Revolución
– Rebelión social
El Viejo Topo
16 de diciembre de 2025
Puede que, aun sin saberlo,
estemos inmersos en una silenciosa e inefectiva revolución fundamentada
por el rechazo político-social de las políticas neoliberales que el sistema
institucional ha llevado a cabo. La “politización de lo social” ha provocado una
crítica al sistema político institucional: las instituciones se ponen en
entredicho por la utilización política que se hace de ellas, porque los
objetivos y medios definidos por los pactos constitucionales, por la cultura
atávica, son reemplazados por objetivos partidistas algunos de ellos caducos e
inaceptables, porque una sociedad madura no puede regresar a la intransigencia
incapacitando a la población y negando la posibilidad de realizar los objetivos
de igualdad, justicia y progreso.
Negar la capacidad
colectiva de las personas para transformar sus condiciones de vida para lograr
una existencia mejor puede hacerse de forma coercitiva o mediante el silencio y
la resignación. Y nuestra sociedad está sumida en un pesimismo que ve como
irremediable la situación real del país: trabajadores pobres, 29,2% de pobreza
infantil, aumento geométrico de los sin vivienda, solo 350.000 trabajadores con
convenio, un “país en venta” para las fondos de
inversión extranjeros…
Ante la precariedad laboral
resulta que la conflictividad es la más baja de todos los tiempos: 2.024= 707
Huelgas. Afectados 252.723 trabajadores de 22 millones. Menos huelgas
sectoriales y de empresa. ¿Por qué ante tanta precariedad laboral
tenemos tan poca conflictividad? ¿Estamos dispuestos a avanzar en nuestras
reivindicaciones? ¿Qué papel están ejerciendo los sindicatos? Hay que
preguntarse por todo ello y no refugiarse en el individualismo [yo estoy bien,
los demás…]
En Catalunya el 58% de los
hospitales públicos dependen de la sanidad privada habiendo aumentado un 38% en
la última década. Pero la sanidad pública asume más del 95% de los
tratamientos más costosos (trasplantes, grandes quemados, neonatos de poco
peso…) mientras que los centros concertados tienen “una atención selectiva”. De
ser un recurso excepcional ha pasado a convertirse en una práctica estructural,
desviando una parte creciente del presupuesto sanitario público a empresas que
responden al beneficio y no al interés general. Y lo que revoluciona a las
conciencias es que se aluda a esta prácticas en aras a la” libertad”. ¿La
libertad de quién?
Imaginemos que tenemos un
piso, o una casa en propiedad y que el administrador de la finca se vende
lo que es nuestro. Pues el mismo ejemplo hemos de aplicar a las
“privatizaciones de lo público”. Los que fueron elegidos como “gestores” se han
convertido en reales propietarios que venden lo que es de todos. Hay que
proteger y blindar lo público. Conservar lo público hoy es
revolucionario, porque es lo justo, porque lo que pertenece a todos no se puede
privatizar. Las desiguales inversiones por habitante en las Comunidades
Autónomas muestran la rotura del principio de igualdad ante el servicio por
excelencia, que es la preservación de la vida.
Hoy los médicos están en
huelga (excepto el 50% de servicios mínimos). Reclaman mejoras salariales que
se les deben desde hace tiempo, reducción de las guardias, más minutos de
atención a los pacientes… Es decir, casi volver a lo que ya teníamos.
Al analizar los datos en
sanidad, trabajo, vivienda, educación etc. nos preguntamos: ¿Por qué no se
produce una revolución social? Diríase que una buena parte de los habitantes
del Estado español han asumido con resignación la situación existente. Lo cual
proporciona un diagnóstico realmente alarmante, pues nos sitúa ante una
perspectiva en la que los actores sociales no articulan voluntad alguna de
cambiar la realidad que nos machaca. Tal actitud ha sido históricamente
característica de aquellas sociedades que, sufriendo enormes
presiones provenientes del poder y de las clases sociales hegemónicas,
dan salida a ese sufrimiento a través de explosiones sociales espontáneas, que
frecuentemente concluyen sin mayores consecuencias por falta de cohesión y
solidaridad. El individualismo consumista es el mayor atentado a la sociedad
organizada solidaria.
Una nueva economía es
posible, y con ella una nueva forma de entender lo social y lo político. Hoy es
noticia el caso de DURALEX en Francia. Los obreros se han hecho propietarios de
la empresa que con aportaciones populares han recaudado 20 millones de euros a
devolver en 8 años. El cooperativismo, la economía circular, las empresas
estatales etc. deben llamar a la puerta de una nueva organización social. El
Neoliberalismo ha resultado ser un cáncer social y hay que amputarlo de raíz.
Para ello es necesaria una mayor conciencia solidaria, cooperativista, justa,
distributiva. Las instituciones no deben permanecer al margen de lo que la
sociedad les reclama, deben evolucionar hacia la eliminación de todo tipo de
privilegios e ideologías que carezcan de los principios básicos de la
democracia participativa. La tolerancia no debe tolerar a los intolerantes,
perpetuadores de un estatus de privilegio para unos pocos.
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