Días antes de la especie de paripé de Huelga General del 29 de Septiembre que convocaban los denominados sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, que son los primeros responsables directos de la falta de conciencia social y de pertenencia a la clase trabajadora que los trabajadores tenemos en estos momento, y para “calentar” motores, concentraban en Madrid a 15.000 de sus respectivos delegados para decirles que es reversible la reforma laboral recién aprobada en el Congreso a propuesta del gobierno Zapatero.
Algo así como decirle al que está bajo la lluvia mojándose que la lluvia moja.
La reforma laboral aprobada por el Congreso que es el eufemismo bajo el que se esconde:
- el debilitamiento de las organizaciones sindicales como instrumentos de defensa de los intereses de los trabajadores, siempre contrapuestos y en pugna con los intereses del capital, al recortarle funciones en la negociación colectiva.
- Facilitar al capitalista el despido del trabajador fijo para que pueda ser sustituido por otro trabajador con menor salario y con un contrato de trabajo precario haciendo más barato el despido.
Esta cosa denominada reforma laboral, al igual que la pendiente de la “reforma” del sistema de pensiones, o que la permanente descapitalización del Estado que empezó con Felipe González, continuada por José María Aznar y que continúa de forma cada vez más aguda y grave por parte de Zapatero, no son más que estrictos actos político. Y sin son actos políticos aprobados por el Congreso de los Diputado y en una determinada dirección: favorecer e incrementar la tasa de beneficio del capital que ya no puede obtener mediante el proceso de producción material de bienes directamente, quiere decir que también el Congreso de los Diputados puede hacer reversible ese mismo acto político en la dirección contraria, es decir, a favor de los trabajadores, que en definitiva significaría hacerlo a favor de la inmensa mayoría de la sociedad en contra precisamente de esa exigua minoría de capitalistas, a cuyo servicio están en estos momentos todas las estructuras de Estado, que se reúnen con Zapatero en la Moncloa y con el propio Rey, como auténticos delincuentes sociales, para chantajear e imponer a través del gobierno y del Congreso de los Diputados los intereses del capital sobre y en contra de los intereses de al sociedad entera.
De manera que la reversibilidad de la reforma laboral no lo es porque lo diga Cándido Méndez o todos los Cándidos Méndez del mundo. Con esa afirmación no ha descubierto nada, y tampoco ha aportado nada a la conciencia sindical de los trabajadores.
La cuestión es en cómo podemos hacer los trabajadores reversible un acto político (la reforma laboral) claramente contrarios a nuestros intereses, por cuanto que viene a establecer unas condiciones de vida inmediatas peores de las que hoy serían posibles tener (bienes materiales e inmateriales hay, y capacidad de producir más hay), para asegurar que las condiciones de vida para mañana serán todavía peores que las de hoy.
La lógica no puede ser ni más elemental ni más evidente: a un acto político hay que contraponer otro acto político. A un acto político que nos perjudica hay que contraponer otro que nos beneficie.
El problema que tenemos actualmente los trabajadores, y que hay que resolver con la máxima urgencia porque en ello nos va la vida (no estamos en un juego floral de las palabras) es que no tenemos ni un partido político ni un sindicato con implantación mayoritaria en la sociedad que defienda efectivamente nuestros intereses, los intereses de la sociedad.
Y por aquí tenemos que empezar, por crear nuestras organizaciones sociales y políticas, dejando a un lado al Candido y compaña que se enfarraguen en la palabrería de la reversibilidad de la reforma laboral, o en el trepidante vuelo raso del culebrón pardo, porque no son palabras las que nos hacen falta, sino conceptos, instrumentos sindicales y políticos que nos ayuden a ver la realidad.
HECHOS y no hojarasca palabrera es lo que necesitamos. Y los hechos no hay que empezar exigiéndolos a nadie. Los hechos empiezan por nosotros mismos, hablando con el compañero de trabajo, con el vecino, para entender aquello que no entendemos: que la sociedad existe por el trabajo realizado, y quienes realizamos ese trabajo somos los trabajadores y no Zapatero, el Fondo Monetario Internacional, la banca, Rajoy o el Rey.
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