jueves, 18 de junio de 2015

EE.UU, ESTÁ LLEGANDO EL DÍA DE SAN MARTÍN


Washington versus China en el siglo XXI

La geopolítica del declive mundial de Estados Unidos

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Rebelión
TomDispatch
13.06.2015

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

La geopolítica axial de Estados Unidos
Una vez arrebatado el control de los extremos axiales de la isla mundial a la Alemania nazi y el Japón imperial en 1945, durante los siguientes 70 años Estados Unidos aplicó capas cada vez más gruesas de poder militar para contener a China y a Rusia dentro del heartland euroasiático. Despojada de su cobertura ideológica, la ambiciosa estrategia de Washington de la "contención" anticomunista de la época de la Guerra Fría fue poco más que un proceso de sucesión imperial. Una Gran Bretaña agotada fue reemplazada en el control del "marginal" marítimo, pero las realidades estratégicas siguieron siendo prácticamente las mismas.
De hecho, en 1943, dos años antes del final de la Segunda Guerra Mundial, un envejecido Mackinter publicó su último artículo, "The Round World and the Winning of the Peace" ["El mundo redondo y la conquista de la paz"], en la influyente revista estadounidense Foreign Affairs. En él, recordaba a los estadounidenses que aspiraban a una "ambiciosa estrategia" para una versión sin precedentes de hegemonía planetaria que incluso su "sueño de poder aéreo mundial" no cambiaría las bases geopolíticas. "Si la Unión Soviética sale de esta guerra como conquistadora de Alemania", advertía, "alcanzará el rango del poder terrestre más grande del mundo", controlando la "fortaleza natural más grande de la tierra".
Al momento de establecer una nueva Pax Americana posbélica, lo primero y básico para contener el poder terrestre soviético sería la Armada estadounidense. Sus flotas rodearían el continente euroasiático, complementando y luego suplantando a la Armada británica: la Sexta Flota se instaló en Nápoles en 1946 para controlar el océano Atlántico y el mar Mediterráneo; la Séptima Flota se estableció en la Bahía Subic, Filipinas, en 1947, para controlar el Pacífico Occidental; y desde 1995 la Quinta Flota se encuentra en Bahrein, en el golfo Pérsico.
A continuación, los diplomáticos estadounidenses sumaron capas de alianzas militares envolventes: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (1949), la Organización del Tratado del Medio Oriente (1955), la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (1954) y el Tratado de Seguridad Estados Unidos-Japón (1951).
En 1955 Estados Unidos también tenía un red mundial de 450 bases militares en 36 países para, en gran medida, contener el bloque sino-soviético detrás de un Telón de Acero que coincidía en grado extraordinario con las "rimlands" de Mackinder alrededor de la masa continental euroasiática. Hacia el final de la Guerra Fría, en 1990, el cerco de la China comunista y Rusia necesitaba 700 bases de ultramar, una fuerza aérea de 1.763 aviones de combate, un enorme arsenal nuclear, más de 1.000 misiles balísticos y una armada de 600 buques, incluyendo 15 portaviones nucleares y sus flotillas, todos conectados por el único sistema global de satélites de comunicación del mundo.
Como fulcro del perímetro estratégico de Washington alrededor de la isla mundial, la región del golfo Pérsico ha sido durante casi 40 años el lugar donde Estados Unidos ha intervenido constantemente, de manera manifiesta y encubierta. La revolución iraní de 1979 supuso la pérdida de un país clave en el arco del poder estadounidense alrededor del golfo, y dejó a Washington en la difícil posición de tener que reconstruir su presencia en la región. Con ese fin y simultáneamente, por un lado apoyaría a Sadam Husein en Iraq en su guerra contra el Irán revolucionario y, por el otro, armaría a los muyahidines afganos más extremistas contra la ocupación soviética de Afganistán.
Fue en este contexto en el que Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, puso en marcha su estrategia para derrotar a la Unión Soviética con una agilidad geopolítica absoluta, que todavía hoy sigue siendo poco comprendida. En 1979 Brzezinski, un aristócrata polaco empobrecido que conocía como pocos las realidades geopolíticas de su continente natal, convenció a Carter para lanzar la Operación Ciclón con un enorme presupuesto anual que alcanzó los 500 millones de dólares a finales de los 80. Su objetivo: movilizar combatientes musulmanes para atacar el blando vientre centro-asiático de la Unión Soviética y abrir una brecha profunda de radicalismo islamista en el heartlandsoviético. Lo que simultáneamente iba a infligir una derrota desmoralizadora al Ejército Rojo en Afganistán y dejar el "rimland" de Europa Oriental fuera de la órbita de Moscú. "Nosotros no empujamos a los rusos a intervenir [en Afganistán]", dijo Brzezinski en 1998, al explicar su hazaña geopolítica en esta versión Guerra Fría del Gran Juego, "pero aumentamos a sabiendas la probabilidad de que lo hicieran [...] Esa operación secreta fue una idea excelente. Tuvo el efecto de hacer caer a los rusos en la trampa afgana".
Preguntado sobre el legado de esta operación que dio origen a un Islam combatiente hostil a los Estados Unidos, Brzezinski, que estudió y a menudo citaba a Mackinder, se negó rotundamente a pedir disculpas. "¿Qué es más importante para la historia del mundo?", preguntó. "¿Los talibanes o el colapso del imperio soviético? ¿El levantamiento de algunos musulmanes o la liberación de Europa central y el final de la Guerra Fría?"
Pero incluso la impresionante victoria estadounidense en la Guerra Fría, con la implosión de la Unión Soviética, tampoco transformaría los fundamentos geopolíticos de la isla mundial. Como resultado, tras la caída del muro de Berlín en 1989, la primera incursión diplomática de Washington en la nueva época sería un intento de restablecer su posición dominante en el golfo Pérsico, utilizando como pretexto la ocupación de Kuwait por parte de Sadam Husein.
En 2003, cuando Estados Unidos invadió Iraq, el historiador Paul Kennedy acudió de nuevo a la para entonces centenaria obra de Mackinder paraexplicar este aparentemente inexplicable infortunio. "En este momento, con cientos de miles de tropas estadounidenses en las rimlandseuroasiáticas", escribió en el Guardian, "parece como si Washington estuviera tomándose en serio el mandato de Mackinder para asegurar el control del 'pivote geográfico de la historia'". Si se interpretan estas afirmaciones de forma amplia, la rápida proliferación de bases estadounidenses en Afganistán e Iraq debería entenderse como una nueva apuesta imperial para alcanzar una posición clave en el borde del heartland euroasiático, algo semejante a lo que hicieron los británicos con sus viejos fuertes coloniales a lo largo de la frontera noroeste de la India.
En los años siguientes Washington intentó sustituir algunos de sus ineficientes soldados sobre el terreno por drones. En 2011 la Fuerza Aérea y la CIA habían rodeado el territorio euroasiático con 60 bases para su armada de drones. Para entones, su caballo de batalla era el Reaper: sus misiles Hellfire, sus bombas GBU-30 y un alcance de 1.850 km permitían atacar objetivos en casi cualquier lugar de África y Asia desde aquellas bases.
Significativamente, las bases de drones están esparcidas en estos momentos por los márgenes marítimos alrededor de la isla mundial –desde Sigonella, Sicilia, hasta Incirlik, Turquía; Yibuti en el mar Rojo; Qatar y Abu Dabi en el golfo Pérsico; las islas Seychelles en el océano Índico; Jalalabad, Khost, Kandahar y Shindand en Afganistán; y en el Pacífico, Zamboanga en Filipinas y la Base Aérea Andersen en la isla de Guam, entre otros lugares. Para patrullar esta extensa periferia, el Pentágono se ha gastado 10 mil millones de dólares en construir una armada de 99 drones Global Hawk, equipados con cámaras de alta resolución capaces de vigilar todo el territorio en un radio de 160 km, sensores electrónicos que pueden neutralizar señales de comunicación y motores eficientes con autonomía para 35 horas de vuelo y un alcance de 14.000 kilómetros.

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