lunes, 21 de marzo de 2016

SOBRE EL ESTADO ISLÁMICO

UNA NUEVA INTERVENCIÓN EN LIBIA FORTALECERÍA AL ESTADO ISLÁMICO
Rebelión
Orient XXI
18.02.2016
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Sugerida desde hace dos años por los dirigentes franceses, británicos e italianos, por sus Estados Mayores y por los discípulos de la ideología neoconservadora estadounidense de la época de George W. Bush, la perspectiva de una segunda intervención militar en Libia vuelve al orden del día. El objetivo declarado sería la erradicación del Estado Islámico en Libia, cuya capacidad de implantación sin embargo es limitada. Al ignorar el asunto crucial de la reconstrucción de un Estado legítimo e inclusivo, esa operación tendría todas las posibilidades de crear problemas que no sería capaz de resolver.
 
Desfile del Estado Islámico en Sirte
 
Esta vez el objetivo declarado ya no sería «la protección de la población civil», sino la erradicación del Estado Islámico en Libia en el marco de la «guerra contra el terrorismo» relanzada tras los atentados de París del 13 de noviembre de 2015. El escenario ideal de la intervención en el que trabajan los Estados Mayores británico, francés, italiano y estadounidense sería el de una petición de ayuda del Gobierno de concertación nacional, prevista en el acuerdo firmado el 17 de diciembre en Skhirat bajo presión de las potencias occidentales y las Naciones Unidas. En el caso de que la vuelta a Libia del Gobierno de concertación nacional –de momento complicada debido a las fuerzas hostiles- no pudiera hacerse rápidamente, el plan B consistiría en intervenir sin el apoyo de un gobierno local legítimo.
 
Pero más allá de los discursos oficiales, ¿qué sabemos de las especificidades, las ventajas y las debilidades del Estado Islámico (EI) en Libia? Aunque está demostrado que su presencia en Libia es una piedra angular de su estrategia de comunicación y no oculta su objetivo de bloquear la reconstrucción del Estado, la capacidad de implantación y extensión del EI en ese país merece un análisis con respecto a las especificidades libias, que difieren claramente de las de Irak y Siria.
 
Según las evaluaciones de las Naciones Unidas, basadas a su vez en las de « ciertos Estados miembros», los efectivos del EI en Libia se elevarían a unos 3.500 hombres (1). Las autoridades de Trípoli calculan en torno a 1.500 localizados principalmente en la ciudad de Sirte y sus alrededores, la periferia de la ciudad de Derna y algunos barrios de Bengasi.
 
Geografía de los alineamientos locales  
Apenas cuatro meses después de que los combatientes del EI capturasen Mosul en junio de 2014, un grupo yihadista libio local, el Consejo Consultivo de la Juventud Islámica (majliss choura chabab al-islam) de Derna, declaró oficialmente su lealtad al Estado Islámico (3 de octubre). Un mes y medio después el EI tomó posesión de dicha lealtad y declaró la Cirenaica una de sus provincias (wilayat barca) con el mismo rango que sus otras provincial de Irak y Siria. En febrero de 2015 la ciudad de Sirte cayó en manos del Estado Islámico y este la proclamó capital de la provincia de Tripolitania (wilayat tarabulus).
 
La implantación del Estado Islámico en una ciudad o en una región de Libia responde sobre todo a las consideraciones locales específicas que reflejan la diversidad de las problemáticas y de los asuntos locales en función cada ciudad o región. Efectivamente, desde el principio de la insurrección y de la guerra civil de 2011 en Libia la situación se ha caracterizado por una gran fragmentación geográfica con predominio de los asuntos locales sobre las lógicas nacionales y los posicionamientos ideológicos. Los alineamientos a favor de uno u otro bando responde, por lo tanto, a una o varias lógicas específicas de cada situación local, en favor de un bando u otro responden pues a una o varias lógicas específicas de cada situación local: alianza con el partido más fuerte capaz de dar protección a un grupo minoritario o arbitraje entre los grupos rivales en ausencia de una autoridad local suficientemente poderosa o en un contexto de tejido social degradado, solidaridad con un miembro de una familia o de un clan, carisma de un jefe miliciano o de un predicador, lógica de depredación.
Derna, el primer enclave histórico del Estado Islámico en Libia, presentado hasta hace un año como un feudo inexpugnable, fue conquistada por las milicias locales sin ni siquiera el apoyo del embrión de ejército nacional libio del general Khalifa Haftar , constituido mayoritariamente de tribus tradicionalmente rivales a las de Derna.
 
En Bengasi los combatientes del Estado Islámico combaten en dos frentes -de siete- contra las unidades del general Haftar y las milicias locales que le apoyan. Aunque existen alianzas circunstanciales con las grandes milicias revolucionarias de obediencia islamista ligadas al consejo consultivo de los revolucionarios de Bengasi para hacer frente a las tropas de Haftar, sin embargo con regularidad surgen tensiones entre ambas facciones.
 
Sirte, a menudo denominada por los medios occidentales la «Rakka libia» (en referencia a la capital siria del Estado Islámico) es la única ciudad donde han conseguido implantarse las milicias del EI. La historia y la sociología de la ciudad proporcionan algunos elementos de explicación. Antiguo feudo de la tribu de Gadafi, Sirte albergó los últimos bastiones de resistencia del régimen del Coronel en 2011 y fue allí donde el antiguo Guía de la revolución vivió sus últimos días. A menudo presentada por sus habitantes como la «Dresde libia», en referencia a las consecutivas destrucciones por los bombardeos que sufrió en 2011, hasta ahora Sirte está excluida de la nueva Libia. Sus tribus están condenadas al ostracismo y su tejido social destrozado por los desplazamientos de la población y las destrucciones. Por otra parte tampoco ha surgido ninguna milicia local con cualquier legitimidad revolucionaria tras la caída del régimen. El orden y la seguridad dependen de milicias originarias de Misrata , percibidas como fuerzas de ocupación y que se comportan como tales con las poblaciones locales. Por otra parte es una milicia de Misrata, la katiba Al-Farouq desplegada en Sirte, la que constituiría la osamenta de la presencia militar de esta última. Está compuesta de jóvenes yihadistas afiliados anteriormente al grupo Ansar Al-charia antes de declarar su lealtad, a finales de 2014, al Estado Islámico.
 
Reinando por medio del terror, la intimidación y la retribución sobre una población local debilitada que busca orden y seguridad, esos grupos a los que se adhieren reclutados extranjeros (en particular la presencia de somalíes, tunecinos, argelinos, mauritanos, malienses y egipcios está comprobada) se benefician también de alineamientos individuales locales y de las divisiones entre facciones locales para imponerse. Por otra parte, gracias a la situación geográfica de la ciudad –en el corazón de una región desértica situada en la intersección de las respectivas zonas de influencia de los dos Parlamentos, Tobrouk y Tripoli— el Estado islámico se ha beneficiado ampliamente del conflicto entre las dos entidades rivales, todas ellas en lucha por la hegemonía nacional que hasta ahora dan prioridad a su antagonismo en detrimento de una actuación conjunta contra el Estado Islámico. La propia ciudad de Misrata está dividida entre partidarios de la lucha contra el EI y partidarios de la defensa de la capital, Trípoli.
 
Atizar las divisiones  
El ejemplo de la ciudad de Derna, donde los grupos armados locales rivales han conseguido frenar al EI, muestra sin embargo que los éxitos de este no son irreversibles cuando existe una alternativa local o regional. Por el contrario el ejemplo de Sirte ilustra el hecho de que el EI logra implantarse cuando ninguna fuerza local es capaz de resistir.
 
Consciente de su incapacidad actual de conquistar militarmente una amplia base territorial como lo ha hecho en Irak y en Siria, el Estado Islámico en Libia parece haber adoptado una estrategia dirigida a atizar las divisiones entre sus enemigos para impedir a cualquier precio el establecimiento de un gobierno de unidad nacional. Esta estrategia se traduce especialmente en acciones terroristas contra objetivos simbólicos de los dos bandos. El EI quiere también atacar los lugares petroleros controlados por los guardias de los federalistas de Ibrahim Jadhran, más bien con el objetivo de inutilizarlos para agotar los recursos nacionales que para apoderarse de ellos. Al no haber podido expansionarse significativamente hacia el este y hacia el oeste desde el verano de 2015, el EI parece que pretende desarrollar su actuación a partir de Sirte hacia el Sahel ampliando su política de reclutamiento de elementos tuaregs , como lo testimonian sus mensajes de reclutamiento difundidos en la lengua tamashek (2).
 
Condena unánime de los atentados suicidas  
El atentado con camión bomba del 8 de enero de 2016 contra una escuela de policía en la ciudad de Zliten, que causó al menos 65 muertos entre los jóvenes reclutas, y los ataques suicidas contra los lugares petroleros de Ras Lanouf podrían sin embargo anunciar una inflexión de la situación desfavorable para el EI. Los ataques de Ras Lanouf han tenido como consecuencia inmediata el comienzo de una cooperación táctica entre las milicias de afiliadas a la coalición «Aube de la Libye» y los guardias de las instalaciones petroleras de Ibrahim Jadhran que se enfrentan desde finales de 2014 alrededor del terminal petrolero de Al-Sidra. Esta cooperación se traduce especialmente por el establecimiento de una sala de operaciones común, por la evacuación sanitaria de los guardias de instalaciones petroleras heridos en los ataques hacia los hospitales de Misrata y por el compromiso de los aviones de Misrata de ayudar a las tropas de Jadhran contra el Estado Islámico.
 
El horror del atentado suicida de Zliten ha suscitado una reacción de rechazo unánime en el conjunto de Libia. Las imágenes de los atacantes suicidas (3) publicadas por el Estado Islámico que muestran los rostros de jóvenes aparentemente originarios del Sahel o del Cuerno de África, ampliamente difundidas en las redes sociales libias, también han impactado fuertemente a mucho público. La foto de uno de los mártires, un adolescente de 15 años llamado Abd El-Mounaam Dweïla que había huido unas semanas antes de la casa de sus padres de Trípoli para unirse al EI en Sirte, también provocó una gran conmoción en muchas familias. La historia de su radicalización, ampliamente mediatizada (4), confirma el surgimiento de un fenómeno de ruptura intergeneracional nuevo en Libia. Hijo de una familia piadosa que le inscribió en una escuela coránica afiliada a una cofradía sufí, el joven se radicalizó progresivamente al contacto con un predicador de barrio que le desvió de la vía sufí hacia el yihadismo.
 
La tragedia de Zilten unos días después del ataque suicida del yihadista habría logrado, por primera vez desde la caída del régimen de Gadafi, unir a todas las facciones rivales de Libia en una condena del atentado unánime y sin ambigüedad. Por otra parte, la trayectoria del joven yihadista Dweïli alertó a muchos padres sobre los riesgos de radicalización de sus hijos.
 
¿Una marioneta de los occidentales? 
Que conduzca o no a la exigencia de un futuro gobierno de concertación nacional, una nueva intervención militar en Libia, que relegaría al olvido la cuestión de la soberanía, tiene todas las posibilidades de crear problemas que no sería capaz de resolver. Aunque algunas voces en Libia llaman a una nueva intervención extranjera la inmensa mayoría de los libios es hostil a una operación foránea en su tierra –tanto de los países occidentales como de los árabes-. Al alejar la perspectiva de la victoria de una alianza nacional exclusivamente libia contra el Estado Islámico, una intervención extranjera contribuiría además a deslegitimar al gobierno de concertación nacional que entonces aparecería claramente como una marioneta de los occidentales. Por otra parte dicha intervención alimentaría el resentimiento de muchos libios que aunque no tienen mala disposición con respecto a los occidentales tampoco son insensibles a los argumentos de los actores políticos más radicales quienes, tanto en el este como en el oeste del país, mantienen teorías de la conspiración, la más extendida la de que el EI sería una nueva criatura de Occidente para intervenir en los países árabes.
 
En consecuencia una nueva intervención militar internacional en Libia no contribuiría –sino todo lo contrario- al tratamiento de las raíces políticas y sociales de la presencia del Estado Islámico en ese país donde lo principal e imprescindible es la reconstrucción de un Estado libio legítimo e inclusivo del máximo de actores políticos y militares locales libios.
 
Notas:
(1) Informe del grupo de análisis y control de las sanciones de las Naciones Unidas transmitido el 18 de noviembre de 2015 al presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
(2) Vídeo de combatientes tuaregs llamando en lengua tamacheq a unirse a las filas del Estado Islámico.
 
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