Francia. Chalecos amarillos
Construir un bloque social frente al bloque burgués
Henri Wilno
VIENTO SUR
14.01.2019
Los chalecos amarillos nos obligan responder a una serie de cuestiones. Más allá de los discutibles precedentes históricos y de aspectos condenables (manifestaciones de racismo o antisemitismo), a menudo destacadas pero más o menos anecdóticos, entender el movimiento supone volver a sus raíces: los Chalecos amarillos son el resultado de la evolución de la formación social francesa, muy determinada por las transformaciones recientes del capitalismo. Como escribía Marx en el Manifiesto Comunista: “La burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, lo que quiere decir las relaciones de producción, es decir, el conjunto de las relaciones sociales”. Exactamente este es un proceso que continúa. Esta revolucionarización de la formación social transforma tanto a la burguesía como al proletariado sin olvidar las capas intermedias.
Las clases sociales arrolladas por el capitalismo
El proletariado conoció modificaciones diferenciadas: ampliación y homogeneización por un lado, división y dispersión por otro. Las condiciones de remuneración y de trabajo, la relación con la patronal del personal obrero, empleado, de un amplio sector de personal técnico y del personal cualificado de la industria y de servicios, es decir, una parte de los cuadros, se han aproximado. Las ventajas concedidas en el pasado a algunas categorías ha tendido a erosionarse. Pero al mismo tiempo, el estatus se ha diversificado: interino, CDD (eventual. NdT), externalizado, subcontratación externa o por obra, reducción de la dimensión de los establecimientos en beneficio de las redes, horarios flexibles o fragmetados. En los servicios públicos, se han extendido los contratos de derecho privado y la precariedad. Las grandes concentraciones obreras se han deslocalizado y han abandonado las ciudades, mientras que el diseño capitalista del espacio expulsa a muchas personas asalariadas a vivir lejos de los centros urbanos pero no necesariamente cerca del puesto de trabajo: de ahí los continuos desplazamientos.
La alta burguesía francesa se ha internacionalizado y renovado mediante la integración de las capas superiores del sector asalariado, público y privado. Las divisiones ideológicas que la atravesaban tradicionalmente se han difuminado bajo la presión de los mercados y la modernidad, reduciendo el espacio de los empresarios sociales, de católicos rigoristas, etc. Asistimos a una homogeneización ideológica y social de la burguesía francesa alrededor de un punto básico: hacer las reformas necesarias para el capital y para ello, jugar a fondo con el marco de la capitalista Unión Europea. Como el politólogo Jérôme Sainte-Marie destacaba en una entrevista en l’Humanité, después de la elección de Macron: “La reunificación de la burguesía es impactante […]. El bloque de la élite domina sin compartir el aparato del estado y la dirección de las grandes empresas”. En el sector de la mediana y pequeña burguesía orientadas, sobre todo, al mercado nacional, subsiste un estado de ánimo más tradicionalista y menos pro europeo, pero esa no es la orientación de los círculos dominantes de la patronal.
Las llamadas capas sociales intermedias son muy sensibles a la evolución del capitalismo, sobre todo, cuando esta se acelera. Se han renovado profundamente: retroceso del campesinado y, en menor medida, del sector artesamnal y el pequeño comercio; ascenso y aumento continuo de las capas medias asalariadas. Si actualmente se desarrollan categorías de personas no asalariadas, estas se sienten privadas de uno de los atributos tradicionales de esta situación: las personas independientesse han convertido en muy dependientes y a menudo no solo se trata de un sentimiento sino una situación objetiva. En cuanto a las capas medias asalariadas, se han fraccionado: si una parte forma bloque ideológicamente con la alta burguesía, sus elementos inferiores sufren también la lógica capitalista.
El bloque burgués sabe qué quiere
A esta evolución hay que añadir un elemento suplementario: la coyuntura política. La alternancia gubernamental entre la derecha y la izquierda permitían enmascarar la similitud de las políticas implementadas. La alternancia sin una verdadera alternativa es un método para mantener el orden social. Lo que no ocurre con Macron, que encarna perfectamente la reunificación de la alta burguesía francesa empresarial y el Estado (dejando de lado las antiguas divisiones entre partidos o en torno a las cuestiones sociales) para llevar a cabo las reformas lo más rápido y completas posible. El bloque burgués es socialmente minoritario, pero mucho más resolutivo que quienes supuestamente se le oponen. Esto permite a Macron lograr varios éxitos (normativas, reforma de la SNFF) y dar rienda suelta a su desprecio por la situación de la mayoría con sus declaraciones desdeñosas y también a la acumulación de medidas unilaterales y claramente antisociales: alza de la CGS de las personas jubiladas, recorte de la APL, casi supresión de la ISF (Impuestos sobre las rentas de trabajo y rentas de capital, ayuda al alquiler y el impuesto solidario a las grandes fortunas. NdT). Pero como destacaba el politólogo antes citado,“el poder se debilita cuando avanza sin máscara”. Además, la política macroniana socava la legitimidad del sistema fiscal: ¿por qué pagar impuestos (más allá de que sean desiguales) cuando los ricos pagan cada vez menos, los hospitales están saturados o cerrados, las oficinas de correos y las vías férreas (salvo las del Alta velocidad) sacrificadas...?
Un movimiento, sobnre todo, de base proletaria
En este contexto y cuando el movimiento obrero ha sufrido una serie de derrotas, se rebelan los Chalecos amarillos, agrupando capas sociales heterogéneas pero que todas se sienten víctimas de la brutalidad neoliberal, del desprecio de las élites. El grueso del movimiento esta formado por gente proletaria activa (obrera y empleada) o jubilada a quienes se añaden miembros de la pequeña burguesía (artesana, auto-emprendedora, profesiones liberales), campesinado y pequeños empresarios y empresarias. Una parte de la clientela electoral popular de la derecha (es decir del FN) se encuentra hoy alrededor de los Chalecos amarillos e influye en su forma de presentarse (banderas tricolores, la Marsellesa) pero no hay que confundir esta presencia con las de la extrema derecha organizada.
Las reivindicaciones que destacan son heterogéneas: su núcleo no es cuestionar la explotación capitalista sino más bien, sus consecuencias. Los salarios están lejos de ser la faceta prioritaria, pero, a pesar del peso de las personas no asalariadas, las exigencias no se reducen sólo a la “reducción de impuestos”. La aspiración igualitaria es fuerte. Han aparecido vinculo sociales y debates entre gente, a menudo, alejada de la esfera sindical o política. Además, los Chalecos amarillos han puesto de actjualidad la radicalidad. Manifestarse allí donde están los poderosos más que en los barrios de París que no tan populares no es un artilugio mediático.
Un frente social contra Macron
Las personas asalariadas, muchas de ellas sindicadas o ex-sindicadas, presentes en el movimiento, no lo están como tales. Ampliamente proletario en su base social, el movimiento de los Chalecos amarillos, por sus reivindicaciones, se plantea antes que nada, como movimiento de los pequeños contra los grandes, pero la MEDEF (Organización empresarial.NdT.) no está entre sus objetivos. Esta subordinación de los intereses propios de la clase asalariada en el movimiento remite, sin duda, a una situación en la que (simplificando mucho), aunque la exigencia de revalorización del poder de compra y de defensa del empleo es urgente, muchas personas asalariadas creen cada vez menos en la posibilidad de lograr lo que sería necesario mediante luchas en la empresa.
A pesar de la simpatía de la que continúa gozando en la opinión pública y su capacidad para mantenerse, no se ve bien cómo este movimiento podría poner fin a la desigualdad si no se extiende y si las personas asalariadas no se ponen en movimiento, no solo en la calle sino en las empresas, en los servicios, en las redes de distribución. Las próximas semanas serán decisivas y las consecuencias de la actitud del movimiento obrero, inmensas.
Hay que crear un frente social contra Macron. Este debería ser el horizonte de quienes quieren golpear al régimen de verdad. Llamar a la revuelta popular, declarar su fascinación por uno u otro líder sin fijarse este objetivo, lleva a un agotamiento progresivo ( o que no excusa en nada a quienes solo tienen la única política de la sospecha sistemática respecto a los Chalecos amarillos). Y el fracaso no sería solo el de los Chalecos amarillos sino el del conjunto de las personas asalariadas, jubiladas, paradas, pequeño campesinado y sector artesanal destinadas a ser arruinadas por el proyecto macroniano.
9/01/2019
Traducción viento sur
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