Venezuela. Reflexiones en
tiempos de caos
Por Vocesenlucha
KAOSENLARED
18.02.2019
Hoy América Latina está al borde de una guerra de
dimensiones terroríficas. Hoy, ese mismo imperio que arrasó Irak declara la
guerra a uno de los procesos, lo repetimos, más democráticos y transformadores
de América. Sin embargo, el debate está en si “los errores del gobierno
venezolano”
2003. 16 de marzo. Cumbre de las Azores. Los
presidentes de EEUU, Gran Bretaña, España y Portugal deciden enviar un
ultimátum al presidente de Irak, Saddam Hussein. En medio de la barbarie, un
personaje sin parangón lucha por alcanzar su particular gloria mediática. Las
cámaras apuntan prestas a inmortalizar a los representantes de la infamia. José
María Aznar, ubicado entre Blair y Durão Barroso, mira a los lados con
semblante serio, sale del grupo, pasa por detrás de Blair y Bush, se sitúa
junto al presidente norteamericano, recibe su cordial brazo sobre la espalda y
sonríe, ahora sí, orgulloso. Es la famosa foto de las Azores que dio la vuelta
al mundo. A cuatro días de esa foto, Irak era invadida.
16 años después, el mismo imperio que entonces sembró
el caos y millones de muertes en tierras ajenas declara otra guerra a la
humanidad. El objetivo a batir, una de las democracias más avanzadas y
transformadoras de América Latina. Un pueblo en lucha por soberanía y dignidad.
Ayer se llamaban Blair o Aznar los esbirros europeos, hoy Theresa May o Pedro
Sánchez. La primera parece la reencarnación de la dama de hierro que
“disciplinó” a la clase obrera inglesa. El segundo, recibió el mandato de
continuar la demolición del concepto izquierda de mano de su mentor político,
Felipe González. En 2003, fue la derecha más rancia, encarnada en “Aznar el
Grande” la que se manchó las manos de sangre con Irak. Hoy, es el Partido
Socialista Obrero Español el que da luz verde al derramamiento de sangre en
Venezuela. Aznar se sumaba ayer a la expansión imperialista de un supuesto loco
llamado George Bush. Con sus pies sobre la mesa, presto a correr un minuto de
gloria en menos de 60 segundos, sumó su nombre a la historia de la
infamia. “Pedro el Guapo” se alinea hoy con la esquizofrenia de un
imperio en decadencia encarnado en otro supuesto loco con nombre de pato Disney
y apellido triunfal. ¿Pondrá Pedro Sánchez sus pies sobre la mesa de la infamia
sentado afablemente junto a Donald Trump, o preferirá no mancillar su sonrisa
encantadora de serpientes?
Ayer, la Organización de Naciones Unidas negó la
existencia de armas de destrucción masiva y se opuso a la invasión de Irak. De
nada sirvió, ninguneada por los poseedores de la razón manu militari. Hoy la
ONU ha reconocido como presidente legítimo a Nicolás Maduro. Tampoco les sirve
a los administradores de la razón por la fuerza.
La excusa para invadir Irak se llamó “armas de
destrucción masiva”. Hoy, “catástrofe humanitaria”. La misma crisis humanitaria
que desde hace años esos “salvadores” intentan provocar. La donación
humanitaria proporcionada por esos filántropos se estima en 60 millones de
dólares. La cantidad del erario público retenido y robado por EEUU a Venezuela
en cuentas bancarias internacionales se calcula en 18.000 millones de dólares.
La historia del caballo de Troya humanitario luce una cronología perversa. La
Organización para la Reconstrucción y Ayuda Humanitaria llegó a Irak después de
la invasión. En 1986, la contra nicaragüense recibió armas de EEUU para
combatir al sandinismo camufladas como ayuda humanitaria. Al frente de la
operación se encontraba Elliott Abrams en la era Reagan. Por ello fue condenado
y posteriormente indultado por Bush padre. Este enero ha sido nombrado enviado
especial de EEUU para Venezuela y se encuentra “muy feliz e impaciente por
ponerse manos a la obra”. La ayuda humanitaria en la tierra de Bolívar no se
encarga de administrarla ni la ONU ni la Cruz Roja Internacional, sino ONGs
como la USAID, desde hace años dirigidas por agentes “humanitarios” de la CIA
en América Latina. El próximo 23 de febrero es el día clave anunciado por el
títere local para la intervención caritativa. Para la víspera, el magnate de la
comunicación Richard Branson prepara un concierto en la frontera
colombo-venezolana. Alejandro Sanz, Carlos Vives, Luis Fonsi, Juanes o Juan
Luis Guerra son algunas de las voces de la farándula que abrirán la puerta al
corredor humanitario para llevar la paz a las pobres víctimas de la tiranía
venezolana. El tinglado será retransmitido en directo a los ojos preocupados
del mundo.
Hagamos un rocambolesco ejercicio de imaginación.
Imaginemos un edificio de viviendas de un barrio cualquiera de una ciudad
cualquiera de cualquiera de los países llamados del primer mundo. Pongamos
España. Imaginemos la comunidad de vecinos de ese edificio, con sus más y sus
menos, como toda comunidad de vecinos que se precie. Imaginemos que somos
presidentes de esa comunidad. Imaginemos que un gran inversor internacional
quiere hacer, justo donde se encuentra ese edificio, un enorme centro comercial
que revolucionará la vida de nuestra localidad. Las autoridades locales están
encantadas y nos hacen una buena oferta. Imaginemos que convocamos a la
comunidad a una reunión de urgencia. Imaginemos que decidimos que aquí han
crecido nuestras hijas e hijos, que aquí queremos seguir viviendo, que estas
son nuestras viviendas y nuestra comunidad y que aquí nos quedamos. Imaginemos
que la oferta se hace apetitosa. Imaginemos que decidimos por mayoría que no
tenemos precio. Imaginemos que un cordón “humanitario” con 1000 hombres armados
rodean nuestro edificio prohibiendo introducir ningún tipo de comida al mismo.
Pasan las semanas y las reservas se acaban. El edificio es declarado en
catástrofe humanitaria. Un destacamento con ayuda humanitaria en forma de
comida llega para convencer a los díscolos. A los dueños de las viviendas, por
su mala gestión y administración de la comunidad, causantes de provocar una
catástrofe humanitaria, se les abre un proceso de desahucio (algo sabemos de
eso por estos lares). Todo el que quiera abandonar el edificio será bienvenido
y bienhallado al otro lado. Imaginemos que el conserje del edificio,… pobre
conserje, imaginemos mejor al administrador. Ese administrador de fincas de una
empresa ajena al edificio, se autroproclama, en la calle y junto a la línea de
“defensa humanitaria”, dueño interino del edificio. Puestos a imaginar,
imaginemos que a ese “dueño interino” lo respalda un comité de apoyo
humanitario alienígena interplanetario. Imaginemos ya metidos en harinas de
ciencia ficción que los presidentes de las comunidades vecinas, en lugar de
defender a los dueños legítimos y soberanos del edificio, se dedican a criticar
la mala gestión que hemos hecho como comunidad, y nos dan un ultimátum para
abandonar nuestros hogares o reconocerán al autoproclamado dueño interino.
Suerte que la realidad sea tan ajena a la ciencia ficción.
Cuando los
colmillos imperiales “descubrieron incrédulos”, como nuestro querido Aznar, que
efectivamente no había armas químicas en Irak, las entrañas negras iraquíes
eran ya una esponja de roja sangre de millones de almas del pueblo culpables de
habitar una tierra de apetecibles secretos. Saddan Hussein acabó ahorcado ante
los ojos del mundo. Su plaza pública se llamó medios de comunicación. Como dice
el escritor venezolano José Roberto Duque[1],
“aquí, a Nicolás Maduro, a su esposa y a toda la alta jerarquía del chavismo le
han jurado la prisión y la muerte. Al resto de los chavistas sólo nos han
ofreciendo la muerte”.
La verdad verdadera de tanto interés por Irak, Siria o
Venezuela, hasta los gatos lo saben, se llama petróleo. El mismo hocico de
presa que ayer escarbaba en Irak hoy olfatea las mayores reservas probadas del
planeta. Ayer, como hoy, esos olfatos ladinos siguen un rastro con olor a
crudo. Sin embargo, haremos la broma fácil, se trata de un crudo muy “maduro”.
Porque lo que también empiezan a percibir los dientes rabiosos del imperio
norteamericano y esbirros como los amantes de la libertad Duque y Bolsonaro, es
a un pueblo digno dispuesto a defender al legítimo gobierno bolivariano encabezado
por “ese secuestrador de niños” llamado Nicolás Maduro. La baza principal a la
que apostaron se va agotando. ¿Cómo iban a imaginarse ellos, curtidos en mil
batallas, hacedores de mil conspiraciones, que se toparían con unas fuerzas
armadas impregnadas de pueblo y que al pueblo defienden? ¿Cómo iban a
imaginarse ellos que después de años “haciendo aullar” la economía venezolana
millones de personas seguirían saliendo a la calle a defender a su gobierno?
Las bazas “suaves” de la agenda golpista se van agotando y los movimientos de
tropas norteamericanas, tan pronto en Colombia como en islas del Caribe,
auguran malos tiempos.
Cuando en 2003 los pueblos del mundo se indignaron y
gritaron aquel famoso ¡No a la Guerra! de Irak, el argumento para defender o no
la paz no era si Saddam Hussein era un sátrapa o un dictador. El grito unísono
era “No a la guerra” porque en la guerra es el pueblo el que pierde. En esta
nueva guerra, y eso es lo que no llega a palparse, pierde más que nunca la
humanidad.
Hoy América Latina está al borde de una guerra de
dimensiones terroríficas. Hoy, ese mismo imperio que arrasó Irak declara la
guerra a uno de los procesos, lo repetimos, más democráticos y transformadores
de América. Sin embargo, el debate está en si “los errores del gobierno
venezolano” o en si “Maduro es un dictador” o en si “Venezuela es un desastre”.
Ya saben el cuento: “por una mala gestión, el edificio está en ruinas”.
Partidos progresistas y voces intelectuales de una acreditada izquierda de
carnet impoluto, donde ayer dijeron digo hoy dicen Diego. Lo que ayer
resplandecía hoy envilece. Lo que ayer era financiación hoy son menos votos.
Basta con un par de vídeos del primer recitador internacional de aforismos, el
domesticador de palabras y conciencias, el sabio Pepe Mujica, para legitimar
“mi sensata posición de equidistancia”. La Venezuela bolivariana es hoy una
patata caliente en manos de una izquierda anestesiada que intenta ubicar su
lugar en un mundo en caos donde el fascismo explícito arremete de nuevo y donde
el fascismo social hace rato se instaló en nuestras conciencias. Ante eso, la
receta está clara: cuatro grados norte, cinco derecha.
¿Alguien se ha
parado a pensar cómo carajo evaluar los errores y deficiencias del gobierno de
un país cercado, intervenido, agredido, víctima durante años de una guerra de
cuarta generación y a las puertas de una fase militar del conflicto? ¿Alguien
se ha parado a valorar qué carajos va a pasar con las millones de conciencias
colectivas de pueblo chavista si los títeres del imperio más grande y
destructor que haya conocido la humanidad se hacen con el control de la ansiada
Venezuela? ¿Han valorado la sangre que puede acompañar al reconocimiento de un
títere autoproclamado en una plaza? No, “el gobierno de Maduro ha cometido
demasiados errores”. Errores en un gobierno que pretende construir socialismo
desde las instituciones burguesas de un país colonizado en medio de un mundo
capitalista con una economía intervenida. ¿Acaso hemos descubierto la pólvora?
Sin embargo, como afirma el escritor venezolano Reinaldo Iturriza[2],
“no es por nuestros errores que se nos hace la guerra, sino por nuestros
aciertos”. Aciertos que hoy invisibilizan incluso aquellos de quienes se
esperaba un mínimo de dignidad, un resquicio de solidaridad internacionalista,
o algo de respeto al derecho internacional.
Por si teníamos dudas, queda claro quién gobierna
estos tiempos de caos y esquizofrenia colectiva. Los grandes medios de
comunicación poseen nuestros cuerpos, dirigen nuestros destinos. Escriben
nuestros discursos al son acompasado de sus líneas editoriales. La matriz de
opinión pública diseñada por esos medios marca el paso. Pero tranquilos, no sacrificaremos
nuestras carreras para cambiarlo.
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