26J: No nacimos
para especular ni para desempatar, nacimos para ganar
Pedro Antonio Honrubia Hurtado
KAOS EN LA RED
Kaosenlared.net
01.07.2.016
Unidos Podemos no ha cumplido con sus
objetivos, eso es cierto, pero no ha fracasado. En un contexto de mayor
abstención, de movilización masiva del voto conservador, 5.100.000 votos y 71
diputados es un resultado más que aceptable. No era el que queríamos ni el que
esperamos, pero no por ello deja de ser un muy buen resultado. Se consolida un
espacio rupturista y de cambio que tiene ahora por delante una ardua tarea de
oposición al régimen, como hubiera sido impensable hace apenas dos años y
medio.
Usar esa fuerza para tensionar la labor
legislativa, rentabilizarla en favor de los intereses de la gente, debe ser
nuestra labor inmediata. Derogar la ley mordaza, las reformas laborales de PP y
PSOE, la LOCME, etc., e impulsar leyes destinadas a rescatar a la gente,
todavía es posible gracias a estos resultados, o, cuando menos, forzar a que el
resto de partidos, y en especial PSOE y Cs, se tengan que retratar ante la
posibilidad de tales modificaciones legislativas. 5 millones de votos y 71
diputados y diputadas, apoyados en la unión de las fuerzas populares del
cambio, es un magnífico punto de partida desde el cual mirar hacia el futuro
apuntando tanto a esos electores que el 20D nos votaron y ahora se quedaron en
casa o cambiaron de voto, como a esos que nunca nos han votado pero pueden
hacerlo mañana. El bloque del cambio tiene unos pies muy sólidos y esto hoy ya
no pueden negarlo ni los analistas más deslenguados del régimen. Los agoreros
que aprovechan la mínima oportunidad para enterrar la posibilidad del cambio,
deben seguir esperando.
No obstante, mal haremos si simplemente
nos conformamos con la autocomplacencia. Claro que hemos cometido errores que
explican que no hayamos conseguido nuestros objetivos. Errores que, como los
aciertos -que también los ha habido-, son colegiados. Todos ganamos, todas
perdemos. Todas acertamos, todos nos equivocamos. Somos un proyecto colectivo y
colectivamente debemos asumir los errores y celebrar los aciertos.
Dijimos que el 26-J era un “desempate” y
efectivamente las urnas han desempatado… pero hacia el bloque conservador.
Nunca estuvimos en igualdad de condiciones y nunca hubo empate real, pero si
así se interpretó el momento, seamos consecuentes y no busquemos excusas de mal
perdedor ahora. Ni pucherazo ni fracaso de la confluencia ni campaña del miedo.
Lo que ha pasado es que hemos sido tan contradictorios en nuestros mensajes,
hemos dado tales bandazos, hemos dicho tantas veces una cosa y su contraria,
que a los nuestros los hemos enfadado y a los “que faltan” les hemos dado la
imagen de que no somos creíbles y solo nos interesa, como a todos los demás,
ganar votos, sea como sea.
El 15M impugnó el orden existente,
nosotros, en esta campaña, en cierta medida lo hemos reapuntalado. Mensajes del
tipo: “no esperéis gran cosa, no se puede cambiar mucho”, o del tipo “el PSOE,
en el fondo, es de los nuestros”, ni ayudan a impulsar la ilusión del cambio
que mueve a los nuestros ni frena el voto del miedo que favorece a nuestros
adversarios. Si alguien ha tenido miedo en estos meses no ha sido el elector,
hemos sido nosotros mismos. El miedo ha cambiado de bando, sí, pero porque,
otra vez, lo hemos convertido en nuestra identidad como proyecto político.
Tanto miedo hemos tenido, que le hemos hecho explotar la cabeza a nuestra gente
con una campaña diseñada para desempatar en los penaltis y que, por ello mismo,
hemos perdido con dos goles de última hora del rival que estaba jugando a
esperar nuestros errores para machacarnos.
Nuestra gente, la que se aburrió como
una ostra en el debate a cuatro, no entiende otra cosa que no sea un doble
mensaje: ganar y ganar colectivamente para generar los cambios que la gente
necesita. Esa gente se ha aburrido y se ha desilusionado con esta campaña, y
eso, por cierto, es culpa de cualquier cosa menos de la confluencia con IU,
único momento ilusionante de estos últimos dos meses.
No puedes plantear una campaña bajo
premisas tales como que si la gente te ve gobernando no te vota o que una baja
participación te favorece o que si demuestras demasiado músculo movilizas al
adversario. Somos una fuerza que se basa en la ilusión por ganar y en la
ilusión de la participación. Son nuestros dos grandes impulsores y lo que nos
han hecho crecer como la espuma desde que irrumpimos en las europeas de 2014
como alternativa de cambio e impugnación del viejo régimen bipartidista. De
repente, en la campaña más importante de nuestra existencia como mecanismo del
cambio, renunciamos a ambas cosas en detrimento de los cálculos electorales, la
politología y la demoscopia. Ni nos hemos preocupado de generar esa ilusión por
la victoria que convirtiese el momento en un momento histórico ni nos hemos
preocupado en hacer sentir a la gente que estaba formando parte de algo
histórico que poder contar con orgullo a sus hijos y nietos dentro de 20 años.
Hemos renunciado a ser lo que la gente desea de nosotros y nuestra gente nos ha
castigado por ello.
Más que dar miedo al electorado, lo que
ha pasado es que nos hemos asustado ante nosotros mismos y nuestra
potencialidad. Seguramente en ello, no obstante, la confluencia con IU sea lo
más valiente que hemos hecho y donde menos comportamiento de “izquierda
clásica” con “mentalidad perdedora” hemos demostrado, aunque luego no le
hayamos sabido dar la correspondiente continuidad a la ilusión inicial
despertada. Si en algo hemos demostrado ser ganadores ha sido en la apuesta por
la confluencia, y sin en algo hemos sido temerosos y de “vieja izquierda” ha
sido en el tipo de campaña que hemos creído adecuada para este momento,
conservadora y más centrada en el análisis y exaltación de los datos que en las
personas. Lo de las sonrisas y los corazones fue todo un acierto, pero al miedo
no se le combate solo con una buena contextualización simbólica de la campaña,
sino con ilusión y desborde por la victoria y con ilusión y desborde por la
construcción colectiva de esa victoria. Y es ahí justamente donde no hemos conseguido
imponernos al miedo que han desatado contra nosotros.
Este 26J el miedo cambió de bando en un
doble sentido: en el electorado, que tuvo más miedo a un gobierno de Unidos
Podemos que el miedo que viene sintiendo desde el 15M a que sigan gobernando los
mismos que nos han llevado a la ruina, y en el propio PODEMOS, que se ha
asustado ante la posibilidad real de ganar cuando, hasta ahora, había sido esa
posibilidad la que había permitido despertar la ilusión que nos llevaba en
volandas. A poco que consigamos que esos cinco millones de votos y esos 71
diputados demuestren que el único miedo que hay que tener es a que sigan
gobernando los de siempre, y, por otro lado, que entendamos que será la ilusión
por ganar la que nos ponga la alfombra roja hacia la victoria o no habrá
victoria que merezca la pena, venceremos. No tengo la menor duda. No nacimos
para especular ni para desempatar, nacimos para ganar.
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