Entrevista a Stathis Kouvelakis,
miembro del Comité Central de Syriza
El Referendum y
la desintegración de Syriza
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Rebelión
Jacobin
11.08.2015
El acuerdo reciente entre el gobierno de Syriza y las
instituciones acreedoras de la Troika sorprendió a mucha gente de izquierda que
ha seguido los acontecimientos en Grecia. El acuerdo parece indicar el final de
un ciclo político. En la siguiente entrevista, publicada en inglés a comienzos
de agosto, Sebastián Budgen, editor de la revista norteamericana Jacobin,
conversa con Stathis Kouvelakis, miembro de la Plataforma de Izquierda y del
comité central de Syriza sobre los acontecimiento más recientes en Grecia y las
expectativas confirmadas o desmentidas y los próximos pasos del ala radical del
partido. Kouvelakis reflexiona sobre la estrategia de la Plataforma de
Izquierda, sobre si las cosas se podrían haber hecho de otra manera y sobre las
perspectivas de ruptura de Syriza y recomposición general de la izquierda.
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¿Cuáles fueron
las causas del referéndum de julio? Muchos lo vieron como si surgiera de la
nada, como un comodín que el primer ministro griego Alexis Tsipras se sacó de
la manga. Pero también hay dudas sobre sus motivaciones, incluso se especula
que Tsipras pensó que iba a perder.
Creo que el
referéndum fue claramente un intento de salir de la trampa en la que el
gobierno estaba cayendo a través del proceso de negociación. En realidad era
bastante obvio que durante la espiral descendente de concesiones, el gobierno y
Tsipras se dieron cuenta de que lo que proponían no iba a ser suficiente para
la Troika. Hacia la última semana de junio se veía claro que el acuerdo que
estaba tomando forma no pasaría la prueba interna dentro de Syriza y no pasaría
tampoco la prueba de la opinión pública. Los mensajes que llegaban a la
dirección y a Tsipras mismo desde el interior del partido, desde mucho más allá
de las filas de la Plataforma de Izquierda, indicaban que lo que se estaba
conformando no era aceptable. Los últimos días de esa semana hubo también un
cambio significativo de la opinión pública. La gente decía que estaban hartos
de estas negociaciones interminables. Se entendía que la Troika estaba tratando
de humillar al gobierno griego. Tsipras, que como político tiende a ser del
tipo que juega y apuesta fuerte, pensó en el referéndum. La idea no era del
todo nueva y había sido sugerida antes por otros, incluyendo Yanis Varoufakis,
no como ruptura con el proceso de negociación, sino como un movimiento táctico
que podría fortalecer la postura negociadora. Estoy seguro acerca de esto que
digo porque conozco informes detallados de la reunión clave del gobierno la noche
del 26 de junio, cuando se anunció el referéndum.
Aquí hay que
decir dos cosas. La primera es que Tsipras y la mayoría de las personas
cercanas a él pensaban que el referéndum iba a ser un paseo. Y eso era lo que
parecía antes del cierre de los bancos. La sensación general era que el
referéndum se ganaría abrumadoramente, con más del 70 por ciento. Esa
expectativa era bastante realista, sin el cierre de los bancos el referéndum se
habría ganado con facilidad, pero la significación política del No habría sido
distinta, ya que no habría existido la atmósfera de confrontación y dramatismo
creada por el cierre de los bancos y la reacción de los europeos.
Lo que sucedió
en esa reunión de gobierno fue que varias personas, el ala derecha del
gobierno, liderada por el Viceprimer ministro Yanis Dragasakis, no estuvo de
acuerdo con la convocatoria del referéndum. Dragasakis es en realidad la
persona que ha estado supervisando todo el proceso de negociación del lado
griego. Todos en el equipo de negociación con la excepción del nuevo ministro
de Finanzas, Euclides Tsakalotos, son del grupo de Dragasakis y él era el
ministro más destacado que quería deshacerse de Varoufakis. Ese ala derecha del
gobierno pensó que el referéndum era una propuesta de alto riesgo. A diferencia
de Tsipras, que no era consciente de lo que se planteaba, el ala derecha se
daba cuenta de que se trataba de una decisión muy polémica que daría lugar a
una dura reacción de la parte europea. Lo cual se confirmó luego. También
estaban asustados de la dinámica de base que pondría en marcha esa iniciativa.
Desde otro sector, el líder y ministro de energía y reconstrucción productiva y
miembro de la Plataforma de Izquierda, Panagiotis Lafazanis, dijo que el
referéndum fue la decisión correcta, aunque tardía, pero también advirtió que
equivalía a una declaración de guerra, que la otra parte cortaría la liquidez y
que en cuestión de días los bancos estarían cerrados. La mayoría de los
presentes pensó que eso era un chiste.
Creo que esa
ignorancia, esa falta de realismo sobre lo que iba a suceder, es absolutamente
clave para entender la lógica de cómo ha actuado el gobierno hasta ahora.
Simplemente no podían creer que los europeos reaccionarían de la manera que
realmente reaccionaron. En cierto modo, como ya he dicho, el ala derecha de
Syriza era mucho más lúcida.
Esto explica
también lo que sucedió a nivel gubernamental durante la semana del referéndum.
Tsipras estaba bajo una enorme presión de Dragasakis y otros para que se
suspendiera el referéndum. No lo hizo, por supuesto, pero dejó claro que sus
próximos movimientos serían los que la derecha quería, y que la medida no era
una ruptura con la línea que se había seguido hasta ese momento, sino una
especie de movimiento táctico dentro de ese marco.
¿Y ese fue el
significado del retroceso aparente del miércoles antes de la votación?
Exactamente.
Ese miércoles algunas personas incluso hablaron de un golpe interno, y en
Atenas circulaban rumores de que Tsipras iba a suspender el referéndum. Durante
su discurso confirmó que el referéndum se haría, pero también dejó claro que el
referéndum estaba pensado como herramienta para conseguir un mejor acuerdo y
que no era el final de la negociación, sino sólo la continuación bajo
condiciones supuestamente mejores. Y se mantuvo fiel a esa línea durante toda
esa semana.
Una cosa que yo
no entiendo sobre el proceso, incluso desde el punto de vista de las relaciones
públicas, es que Tsipras convocó un referéndum sobre una serie de propuestas
que pidió rechazar y aún en el período previo al referéndum hizo gestos hacia
las instituciones acreedoras que parecían proponer medidas aún peores que las
que él estaba llamando al pueblo a rechazar. La impresión era de incompetencia
y caos.
He tratado de
explicar las intenciones de Tsipras para responder a la pregunta sobre si él
pensaba que iba a perder el referéndum, y para aclarar el significado que el
referéndum tenía para él. Pero lo que está absolutamente claro es que el
referéndum desató fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de Tsipras
y del gobierno, que fueron claramente superados por el impulso desencadenado
por el referéndum. Entonces hicieron todo lo posible para poner otra vez al
genio en la botella. La forma en que Tsipras hizo frente a la presión de Dragasakis
—por eso ese miércoles es tan importante— fue aceptar su línea y enviar esa
carta infame al Eurogrupo y antes de esa carta, otra solicitando un nuevo
préstamo. Eso abrió camino para lo que iba a venir la semana después del
referéndum.
Pero, por otro
lado, para justificar que no podía suspender el referéndum sin quedar
totalmente en ridículo, tenía que dar alguna justificación de su iniciativa. Y
así habla de luchar contra las medidas de austeridad incluidas en el paquete
Juncker, sobre el chantaje de la Troika y el ultimátum al que había sido
sometido. Y, por supuesto, la dinámica que se desarrolla desde abajo en ese
momento le toma la palabra y sigue librando la batalla contra la Troika. Este
es un buen ejemplo de una iniciativa que partió de arriba, como resultado de
contradicciones internas, pero que terminó liberando fuerzas que iban mucho más
allá de las intenciones de un líder. Me parece que esto es muy importante,
porque también hay que entender que una de las mayores dificultades que Tsipras
enfrenta ahora, después de la rendición del acuerdo de ayer, es la legitimidad
política muy dudosa de esa iniciativa después del referéndum.
Es una completa
ilusión pretender que el referéndum no tuvo lugar. El referéndum se celebró y
hoy está claro tanto para la opinión pública internacional como para la
sociedad griega que Tsipras está traicionando el mandato popular.
Entonces, en
este gran debate, ¿es Tsipras una especie de genio maquiavélico supertáctico o
más bien es un jugador que apuesta fuerte y se ve superado por los
acontecimientos?
Bueno, yo creo
definitivamente lo segundo, siempre que aclaremos lo siguiente: en realidad
Tsipras y la dirección han estado siguiendo muy coherentemente la misma línea
desde el principio. Pensaban que mediante la combinación de un enfoque
"realista" en las negociaciones y una cierta firmeza retórica,
obtendrían concesiones de los europeos. Pero cada vez se veían más atrapados en
esa línea, y cuando se dieron cuenta de que estaban totalmente en una trampa,
no tenían ninguna otra estrategia. Se negaron sistemáticamente a pensar
cualquier otra estrategia, y también hicieron que fuera prácticamente imposible
aplicar otro enfoque cuando todavía había tiempo.
En la
entrevista de hace un par de días en la revista New Statesman, Varoufakis
dice que un pequeño equipo de personas a su alrededor trabajó durante la semana
previa al referéndum sobre un plan alternativo que incluía el control estatal
de los bancos, la emisión de pagarés y desconexión del banco central de Grecia
del Banco Central Europeo en Frankfurt, en lo que sería una especie de salida
gradual. Pero eso fue claramente demasiado tarde y fue rechazada por casi todo
el resto del equipo económico del gobierno, lo que en esencia significa
Dragasakis. Y Tsipras, por supuesto, validó esa decisión.
Así que hay que
insistir en la continuidad de la línea de Tsipras. Esa es también la razón por
la que creo que la palabra "traición" no es apropiada si queremos
entender lo que está sucediendo. Por supuesto, objetivamente podemos decir que
ha habido una traición al mandato popular, que la gente muy legítimamente
siente que han sido traicionados. Sin embargo, la noción de traición por lo
general significa que en algún momento se toma una decisión con consciencia de
incumplir los propios compromisos. Lo que creo que en realidad sucedió fue que
Tsipras creía honestamente que él podría conseguir un resultado positivo con la
presentación de un enfoque centrado en las negociaciones y mostrar buena
voluntad, y esto explica también por qué dijo muchas veces que no tenía ningún
plan alternativo. Pensaba que apareciendo como un “europeo leal”, sin ninguna
"agenda oculta", podría obtener algún tipo compensación. Por otro
lado mostró durante algunos meses una capacidad de resistir a la presión
creciente e hizo algunos movimientos impredecibles como el referéndum o el
viaje a Moscú. Creía que estaba aplicando las medidas adecuadas para resolver
el problema. Y lo que pasa es que al seguir persistentemente en esa línea se
llega a una situación en la que quedan solamente malas opciones.
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