sábado, 23 de marzo de 2013

IZQUIERDA / DERECHA: LA PRUEBA DEL NUEVE


Traducción: Consejos para reconocer a la derecha bajo cualquier máscara

 (2/3) 

Colectivo Wu Ming  

Sociologia critica  

Publicado en 2013/03/04



 ( @Pepe Gama)

Cada ser humano dotado del uso de lenguaje se expresa a través de “frame”, encuadres de referencia, conjunto de imágenes y relaciones entre conceptos que estructuran nuestro pensamiento, algunos desde la primerísima infancia [...] En la comunicación política no hay palabra o frase que no encuadre un problema dado según la perspectiva ideológica de quien la usa. 

Cada término lleva consigo un mundo. Por ejemplo, imponer el uso de “centroderecha” y “centroizquierda” en lugar de “derecha” e “izquierda” ha sido una operación de encuadre que ha tenido consecuencias devastadoras: en la derecha el eufemismo ha servido para legitimar sujetos sucios y fascistas sin ni siquiera limpiarlos; en la izquierda ha impuesto la creencia de “desplazarse al centro” sino….. “no se gana”. Sólo que, en la realidad concreta, el “centro” no existe. Quien se dice “de centro” es en realidad de derechas y hace cosas de derechas, como Casini, Monti, Montezemolo, ahora incluso el postfascista Fini… Y entonces ¿“quién” “gana”?, ¿para hacer qué? “Desplazándose al centro” no se hace otra cosa que ir a la derecha ( a la búsqueda de irreales “moderados”) y seguro que no se harán políticas de izquierda.

Otro ejemplo es el discurso sobre la “seguridad”: si, como pasa cada día, un político usa en la misma frase la palabra “seguridad” e “inmigración” está evocando en la mente del que escucha una comunidad homogénea amenazada por una diferencia proveniente del exterior, y esto es la quintaesencia del encuadre de todas las derechas, en primer lugar de la fascista. 

Basta mirar contra quién se han lanzado los que se han llenado la boca y nos han llenado las cabezas de narraciones tóxicas sobre el “libre mercado”, desde la Thacher hasta Reagan y todos los republicanos USA hasta el Tea Party etc Hoy todo iría mejo si el mercado hubiese sido dejado en su funcionamiento natural, y viviríamos en una comunidad sana, justamente basada en la competición que premia a los mejores, y una sociedad que premia a los mejores hace el bien a todos. 

Antes era así, cuando existían los “pioneros”. Sin embargo, después hubo una fractura: la izquierda y las minorías. Los liberales estatalistas y los “rojos” nutridos de falsas ideas venidas de fuera han turbado este equilibrio con reivindicaciones que han turbado el funcionamiento del mercado, ayudando a los autoproclamados “débiles”, expandiendo el rol del estado en sectores de los que debería estar fuera, negociando el precio del trabajo según criterios que lesionaban los intereses de los empresarios (que son los “héroes” de la historieta).

Este es el encuadre de toda la contrarevolución capitalista iniciada a principios de los ochenta. También aquí hay una armonia turbada por fuerzas “externas”, la confirmación de que esta narración es intrínsecamente de derechas y de que una “izquierda liberal” no puede existir. 

Si te das cuenta, en la propaganda de los republicanos USA, del Tea Party etc, el enemigo siempre se refiere a un “otro lugar”: New York, la costa Este, Europa, Canadá y, obviamente, los estados canalla. 

Cuando, antes de la visita a China, le preguntaron a Nixon si alguna vez había estado en un país socialista, respondió: “Sí, en Massachusetts”. Para un republicano, en aquella época, New England era “otro lugar”. 

No existe un enemigo “interno”, generado por las contradicciones internas del sistema. Si está en el interior es porque se ha introducido entre nosotros.

Este encuadre es activado continuamente en política exterior: estamos “nosotros” (occidente, las democracias de libre mercado) y están los enemigos de turno (“el imperio del mal”, la URSS y sus satélites, las guerrillas que agitan el patio trasero latinoamericano, el terrorismo que amenaza nuestros valores, etc) El “Choque de Civilizaciones” es la máxima expresión del encuadre de la “comunidad armoniosa que se defiende”. 

Los liberales nos han enseñado a considerar el fascismo una derecha completamente diferente de la suya, incluso con trazas de izquierda en cuanto presuntamente antiliberal y estatalista. 

Detrás de este punto de vista, que es muy difuso, hay una buena dosis de mistificación. Usando la lente de la “comunidad armoniosa que es molestada por el intruso” vemos cómo el fascismo siempre ha usado la versión liberal de este encuadre. 

El fascismo original, el squadrismo, se justificaba a sí mismo justo como la defensa armada de la “mano invisible” y de la armonía entre clases sociales. El aceite de ricino y los asesinatos de “subversivos” restablecían la libertad de empresa, la libertad de comercio y el funcionamiento “normal” de la economía capitalista. Es famoso, por ejemplo, este póster propagandístico fascista: (primera postal del enlace original. Leyenda: “1919 Bolchevismo// 1923 Fascismo. El fascismo saca los grillos de la cabeza de los trabajadores y vuelve a poner en su sitio a los explotados. Metámonos con buen ánimo y esforzaos.”) 

Al tomar el poder, Mussolini declaró: “El gobierno fascista acordará la plena libertad de la empresa privada y abandonará cualquier intervención en la economía privada”. Durante años los fascistas (subidos al poder en coalición con los liberales, no será una casualidad) condujeron una política económica liberal y sólo en una fase sucesiva empezaron a aplicar medidas keynesianas. Durante los primeros años de gobierno hubo privatizaciones (fue privatizada incluso la ceca), una política monetaria restrictiva, un aligeramiento de la carga fiscal (en particular el gravamen progresivo) Cuando ésto ya no respondía a las necesidades económicas del gran capital industrial, en particular en torno a la crisis del 29, se pasó a una política económica diferente y se adecuó la fraseología propagandística al culto al Estado, a la lucha contra el individualismo burgués y todas las puestas en escena con las que todavía nos rompen las pelotas los neofascistas. 

También los neofascistas, todavía, alguna vez se quitan la máscara y hablan como liberales. Por ejemplo, Forza Nuova en Génova tenía como primer punto de su programa político la lucha contra la Compañía Única de estibadores, que según ellos estrangula la ciudad impidiendo la libertad de empresa en el puerto. CasaPound ha tomado partido sobre el ILVA de Tarento (haciendo escribir un informe a nuestro viejo conocido, el “ingeniero” Di Stefano) tomándola con los ecologistas que, compinchados con oscuros potentados europeos, quieren ahogar la siderurgia italiana. 

Al final de la feria, liberalismo y fascismo tienen el mismo héroe-símbolo: el esquirol. El problema más grave de este país, históricamente, es la indolencia de la pequeña burguesía, que es la más vulgar de Europa y oscila perennemente entre la indiferencia ante todo y la disponibilidad a cualquier aventura totalitaria. Aventura “vicaria”, naturalmente, vivida por Duce interpuesto que vocifera. Sólo un escalofrío de vez en cuando, para interrumpir el run run, disfrutar de las endorfinas y volver al lugar que le corresponde. 

Hasta que no siente el dolor, el itálico de clase media se mantiene apático. Cuando empieza a sentirlo no sabe decir lo que le ha ocurrido, blasfema incoherentemente, echa la culpa a los primeros falsos enemigos que le agitan delante (a escoger: emigrantes, gitanos, comunistas, huelguistas, judíos…) y busca un Hombre Fuerte que los combata. En Italia como en pocas otras naciones, no hay nada más fácil que empujar al empobrecido a odiar al pobre. *++

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