LAS PENSIONES, VIÇEN NAVARRO, Y LAS INTENCIONES OCULTAS
Vicenç Navarro, catedrático en la Pompeu Fabra y uno de los principales representantes
ideológicos de la ‘izquierda clásica’, publicó la semana pasada dos artículos
sobre la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones.
En el primero (en el diario Público), el profesor
Navarro dedica la mitad de su contenido a poner bajo sospecha las intenciones
de quienes argumentan que el sistema público de la Seguridad Social tiene un serio
problema de sostenibilidad. Nos gustaría responder a este artículo por dos
motivos: uno, porque nos sentimos indirectamente aludidos al ser autores
de un reciente análisis bastante pesimista sobre la
sostenibilidad de las pensiones y, dos, porque Vicenç Navarro es un referente
ideológico para una buena parte de la población, la cual creemos que merece un
debate honesto sobre el futuro de las pensiones. Por último, analizaremos
su segundo artículo (esta
vez en el diario El País), y más concretamente su argumento de que
el crecimiento de la productividad es la salvación para nuestro sistema de
pensiones.
En primer lugar, nos gustaría expresar nuestra perplejidad ante las
acusaciones reiteradas de defender a los intereses del “capital financiero”,
escribir con intenciones ocultas y pretender la privatización de la Seguridad
Social. El problema de las pensiones es profundo y complejo, y no deberíamos
malgastar esfuerzos y el tiempo de los lectores en argumentaciones ad
hominem que nada aportan a la discusión. ¿Se imaginan que
dedicásemos los cuatro primeros párrafos de este artículo a poner en duda las
intenciones del profesor Navarro invocando batallas ideológicas? “Detrás de los
argumentos de Vicenç Navarro se encuentra sin duda el oro de Moscú -hoy más
bien el de Pyongyang-“, “La pretensión del profesor Navarro es clara: allanar
el camino para la llegada de la Cuarta Internacional Comunista, que pretende
implantar […]”. Absurdo, ¿verdad? Quienes esto escriben no tienen la más mínima
relación con el sistema financiero y sí una profunda preocupación por el futuro
de sus pensiones. Sembrando dudas sobre ello, se puede ganar el apoyo de quien
no está dispuesto a revisar su postura sobre aquellas, pero aporta muy poco al
debate real. Antes de abordar la cuestión principal, la sostenibilidad de las
pensiones, nos gustaría corregir algunos errores e imprecisiones del artículo: – “Es imposible que
los portavoces del capital financiero no sepan que la Seguridad Social es una
institución autónoma que no se contabiliza en el presupuesto del Estado”.
Sorprende la condescendencia del profesor Navarro cuando lo que dice es falso.
La Seguridad Social conforma, junto con la Administración Central, el nivel
superior de administración del Estado y sus cuentas se consolidan, como puede
verse en este propio documento de la
Seguridad Social sobre los Presupuestos Generales del Estado
para 2013. Es decir, aunque la Seguridad Social sea una administración
autónoma, sus cuentas se suman a las del resto de la Administración Central. Para ser más
precisos, cuando se habla del “déficit de España en 2012” no solo se incluyen
dichas dos administraciones, sino que también se consolidan las
administraciones territoriales: las comunidades autónomas y los ayuntamientos.
Así, el déficit que tanto preocupa a la Unión Europea incluye el déficit
consolidado de todas las administraciones y organismos públicos de España,
incluida la Seguridad Social.
– “Y, como hay más ingresos al fondo
de pensiones que beneficios, se ha ido acumulando un fondo de reserva
considerable (alrededor de 65.000 millones de euros)”. Falso. Hace ya dos años
que la Seguridad
Social está en déficit al tener más gastos que ingresos. Los
ingresos caen porque cada vez hay menos cotizantes y los gastos aumentan porque
cada vez hay más receptores de prestaciones -las cohortes poblacionales que
entran en la edad de jubilación son cada vez más numerosas-. – “[…] que no
puedan pagarse las pensiones del futuro, lo cual no tendrá nada que ver
(repito, nada que ver) con la famosa transición demográfica y la supuesta
inviabilidad de las pensiones (debido a que no habrá suficientes jóvenes para
pagar las pensiones de los ancianos), sino con el elevadísimo riesgo de haber
invertido la gran mayoría de los fondos de reserva en la deuda pública que
probablemente el Estado no podrá pagar”. Esta afirmación es también falsa, ya
que las pensiones no se pagan de un fondo de reserva, sino de las
aportaciones de los que en este momento están trabajando. De hecho, los 65.000
millones de euros del fondo de reserva solo darían para pagar 7 meses de
las pensiones actuales, ya que el gasto anual en ellas supera actualmente los
100.000 millones de euros. El argumento de la productividad El argumento de
que el crecimiento de la productividad asegura nuestras pensiones es necesario
abordarlo más detalladamente. Vicenç Navarro expone que este hará que nos
podamos permitir mantener a más población dentro de varias décadas. Así, aunque
el número de pensionistas por trabajador se vaya a duplicar, “un trabajador
producirá casi el doble en 2050 que ahora, con lo cual podría mantener casi al
doble de pensionistas”. El argumento esconde tres errores: -Primero, en las
proyecciones de crecimiento que incluíamos en nuestro artículo ya estaba
incluido un aumento de la productividad. Concretamente, suponíamos dos
escenarios distintos -crecimiento del PIB del 1% y del 2%-. El crecimiento del
PIB se descompone en la suma de: (i) crecimiento de la población adulta; (ii)
crecimiento de la tasa de ocupación; y (iii) crecimiento de la productividad.
Puesto que la población adulta va a disminuir a partir de este mismo año a un
ritmo medio del 1% anual y la tasa de ocupación sólo puede ofrecer como máximo
crecimientos de 0,5 puntos anuales (hasta alcanzar el 70%, cota que España solo
ha tocado en 2007), el crecimiento de la productividad implícito en
nuestros cálculos oscila entre el 1,5% y el 2,5%. Es decir, en
nuestras previsiones ya estamos siendo bastante optimistas (para curarnos en
salud). -Segundo, lo que el profesor Navarro propone sin pretenderlo es similar
a… ¡una congelación indefinida de las pensiones! Lo que a los ciudadanos les
importa al pasar de la actividad a la jubilación es no perder capacidad
adquisitiva. Pero mantener el doble de pensionistas en el futuro con el doble
de productividad implicaría pagarles lo mismo que cobran hoy, no lo que cobrarán en el
futuro. Imagínese que está usted en la década de 1970 y le dicen que no se
preocupe, que la productividad hará que los mismos trabajadores de entonces
puedan mantener al doble de pensionistas en 2012 con su aumento de la
productividad, pues esta se va a duplicar. De acuerdo, pero ello implicaría que
su pensión hoy… ¡sería la misma que disfrutaban los pensionistas en 1970! Es
decir, le supondría una tremenda pérdida de capacidad adquisitiva:
concretamente, cobraría la mitad de lo que hoy percibe cada pensionista. Es
decir, como ponen de evidencia los propios cálculos del profesor Navarro, la
única solución para el problema es una disminución de la generosidad (bien
mediante un mayor ahorro actual, bien mediante un retraso de la edad de
jubilación o bien mediante una pérdida de poder adquisitivo).
Otro resumen (para escépticos) de nuestro problema demográfico Una vez
aclarados dichos puntos, nos gustaría repasar los motivos del problema de
sostenibilidad en el largo plazo de nuestro sistema de pensiones. Aunque el argumento
completo y los datos se encuentran en nuestro anterior
artículo, haremos un breve resumen: El mundo occidental se enfrenta
a un grave problema demográfico. Las guerras de la primera mitad del s. XX,
unidas al tremendo cambio en los patrones demográficos a partir de los años 60
-el desplome de la natalidad unido al aumento sostenido de la esperanza de
vida- han dado lugar a una situación insólita en la historia de la humanidad,
en la que la forma habitual de la pirámide de población se está invirtiendo conforme la
parte más ‘frondosa’ cumple años y se acerca a la edad de jubilación. Recomendamos
encarecidamente detenerse cinco minutos a examinar esta maravillosa
página web que representa, a partir de datos de la ONU,
pirámides poblacionales para todas las zonas del mundo desde 1950 hasta 2100
(fecha en la cual la transición hacia una estructura demográfica moderna ya se
habrá completado). Para el que no tenga tiempo de analizar los datos con
cuidado, ofrecemos aquí una composición con los datos de España:
Nos gustaría, además, recordar que las predicciones en demografía, al
contrario que las predicciones en economía, son muy fiables por la enorme
estabilidad de los procesos demográficos. La esperanza de vida crece lenta,
pero inexorablemente, sin dar ningún tipo de señal de ralentización: cada 5
años, la esperanza de vida aumenta un año. Por otra parte, las tasas de natalidad
cambian también muy despacio. Por último, los flujos migratorios
tampoco solucionan el problema, pues suelen provenir mayoritariamente de países
con menor capital humano y, de todas formas, también generan derechos de cobro -por no decir
que es evidente que España no va a ser un destino especialmente apetecible para
la inmigración con la altísima fiscalidad que soportaremos las próximas décadas
y también por el altísimo nivel de paro-. A partir de dichos datos y de
proyecciones de crecimiento económico -repetimos: el crecimiento se descompone
entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de la tasa de
ocupación-, concluíamos que el peso de las pensiones sobre el PIB aumentará
hasta acaparar entre el 20% y el 30% del PIB, cantidad inasumible si tenemos en
cuenta que el Estado ha de ejecutar además muchas otras funciones vitales para
la sociedad, entre la que destaca la sanidad, que también se
disparará por el envejecimiento. El problema es tan grande que
amenaza no solo al “Estado de bienestar”, sino a toda la sociedad. La subida de
cotizaciones, el desvío de recursos hacia las pensiones y las pocas
perspectivas de cobrar una pensión digna pueden empujar a muchos jóvenes a labrar
su futuro en otros países con mejores perspectivas. Y cada nuevo
joven que emigre incrementará la carga que han de soportar el resto, elevando a
su vez la probabilidad de que otros jóvenes tomen la senda del primero. El
equilibrio de esta dinámica es muy incierto y plantea un escenario poco
probable, pero desolador, con casi 15 millones de pensionistas prácticamente
desatendidos cuyas pensiones serían incapaces de pagar los 14 millones de
trabajadores que tendría España si alcanzase una tasa de ocupación del 70%,
algo que nuestro país nunca ha conseguido. Si el profesor Navarro cree que
estas proyecciones y cálculos son erróneos, le animamos a que indique qué
supuestos le parecen poco realistas, que los modifique y que recalcule las
proyecciones para comprobar el efecto real de los cambios en los supuestos. Y
que, por supuesto, sea honesto con los efectos colaterales de las medidas que
proponga. Por ejemplo, si cree que todo se solucionaría subiendo el IRPF al
70% para pagar las pensiones, debería aplicar al menos las
elasticidades más razonables que la literatura ha estimado sobre la oferta de
trabajo -una sugerencia: revisar los trabajos de Piketty y Saez,
los mayores especialistas mundiales en la materia-, los efectos de dicha
medida sobre los segundos perceptores de renta de cada hogar y sobre las
decisiones de formación y migración. Como decía Edwards Deming, “In God we trust; all others must bring data”. En última instancia,
creemos que la posición de la ‘izquierda tradicional’ sobre el problema de las
pensiones es tremendamente irresponsable. El problema golpeará sobre todo a las
clases bajas, que son las que no disponen de capacidad de ahorro. Las clases
altas, cuyas bases de cotización son además mayores, se están preocupando ya de
ahorrar para evitar privaciones y dramas en su jubilación.Escudarse en que todo
esto es un contubernio del capital financiero es hacer un flaquísimo favor a
todos aquellos a los que dice defender, pues son quienes sufrirán el problema
en mayor medida. Por último, y puesto que parte de la solución se basa en un mayor
ahorro individual, ello no quiere decir que este ahorro de los trabajadores
pase necesariamente por el sistema financiero privado. La Seguridad Social
podría gestionar con un coste muy razonable un fondo de capitalización privado, el cual invertiría
una parte en una cesta diversificada de bonos públicos y otra en una cesta
(también diversificada) de acciones, a imagen y semejanza del exitoso Fondo de
Pensiones Noruego. Los trabajadores podrían realizar aportaciones
voluntarias a dicho fondo, las cuales complementarían su pensión contributiva
tras su jubilación. El problema no tiene solución satisfactoria, y la
asimilación de la ola demográfica es algo que la sociedad habrá de digerir lo
mejor que pueda. Dos generaciones después, cuando haya pasado el shock,
el sistema de reparto volverá a ser sostenible (aunque seguirá siendo
dinámicamente inconsistente, en caso de producirse otro shock severo).
Mientras tanto, los responsables políticos de todas las inclinaciones deberían
dejar de ignorar el problema. El punto de partida para que el coste político de
las reformas no sea inasumible es hacer una pedagogía clara y sincera. Nos gustaría invitar
al señor Navarro y al resto de representantes de la izquierda clásica a sumarse
a dicho esfuerzo pedagógico por el bien de todos los ciudadanos del país, especialmente el de
aquellos a los que el problema puede coger más desprevenidos: las rentas bajas,
aquellos a los que quiere defender.
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