La implosión de la burbuja del fracking en Estados
Unidos, y los temblores que ha comenzado a sufrir la banca.
Marco
Antonio Moreno
Aragon.attac.es
18.02.2015
Aunque
ya comienzan a manifestarse tibiamente los efectos de la implosión de la burbuja del frackingen Estados
Unidos, como reseña este artículo de El Economista con los temblores que ha comenzado a sufrir la banca,
lo cierto es que esta nueva fase está en sus inicios y es un efecto colateral
de la crisis que estalló en 2008. El rescate emprendido por los principales
bancos centrales del mundo al derrumbe del sistema financiero en 2008 fue el
salto monetario más trascendental y peligroso de toda la historia económica
mundial.
La
banca, que arrastraba una situación de gran apalancamiento y podredumbre
especulativa acumulada desde los año 80 con la irrupción de la era Greenspan,
alcanzó su punto crítico en 2008 y puso en ascuas a Wall Street y a todo el
sistema financiero. Las crisis de los años 90 en los países periféricos y los
salvavidas monetarios, fueron el preámbulo de la crisis de las grandes
potencias. Ese era el momento perfecto para dejar caer a todo el sistema, y con
ello a toda la podredumbre especulativa que venía desde los tiempos de Reagan y
Thatcher. Sin embargo, Ben Bernanke, fiel discípulo de su maestro Alan
Greenspan, continuó la receta de su predecesor en la Reserva Federal, y elaboró
un plan de rescate de 16 billones de
dólares (16.000.000.000.000), a espaldas de la gente y en el más
absoluto secreto.
Este
rescate no solo incluyó a los bancos de Estados Unidos como Bank of America,
Goldman Sachs o Citigroup, sino también a bancos de Alemania como Deutsche Bank
y Dresdner Bank), Francia (BNP Paribas, Societe Generale), Reino Unidos
(Barclays, RBS, Bank of Scotland) y Suiza (UBS, Credit Suisse), entre muchos
otros.
Encubriendo la crisis terminal
Este
hecho escandaloso ayudó a encubrir la crisis terminal del sistema financiero
que, desde luego,no era una crisis mundial, ni ninguna crisis en absoluto. Era
simplemente la crisis de un sistema corrupto que adoptó todos los
malos hábitos que pudo de la mano de ese discípulo furibundo de Ayn Rand que fue Alan Greenspan.
Como indicó más tarde el Informe GAO, el sistema financiero de la gran
banca mundial estaba en una situación catastrófica y plagada de contratos
falsos, malos o fraudulentos que no debían ser pagados.
Desde
ese momento, el balance combinado de la Fed, el BCE y el Banco de Japón que era
de 3,5 billones de dólares o alrededor del 11 por ciento del PIB antes de la
quiebra de Lehman, pasó a 11 billones de dólares, o el 30 por ciento del PIB
combinado del llamado G-3. Fue la primera entrega de dinero barato a la banca
que lejos de fluir a la economía real lo hacía al gran casino financiero que
entregaba jugosas ganancias. Los bonos y premios de siete dígitos seguían
distribuyéndose a quienes hacían el trabajo de Dios, como aseguró
en una verdadera burla a todo el planeta el Ceo de Goldman Sachs, Lloyd
Blankfein.
Con
el tiempo todo esto pasó al olvido aunque la impresión de dinero continuó a
toda marcha. Y quienes reclamaban que vendría una hiperinflación galopante, no
vieron la descomunal inflación de los activos financieros. Por eso
no debe sorprender que los sectores que vivieron un auge del empleo en este
período (al igual que en los años 90 y la década siguiente) fueron aquellos
vinculados a las burbujas que cimentó el sistema financiero. Todos los sectores
no anexados a una burbuja crediticia se mantuvieron estancados. La asimetría de
este proceso generó un muro invisible donde se privilegió la industria
financiera por sobre el resto. Los sectores productivos de la economía real
entraron en declive y el factor trabajo fue uno de los más afectados.
Privilegios a la especulación
Las
inyecciones de liquidez de los bancos centrales no dieron impulso a la economía
real ni se creó empleo en los sectores reales excepto en aquellos vinculados
directamente a la burbuja. Tal como fue la tónica desde los años 80, donde se
privilegió al sector financiero, fue éste el que potenció sus actividades
apelando a la ganancia fácil de la especulación, tema largamente debatido en este blog. Prueba de la
especulación galopante fue la inflación de los propios activos financieros
(burbujas) que no provocaron una inflación real dado que el dinero fluía solo
hacia los sectores especulativos y alentaba más burbujas.
Lejos
de estimular a la economía real, el tsunami de crédito barato de los bancos
centrales inyectó dinero en los sectores que ya estaban sobreendeudados,
acelerando la cadena de malas inversiones que gracias a los beneficios de las
burbujas alcanzaron una capitalización de 75 billones de dólares (todo el PIB
mundial), triplicando su valor de 25 billones de dólares de marzo de 2009, y
controlando un mercado de derivados financieros del orden de 700 billones de
dólares. Esto ha significado la destrucción de todo vestigio de
estabilidad para el sistema financiero. En otras palabras, el sistema
financiero se ha convertido en un campo minado dado que ha manipulado los
precios de todos los activos financieros. Mientras los mercados de la renta
fija se han comprimido en todo el mundo, los mercados de la renta variable se
encuentran en un torbellino de volatilidad por la persecución insaciable de la
ganancia a corto plazo. El mundo se ha quedado sin proyectos de futuro y las
actuales inversiones especulativas afianzan el concepto de “exhuberancia
irracional”.
Malas inversiones
Una
de estas malas inversioines fue el fracking, o fractura hidráulica, realizada
en Estados Unidos para alcanzar su “indendencia energética”. Las perforaciones
en rocas de esquisto a 9 mil metros de profundidad fue facilidada por los altos
niveles a que se manipuló el precio del petróleo desde mediados de 2009. La
burbuja del fracking, permitió extraer petróleo via perforación horizontal a un
costo de 75-80 dólares el barril, pese a que el petróleo convencional de la
perforación vertical tiene un costo de 30-40 dólares. Ahora que se ha
confirmado que la extracción de petróleo vía fracking no solo es cara, sino que
se agota rapidamente, y que además involucra serios riesgos al medio ambiente por
la contaminación de las napas subterráneas, la burbuja del fracking hace su
implosión.
Con
el precio del petróleo llegando a los 50 dólares el barril la perforación
pronto se detendrá y el apalancamiento de este sector, que Deutsche Bank estima
en 550 mil millones de dólares, pondrá en nuevos aprietos al sistema
financiero. El problema, como puede apreciarse, no es el descenso en el precio
del petróleo que muchos ven como una reducción de impuestos y un fenómeno que
puede elevar en 0,4 por ciento el PIB global. En junio de 2009, señalábamos
que el mayor paquete
de estimulo a la economía no vino de los bancos
centrales sino de la baja en el precio del petróleo de 147 dólares el barril en
julio de 2008 a los 35 dólares que alcanzó en enero de 2009.
Decir
ahora lo mismo no es tan simple dado que lo se está desplomando no es
el precio del petróleo en sí sino la enorme burbuja que lo mantuvo
artificialmente alto durante años. Lo que está sucediendo ahora es que
todas las burbujas que ocultaron gracias al dinero barato sus altos niveles de
riesgo están saliendo de la clandestinidad. Tras la implosión de la burbuja
petrolera no tardarán en implosionar nuevas burbujas que serán auténticas
bombas de tiempo. No hay nada especial en ello y de hecho, hasta el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Pagos Internacionales lo han
advertido. Lo que hay que tener en cuenta es que esta vez el tsunami financiero
será mucho peor y de magnitudes mucho más serias y violentas que el momento
Lehman o la implosión de las puntocom.
Lo
que anticipa el mayor impacto de este choque es el hecho de que los bancos
centrales no podrán seguir imprimiendo dinero para disfrazar el mal llamado
estímulo económico, dado que esta política solo alimenta burbujas que tarde o
temprano estallan como bombas de tiempo. Tampoco podrán apelar a la herramienta
de la tasa de interés, dado que se encuentra en sus mínimos históricos. Se
avecinan serias turbulencias que pueden echar por tierra la incipiente
recuperación. En este escenario, ni el descenso del precio del petróleo será un
espaldarazo como sí lo fue el año 2009.
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