Washington
versus China en el siglo XXI
La
geopolítica del declive mundial de Estados Unidos
3/4
Rebelión
TomDispatch
13.06.2015
Traducido del
inglés para Rebelión por Sara Plaza
|
La
geopolítica axial de Estados Unidos
Una
vez arrebatado el control de los extremos axiales de la isla mundial a la
Alemania nazi y el Japón imperial en 1945, durante los siguientes 70 años
Estados Unidos aplicó capas cada vez más gruesas de poder militar para contener
a China y a Rusia dentro del heartland euroasiático. Despojada
de su cobertura ideológica, la ambiciosa estrategia de Washington de la
"contención" anticomunista de la época de la Guerra Fría fue poco más
que un proceso de sucesión imperial. Una Gran Bretaña agotada fue reemplazada
en el control del "marginal" marítimo, pero las realidades estratégicas
siguieron siendo prácticamente las mismas.
De
hecho, en 1943, dos años antes del final de la Segunda Guerra Mundial, un
envejecido Mackinter publicó su último artículo, "The Round World and
the Winning of the Peace" ["El mundo redondo y la conquista de la
paz"], en la influyente revista estadounidense Foreign Affairs.
En él, recordaba a los estadounidenses que aspiraban a una "ambiciosa
estrategia" para una versión sin precedentes de hegemonía planetaria que
incluso su "sueño de poder aéreo mundial" no cambiaría las bases
geopolíticas. "Si la Unión Soviética sale de esta guerra como
conquistadora de Alemania", advertía, "alcanzará el rango del poder
terrestre más grande del mundo", controlando la "fortaleza natural
más grande de la tierra".
Al
momento de establecer una nueva Pax Americana posbélica, lo
primero y básico para contener el poder terrestre soviético sería la Armada
estadounidense. Sus flotas rodearían el continente euroasiático, complementando
y luego suplantando a la Armada británica: la Sexta Flota se instaló en Nápoles
en 1946 para controlar el océano Atlántico y el mar Mediterráneo; la Séptima
Flota se estableció en la Bahía Subic, Filipinas, en 1947, para controlar el
Pacífico Occidental; y desde 1995 la Quinta Flota se encuentra en Bahrein, en
el golfo Pérsico.
A
continuación, los diplomáticos estadounidenses sumaron capas de alianzas
militares envolventes: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (1949),
la Organización del Tratado del Medio Oriente (1955), la Organización del
Tratado del Sudeste Asiático (1954) y el Tratado de Seguridad Estados
Unidos-Japón (1951).
En
1955 Estados Unidos también tenía un red mundial de 450 bases militares en 36
países para, en gran medida, contener el bloque sino-soviético detrás de un
Telón de Acero que coincidía en grado extraordinario con las "rimlands"
de Mackinder alrededor de la masa continental euroasiática. Hacia el final de
la Guerra Fría, en 1990, el cerco de la China comunista y Rusia necesitaba 700
bases de ultramar, una fuerza aérea de 1.763 aviones de combate, un enorme arsenal
nuclear, más de 1.000 misiles balísticos y una armada de 600 buques, incluyendo
15 portaviones nucleares y sus flotillas, todos conectados por el único sistema
global de satélites de comunicación del mundo.
Como
fulcro del perímetro estratégico de Washington alrededor de la isla mundial, la
región del golfo Pérsico ha sido durante casi 40 años el lugar donde Estados
Unidos ha intervenido constantemente, de manera manifiesta y encubierta. La
revolución iraní de 1979 supuso la pérdida de un país clave en el arco del
poder estadounidense alrededor del golfo, y dejó a Washington en la difícil
posición de tener que reconstruir su presencia en la región. Con ese fin y
simultáneamente, por un lado apoyaría a Sadam Husein en Iraq en su guerra
contra el Irán revolucionario y, por el otro, armaría a los muyahidines afganos
más extremistas contra la ocupación soviética de Afganistán.
Fue
en este contexto en el que Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional
del presidente Jimmy Carter, puso en marcha su estrategia para derrotar a la
Unión Soviética con una agilidad geopolítica absoluta, que todavía hoy sigue
siendo poco comprendida. En 1979 Brzezinski, un aristócrata polaco empobrecido
que conocía como pocos las realidades geopolíticas de su continente natal,
convenció a Carter para lanzar la Operación Ciclón con un enorme presupuesto
anual que alcanzó los 500 millones de dólares a finales de los 80. Su objetivo:
movilizar combatientes musulmanes para atacar el blando vientre centro-asiático
de la Unión Soviética y abrir una brecha profunda de radicalismo islamista en
el heartlandsoviético. Lo que simultáneamente iba a infligir una
derrota desmoralizadora al Ejército Rojo en Afganistán y dejar el "rimland"
de Europa Oriental fuera de la órbita de Moscú. "Nosotros no empujamos a
los rusos a intervenir [en Afganistán]", dijo Brzezinski
en 1998, al explicar su hazaña geopolítica en esta versión Guerra Fría del Gran
Juego, "pero aumentamos a sabiendas la probabilidad de que lo hicieran
[...] Esa operación secreta fue una idea excelente. Tuvo el efecto de hacer
caer a los rusos en la trampa afgana".
Preguntado
sobre el legado de esta operación que dio origen a un Islam combatiente hostil
a los Estados Unidos, Brzezinski, que estudió y a menudo citaba a Mackinder, se
negó rotundamente a pedir disculpas. "¿Qué es más importante para la
historia del mundo?", preguntó. "¿Los talibanes o el colapso del
imperio soviético? ¿El levantamiento de algunos musulmanes o la liberación de
Europa central y el final de la Guerra Fría?"
Pero
incluso la impresionante victoria estadounidense en la Guerra Fría, con la
implosión de la Unión Soviética, tampoco transformaría los fundamentos
geopolíticos de la isla mundial. Como resultado, tras la caída del muro de
Berlín en 1989, la primera incursión diplomática de Washington en la nueva
época sería un intento de restablecer su posición dominante en el golfo
Pérsico, utilizando como pretexto la ocupación de Kuwait por parte de Sadam
Husein.
En
2003, cuando Estados Unidos invadió Iraq, el historiador Paul Kennedy acudió de
nuevo a la para entonces centenaria obra de Mackinder paraexplicar este
aparentemente inexplicable infortunio. "En este momento, con cientos de
miles de tropas estadounidenses en las rimlandseuroasiáticas",
escribió en el Guardian, "parece como si Washington estuviera
tomándose en serio el mandato de Mackinder para asegurar el control del 'pivote
geográfico de la historia'". Si se interpretan estas afirmaciones de forma
amplia, la rápida proliferación de bases estadounidenses en Afganistán e Iraq
debería entenderse como una nueva apuesta imperial para alcanzar una posición
clave en el borde del heartland euroasiático, algo semejante a
lo que hicieron los británicos con sus viejos fuertes coloniales a lo largo de
la frontera noroeste de la India.
En
los años siguientes Washington intentó sustituir algunos de sus ineficientes
soldados sobre el terreno por drones. En 2011 la Fuerza Aérea y la CIA habían rodeado el territorio euroasiático con 60 bases para
su armada de drones. Para entones, su caballo de batalla era el Reaper: sus
misiles Hellfire, sus bombas GBU-30 y un alcance de
1.850 km permitían atacar objetivos en casi cualquier lugar de África y Asia
desde aquellas bases.
Significativamente,
las bases de drones están esparcidas en estos momentos por los márgenes
marítimos alrededor de la isla mundial –desde Sigonella, Sicilia, hasta
Incirlik, Turquía; Yibuti en el mar Rojo; Qatar y Abu Dabi en el
golfo Pérsico; las islas Seychelles en el océano Índico; Jalalabad, Khost,
Kandahar y Shindand en Afganistán;
y en el Pacífico, Zamboanga en Filipinas y la Base Aérea Andersen en la isla de Guam, entre otros lugares. Para patrullar esta extensa
periferia, el Pentágono se ha gastado 10 mil millones de dólares en construir
una armada de 99 drones Global Hawk, equipados con cámaras de alta resolución capaces de
vigilar todo el territorio en un radio de 160 km, sensores electrónicos que
pueden neutralizar señales de comunicación y motores eficientes con autonomía para 35 horas de vuelo y un alcance de
14.000 kilómetros.
*