LA
TRAYECTORIA ACADÉMICA Y LAS APORTACIONES CIENTIFICAS DE JOSÉ MANUEL NAREDO
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Sociología
Crítica
19.05.2015
Naredo
ha insistido asimismo en la trascendencia que tienen las “reglas del juego
económico”, que utiliza el razonamiento monetario como guía suprema de la
gestión: “con lo cual resalta la dimensión creadora de valor y utilidad del
proceso económico, pero cierra los ojos al análisis de los deterioros que dicho
proceso inflinge en su entorno físico y social”. Según él, “las reglas del
juego económico-financiero en vigor refuerzan un orden territorial
crecientemente polarizado en núcleos atractores de recursos, capitales y
población y áreas de abastecimiento y vertido que, como hemos indicado, se
despliegan tanto a escala global como regional y local”.
Por
otra parte, estima que “el instrumental mencionado no sólo reduce la toma de
información a una única dimensión, la monetaria, sino que registra solamente el
coste de extracción y manejo de los recursos naturales, pero no el de
reposición, favoreciendo así el creciente deterioro del patrimonio natural, que
no se tiene en consideración en el proceso cuantificador”. Finalmente,
considera que el sistema financiero es fuente de nuevas desigualdades y,
citando al ecólogo Ramón Margaleff, recuerda que “el dinero tiene la propiedad
de llevar la desigualdad en las sociedades humanas mucho más lejos de lo que la
territorialidad y la jerarquía permiten en las sociedades animales”.
Para
Naredo, las raíces económico-financieras de la crisis ambiental son “un tema
tabú de nuestros tiempos” (2003). Para él, sin embargo, el juego económico
“sigue impulsando la extracción y deterioro de recursos frente a la obtención y
uso renovable de los mismos, con el consiguiente deterioro del conjunto. A
escala agregada, este modelo de gestión parasitaria nos arrastra hacia estados
de mayor entropía planetaria”.
Concluye
que “cuando la práctica totalidad del Planeta ha sido ya apropiado, el problema
ecológico no estriba tanto en socializar o redistribuir esa propiedad, como en
establecer una reglas del juego que faciliten la conservación de patrimonio
natural, con independencia de su titularidad, en vez de su acelerada
explotación-destrucción practicada hoy tanto por particulares, empresas o
administraciones de índole diversa”.
Desde
fines de los años 1980 José Manuel Naredo empezó a preocuparse por las
ciudades, espacios esenciales en el funcionamiento del ecosistema terrestre y
en continuada y rápida expansión desde el siglo XIX. Le interesaron
especialmente la creciente ocupación urbana de los suelos de mayor calidad
agronómica y el funcionamiento de los flujos de agua, de energía, materiales e
información en las áreas urbanas. La medida de dichos flujos y de su incidencia
territorial se convirtió en otra línea de investigación, realizando, ante todo,
estudios concretos que trataban de medirlos en la Comunidad de Madrid. Esa
nueva línea se dejó sentir en el libro Los flujos de agua, energía,
materiales e información en la Comunidad de Madrid y sus contrapartidas
monetarias (con J. Frías 1988), así como en otros que trataban de
describir la “anatomía y fisiología de la conurbación madrileña”. Madrid ha
sido en los últimos años objeto de su atención, aunque su objetivo es llegar a
conclusiones de carácter más general. Durante varios años ha dedicado trabajos
al crecimiento de la ciudad y el medio ambiente, al funcionamiento de las
ciudades y su incidencia en el territorio, al metabolismo económico de la
conurbación madrileña. La vinculación de sus preocupaciones sobre la
sostenibilidad y las que tenía sobre el desarrollo urbano fue rápida. Se
reflejó en su texto Sobre la insostenibilidad de las actuales
conurbaciones y el modo de paliarla (1996) y en otros estudios
dedicados a los instrumentos y estrategias dirigidos a reducir los problemas
existentes en los sistemas urbanos, “sistemas abiertos que se nutren de los
recursos de fuera y envían los residuos fuera, con la salvedad de que el modelo
de la conurbación difusa es mucho más exigente en recursos y residuos por
habitante que los anteriores”. El estudio de la evolución del metabolismo
urbano madrileño le ha servido para ejemplicar sus tesis de forma
significativa.
Naredo
defiende que las mejoras que se han obtenido en las condiciones de salubridad y
habitabilidad de las ciudades, y que posibilitaron su enorme crecimiento, “se
consiguieron generalmente a costa de acentuar la explotación y el deterioro de
otros territorios”. Pero cree que este crecimiento “no solo se revela
globalmente insostenible, sino que pone también en peligro los logros en
salubridad y habitabilidad”. También considera que para enjuiciar la
sostenibilidad de las ciudades desde una perspectiva global es preciso tener en
cuenta no sólo las actividades que en ellas tienen lugar, sino también aquellas
otras de las que dependen aunque se operen e incidan en territorios alejados:
“desde esta perspectiva, enjuiciar la sostenibilidad de las ciudades nos
conduce por fuerza a enjuiciar la sostenibilidad (o más bien la
insostenibilidad) del núcleo principal del comportamiento de la civilización
industrial; es decir, incluyendo la propia agricultura y las actividades
extractivas e industriales que abastecen a las ciudades y a los procesos que en
ellas tienen lugar”. En realidad, estima, “el principal problema reside en que
la sostenibilidad local de las ciudades se ha venido apoyando en una creciente
insostenibilidad global de los procesos de apropiación y vertido de los que
dependen”. A partir de esas posiciones teóricas Naredo ha analizado los
instrumentos económicos que pueden ser utilizados para paliar la
insostenibilidad de los sistemas urbanos (2003), y ha tratado de hacer
operativo el concepto de buenas prácticas para hacer la ciudad sostenible.
Otra
línea de investigación de Naredo en relación con la ciudad ha sido la que se
refiere al mercado inmobiliario. En los años 90 empezó a preocuparse por los
problemas que planteaba el peso creciente del negocio inmobiliario en el
desarrollo económico español . Tras diversos artículos sobre el tema en
revistas como Economía y Sociedad, Catastro y Alfoz y de amplios capítulos
sobre la composición y distribución de la riqueza, publicados distintos
volúmenes de la Fundación Argentaria y la Fundación BBV, en 1996 publicó ya un
importante libro sobre La burbuja inmobiliario-financiera en la
coyuntura económica reciente (1985-1995). En los años
siguientes siguió investigando sobre el tema produciendo otro libro notable: Composición
y valor del patrimonio inmobiliario en España 1990-1997(publicado por
el Ministerio de Fomento, 2000).
Siempre
ha insistido en que todo ese crecimiento tiene unas razones económicas y
sociales, que no se trata de procesos inscritos en la naturaleza: “el
trepidante crecimiento de la urbanización viene espoleado, más allá de la
demografía, por el insaciable afán de lucro de promotores y compradores,
animado por un marco institucional que privilegia la adquisición de viviendas como
inversión, que ha situado a nuestro país a la cabeza de Europa en porcentaje de
viviendas secundarias y desocupadas”. Al extenderse por toda la población el
virus de la especulación inmobiliaria, se está construyendo un patrimonio
inmobiliario sobredimensionado de escasa calidad y se está originando una
burbuja especulativa cuyas dimensiones resultan cada vez más amenazantes”
(Naredo, Carpintero y Marcos, 2004).
Últimamente
ha abordado, en colaboración con el economista Oscar Carpintero y la
estadística Carmen Marcos, cuestiones importantes del papel del negocio
inmobiliario en la economía española (Patrimonio inmobiliario y Balance
Nacional de la economía Española entre 1984 y 2004) y las características de la
burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica española, en
investigaciones que han visto la luz en las revistas y publicaciones de la
Fundación de las Cajas de Ahorro Confederadas, o en las revistas Bolsa de
Madrid e Información Comercial Española.
En
lo que concierne a la ocupación del suelo por usos urbano-industriales, ha
podido constatar mediante fotointerpretación que, en el caso de la provincia de
Madrid, “entre 1957 y 1980 se duplicó el requerimiento total de suelo por
habitante (excluyendo el suelo de uso agrícola), volviendo a duplicarse entre
1980 y 1999, a la vez que aumentaron espectacularmente las exigencias per
capita de energía y materiales. La mayor ocupación de suelo por habitante se
debe básicamente al aumento de la segunda residencia y de los usos indirectos
(vertederos, actividades extractivas, embalses, viario, suelo en promoción,
etc.) que conlleva el fenómeno de la conurbación difusa y de la continua
construcción-destrucción de infraestructuras e inmuebles, a la vez que crece la
proporción de viviendas y locales desocupados. Así, el presente modelo de
urbanización se revela, en Madrid, mucho más consumidor de suelo, energía y
materiales que el antiguo”. Naredo ha continuado trabajando sobre la “anatomía”
y “fisiología” de la conurbación madrileña habiendo actualizado sus trabajos
anteriores sobre la ocupación del suelo y el metabolismo urbanos en
investigaciones todavía pendientes de publicación.
Sus
cálculos sobre el patrimonio inmobiliario le han permitido afirmar que “más de
la mitad del parque de viviendas existentes en 1950 han desaparecido por
demolición o ruina en nuestro país, que cuenta con menor porcentaje de
viviendas anteriores a 1940 que Alemania, que quedó destruida por la Guerra
Mundial, haciendo que el crecimiento económico fuera más destructivo del
patrimonio inmobiliario en España de lo que, en proporción, lo fue la Guerra
Mundial en Alemania”.
Los
problemas de la distribución de la renta en España, tanto a escala social, como
territorial le han seguido preocupando durante toda su vida investigadora. El
amplio conocimiento de las fuentes estadísticas y el tratamiento riguroso de
las mismas le ha permitido publicar trabajos de gran relieve sobre la
elaboración de las series históricas sobre la renta. Así en “Crítica y revisión
de las series históricas de Renta Nacional de la posguerra”, (1991) mostró la
inconsistencia dichas series en el periodo de la posguerra, que podían llevar a
subestimar el ingreso nacional posterior. Según Naredo, las cifras oficiales de
Renta Nacional están infravaloradas durante la posguerra por haber magnificado
la caída de la renta producida por la guerra civil, por el manejo de índices de
producción obsoletos y por la ocultación de productos vinculados al “mercado
negro” durante la autarquía franquista. Como consecuencia de ello, propuso una
revisión de las estimaciones cuyo comportamiento mostraba productividades y
elasticidades más razonables.
La
composición y distribución de la riqueza de los hogares españoles y los cambios
que se han producido en la riqueza personal y familiar, son temas de
investigación que enlazan con sus antiguas preocupaciones. Naturalmente esa
línea de investigación sobre la renta tenía que reflejarse igualmente en el
estudio de los patrimonios inmobiliarios de los hogares españoles y su
distribución regional.
José
Manuel Naredo ha dedicado asimismo atención a las cuestiones éticas, y en
especial a la construcción de lo que califica como “una sociedad civil global”,
y a establecer las bases sociopolíticas para el desarrollo de una ética
ecológica y solidaria. En la misma línea ha criticado el énfasis en la
competitividad (las “patologías competitivas”) frente a las formas de
solidaridad y colaboración. Ha estudiado asimismo el problema del paro y ha
reflexionado sobre las alternativas, defendido la solidaridad, a la vez que
insistía en la importancia de la cooperación libre e igualitaria como remedio
frente al desempleo y al trabajo dependiente.
Naredo
ha sido muy consciente del significado del territorio y ha insistido en la
necesidad de considerarlo para resolver los problemas ambientales. Lo que le ha
conducido directamente a los temas de ordenación del territorio, desde hace
tiempo (cuenta ya con un texto importante sobre el tema publicado por el
Colegio de Arquitectos de Madrid en 1984) . Por esta razón ha seguido
atentamente el desarrollo de la geografía, una disciplina que ha valorado
repetidamente, aunque no dejara de criticar a los geógrafos el olvido de ciertos
temas. Así hizo cuando en 2003 organizó en Lanzarote con el apoyo de la
Fundación César Manrique, un seminario sobre La incidencia de la especie humana
sobre la faz de la Tierra, 1955-2005, que se situaba explícitamente en la
estela de dos congresos que tuvieron una gran repercusión: el que impulsaron
Carl Sauer, Clarence Glacken y Lewis Mumford sobre el tema Man’Role in
Chainging te Face of the Earth, celebrado en Princeton en 1955, y el que tuvo
lugar en 1987 sobre The Earth as Trasnformed by Human Action. Global and
Regional Changes over the Past 300 Years, organizado en la Clark University por
el geógrafo Bill Turner II, con la colaboración de Robert W. Kates y Gilbert F.
White. El seminario de Lanzarote dio lugar a un libro publicado en 2005, la
colección “Economía vs Naturaleza”, con el título La incidencia de la especie
humana sobre la faz de la Tierra (1955-2005) para conmemorar el 50 aniversario
del mencionado Simposio de Princeton.
En
la convocatoria del simposio de Lanzarote, Naredo criticaba que a medida que se
han ido agravando los problemas ecológico-ambientales, y aumentaban los
estudios y los congresos dedicados a ello, se ha ido desplazando el interés
desde el territorio hacia el clima. Es el uso de la Tierra y de sus recursos la
causa del deterioro ambiental y del cambio climático. Y criticaba a los
geógrafos por haber olvidado los análisis sobre la incidencia de la especie
humana sobre la faz de la Tierra. Naredo estima que es preciso prestar atención
a cuestiones que se trataron en el simposio de 1955, desde los recursos, las
características diferenciales del territorio y las estrategias de actuación
sobre el mismo, hasta los residuos y las múltiples consecuencias que tienen,
una de las cuales es la que se refiere a las alteraciones del clima. Señala la
gran paradoja de que mientras en 1955 los geógrafos prestaba gran atención a la
fotografía aérea del territorio, el simposio de 1990 no sacó partido de las
imágenes de satélite ya disponibles, a la vez que los análisis se parcelaban y
no se presentaron trabajos sobre problemas globales ni hubo preocupación por
los aspectos políticos y económicos que inciden en la transformación de la
Tierra.
Falta
todavía, señala Naredo, lo que Mumford ya planteaba en 1955, “una filosofía
común del desarrollo humano que revise críticamente todas nuestras
formulaciones históricas parciales, incluidas las ideas de sistema político
democrático y de sistema económico mercantil sobre las que implícitamente
reposa la idea hoy hegemónica de sociedad, con sus metas e instituciones”.
Al
concederle el Premio Internacional Geocrítica 2008 el jurado desea destacar su
esfuerzo por recuperar esos ideales, su contribución al examen crítico de los
efectos de la acción humana sobre el planeta y su animosa búsqueda para
establecer las bases de una nueva filosofía y economía del desarrollo humano.
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