«The
New York Times»: Los preparativos de la intervención estadounidense en
Venezuela relatados paso a paso
Por Canarias Semanal
kaosenlared
9 de noviembre de 2025
¿Qué prepara Estados Unidos
en Venezuela?
Lo cierto es que esta no es
solo una «cuestión venezolana». Es un síntoma de una
estrategia más amplia de recolonización del hemisferio sur americano. Una estrategia en
la que se mezcla guerra híbrida, chantaje migratorio, manipulación
mediática y despliegue militar directo, sin pudores ni
disfraces.
Estados Unidos ha
desplegado 16.000 soldados frente a las costas de Venezuela, al tiempo que se
filtra en el New York Times que estudia tres escenarios de intervención militar
en ese país caribeño. En paralelo, Washington ha dejado sin protección migratoria
a la friolera de 600.000 venezolanos y ha intensificado las deportaciones.
¿Coincidencias? ¿Estrategia? ¿Advertencia?
Por Máximo
Relti
El pasado 2 de
noviembre, el periódico
estadounidense New York Times publicó que el
gobierno de Estados Unidos estaría contemplando, en estos
momentos, tres posibles escenarios de intervención
militar en Venezuela.
En esta ocasión, no se
trataba de rumores sueltos o de opiniones de analistas “al
margen del poder”, sino, según el periódico, de informaciones filtradas
desde el mismo Departamento de Defensa.
Estos tres posibles
escenarios serían:
a) Un posible bombardeo
selectivo a infraestructuras militares venezolanas. b) Un desembarco
limitado de tropas en zonas fronterizas. Y c) Un bloqueo naval
total para impedir el comercio internacional de ese país sudamericano con el
resto del mundo.
Aunque la noticia fue
replicada tímidamente en medios anglosajones, en América Latina apenas
tuvo eco. No se debatió en cadenas internacionales, ni
se generaron protestas formales de gobiernos vecinos. Fue como
si el fantasma de la intervención, viejo conocido del continente
latinoamericano, hubiera pasado sin que nadie se molestara siquiera en encender
la luz.
Pero el silencio no duró
demasiado.
EL DESPLIEGUE DE 16.000
SOLDADOS
Cuatro días después, el 6
de noviembre, la versión alemana del portal ruso RT confirmaba
que Estados Unidos había desplegado 16.000 soldados frente
a las costas venezolanas. Los efectivos formaban parte de las maniobras
militares “Southern Shield”, que en teoría tenían
un carácter preventivo, orientado al entrenamiento y
la contención de amenazas regionales. Pero los detalles resultaban
difíciles de disimular.
El grupo de combate incluía
portaaviones, destructores, submarinos y tropas de desembarco. Se
encontraba posicionado entre el Caribe oriental y el golfo
de Paria, en línea directa hacia el litoral venezolano. Oficialmente,
la operación no mencionaba a Venezuela. Pero,
extraoficialmente, la coincidencia temporal con la filtración del
«New York Times» desataba todo tipo de alarmas. ¿Era una advertencia?
¿Unensayo? ¿Un gesto de presión o
una preparación real?
Históricamente, Estados
Unidos ha disfrazado muchos de sus movimientos militares como “ejercicios
de rutina” antes de invadir países. Ocurrió en Irak,
en Panamá, en Libia. El manual no cambia. Solo cambia el
territorio.
LOS 600.000 “ILEGALIZADOS” DE
UN DÍA PARA OTRO
El mismo día 6, pero
esta vez en suelo estadounidense, se confirmaba una medida de consecuencias
brutales: a las 11:59 de la noche del 7 de noviembre expiraría
el Estatus de Protección Temporal (TPS) otorgado en 2021 a
más de 600.000 venezolanos. A partir de ese momento, pasarían
automáticamente a engrosar la población migrante indocumentada más
grande de la historia reciente del país. Y ya se sabe qué significa eso.
La decisión, tomada por
el Departamento de Seguridad Nacional, fue acompañada
por nuevas rondas de deportaciones express. Solo
el 5 de noviembre, más de 160 venezolanos, fueron
enviados de regreso en condiciones inhumanas: encierros prolongados,
restricciones alimentarias, golpes, y vejaciones documentadas por medios
alternativos. Muchos de ellos habían huido del hambre, del desempleo y de la
violencia social en su país. Ahora regresaban, esposados, a un país sitiado por
amenazas militares.
LA
RESPUESTA VENEZOLANA: ENTRE EL SILENCIO MEDIDO Y EL DISCURSO DE RESISTENCIA
En un país tan acostumbrado
a las crisis como Venezuela, la noticia de que Estados
Unidos movilizara 16.000 soldados frente a sus costas
no pasó desapercibida, pero tampoco generó reacciones espectaculares en sus
autoridades.
Lejos de los gritos o del
alarmismo que podría esperarse ante un despliegue de semejante magnitud, el
gobierno optó por una respuesta de equilibrio: ni minimizar los hechos, ni
sobreactuar ante la amenaza. Una estrategia que, como veremos, tiene sentido en
el contexto actual.
El presidente Nicolás
Maduro, que lleva años enfrentando sanciones económicas, bloqueos
diplomáticos y maniobras de desestabilización, prefirió ubicar el tema en el
marco más amplio del conflicto histórico entre soberanía nacional y hegemonía
imperial.
“No queremos
guerra con nadie, pero tampoco vamos a permitir que nadie venga a imponernos
condiciones desde el extranjero”, afirmó en una declaración
que pasó casi desapercibida en los grandes medios, pero que resume el enfoque
oficial: firmeza sin provocación.
La cancillería venezolana,
por su parte, emitió un comunicado en el que calificó la maniobra militar
estadounidense como “una amenaza directa a la paz y la estabilidad
de América Latina”, y solicitó una reunión extraordinaria del Consejo
de Seguridad de la ONU. La solicitud fue ignorada, como suele
suceder cuando los países del Sur reclaman a las instituciones
multilaterales que fueron diseñadas, precisamente, para que no les
escuche demasiado.
Mientras tanto, el Ministerio
de Defensa activó un operativo interno de revisión y alerta en las
regiones costeras del noreste, incluyendo los estados Sucre, Anzoátegui
y Nueva Esparta. No se trata, como aclaran los propios funcionarios,
de una militarización general, sino de un refuerzo logístico y de
vigilancia aérea ante cualquier movimiento inusual.
Pero quizás la parte más
elocuente de la respuesta no estuvo en los discursos ni en los comunicados,
sino en el terreno simbólico. Desde hace años, el gobierno bolivariano ha
trabajado intensamente en la construcción de una narrativa histórica que
conecta la situación actual con el pasado de resistencia contra la gran
potencia del Norte.
En esa línea, se
multiplicaron los homenajes a figuras como Simón Bolívar, Ezequiel
Zamora y Guaicaipuro en actos oficiales, y se recuperaron fragmentos
de discursos de Hugo Chávez para reforzar la idea de
continuidad histórica. No es casualidad: en momentos de tensión externa, las
gestas del pasado se convierten en eficaces y fuertes herramientas de cohesión
social.
UNA VALORACIÓN CRÍTICA DEL
CONJUNTO
Detengámonos aquí, y
permitámosnos un tiempo para respirar un poco. Porque la combinación de estos
tres elementos del operativo yanqui, —planificación de escenarios de guerra,
despliegue militar, y criminalización masiva de migrantes venezolanos—, no
puede leerse como si de una mera casualidad se tratara.
¿Acaso no
parece un mismo guion, ejecutado en distintas pantallas?
Por un lado, se presiona
militarmente al gobierno venezolano desde el exterior, alimentando
el clima de aislamiento y de cerco internacional. Por
otro lado, se envía un mensaje de castigo colectivo a
su población migrante: si el país no se pliega a los intereses
norteamericanos, sus hijos en el extranjero sufrirán las consecuencias. Y todo
ello envuelto en discursos de “seguridad”, “interés
nacional” y “protección de las fronteras”.
Nada de esto es nuevo. Lo
que sí resulta novedoso —y doloroso— es constatar la pasividad de buena
parte de los gobiernos latinoamericanos, que prefieren mirar
hacia otro lado mientras Washington avanza fichas en
su tablero geoestratégico sobre el hemisferio sur.
La OEA guarda
silencio. La ONU apenas logra balbucear algo ininteligible.
¿Será que algunos ya asumieron que lo que está pasando en Venezuela no
les concierne? Demasiados pelos en la almohada, como
para no sospechar que algo se está urdiendo tras bambalinas.
Lo cierto es que esta no es
solo una «cuestión venezolana». Es un síntoma de una
estrategia más amplia de recolonización del hemisferio sur americano. Una estrategia en
la que se mezcla guerra híbrida, chantaje migratorio, manipulación
mediática y despliegue militar directo, sin pudores ni
disfraces.
Y es que estamos hablando ya del«Gran Reajuste», que con pasos galopantes se nos está aproximando.
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