y un salario”.
Sobre el trabajo has conferenciado en la Universitat de València…
En parte es una
cuestión profesional. Trabajé en la evaluación de un vasto programa financiado
por el gobierno alemán sobre la humanización del trabajo, que comenzó a mitad
de los años 70. La cuestión central era que una humanización verdadera del trabajo
industrial había de contar con el apoyo de los trabajadores, que son quienes
mejor conocen qué ha de ser humanizado en su entorno laboral. Además la
participación no tendría que ser subalterna, sino decisiva y organizada por los
sindicatos. ¿El modelo de cogestión en las empresas alemanas? La cogestión abre
posibilidades, pero no es todavía una manera de intervención activa de los
sindicatos en la humanización del trabajo; de hecho, la cogestión está
inserta en un marco capitalista.
-El ministro de
Asuntos Exteriores de Los Verdes, Joschka Fischer, apoyó los bombardeos de la
OTAN contra Yugoslavia en la llamada guerra de Kosovo (1999), cuando formaba
parte de un gobierno de coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD); También
el ejecutivo rojiverde alemán desarrolló -a partir de 2003- la Agenda
2010 de reformas económicas neoliberales. ¿Qué evaluación haces de aquella
actuación?
Creo que fueron
derrotas. En Los Verdes hubo una lucha interna por estos asuntos, en parte yo
perdí. Pero en Alemania no hay otra alternativa de gobierno, no digo de
sociedad, que un ejecutivo de socialdemócratas con Los Verdes; y sería esencial
en este caso la participación de Die Linke (La Izquierda), ya que sólo con el
SPD y Los Verdes, en la situación actual, harían un gobierno de gestión
parecido al de la CDU y el SPD. Pienso que no hay otra alternativa
realista que pueda dar, al menos, una inflexión al actual ejecutivo de
coalición entre democristianos y socialdemócratas.
-En las últimas
elecciones al Parlamento europeo (mayo de 2019), los grupos socialdemócrata
(154), verde (74) y de izquierda (41) sumaron 269 eurodiputados sobre una
representación total de 751 escaños. En octubre de 2019, el expresidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se despidió del cargo con el siguiente
reconocimiento, según informó la Agencia Efe: “Con demasiada frecuencia y
durante demasiado tiempo hemos pisoteado la dignidad del pueblo griego”. ¿Y la
respuesta de los partidos de izquierda, en solitario, o de manera articulada
con los movimientos sociales?
Soy bastante
pesimista, porque se perdieron varias ocasiones de iniciativas comunes y además
los partidos de izquierda están muy centrados en la movilización nacional. La
debilidad de las alternativas de izquierda en la UE tiene el efecto de
una retirada de ese campo de lucha, lo que me parece un error estratégico. Creo
que luchar dentro de las instituciones de la UE es posible y daría resultados.
Tampoco es fácil, pero creo que hay posibilidades de movilización de los
sindicatos y de la sociedad civil; todo esto los partidos de izquierda no lo
intentan. Los socialdemócratas no hacen nada en esta dirección, Die Linke y
otros lo intentan, pero muy débilmente.
Además el
trabajo de años de apoyar estructuras combativas no se hizo en tiempos que
hubiera resultado más fácil; se perdió el tiempo en batallas por la hegemonía
que no tenían efecto alguno, por ejemplo en el caso de Die Linke; en cierto
modo, puede considerarse normal, al tratarse de un partido, pero si se
tiene vocación de ser más que un partido convencional, tendrían que superarse
estas debilidades.
Entre los
jóvenes hay un nuevo movimiento con posibilidades –Fridays For Future-, pero se
halla en un estado de desarrollo muy indefinido. Por ejemplo el 20 de
septiembre se produjo una manifestación masiva en Berlín, en la que
participaron –según los organizadores- 270.000 personas para exigir medidas
contra el calentamiento global. Tras una semana de movilizaciones, la Huelga
Mundial por el Clima del pasado 27 de septiembre tuvo un seguimiento en 150
países. También el movimiento Extinction Rebellion (XR) convocó el 7 de octubre
acciones de desobediencia civil en ciudades de todo el planeta contra la
inacción de los gobiernos ante la crisis climática y ecológica.
-En las
elecciones parlamentarias del Estado alemán de Baden-Württemberg, Los Verdes
ganaron con el 30,3% de los votos en marzo de 2016; también lograron la segunda
posición en las regionales de Baviera, en 2018; en los comicios al parlamento
europeo de 2019, en Alemania, Los Verdes obtuvieron la segunda plaza, con 1,7
millones de votos más que el SPD (en estas elecciones también la Liga Verde fue
el segundo partido más votado en Finlandia). La primera ministra de Islandia
es, desde noviembre de 2017, Katrín Jakobsdóttir, del Movimiento de
Izquierda-Verde; y el de Austria, Alexander Van der Bellen, antiguo líder del
partido verde. ¿Cómo se explica esta tendencia electoral?
Pienso que una
parte del electorado, sobre todo entre la juventud, comprende que hay
“ausencias” ecológicas; y esta conciencia me parece positiva. Por otra parte,
estos partidos en su mayoría aceptaron la correlación de fuerzas dominante y no
son anticapitalistas. Cuando se trata de discutir medidas concretas, apoyan
muchas veces programas y puntos de vista que tienen algún elemento
anticapitalista implícito; pero eso sí, no son anticapitalistas ni socialistas.
-Jorge
Riechmann ha reivindicado un “ecosocialismo descalzo” frente a las sociedades
de elevado consumo energético y high-tech (tecnología punta); se trata
de una apuesta por comunidades con algo de industria ligera, tecnologías
intermedias, una alta descomplejización y un nivel de vida material “muy
modesto”, en comparación con las sociedades opulentas. ¿En qué aspecto te
centrarías?
Una cuestión medular
es que el gran sujeto contaminante no son los consumidores, sino otros como la
industria, el Estado y el aparato militar. Estos son los grandes agresores y
destructores de los sistemas ecológicos, aunque también el consumidor tiene su
responsabilidad individual, y es bueno que la asuma (el Manifiesto final de los
III Encuentros Ecosocialistas defiende la “revolución de nuestra vida
cotidiana” aunque, matiza, “ninguna suma de cambios en los hábitos individuales
de consumo puede sustituir las necesarias transformaciones estructurales”;
además recuerda la siguiente sentencia de Mahatma Gandhi: “Vive sencillamente
para que otros puedan simplemente vivir”. Nota del entrevistador).
-Un número
importante de economistas advierte de una próxima recesión económica, a escala
mundial…
Lo interesante
es que, primero, el modelo neoliberal no logró recuperar las tasas de beneficio
que existían durante la etapa fordista. Desde la última crisis del
neoliberalismo (2007-2008), incluso cuando el periodo fue positivo se
alcanzaron porcentajes muy inferiores; tras la crisis la tasa de beneficios
creció algo, pero después volvió a descender. Esto deja claro que, en el fondo
de la crisis financiera, hay una crisis estructural para la que el sistema no
ha encontrado salida.
En principio,
la coyuntura daría ocasión para presentar alternativas; y las hay, en
publicaciones y el debate científico, pero no existe un debate público sobre
estas; en cuanto a las alternativas ya constituidas, no son capaces de
desarrollar estos debates, ni en las instituciones ni fuera; creo que hay
aportaciones interesantes de Jorge Riechmann y Emilio Santiago Muiño en España;
en Alemania, del politólogo y economista Elmar Altvater, autor entre otros
libros de El precio del bienestar (1994) y El fin del capitalismo tal
y como lo conocemos, de 2012 (años de la edición en castellano); en Francia
destacaría al filósofo Étienne Balibar, autor con Althusser de Para leer el
capital. Y en Gran Bretaña a la investigadora socialista y feminista Hilary
Wainwright, fundadora de la revista Red Pepper.
-¿Qué opinas de
la idea de “decrecimiento”?
En parte es el
ejemplo de que no hay una sola solución, sin embargo creo que en muchos
aspectos el “decrecimiento” parte de simplificaciones. Hace una crítica al
crecimiento económico, pero no una crítica de fondo al sistema capitalista ni a
la acumulación. El segundo problema es que, si se apuesta por una
transformación ecológica, hay que terminar con actividades como la industria
nuclear (el decrecimiento no es suficiente); además tienen que desarrollarse
algunas actividades, como las de recuperación ambiental (en Alemania hay
programas de reconversión de los bosques y se producen debates y experiencias,
en el ámbito de la economía forestal, sobre el tipo de bosques adecuados al
cambio climático). Por otro lado es posible que la población del planeta sea
hoy excesiva, y no deba aumentar.
-Por último, la
Constitución de Ecuador, de 2008, establece en el capítulo séptimo (artículos
71 a 74) los derechos de la naturaleza o Pachamama; en cuanto a Bolivia, aprobó
en 2010 la Ley de Derechos de la Madre Tierra; y en 2012 la Ley Marco de la
Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien. ¿Cómo evalúas la idea de
“Sumak Kawsay” o “buen vivir” indígena?
Decía que no
existe sólo una solución, sino que puede haberlas en diferentes contextos
sociales; también depende de las culturas y tradiciones, pero creo que no son
modelos para Europa. El “buen vivir” indígena es algo bonito; sin
embargo, pienso que no tiene el peso suficiente como para imponerse en un
contexto, como el actual, de enfrentamiento con el imperialismo estadounidense.
Desarrollar las maneras propias de ser y vivir es necesario, también en Europa,
con la crisis que tenemos hoy; y también son necesarias las luchas globales.
Sólo con los cambios individuales y en las familias no es suficiente, hay una
lucha contra el imperialismo que va más allá…
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