Tribuna viento sur
Pablo Iglesias vs. Iñigo Errejón: Entre
el eurocomunismo redivivo y el neopopulismo de centro
Manolo
Garí y Jaime Pastor
VientoSur
23.01.2019
Pocos
días después del anuncio público del acuerdo Carmena-Errejón en torno a la
plataforma Más Madrid y de la dura respuesta a la misma por
parte de Pablo Iglesias (por no mencionar la de su Secretario de Organización),
parece ya evidente que el Podemos que hemos conocido en sus cinco años de vida
ha llegado a su fin. Será otro Podemos el que conoceremos a partir de ahora, probablemente
condenado a representar solo a una corriente política asociada estrechamente
al pablismo, mientras paralelamente emerge ya un neopopulismo de
centro, quizás próximo a lo que representan Los Verdes alemanes o el Movimiento
5 Estrellas italiano, que además no dejará de reclamarse de la patente original
de Podemos. Por tanto, a quienes no nos reconocemos en ninguno de esos
proyectos, corresponde ir abriendo un nuevo espacio a la izquierda de ambos
que, esperemos, ofrezca un camino distinto y dispuesto a volver a poner de
actualidad un horizonte rupturista y constituyente. Una alternativa
democrática, pluralista y antineoliberal, feminista, antirracista y
ecosocialista que permita el trabajo conjunto y la cooperación de un muy
diverso espectro de activistas y sea capaz de concitar el apoyo electoral de un
amplio sector de las gentes de abajo contrarias al austeritarismo y opuestas a
la deriva autoritaria.
Obviamente,
los resultados electorales en Andalucía y el giro reaccionario que avanzan las
encuestas ante el próximo 26 de mayo han precipitado la decisión de Iñigo
Errejón, convencido definitivamente de que había que dar el paso de la ruptura
con Pablo Iglesias y su equipo y de que podía contar con el apoyo de Manuela
Carmena para dar credibilidad a su proyecto como única vía para frenar al
bloque reaccionario.
Auge y declive de un modelo fallido
¿Por
qué hemos llegado hasta aquí si en los últimos tiempos la política que ha
desarrollado el actual Secretario General de Podemos había asumido en realidad
una táctica respecto al PSOE prácticamente similar a la que proponía Errejón en
Vistalegre II, e incluso ha acabado por aceptar que el enemigo ya no es el
régimen, ni siquiera el IBEX 35 sino únicamente el bloque reaccionario?
En efecto, ha sido así pero persisten diferencias entre ambas corrientes en los
relatos que sostienen para llegar a nuevos sectores y, sobre todo, en la
valoración del desgaste sufrido por la marca Podemos en los
últimos tiempos.
Empecemos
con el pablismo. Si nos atenemos, por ejemplo, a discursos,
documentos y prácticas una vez agotado su ciclo ascendente, podríamos concluir
que éste representa un proyecto político que tiene como referente al
eurocomunismo de finales de los años 70 del pasado siglo. Buena muestra de esto
es la rectificación que su líder ha hecho de las críticas que en el pasado hizo
a la Transición –y al papel de Santiago Carrillo en aquel proceso- para dejar
bien claro que “hicieron lo que pudieron” y que demostraron sentido de Estado.
De esa reconsideración y de la constatación del fin del ciclo abierto por el
15M deduce la necesidad de priorizar la voluntad de ser “partido de gobierno”,
no ocultando su “obsesión por gobernar”, como reconoce Pablo Iglesias en su
conversación con Enric Juliana en un libro reciente (Nudo España, p.
321). La disposición a gobernar con el PSOE en el marco de este régimen
sustituye así al proyecto rupturista con el que nació un Podemos que se quiso
presentar como exponente institucional del espíritu de aquel 15M y que, luego,
tras las europeas, puso en pie una “máquina de guerra electoral” dispuesta a
emprender una “guerra relámpago”, finalmente fallida.
De
la frustración de aquellas expectativas de “asaltar los cielos”, con un
proyecto populista basado en un modelo de partido en torno a un liderazgo
carismático y una democracia plebiscitaria, se fue pasando, sobre todo a partir
de Vista Alegre II, a la creciente adaptación al eje convencional
izquierda-derecha, considerando al PSOE como aliado principal al que “seducir”.
El final de ese recorrido, hasta ahora, se ha visto en el papel que ha jugado
Pablo Iglesias como correveidile en la negociación de los Presupuestos
Generales del Estado con los independentistas catalanes… en nombre de Pedro
Sánchez.
Esa
“obsesión por gobernar” es patente en el libro citado, ya que si bien Pablo
Iglesias se reafirma en su rechazo a permitir, después de las elecciones de
diciembre de 2015, que Pedro Sánchez formara gobierno apoyándose en el pacto
con Ciudadanos (al contrario de lo que pensaba y sigue pensando Errejón), la
única autocrítica que se percibe en su balance es la de no haber entrado en los
gobiernos autonómicos del País Valenciá o de Aragón, mientras expresa su
satisfacción porque su partido haya entrado en el gobierno de Castilla-La
Mancha. Gobierno, por cierto, presidido por un barón del PSOE que no tiene
reparo alguno en mostrar su simpatía con Ciudadanos o su disposición a
ilegalizar al independentismo catalán.
Ni
respecto al modelo de partido ultracentralizado, jerarquizado y castigador de
toda disidencia, o a los intentos de instrumentalización de determinadas
movilizaciones sociales o, enfin, a inventos como Vamos, hemos
podido leer o escuchar una merecida autocrítica por parte del líder de Podemos.
Para
justificar su obsesión gobernista Pablo Iglesias no ha tenido reparo alguno en
reivindicar el ejemplo portugués presentándolo como lo que no es. En efecto,
sostiene que aspira a “normalizar una vía de gobierno a través de la fórmula de
coalición en ayuntamientos y comunidades autónomas que se parezca al estilo
portugués”. Empero, como él bien sabe, lo que existe en el país vecino es un
pacto de investidura que ha permitido a fuerzas como el Bloco de Esquerda
preservar su autonomía y su libertad de crítica frente al Partido Socialista.
Si
a ese giro estratégico, que implica, como insiste el líder de Podemos, mostrar
“pragmatismo en muchos planos”, le acompañan el deterioro creciente del
liderazgo de Pablo Iglesias y las profundas crisis internas en varias
comunidades autónomas, pocas dudas quedan de que Podemos ha ido perdiendo
centralidad y capacidad de ser motor de confluencias. A todo esto se suma la
definitiva burocratización de un partido con una base militante que se reduce
progresivamente y asociada cada vez más a una nueva clase política,
ahora temerosa de su propio futuro. Por eso suena a cinismo leer en el libro
citado que “los círculos son una señal clara de que no queremos construir un
partido tradicional de afiliados” (op. cit., 149) cuando todo el mundo sabe que
la realidad actual de los círculos es la de una creciente descomposición
(cuando no desaparición práctica) en la mayor parte de los territorios. Una
historia, por cierto, que recuerda las crisis internas que sufrió el PCE en los
años 80-82 ante el amplio espacio político que llegó a ocupar el PSOE del cambio en
perjuicio del que fue el principal partido del antifranquismo, y que ahora
podría prolongarse en el caso de que obtuviera buenos resultados electorales el
tándem Carmena-Errejón.
Con
todo, en el relato de Pablo Iglesias ante la nueva etapa existen ejes de
discurso nada secundarios que le distinguen de lo que representó el
eurocomunismo de Santiago Carrillo y, también, como veremos, del relato de
Errejón. Uno es el lugar que ocupa en su discurso la defensa, por muy ambigua que
sea, de la idea de una España plurinacional y de la necesidad de un referéndum
pactado en Catalunya. Ésta es sin duda, junto con su rechazo a la aplicación
del artículo 155 y a las acusaciones de rebelión y sedición a los y las
independentistas catalanes, una cuestión relevante, ya que apunta a una grieta
clave del régimen y del Estado, y ante lo que no parece que vaya a haber pasos
atrás. Aunque no nos engañemos, es muy probable que en el futuro aparezca cada
vez más como una defensa retórica que no supondría ninguna línea roja ante
una hipotética negociación de un acuerdo de gobierno con el PSOE.
Otro
eje diferenciador es el relacionado con la decisión tomada en los últimos
tiempos de introducir en su discurso la crítica al papel de Felipe VI, sobre
todo a partir de su discurso del 3 de octubre de 2017, recurriendo al argumento
débil de que la monarquía pudo servir para frenar el 23F (sic), pero ahora ya
no sirve…. Así, a la vista también de la emergencia de un nuevo republicanismo
popular, ha pasado a un relativo primer plano la defensa de la opción
republicana que contrasta con el silencio que sobre este tema –al igual que
sobre el de la memoria histórica- mantuvo en el pasado el equipo dirigente de
Podemos y que ahora continúa manteniendo Errejón.
Esos
ejes discursivos, unidos a la vocación bonapartista que el líder aspira a
seguir practicando entre las presiones institucionales y las que puedan
proceder de las movilizaciones en un contexto de polarización política (como
acabamos de ver en la votación contraria al decreto sobre alquileres), explican
que Podemos siga sin ser visto como un partido integrableen el
régimen. No sorprende, por tanto, que pese a la evolución sufrida, persista la
desconfianza del IBEX35, y con él la de la mayoría de los medios de
comunicación, frente al partido de Iglesias. Su objetivo, compartido con el
PSOE, es dejarle reducido a una representación similar a la que en el pasado
tuvo IU, menguando así sus posibilidades de gobernar en una condición que no
sea la de ser muleta del partido de Pedro Sánchez.
Por
tanto, es comprensible que si a las contradicciones de partes de su relato con
su voluntad de ser “partido de gobierno” con el PSOE se suma el afán mostrado
por Pablo Iglesias por asegurarse el control directo (aunque no siempre lo
consiga, como hemos visto en Andalucía) de Unidos Podemos y del discurso
oficial, no cabe extrañarse de la decisión de Iñigo Errejón de liberarse de esa
carga y volar junto con Manuela Carmena para ofrecer un “revulsivo” frente a lo
ocurrido en Andalucía con un proyecto que “renueve ilusión y confianza”.
¿Cuestión de marcas?
Ahora,
frente al desgaste de la marca Podemos Iñigo Errejón nos
ofrece Más Madrid como la única alternativa capaz de sumar a más gente en torno
a un discurso que, de nuevo, vaya más allá del eje izquierda-derecha para
aspirar a una transversalidad sin líneas rojas que les permita llegar a
gobernar en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid… con el PSOE. Si, como
se nos dice en la carta de Carmena y Errejón, su programa se va a basar en
“continuar el gobierno del cambio en la alcaldía y extender su ejemplo a la
Comunidad de Madrid”, poca ilusión cabe esperar de un proyecto que va a tener
que justificar operaciones como Madrid-Chamartín 1/ y unas prácticas autoritarias
en el seno del grupo de Ahora Madrid. Es cierto que se promete “un programa
conjunto y participativo”, pero la experiencia vivida en Madrid ciudad genera
temores fundados de que esta vez se quiere pedir al electorado un cheque en
blanco para dos liderazgos personalistas que anteponen la mera buena
gestión frente a programas y procesos efectivamente participativos
como los que llevaron a Carmena al ayuntamiento de Madrid y a los que ha ido
renunciado en aspectos fundamentales a lo largo de estos años.
Por
eso, muy lejos nos parece ese proyecto de los buenos deseos expresados
recientemente por Santiago Alba 2/,
cuando alerta de que “no bastará carisma intergeneracional; hará falta también
un programa a la izquierda del PSOE y un estilo en las
antípodas de Podemos”. No es eso lo que ha interesado hasta ahora a Manuela
Carmena ni tampoco a Íñigo Errejón, ni en lo que se refiere al programa ni al
reconocimiento de la pluralidad interna. Recordemos que en el pasado Errejón
estuvo dispuesto a dejar gobernar al PSOE en torno a un programa pactado con
Ciudadanos y no parece que vaya a descartar un pacto con ese mismo partido si
ésa fuera la condición para llegar a gobernar con el PSOE en la Comunidad de
Madrid, como ya adelantan algunas encuestas. En cuanto a su relación con las
otras fuerzas, lo que se les pide es una adhesión en condiciones de
subalternidad a un proyecto con un diseño y un equipo dirigente que no admiten
cuestionamiento alguno porque es el único que consideran ganador.
Un
proyecto que, además, puede llegar a extenderse en el futuro a escala estatal
mediante fórmulas (¿Más España?) que, como hemos empezado a ver ya,
tienden más a adaptarse al marco e incluso a elementos simbólicos del
nacionalismo español dominante que al reconocimiento de la realidad
plurinacional y del derecho a decidir de nuestros pueblos.
En búsqueda de soluciones
Agotado
ya Podemos como motor del cambio y sin esperanza por nuestra parte en que Más
Madrid, pese a sus mejores expectativas electorales, tome el relevo, dada su
deriva hacia un bloque “democrático progresista” de perfiles indefinidos, a los
sectores que seguimos reclamándonos del espíritu del 15M y del manifiesto Mover
ficha con el que surgió Podemos, nos toca ahora, junto con la savia
nueva procedente del activismo social emergente, optar por otro camino, el de
la deliberación colectiva, el respeto a la pluralidad y a la proporcionalidad,
el del empoderamiento popular para poder apostar por modelos de ciudad y de
Comunidad que no cedan a las presiones del bloque financiero-inmobiliario.
Sin
duda, sabemos que este camino será más difícil por darse en un contexto
radicalmente diferente de aquél, pero es mucho más necesario si queremos evitar
que la resignación o las falsas ilusiones ante las nuevas políticas
del mal menor como vía para hacer frente a la amenaza
reaccionaria acaben conduciendo a mayores frustraciones, como está ocurriendo
en otros países.
En
efecto, ya hemos comprobado suficientemente que el recurso a unos liderazgos
carismáticos, devenidos muy pronto en autoritarios, a lo largo de estos 5 años
nos ha ido alejando del 15M y ha llevado a practicar las peores formas de la
vieja política. Hemos de convencernos de que, como ya nos alertó nuestro
querido amigo Miguel Romero en agosto de 2013 frente a ese “desvío”, “ningún
líder puede sustituir a un programa en el que la mayoría social se reconozca y
comparta la diversidad de demandas insatisfechas que hacen posible la
constitución de un campo social antagonista frente al poder establecido. Un
campo social que en el Estado español, no está de más repetirlo de nuevo, tiene
que articularse de forma igualitaria entre realidades nacionales diversas” 3/.
23/01/2019
Manuel Garí es
economista y miembro del Consejo Asesor de viento sur y Jaime
Pastor es politólogo y editor de viento sur.
Notas:
23/01/2019